DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i2.10312

Factores Sociodemográficos y Redes de Apoyo Asociados a la Violencia de Género Hacia las Mujeres en el Ámbito Familiar Durante la Pandemia por Covid-19

 

Karla Verónica Morales Cordero[1]

[email protected]

https://orcid.org/0009-0007-8985-8909

Universidad Autónoma de Zacatecas

México

Claudia Araceli Reyes Estrada

[email protected]  

https://orcid.org/0000-0002-2979-6159

Universidad Autónoma de Zacatecas

México

Rosalinda Gutiérrez Hernández

[email protected]

https://orcid.org/0000-0001-6803-925X

Universidad Autónoma de Zacatecas

México

Juan Lamberto Herrera Martínez

[email protected]    

https://orcid.org/0000-0003-2718-6012

Universidad Autónoma de Zacatecas

México

Fabiola Lydie Rochin Berumen

[email protected]

https://orcid.org/0000-0002-8676-7768  

Universidad Autónoma de Zacatecas

México

Alejandro Calderón Ibarra

[email protected]

https://orcid.org/0000-0002-4684-8096  

Universidad Autónoma de Zacatecas

México

 

 

RESUMEN

En la presente investigación, el objetivo de este estudio fue determinar los factores asociados a la violencia de género hacia las mujeres durante la pandemia de COVID-19. Se llevó a cabo un estudio observacional, analítico y transversal. Se aplicaron 167 encuestas a mujeres con parejas mayores de 18 años que acudieron a consulta médica en el centro de salud de Tierra y Libertad en Guadalupe, Zacatecas, previa obtención de su consentimiento. Los resultados revelaron que las mujeres entre los 30 y 49 años presentaron una mayor propensión a sufrir violencia por parte de sus parejas, con un porcentaje del 43.6%. Por otro lado, el grupo de mujeres de 18 a 29 años también mostró una alta prevalencia de violencia de género, con un 42.5 %. Estos hallazgos destacan la necesidad de abordar y prevenir la violencia de género durante la pandemia, especialmente en estos grupos de edad que parecen ser más vulnerables. Es fundamental implementar estrategias de prevención y apoyo dirigidas a estas mujeres, con el objetivo de proteger su bienestar y promover entornos libres de violencia.

 

Palabras clave: violencia de género, mujeres, ámbito familiar, redes de apoyo, covid-19

 

Sociodemographic Factors and Support Networks Associated with Gender Violence Against Women in the Family During the Covid-19 Pandemic

 

ABSTRACT

In the present investigation, the objective of this study was to determine the factors associated with gender violence against women during the COVID-19 pandemic. An observational, analytical and cross-sectional study was carried out. 167 surveys were administered to women with partners over 18 years of age who attended medical consultation at the Tierra y Libertad health center in Guadalupe, Zacatecas, after obtaining their consent. The results revealed that women between 30 and 49 years old had a greater propensity to suffer violence from their partners, with a percentage of 43.6%. On the other hand, the group of women between 18 and 29 years old also showed a high prevalence of gender violence, with 42.5%. These findings highlight the need to address and prevent gender-based violence during the pandemic, especially in these age groups who appear to be most vulnerable. It is essential to implement prevention and support strategies aimed at these women, with the aim of protecting their well-being and promoting environments free of violence.

 

Keywords: gender violence, women, familiar scope, support networks, covid-19

 

 

 

Artículo recibido 25 enero 2024

Aceptado para publicación: 20 febrero 2024

 


 

INTRODUCCIÓN

Desde tiempos remotos, la violencia ha sido considerada como una parte integrante de la cultura general y, en cierto medida, se ha aceptado como algo inherente a la dinámica familiar. El comportamiento agreviso y violento ha perdurado a lo largo de la historia, quedando plasmado en antiguos escritos y en datos estadísticos actuales, así como en aquellos que han sufrido sus terribles consecuencias. La violencia se presenta de manera universal, trascendiendo tanto el tiempo como el espacio. En el pasado, ha encabezado las causas de defunción en mujeres y hoy en día sigue siendo una realidad que permea todas las sociedades, sin importar su nivel de desarrollo. Históricamente, las mujeres han experimentado diferentes formas de violencia en mayor o menor medida, la cual está presente en la mayoría de las sociedades, aunque a menudo no es reconocida y se acepta como parte de un sistema establecido (Ayala-Salgado & Hernández-Moreno, 2012; Silva et al., 2019).

Además de ser un problema de derechos humanos, la violencia también constituye un grave desafío para la salud pública. Esto se debe a que provoca consecuencias adversas no solo para la salud de las personas afectadas, sino también para su entorno familiar y social donde se manifiesta (Correa-López, 2019). En este sentido, la violencia puede ser considerada como un fenómeno social, ya que está estrechamente relacionada con distintos conflictos y vínculos sociales, pudiendo  maniestarse de múltiples formas y siendo de naturaleza multidimensional. Dado que muchos de los factores asociados a la violencia son de índole social, es necesario enfocarse no solo en la persona afectada, sino también  en el entorno y las condiciones en que se desarrolla, con el fin de poder determinar las razónes por las cuales una persona puede ser víctima de violencia (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020).

Las relaciones familiares pueden ser esenarios propicios para la manifestación de la violencia. En este sentido, la violencia intrafamiliar se define como una forma de violencia interpersonal en la cual uu miembro de la familia inflige daño físico, psicológico o sexual a uno o varios miembros de la misma (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020). Este problema tiene un impacto significativo en las personas y familias efectadas, generando múltiples consecuencias que afectan la calidad de vida. Es fundamental comprender este fenómeno para abordarlo de manera efectiva. Es importante destacar que en contextos donde se experimenta violencia familiar, resulta difícil que el sistema familiar logre superar su incapacidad y debilidad para adaptar los valores y creencias asociados con su entorno. Por lo tanto, cuando estos dogmas son cuestionados, son percibidos como amenazas (Freire, 2019).

Factores que se asocian al desarrollo de violencia de género en el ámbito familiar

Factores culturales

Dentro del ámbito de la  la violencia intrafamiliar, se encuentra la violencia de género, la cual abarca todos los tipos de que engloba todos los tipos de violencia dirigidos hacia la mujer debido a su pertenencia al sexo femenino. La definición más ampliamente aceptada de violencia de género fue propuesta por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1995, la cual establece que se trata de cualquier acto de violencia sexista que pueda resultar en daño físico, sexual o psicológico, ya sea de manera real o potencial. Esto incluye amenazas, coerción y privación arbitraria de libertad, tanto en el ámbito privado como en el público, así como el ejercicio de coerción física o psicológica sobre una persona para limitar su voluntad y obligarla a realizar un acto específico (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020).

La Organización Mundial de Salud (OMS) informó que aproximadamente el 30 % de las mujeres en todo el mundo que han mantenido una relación romántica han experimentado violencia física o sexual por parte de su pareja. En regiones como América Latina, este porcentaje puede alcanzar el 38% (Bravo, 2022). Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), este fenómeno se atribuye al entorno en el que las mujeres se desenvuelven, que puede estar influenciado por patrones culturales, sociales o religiosos (Fabián-Arias et al., 2019).

En relación a la violencia contra las mujeres que ocurre dentro de una relación de pareja, existen diversos aspectos del contexto que contribuyen a la normalización de los actos de maltrato. Por ejemplo, se tiende a considerar que lo que sucede en la relación es parte de la esfera privada y no algo que concierne a la sociedad en general. Además, es común confundir la violencia con las dinámicas propias del amor y la interacción de pareja. Es innegable que la violencia contra las mujeres en el ámbito de la pareja representa un factor de riesgo para su salud y desarrollo integral, así como para el entorno en general (Sinchiguano et al., 2020).

La exposición de estereotipos y roles de género influye directamente en el desarrollo tanto de hombres como de mujeres. Dependiendo del entorno en el que se crezca, los valores inculcados desde la infancia determinarán la personalidad y actitud en la vida adulta. Los ideales de superioridad masculina han obstaculizado el desarrollo de las mujeres en general y han perpetuado la violencia doméstica, convirtiéndose en un problema social y de salud pública (Illescas et al., 2018).

Factores socioeconómicos

La influencia directa de la educación en la formación de los individuos dentro de una sociedad explica la relación entre la educación y la violencia doméstica. La educación proporciona las herramientas necesarias para gestionar la vida social y privada, lo cual es fundamental para reducir el comportamiento violento. El proceso de aprendizaje social determina cómo se perciben las relaciones de poder, por lo que mejorar las habilidades sociales y la capacidad de resolución de problemas puede combatir la violencia de género.

La educación tiene el poder de reducir la incidencia de violencia doméstica y de género, como lo demuestran estudios recientes. En los hogares con un mayor nivel educativo, la probabilidad de experimentar violencia intrafamiliar es menor. Además, las mujeres que tienen una educación más avanzada tienen menos probabilidades de sufrir violencia doméstica, ya que tienen un mayor conocimiento sobre sus derechos. Se ha comprobado que proporcionar educación a mujeres que han sufrido abuso reduce significativamente la tasa de maltrato. Por otro lado, las mujeres con una mejor educación tienen más posibilidades de abandonar relaciones abusivas, y aquellas que cursan niveles de educación superiores tienen menos probabilidades de sufrir violencia por parte de sus parejas (López & Cruz, 2020). Numerosos estudios han establecido una relación entre la educación y la violencia de género, mostrando que un nivel educativo más alto actúa como un factor protector, mientras que la falta de estudios se considera un factor de riesgo (San Segundo & Codina-Canet, 2019).

La violencia económica se produce cuando el agresor busca controlar el acceso de la víctima al dinero, ya sea impidiéndole trabajar remuneradamente o exigiendo que le entregue sus ingresos, aprovechándolos para su propio beneficio exclusivo (San Segundo & Codina-Canet, 2019). La inseguridad económica fomenta la tendencia de los agresores a maltratar a sus parejas, ya que sienten que tienen poder y control, sobre todo si son los principales proveedores económicos, y todo esto puede empeorar debido al aumento del estrés en el agresor (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020).

La participación formal de las mujeres en el mercado laboral ha traído consigo una flexibilización en la división social del trabajo. Sin embargo, a pesar de su involucramiento en el ámbito laboral, las mujeres siguen siendo las responsables principales de las labores domésticas, lo que resulta en una carga laboral doble. Este hecho genera tensiones en las relaciones entre mujeres, ya que se percibe como una incursión en roles tradicionalmente asignados a los hombres, como el cuidado del hogar y la crianza de los hijos. La ocupación juega un papel determinante en la violencia de género, ya que las mujeres tienden a desempeñar una doble jornada laboral, realizando tanto tareas domésticas como trabajo remunerado, lo que genera situaciones estresantes en el ámbito familiar al sentir que se descuida la atención en el hogar (Caudillo-Ortega et al., 2017; Fabián-Arias et al., 2020).

Factores psicológicos

No se puede mencionar la violencia de género sin hacer referencia a sus devastadores efectos (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020). Estos efectos se manifiestan a nivel psicológico y conductual e incluyen trastorno de estrés postraumático, depresión, ansiedad, trastornos psicosomáticos, abuso de alcohol y drogas, conductas suicidas y autodestructivas (Vaca, 2020). La violencia psicológica implica agresiones verbales que utilizan amenazas, humillaciones, chantajes, rechazo, burlas, insultos o palabras con el objetivo de afectar la autoestima de la mujer, generar sentimientos de inferioridad, inseguridad y subordinación.

Esta forma de violencia tiene un impacto significativo en la capacidad de las mujeres para tomar decisiones, participar y tener autonomía en diversas áreas de la sociedad (Suárez-Sierra, 2018). Además, también se observan secuelas emocionales que disminuyen la calidad de vida y la salud de las mujeres que son víctimas de esta violencia. De acuerdo con la OMS, los trastornos como la depresión y la ansiedad son problemas de salud mental que afectan negativamente la capacidad laboral y la productividad (Vaca, 2020).

La propia víctima termina cediendo todo su espacio personal debido a la inseguridad generada por los ataques directos a su autoestima. La dependencia también juega un papel clave, ya que los agresores, al carecer de relaciones afectivas, buscan establecer relaciones de dependencia y codependencia, fomentando este tipo de dinámica. En las mujeres que han sufrido violencia, se produce una adaptación a esta situación adversa, caracterizada por un aumento en su capacidad para enfrentar estímulos negativos y minimizar y ocultar el dolor. Además, presentan distorsiones cognitivas como la minimización, negación o disociación, resultando en cambios en cómo se ven a sí mismas, a los demás y al mundo. La mujer adopta el comportamiento de su entorno, ocultando y subestimando la violencia (San Segundo & Codina-Canet, 2019).

Es importante considerar que todas estas consecuencias negativas no solo afectan a las mujeres, sino también a sus hijos e hijas. Estos niños y niñas pueden experimentar problemas como la dificultad para planificar su futuro y la creencia de que no son capaces de vivir sin el abusador o el agresor. Además, los hijos e hijas de mujeres que han sufrido violencia por parte de sus parejas también son víctimas, ya que presencian, escuchan e incluso intervienen en estos episodios de violencia. A menudo, los padres también utilizan a los hijos como herramienta de control y daño hacia la madre, lo que afecta su autoridad. Como resultado, los menores pueden presentar síntomas de estrés postraumático, falta de habilidades sociales y problemas emocionales y conductuales (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020).

Redes de apoyo

La violencia social abarca la restricción de los contactos sociales y familiares de la pareja, lo que resulta en su aislamiento social y la privación de un importante apoyo en situaciones como esta. Además, se manipula a la pareja para que traicione a su entorno afectivo (San Segundo & Codina-Canet, 2019). El apoyo social desempeña un papel crucial en la preservación de la salud. La familia se considera el ámbito natural para el crecimiento y la recepción de apoyo, y a lo largo del tiempo desarrolla sus propias dinámicas de interacción, que conforman su estructura familiar. Durante los cambios en el ciclo de vida o ante eventos estresantes que ocurren a lo largo del tiempo, las familias se adaptan y los enfrentan desde diferentes estilos de funcionamiento familiar (Medellín-Fontes et al., 2012; Illezcas et al., 2018).

El clima familiar se refiere a los elementos ambientales que determinan el nivel de bienestar emocional en una situación determinada. Consiste en las aportaciones individuales de cada miembro de la familia, y se caracteriza por comportamientos de apoyo, afectividad y razonamiento que fomentan la autonomía personal frente a situaciones difíciles. La importancia del clima familiar radica en su influencia tanto en el estado de ánimo colectivo como en el individual. Los factores protectores son características que la familia proporciona para favorecer y facilitar el desarrollo humano, contrarrestando los factores de riesgo y vulnerabilidad (Aguirre-Burneo & Toledo-Sisalima, 2021).

Es importante destacar que las mujeres sin apoyo social tienen una mayor probabilidad de ser víctimas de violencia de género. Además, aquellas que sufren violencia tienden a aislarse de la sociedad, su familia y amigos, ya sea por vergüenza o por miedo a hablar de la situación. En conclusión, las mujeres con una red social amplia tienen menos riesgo de sufrir violencia. Asimismo, las mujeres agredidas suelen reducir su red social debido a la dominación y el aislamiento impuestos por su agresor. Si bien la familia debería ser la principal fuente de apoyo social, en ocasiones se recibe más apoyo de amigos u otras personas. Con el fin de prevenir la violencia de género, es importante fortalecer la red social de las víctimas (Caudillo-Ortega et al., 2017; Piloso-Moreira & Castro-Aniyar, 2022).

Pandemia COVID-19 como situación detonante de la violencia de género en el ámbito familiar

Debido a la aparición del coronavirus, se implementó a nivel mundial la cuarentena o el aislamiento social obligatorio. Esta medida tiene como objetivo limitar la propagación de la enfermedad al requerir que las personas permanezcan en confinamiento durante un período de tiempo definido. Como resultado, las fronteras geográficas y políticas han perdido importancia, y nos enfrentamos a una condición humana común. Además, esta crisis ha puesto de manifiesto de manera contundente las desigualdades económicas, sociales y políticas tanto dentro de los países como entre ellos (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020).

Con las medidas de aislamiento y distanciamiento social implementadas, muchas mujeres se vieron obligadas a pasar más tiempo en sus hogares, lo que a menudo las dejó expuestas a sus agresores. Esta mayor exposición a los perpetradores de violencia, sumada a la debilitación de las redes de protección durante la pandemia, ha llevado a un significativo aumento en los casos de violencia contra las mujeres (dos Santos & Scorsolini-Comin, 2021).

Para muchas mujeres, el confinamiento obligatorio ha implicado una mayor carga de trabajo al encargarse de las tareas domésticas, el cuidado de los hijos o personas mayores en el hogar, y en algunos casos, también continuar con sus responsabilidades laborales. Aquellas que no trabajan suelen depender económicamente de sus agresores. Todos estos factores hacen que las mujeres se vuelvan más vulnerables a la violencia psicológica y la coerción sexual (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020). Como resultado, la violencia contra las mujeres se ha convertido nuevamente en una preocupación global.

Los estudios han revelado que después de una catástrofe o desastre, se produce una situación habitual donde los agresores aprovechan las circunstancias y limitaciones de movimiento para aumentar la violencia contra las mujeres. Las investigaciones han demostrado que esta violencia de género aumenta en dos aspectos: el incremento de la violencia previa al desastre y la aparición de violencia de género en relaciones donde no existía anteriormente (Lorente, 2020).

A raíz de esto, la violencia contra las mujeres se ha convertido nuevamente en una preocupación global. ¿Cómo podemos explicar el aumento de la violencia durante la pandemia? Las restricciones de movimiento, el confinamiento, los problemas económicos y la inseguridad han hecho que los agresores se sientan más empoderados y en control, lo que fomenta el maltrato hacia sus parejas, especialmente si son los principales proveedores económicos. Además, factores individuales como el aumento del estrés en los agresores también pueden empeorar las condiciones de violencia. Estos problemas afectan principalmente a la población de bajos recursos socioeconómicos, quienes no tienen acceso a ingresos fijos o empleos formales (López-Hernández & Rubio-Amores, 2020).

METODOLOGÍA

Se llevo a cabo un estudio observacional de tipo analítico-transversal en el centro de salud Tierra y Libertad en Guadalupe, Zacatecas. La muestra estuvo compuesta por 167 mujeres mayores de edad que asistieron a consulta médica y contaban con pareja. La recolección de datos se realizó durante el periodo de abril a junio. A las participantes se les aplicó un cuestionario compuesto por 30 reactivos, que evaluaba diferentes aspectos sociodemográficos, socioeconómicos, redes de apoyo y riesgo de violencia. Para el análisis de los datos, se utilizó el software estadístico SPSS versión 25. Previo a la tabulación y análisis, se ingresaron las variables del instrumento de recolección de datos en el programa. Se utilizó la prueba de chi cuadrada para evaluar la relación entre dos variables, con un nivel de confianza del 95%.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Factores sociodemográficos

De acuerdo a los resultados obtenidos, se pudo observar que el grupo de mujeres de 18-29 años fue el más predominante en la muestra, seguido por el grupo de 50 años y más. En cuanto al estado civil, se encontró que la mayoría de las participantes estaban en unión libre, seguido por las casadas. La escolaridad más común fue la secundaria completa y en cuanto a la ocupación, la mayoría eran amas de casa, seguidas por empleadas. En relación al número de hijos, se encontró que la mayoría de las mujeres tenían 3 o más hijos. En el momento de la aplicación de la entrevista, la mayoría de las participantes reportaron no estar cursando un embarazo.

Un aspecto relevante de los resultados fue que gran parte de las participantes indicaron que no estuvieron en confinamiento junto a su pareja, ya que tanto ellos como ellas tenían empleos mayoritariamente informales y continuaron trabajando para generar ingresos. Sin embargo, al finalizar su jornada laboral, regresaban a casa, lo que resultaba en una convivencia diaria de 24 a 31 días en su mayoría (tabla1).

Tabla 1. Datos sociodemográficos de las participantes del estudio

Frecuencia

%

Grupo de edad

Grupo 1 (18-29 años)

63

37.5

Grupo 2 (30-39 años)

34

20.2

Grupo 3 (40-49 años)

34

20.2

Grupo 4 (50 y mas)

37

22

Estado civil

Casada

76

45.2

Unión libre

92

54.8

Escolaridad

No sabe leer ni escribir

2

1.2

Sabe leer o escribir

7

4.2

Primaria completa

29

17.2

Secundaria completa

94

55.9

Bachillerato completo

23

13.7

Licenciatura completa

9

5.2

Posgrado completo

4

2.4

Ocupación

Ama de casa

119

70.8

Estudiante

5

3.0

Obrera/Empleada

32

19.0

Empleos profesionales

3

1.8

Servidor público

9

5.4

Número de hijos

Ninguno

10

6.0

1

36

21.4

2

36

21.4

3 o mas

86

51.2

 

Confinamiento junto a su pareja

Si

77

45.8

No

91

54.2

Meses de confinamiento

No estuvo en confinamiento

90

53.6

Menos de un mes

11

6.5

De uno a dos meses

17

10.1

Más de dos meses

50

29.8

Convivencia mensual con su pareja

1 a 7 días

16

9.5

8 a 15 días

1

0.6

16 a 24 días

11

6.5

25 a 31 días

140

83.3

Embarazada

Si

9

5.4

No

159

94.6

Fuente: elaboración propia partir de recolección de datos.

 

Factores Socioeconómicos

En cuanto al nivel socioeconómico, de acuerdo a la encuesta AMAI fueron predominantes los niveles C y C-, en el que comprende hogares con lo básico para vivir, seguido de D+ y D las cuales son los hogares con niveles más bajos económicamente, tiene lo indispensable para vivir.

Redes de apoyo

En cuanto a las redes de apoyo, se encontró que la mayoría de los participantes (83.3%) indicaron que su pareja no limitaba su contacto con familiares, amigos u otras personas importantes para ellas. Sin embargo, cuando confrontaban alguna pelea con su pareja, el 39.3% sí buscaba principalmente apoyo en sus familiares, seguido de los amigos. Además, el 54,8% de los participantes manifestaron no buscar apoyo. Es importante destacar que la mayoría de las mujeres (88,7%) no habían acudido a ninguna institución en busca de apoyo, ya sea por haber experimentado algún tipo de violencia o por cualquier otro motivo relacionado

Riesgo de sufrir violencia

Respecto a la prueba de riesgo de violencia por parte de su pareja, se estimó en dos terceras partes de la muestra riesgo bajo o nulo, seguido de los niveles moderado y alto (tabla 2).


 

Tabla 2. Riesgo de violencia

Frecuencia

%

Riesgo bajo o nulo de violencia

113

67.3

Riesgo moderado de violencia

49

29.2

Riesgo alto de violencia

6

3.6

Fuente: elaboración propia partir de recolección de datos

 

En el caso de la prueba de violencia que indica un riesgo moderado, se identifican situaciones en las que una persona se siente decaída o mal consigo misma después de una discusión, experimenta miedo ante la reacción de su pareja en ciertas situaciones y con frecuencia es insultada, gritada, humillada y descalificada verbalmente. Esto se considera una forma de violencia psicológica, ya que las agresiones son principalmente verbales, afectando la autoestima y el estado de ánimo de la persona que sufre esta violencia.

En el caso del riesgo alto de violencia, además de las agresiones verbales mencionadas anteriormente, se agregan agresiones físicas, como golpes, empujones e incluso patadas. En algunos casos extremos, esta violencia.

Al realizar la prueba chi cuadrada para contrastar los riesgos de violencia con los diferentes factores que se analizaron, en lo que respecta a los aspecto sociodemográfico se obtuvo que  en el grupo 1 con edad de 18-29 años mostraron menor riesgo de sufrir violencia (42.5%), mientras que el grupo 2 (30-49 años) fueron más propensas a sufrir un riesgo moderado o alto de violencia por parte de sus parejas (43.6%).

De acuerdo al estado civil, las participantes que vivían en unión libre tuvieron un riesgo bajo o nulo de sufrir violencia en comparación con las que se encontraban casadas, por otro lado, respecto a la escolaridad se observó que aquellas mujeres que contaban con educación media básica se encontraron con mayor protección para no sufrir violencia por parte de sus parejas (67.3%), por lo tanto, al ser amas de casa, se reportaron con mayor porcentaje para sufrir un riesgo bajo o nulo de violencia con un 76.1% y el 69.1% para un riego moderado o alto de violencia; seguido del ser empleada y finalmente empleos profesionales.

Al tener 3 o más hijos aumentó el riesgo a moderado o alto de violencia, las encuestadas que expresaron no haber estado en confinamiento junto a sus parejas tuvieron un 52.2% de riesgo bajo o nulo de violencia, por otro lado, las que dijeron si haber estado en confinamiento con sus parejas tuvieron un 41.8% de riesgo moderado o alto de violencia por parte de sus parejas, así pues, cuando la convivencia con sus parejas fue mayormente diaria el riesgo bajo o nulo de violencia fue mayor. En lo que refiere a la convivencia mensual con su pareja, se observó que las mujeres que tiene una mayor convivencia con sus parejas tienen un 92.9% de riesgo bajo o nulo a padecer violencia.

Las participantes que no estaban embarazadas contaron con un riesgo bajo o nulo de sufrir violencia (92.9%) y un 98.2% de sufrir un riesgo moderado o alto de violencia. Al asociar los factores socioeconómicos con los tipos de riesgos de violencia, se encontró que no existe una relación significativa, como se muestra en la tabla 3.

Tabla 3.  Factores sociodemográficos vs riesgos de violencia

Tipo de riesgo de violencia

Valor P

 

Bajo o nulo

Moderado o alto

 

Grupo de edad

Grupo 1 (18-29 años)

42,50%

27.3%

0.114

Grupo 2 (30-49 años)

38.9%

43.6%

Grupo 3 (50 y más)

18.6%

29.1%

Estado civil

Casada

48.7%

38.2%

0.200

Unió libre

51.3%

61.8%

Grado de escolaridad

Analfabeta

0.9%

1.8%

0.525

Educación básica

12.4%

20.0%

Educación media básica

77.0%

67.3%

Educación superior y más

9.7%

10.9%

Ocupación

Ama de casa

76.1%

69.1%

0.562

Empleada

16.8%

23.6%

Empleos profesionales

7.1%

7.3%

Número de hijos

Ninguno

7.1%

3.6%

0.626

1 0 2

43.4%

41.8%

3 o más

49.6%

54.5%

Confinamiento

Si

47.8%

41.8%

0.466

No

52.2%

58.2%

 

Meses en confinamiento

No estuvo en confinamiento

53.1%

54.5%

0.117

Menos de un mes

3.5%

12.7%

De uno a dos meses

10.6%

9.1%

Más de dos meses

32.7%

23.6%

Convivencia con su pareja durante la pandemia al mes

1 a 15 días

7.1%

16.4%

0.061

16 a 31 días

92.9%

83.6%

Embarazada

Si

7.1%

1.8%

0.155

No

92.9%

98.2%

Fuente: elaboración propia partir de recolección de datos

 

La prevalencia en función del riesgo de violencia para el grupo de edad de 18-29 años fue de 42.5%  de sufrir un riesgo bajo o nulo de violencia, por otro lado el grupo de 30-49 tuvo un 43.6% para una prevalencia mayor de sufrir un riesgo moderado o alto de violencia. En cuanto al estado civil se obtuvo una prevalencia alta  para bajo o nulo así como moderado o alto riesgo de violencia con un 51.3% y 61.8% respectivamente. La educación media básica y el ser ama de casa fueron los que obtuvieron mayor prevalencia para ambos tipos de riesgos, bajo o nulo o moderado o alto. Con respecto al número de hijos, se vio una mayor prevalencia al tener 3 o más hijos con un 49.6% de riesgo bajo o nulo y 54.5% para riesgo moderado o alto. Acerca del confinamiento, las personas que dijeron no haber estado en casa fue mayor la prevalencia para ambos riesgos, sin embargo se vio que las personas que tienen mayor convivencia con sus parejas tienen mayor prevalencia de sufrir un riesgo tanto nulo o bajo como moderado o alto.

Factores socioeconómicos y riesgo de sufrir violencia

En cuanto al nivel socioeconómico y su relación con el riesgo de violencia no se encontró que existe una relación significativa; se observó que las mujeres que formaban parte de la clase media presentaban un riesgo bajo o nulo de violencia por parte de su pareja; en contraste las que pertenecen a la clase alta obtuvieron un 12.7% para un riesgo moderado o alto de violencia sin una significancia estadística (tabla 4).


 

Tabla 4. Factores socioeconómicos vs riesgo de violencia

 

Tipos de riesgo de violencia

Valor de P

Bajo

 o nulo

Moderado o alto

 

Nivel socioeconómico

Clase alta

14.2%

12.7%

0.809

 

Clase media

68.1%

65.5%

 

Clase baja

17.7%

21.8%

 

Fuente: elaboración propia partir de recolección de datos

 

La prevalencia del riesgo de sufrir violencia en función de los factores socioeconómicos se obtuvo que la clase media fue la que alcanzo los niveles más altos tanto para un riesgo de sufrir bajo o nulo 68.1% así como para un moderado o alto de violencia 65.5%, seguido de la clase baja con una prevalencia de 17.7% y 21.8% para bajo o nulo así como moderado o alto riesgo de violencia respectivamente. Por último se obtuvo una menor prevalencia de riesgo  para la clase alta.

Redes de apoyo y riesgo de sufrir violencia

Las redes de apoyo están estrechamente relacionadas como factor de protección para quienes sufren de algún tipo de violencia; en lo que refiere a las mujeres, es importante contar con el apoyo de diferentes personas e instituciones para protegerlas de cualquier tipo de acto que les cause algún tipo de maltrato a su persona. Durante esta investigación, se encontró significancia en la asociación de limitan el contacto con su familia, amigos o personas importantes para usted y riesgos de violencias, obteniendo un 93.8% de las mujeres que sus parejas no limitan el contacto con su familia, amigos o personas importantes para ellas, por lo que tienen un riesgo bajo o nulo de sufrir violencia y un 61.8% de un riesgo moderado o alto de sufrirla.

Al evaluar si acuden con alguna persona en caso de sufrir alguna pelea con su pareja, se observó una relación significativa de 0.025, donde la mayoría no recurre a nadie, enfrentando sola el problema. Evidenciando que el 61.1% que no acude a nadie como apoyo tuvieron un riesgo bajo o nulo de violencia; así como el 42.6% de un riesgo moderado o alto. Por otro lado, las que, si se apoyan de alguna persona en caso de una pelea con su pareja, presentaron riesgo bajo o nulo de violencia (38.9%) y un 57.4% de sufrir un riesgo moderado o alto.

Así pues, las participantes que dijeron si haber acudido a alguien para apoyarse cuando ocurría una pelea con su pareja, mayormente lo hacían con su familia, obteniendo un 33.6% de riesgo bajo o nulo de violencia y un 50.9% para un riesgo moderado o alto. En lo que se refiere a si acudieron alguna institución para apoyarse en caso de sufrir algún tipo de maltrato hacia su persona, mostró una correlación significativa, teniendo que las personas que no buscaron apoyo de instituciones al ocurrirles alguna daño físico o psicológico por parte de su pareja, tienen mayor riesgo de violencia por parte de esta (tabla 5).

Tabla 5. Redes de apoyo vs riesgo de violencia

Tipo de riesgos de violencias

Valor de P

Bajo o nulo

Moderado

o alto

Limitan el contacto con su familia, amigos o personas importantes para usted

Si

6.2%

38.2%

0.000

No

93.8%

61.8%

En caso de sufrir una pelea con su pareja ¿recurre con alguna persona como apoyo?

Si

38.9%

57.4%

0.025

No

61.1%

42.6%

¿A quién recurre en caso de alguna pelea con su pareja?

Familia

33.6%

50.9%

0.062

Amigos/otros

5.3%

7.3%

Ninguno

61.1%

41.8%

¿Ha acudido a alguna institución por haber sufrido algún tipo de maltrato físico o psicológico hacia su persona?

Si

4.4%

25.5%

0.000

No

95.6%

74.5%

Fuente: elaboración propia partir de recolección de datos

 

En lo que corresponde a las redes de apoyo, la prevalencia en función de estas, se vio que las que no son limitadas por su pareja en lo que respecta al contacto con su familia, amigos o personas importantes para ellas, obtuvieron altas prevalencia, 93.8% para un riesgo bajo o nulo de violencia y un 61.8% para un riesgo moderado o alto de violencia. En lo que respecta si recurren con alguna persona como apoyo en caso de sufrir una pelea con su pareja, la mayor prevalencia fue para las que dijeron que no, con un 61.1% para un riesgo bajo o nulo y un 42.6% para un moderado a alto.

Para las personas que recurren con familia como apoyo cuando hay alguna discusión con su pareja obtuvieron una mayor prevalencia para un riesgo moderado o alto de sufrir violencia, por otro lado las que no se apoyan con ninguna persona sacaron una alta prevalencia para un riesgo bajo o nulo de violencia. Las personas que no acuden a ninguna institución por haber sufrido algún tipo de maltrato hacia su persona tuvieron una mayor prevalencia de sufrir riesgo bajo o nulo 95.6% y un 74.5% moderado o alto riesgo de violencia.

Como discusión se tiene que en esta investigación se estudió la relación entre riesgos de violencia y factores socioeconómicos, sociodemográficos y redes de apoyo en mujeres que acudieron a consulta general al centro de salud Tierra y Libertad durante la pandemia por COVID-19 Para evaluar su relación entre las variables se utilizó la prueba chi cuadrada.

Se identificó una población mayormente entre el rango de edad de 18 a 29 años, coincidiendo con lo investigado por Arguellon et al. (2023), donde identificaron que la población estuvo en el rango de edad de 20-30 años; predomino la unión libre lo cual coincide con la investigación de Hierrezuelo et al. (2021) donde predominaron la unión consensual (55.9%); en lo que respecta a la escolaridad y la ocupación, predominó la secundaria completa y amas de casa, al igual que lo estudiado por Herrera et al. (2020), donde mayormente las mujeres de la muestra cuentan con estudios primarios y/o secundarios y fueron amas de casa; en lo que respecta al número de hijos se obtuvo que principalmente cuentan con 3 hijos o más, lo cual coincide con lo investigado por Mejía et al. (2019), mostraron que un porcentaje considerable (50%) tenía de 4 a 6 hijos.  Se obtuvo un nivel socioeconómico predominantes en los niveles C y C- de acuerdo a AMAI, en el que comprende hogares con lo básico para vivir y se carecen de muchas cosas, Tiravanti et al. (2021), encontraron que en las víctimas de violencia sexual el 48.5% era pobre o muy pobre.

Si estuvieron a confinamiento con su pareja, dijeron no haber estado en casa ya que la mayoría tenían que salir a trabajar y no les permitió estar en confinamiento como se indicó como medida preventiva para evitar la propagación del Coronavirus a nivel nacional, al terminar su jornada laboral, ya sea ella o el, regresaban a casa, por lo cual la convivencia con su pareja era diaria,  los hogares de estas personas solo cuentan con lo básico para vivir, teniendo un nivel socioeconómico bajo; la mayoría de la población estudiada no cuenta con seguridad social debido a que no cuentan con un empleo formal, por lo tanto tuvieron que seguir trabajando para poder generar ingresos a sus hogares.

El apoyo social o red social en estos casos es muy importante, ya que la víctima debe tener un respaldo, en el cual, en este caso ella, pueda apoyarse y le brinde la seguridad, así como la confianza que necesita para poder salir adelante, tratando de evitar consecuencias graves para su persona y sus seres queridos. En esta investigación se encontró que no eran limitadas por su pareja en lo que se refiere al contacto con su familia, amigos o personas importantes para ella, sin embargo al tener una pelea con su pareja, no acudieron con ninguna persona para apoyarse y terminan enfrentando solas el problema, tampoco acuden a ninguna institución para hacer atendidas por especialistas en el tema; Benalcázar et al. (2020), su investigación reveló que la mayor red de apoyo se centra en el ámbito cercano (madre, hermana, amiga, psicóloga, padre), estas redes pueden constituirse en recursos para el afrontamiento a la violencia experimentada y se concluyó que las estrategias de afrontamiento deben centrarse en dotar a la víctima de recursos que en una primera fase se concentren en fortalecer las redes de apoyo, brindando a la víctima un soporte familiar, colectivo y estatal para romper el círculo e violencia.

La teoría del Capital Social brinda una perspectiva de como ciertos recursos son utilizados por la sociedad para crear vínculos y relaciones que en cierto momento los cuales pueden llegar hacer un soporte en circunstancias difíciles de las personas a lo largo de su vida. Esta investigación evidenció que la mayoría de las encuestadas afrontan solas sus problemas de pareja, probablemente debido a que les da vergüenza o no quieren que se enteren lo que está pasando en esos momentos. Sin embargo, se encontró que las que, si acuden con alguien como apoyo, ya sea familia, amigos o importantes para ellas, tuvieron un mayor porcentaje de sufrir un riesgo moderado o alto de sufrir violencia y las que no acuden por apoyo tuvieron un riesgo bajo nulo de violencia por parte de su pareja.

Se encontró, que la población sufrió un riesgo bajo o nulo de violencias, sin embargo, a nivel nacional tenemos que el 70% de la población femenina sufre de violencia por parte de su pareja, es impórtate señalar que muchas de las participantes al escuchar el tema del que trataba la encuesta, se sorprendían y les causaba incomodidad, debido a esto muchas no respondían honestamente o decían nunca haber sufrido de violencia por parte de su pareja. Por otra parte, se ha normalizado tanto la violencia en nuestra vida diaria que no se tiene percepción de sufrirla y todo se ve con normalidad. La teoría de género nos dice como la mujer sigue viviendo en la subordinación ante el dominio masculino y que estos patrones se siguen reproduciendo pasándose de una generación a otra. Por lo tanto la mujer sigue tomando el rol que socialmente es aceptable y muchas de la veces implica el ser sumisas ante su pareja, normalizando cualquier acto que atente hacia su persona como algo que forma parte de su vida.

En cuanto al nivel socioeconómico clasificado en clase alta, clase media y clase baja, se encontró que la clase media tuvo mayor exposición de un riesgo bajo o nulo, así como moderado o alto; esto quizá a que se generan diversas tensiones en la pareja, ya sean económica, falta de trabajo, escasez de insumos para la vida diaria, etc., generando en las familias un estrés constante que no les permita tener un ambiente sano para su desarrollo, lo investigado por Mejía et al. (2019) reveló que de acuerdo a la estratificación del nivel socioeconómico, y características de la vivienda, se determinó que el mayor porcentaje de mujeres (52%) se encuentra en el estrato medio bajo y un 45% en el estrato bajo, lo cual coincide con los resultados de este trabajo. Por lo tanto, se podría determinar que estos son algunos factores que durante la pandemia se evidenciaron y provocaron malestares en muchas familias.

Al realizar la relación entre los riesgos de violencia con los diversos factores que se estudiaron, se evidenció que realmente no existe una relación entre ellos; se obtuvo que las personas más jóvenes tienen menor riesgo de padecer violencia y las que oscilan entre el rango de 30 a 49 años tiene un riesgo moderado o alto de violencia, como lo encontrado por  Espinosa & León (2022), donde desarrollaron un estudio con el objetivo de caracterizar el comportamiento de la violencia doméstica hacia la mujer durante la pandemia de COVID 19, encontraron que los grupos etarios más representados fueron los de 39 a 48 años y de 20 a 38 años. Tiravanti et al. (2021) en su investigación encontraron que las mujeres con maltrato psicológico, 72,7 % tenía de 30 a 49 años.

En lo referente al estado civil se obtuvo que las de unión libre sufren de un riesgo bajo o nulo, de igual manera moderado a alto de violencia, la ocupación amas de casa predomino para ambos riesgos, esto podría ser que como no cuentan con algún ingreso económico o el hecho de estar en casa con una sobrecarga de tareas podría ponerlas en un riesgo mayor de sufrir algún tipo de maltrato por parte de sus parejas, la escolaridad fue educación media básica teniendo los mayores porcentajes para ambos riesgos; la investigación realizada por Herrera et al. (2020) obtuvieron como  resultados que un 70% de las mujeres de la muestra cuentan con estudios primarios y/o secundarios, el 65% es ama de casa, el 70% no cuenta con remuneración económica. Otro estudio realizado por Rojas & Olivera (2022) en cuanto el nivel educativo, mostraron que las mujeres con mayor escolaridad tienden a incrementar su percepción de violencia. Respecto a aquellas mujeres con menor nivel educativo. Por lo tanto, concluyeron que las mujeres con menor nivel educativo suelen percibir menos la violencia, la normalizan y la consideran un hecho inherente a su género.

Al comprar sí estuvieron en confinamiento con los riesgos de violencia, las participantes reportaron el no haberlo estado, obteniendo los mayores porcentajes para ambos riesgos de violencia, por lo que se puede decir que esto no influye para sufrir de algún riesgo de violencia por parte de su pareja. La convivencia diaria evidenció un riesgo bajo o nulo, así como moderado o alto; similar a lo encontrado por los autores Freire-Constante & Yandún-Burbano (2020), donde desarrollaron una investigación en la cual encontraron que el 18.1 % de las mujeres encuestadas reconocen haber sufrido algún tipo de violencia durante el periodo de confinamiento por el COVID – 19; y, el 81.9 % afirmaron no haber sufrido violencia intrafamiliar; por lo tanto se podría deducir que el estar en confinamiento no es factor importante para llegar a ser violentado por su pareja, probablemente el aumento de estrés o conflictos podrían deberse a otros factores como el aislamiento social, la pérdida de empleo, entre otros agentes. Sin embargo, Torres et al. (2022) realizaron un estudio durante el confinamiento por COVID-19, donde encontraron que las mujeres que estuvieron en confinamiento presentaron una prevalencia de las diferentes violencias, teniendo la psicológica principalmente, seguida por la física y por último la sexual.

La teoría Ecológica instituida por Heise (1994), donde nos da un panorama de cómo se va desarrollando física e intelectualmente los individuos y su entorno, y el cómo esto va definiendo a una persona para ser violentada o llegar hacer violenta. En esta investigación se vio como diversos factores y relaciones entre los individuos crean un conjunto de causas que predisponen o protegen a las personas de sufrir algún tipo de riesgo de violencia.

CONCLUSIONES

Actualmente la mujer sigue padeciendo de violencia de género dentro de su hogar. La cultura machista sigue siendo predominante y generando múltiples problemas de salud a quien la padece; sin embargo, ha venido trabajado y tomado fuerza para defender sus derechos y ser reconocida ante la sociedad, así como también para que este tipo de hechos sean menos frecuentes dentro de sus hogares para que logren un desarrollo físico y mentalmente favorable.

Los factores socioeconómicos como la edad, ocupación, estado civil, escolaridad, así como el nivel socioeconómico, no son determinantes sociales que determinan el sufrir violencia de género dentro de la familia, sin embargo, si forman un conjunto de factores que al mezclarse con otros agentes estresante que generen incomodidad en los miembros de la familia, podrían ser un detonante para este problema social y generar consecuencias graves en la salud de quien padezca de ella. La pandemia en sí no fue un factor que haya favorecido para tener un mayor riesgo de violencia, más bien, este pudo influir junto con otros con otras cuestiones, los cuales pusieron en riesgo la integridad familiar, ya que se modificaron muchas de las cosas a las que estaban acostumbrados, así como la exposición a desigualdades que se han evidenciado durante este periodo.

Las redes sociales o redes de apoyo son muy importantes en cualquier caso donde se vea comprometida la integridad de la persona, las víctimas de violencia por temor o vergüenza no acuden con ninguna persona o institución para apoyarse de ellas y termina afrontando la situación ellas solas, siendo esto muy complicado, por lo tanto se debe de empoderar a la mujer con información y orientación para que sepan a dónde acudir o simplemente para que puedan identificar si sufren de violencia, ya que muchas veces ni cuanta se dan. La cultura machista aún sigue existiendo y pasándose de generación en generación, nuestra sociedad tiene muy arraigada esta conducta, sin embargo, en la actualidad cada vez más mujeres se preparan mejor para afrontar la vida diaria y puedan brindarle a su familia y a ellas mismas una mejor calidad de vida.

La investigación evidenció que la población sufrió de un riesgo bajo o nulo de violencia, cabe mencionar que este es un sector donde la mayoría no cuentan con un empleo formal, una escolaridad baja y un alto índice de delincuencia, probablemente por la falta de empleo, todo esto más la cultura machista que sigue predominando, hacen un conjunto de factores que podrían considerarse de riesgo para padecerla sin embargo la mayoría de las participantes refirieron no haberla sufrido. Aún existe miedo o vergüenza de denunciar este tipo de hechos, muy probablemente no contestaron con la verdad y/o lo ven tan cotidiano en su vida que no perciben el hecho de que son violentadas.

Por todo lo anterior es importante que se les brinden mejores oportunidades a las mujeres, tanto escolares como laborales para que tenga una mejor manera de salir adelante. El cambiar estereotipos marcados por la sociedad, los cuales crean una cultura donde se desvaloriza y no se toma en cuenta a la mujer, es clave para que logre un empoderamiento personal, y así se logre un cambio a nivel social.

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[1] Autor principal.

Correspondencia: [email protected]