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(Roccatagliata, 2001, p. 38); el modelo local-microregional, “tiene como objetivo fijar y mantener
las capacidades relacionadas con los recursos locales, articulado a los niveles de base de la red urbana,
a partir de las pequeñas ciudades y sus entornos rurales” (Roccatagliata, 2001, p. 38). Para el mismo
autor, no todas las comunidades tienen condiciones para emprender procesos de desarrollo, de allí la
importancia de “integrar las escalas, las jurisdicciones y responsabilidades” (Roccatagliata, 2001, p.
39).
La microregión, como una unidad territorial estratégica que puede abarcar a diversos municipios
(asociativismo municipal), “es la escala más adecuada para lograr cohesión socioeconómica y
sostenibilidad territorial […]” (Roccatagliata 2001, p. 38). Tratadistas como:
Vásquez Barquero (1989, 1992, 1994, 1999); Arocena, J. (1995); Rodríguez Gutiérrez
(1995); Roccatagliata y Erbiti (1999, 2000); Chiriboga, M. (1992); Machado, A.
(2004); Sepúlveda, S. y Plaza, O. (1996, 1998); Amtman, C. (2005, 1997); Echeverría,
R. (1999, 2001); Schejtman, A. (1999, 2004); Key, C. (2003); Villadomiu, L. (2002);
Rosell, J. (2002); y, Sumpsi, J. (2005) proyectan cambios en la concepción de las
políticas públicas incorporando enfoques como el de desarrollo incluyente de los
espacios rurales, desarrollo microregional, desarrollo sostenible, desarrollo territorial
rural y desarrollo territorial rural sostenible […] (Fernández, 2013, p. 36).
Murphy (citado en Roccatagliata, 2001) plantea que los marcos regionales son resultados de procesos
sociales que reflejan y forman ideas particularmente de cómo el mundo es o debe ser organizado, así,
por ejemplo, regiones como la Patagonia en Argentina, o la del Austro en Ecuador, son grandes
marcos, como telones de fondo, en los que se inscriben y articulan los subespacios de escala menor,
como las microregiones, que constituyen unidades espaciales adecuadas a los fines de planificación
y la ordenación del territorio (p.42).
Microregión, Una Estructura Territorial Alternativa de Planificación
En América Latina existen territorios estructuralmente dependientes, vinculados históricamente a
modelos externos de producción e intercambio, lo que ha contribuido a desigualdades
socioeconómicas, así como a la pobreza y marginación (Hernández, 1984). En respuesta a la
polarización territorial, las últimas concepciones del orden territorial (Gómez, 2001), se orientan a la