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recursos enfocados en la alegría y el placer; lo que se ama, lo que resulta atractivo, lo que desplaza a la
monotonía, surte un efecto positivo en el sistema límbico del cerebro, lo que propicia que el estudiante
active el deseo de aprender y, como consecuencia, aprenda efectivamente más. Otros aspectos
destacados consideran la plasticidad del cerebro, la idea de que cada persona tiene un cerebro único, un
ritmo de maduración cerebral y de aprendizaje particular, que son estimulados por actividades como el
juego y la cooperación y, con ello, se estimula la creatividad de la persona (Hernández y Llanes, 2022).
Uso de la narración para la enseñanza de lenguas
El uso de la narración es paralelo al desarrollo de la especie humana; narramos desde el inicio de los
tiempos, de modo que, desde la infancia, aprendemos a usar estructuras lingüísticas espaciales y
temporales para contarnos historias (Hess, 2003), trascendiendo el “aquí y ahora” (Hess y Álvarez,
2010). Al narrar, se ponen en uso cuatro tipos de conocimiento: del contenido, que permite seleccionar
las informaciones relevantes de las que no lo son; uno macrolingüístico, que nos ayuda a entender el
orden jerárquico de los acontecimientos, su cronología e incrustaciones; otro de nivel microlingüístico,
que ejecutamos al dar cohesión al texto, sea oral o escrito, y, finalmente, la habilidad de adecuar la
narración al contexto, el conocimiento contextual (Hess y Álvarez, 2010, con base en Hudson y Shapiro,
1991).
La estructura canónica del discurso narrativo es, también, la que resulta más familiar dado su cultivo en
la educación formal (escolarizada) y no formal (en el seno de la familia), desde los primeros momentos
de la vida de los individuos. Dado que para narrar hay que presentar personajes en espacios imaginados
o reales, hacer referencia al cambio de perspectivas y voces en el relato, enfrentar a los personajes frente
a complicaciones de los eventos que configuran un nudo, y aún más, desatarlo (Peterson y McCabe,
1983), se configura una serie de habilidades lingüísticas propias y distintivas del buen narrador, aquel
que conecta con su audiencia y captura su interés hasta el descenlace. Ahora bien, ninguna narración
está completa sin el recurso de la evaluación; la voz del narrador que manifiesta su opinión y a la vez
modela la opinión de su audiencia a lo largo de los sucesos (Hess y Álvarez, 2010), calificándolos,
categorizándolos y haciendo juicios de valor sobre el trasfondo humano de la historia.