INTRODUCCIÓN
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación han
avanzado a pasos agigantados durante las últimas
décadas, generando grandes transformaciones en la forma en que los seres humanos se relacionan entre ellos y con el mundo que
los rodea (Bermúdez & Pérez, 2018) y por ende, en la forma en que se perciben a ellos mismos y construyen su propia imagen,
haciendo que el consumo de estas plataformas sea cada vez mayor y esté presente
en el diario vivir de la población, especialmente a
través de las redes sociales, que se han convertido en la herramienta
predilecta de muchos para la comunicación y el
entretenimiento (Solanet & Martí, 2019).
Así, además de que las redes sociales han asumido un rol
fundamental en la sociedad actual en el que tejen, construyen y reconfiguran realidades a través
de una sensación de pertenencia a un territorio que ahora también es virtual, éstas han permitido construir
espacios colectivos de crecimiento, aprendizaje e interacción a través
del intercambio de información y la construcción de nuevas relaciones, en tanto que los usuarios viven nuevas experiencias y
construyen nuevos significados (Ávila, 2012; Porto, 2012; Barujel et al., 2016), esto permite reconocer que,
para la sociedad actual, el rol indispensable que ejercen las redes sociales
es innegable y es una realidad con la que todos y en todos los contextos
se debe aprender a vivir.
Estos espacios virtuales, además de brindar
la posibilidad de generar diferentes formas de interacción social, también ha propiciado
ciertos riesgos y dependencias a las que los jóvenes son la población mayormente expuesta, ya que
consideran estas plataformas como un aliado que ocupa la mayor parte de su tiempo (Cánovas et al., 2023;
Solanet y Martín, 2019), lo cual se debe a diversos factores: la necesidad de ser visibles, de interacción,
de recibir aprobación y popularidad, la búsqueda de identidad y la dificultad para reconocer riesgos y aprender de las experiencias negativas. Claramente, las características propias de este ciclo vital,
especialmente la primacía que se da a la interacción social y a la imagen que proyectan, hace que las redes sociales se
conviertan en un escaparate ideal para mostrarse a sí mismo y conectar con sus pares.
Lo anterior, deja en evidencia el riesgo de que los jóvenes puedan presentar conductas inadecuadas, sin siquiera ser conscientes de ello, lo cual concuerda con lo encontrado en diversas investigaciones, como por ejemplo
los hallazgos de Pacheco, et al.(2018), que encontraron que el 98% de los
jóvenes participantes en su estudio,
manifiesta que no existe ningún tipo de peligro al usar redes sociales. Podría decirse entonces
que, al no reconocer los riesgos, no se establecen acciones de
autocuidado al navegar a través de las redes,
ya que, según su percepción, esto no sería necesario, por lo que valdría la pena preguntarse si el adolescente percibe las redes sociales como seguras, ¿cuál será el uso que le dará a las mismas?
¿estarán lo suficientemente preparados y alfabetizados para navegar libremente en el mundo digital?
DESARROLLO
Siendo conscientes
del papel que ejercen las redes sociales en la vida de las personas, especialmente en los adolescentes y todo lo que su uso conlleva, se ha suscitado gran
interés en la comunidad científica en
torno a este tema, lo cual es una evidencia de que efectivamente es un fenómeno
que aqueja el mundo de hoy. Así, al
realizar una exploración bibliográfica a través de palabras clave, en bases de
datos como Scopus, metarevistas y
Google Scholar se identificaron alrededor de 1,050 artículos que abordan temas
de redes sociales y adolescentes, sin contar la amplia cantidad que arroja Google Scholar, agrupando resultados de diversas bases de
datos. De dichos resultados, se aplicaron filtros para seleccionar
estudios más relevantes con el fin de realizar un análisis que permita dar
una visión amplia y objetiva de la temática,
entendiendo la relación entre
adolescentes y redes sociales, así como los riesgos y beneficios que
surgen de la navegación en estas plataformas.
Según Erikson (1950; 1976; 1963) la adolescencia es un
periodo decisivo para la construcción de la
identidad, planteando que entre los 12 y los 20 años, el individuo experimenta
una serie de cambios emocionales,
físicos, psicológicos y sociales, en cuyo proceso, además de muchos otros
aspectos, las relaciones sociales
significativas se convierten en la piedra angular para el establecimiento de
conexiones que le permite definir su
sentido de identidad, comprender la realidad social y empezar a equilibrar su necesidad de competir con otros (Erikson,
1968; Erikson, 1982; Erikson, 1963). Según Erikson (1963) en esta etapa, el adolescente explora
ciertos roles sociales en la búsqueda de lo que podría llamarse
su lugar en el mundo, para
lo cual el reconocimiento
que recibe de otros es fundamental.
Lo anterior permite entender
que, en la búsqueda de respuestas a sus necesidades, los adolescentes podrían establecer una estrecha
relación, casi dependiente, a herramientas como las redes sociales, quizá tratando de encontrar un espacio que
facilite el proceso de interacción, conexión y pertenencia con otros. Lo realmente complejo es cómo respetar la
delgada línea que existe entre usarlas para favorecer la interacción y el entretenimiento o utilizarlas para venderle al
mundo una imagen de sí mismo que puede estar muy alejada de lo que la persona realmente es y su esencia en el
mundo real, fuera de las pantallas.
Cualquier individuo podría llegar a este análisis
observando su realidad inmediata: si para un adulto es difícil reconocer si la información
que observa en el entorno digital o los perfiles sociales que se encuentran en la red, son reales o falsos,
¿cuánto mas lo será para un adolescente?, entendiendo que quizá en esta etapa los procesos de razonamiento
y análisis de la información no están lo suficiente maduros; ahora, si como adultos hay información que
se omite o se maquilla para ser publicada en un perfil social con el fin de vender una imagen un poco
mas favorable a la sociedad ¿por qué no lo haría un adolescente para quien es tan importante la
interacción y la aprobación de sus pares?. Esto permite comprender de una forma mas cercana el universo infinito
que se teje en estas plataformas a las que en muchas ocasiones los adolescentes se exponen de forma libre y sin restricción ni supervisión alguna.
Como ya se ha mencionado, la construcción de la identidad es considerada uno de los
grandes retos en la adolescencia, por lo que los individuos en esta etapa
buscan experimentar diferentes formas para encontrar
aquello que los hace distintos a los demás, el elemento diferenciador y valioso
que les brinda la posibilidad de empezar a pensarse su rol en la sociedad, frente
a lo cual el uso de medios
para la interacción social empieza a ejercer
un rol fundamental (Morduchowicz, 2021).
Quizá, en épocas anteriores, los adolescentes debían buscar
otras formas para conectar con sus pares,
para establecer grupos de interés, relaciones afectivas y conexiones reales con
sus semejantes, sin embargo,
actualmente, podría decirse que, tal y como lo plantea Tagini (2020), la
experiencia vital de un menor en esta
etapa de su desarrollo, se despliega en gran medida dentro de las redes
sociales, las cuales no solo sirven como canales de comunicación e interacción, sino que también
impactan significativamente en su autoestima, percepción personal y les ofrecen un espacio idóneo para explorar
su identidad.
Así, las plataformas digitales se erigen como herramientas
fundamentales para la construcción de una identidad en línea, donde los jóvenes proyectan su "yo ideal" en busca de aceptación y reconocimiento social. Estas interacciones virtuales
desde temprana edad, coincidentes con la entrada a la adolescencia, se entrelazan de manera complementaria con
la sociabilidad cara a cara y, a pesar de los riesgos emocionales y
psicológicos asociados, ofrecen un refugio seguro para la socialización. En
una etapa en la que existe una marcada necesidad
de comunicarse con sus pares o al menos con personas que posean sus mismos gustos e
intereses, las conversaciones se centran en la construcción de una imagen que
proyecta sentimientos y emociones que
los hace vulnerables e incluso ingenuos y que en muchas ocasiones pasa al
extremo de la construcción de una
identidad ideal: su identidad digital (García et al., 2020; Rubio et al., 2019;
Gómez y Figueroa, 2022; Ballesta et al., 2017).
Al respecto, Gómez y Jiménez (2022) plantean que las redes
sociales expanden los referentes identitarios y ofrecen más recursos para la
autoexpresión. Los usuarios moldean cuidadosamente su imagen a través de fotos, historias e
interacciones virtuales, lo que influye en la percepción de sí mismos y en su integración en el mundo digital. Podría
decirse entonces que, los adolescentes construyen colectivamente su identidad digital a través de la
retroalimentación en línea, lo cual podría explicar el hecho de que la mayoría de adolescentes
se planteen interrogantes en torno a la imagen
mas adecuada para compartir en sus perfiles sociales, tratando siempre de
mostrar una mejor versión de ellos mismos, aunque para ello sea necesario alterar su imagen con el fin
último de cumplir con las expectativas de sus espectadores, dándole gran importancia a la validación que
reciben a través likes, comentarios, seguidores, entre otros (Duffy y Chan, 2019; García
et al., 2020).
Ahora, la aprobación de sus iguales no se da exclusivamente
por la cercanía física, la amistad, el compartir
espacios juntos, si no precisamente por la validación y la aceptación que
reciben en el mundo digital. La
medida de popularidad y aceptación entre sus pares se ha trasladado en gran
medida al ámbito virtual, donde el número de seguidores, likes y comentarios en publicaciones puede influir considerablemente en su percepción
de valía personal
y social.
Este último aspecto
es precisamente el que configura
la forma en que se desarrollan las interacciones
dentro de estos medios sociales, como elemento fundamental para la sociabilidad
y la construcción de redes, que
conecta con la forma natural de relacionarse de todos los seres humanos buscando crear relaciones que favorecen el
establecimiento de hábitos y de normas sociales (Rubio et al, 2019). Herrera et al. (2010), consideran
que, como resultado del uso indiscriminado de las redes sociales, los individuos se convierten en asociales,
ya que este tipo de interacción aísla al individuo de su entorno social más cercano
(familiares y amigos),
de lo que podríamos llamar una conexión
física, real y significativa,
tratando incluso de escapar de ella como una salida fácil, que no implica mayor
esfuerzo que mostrarse tal y como los otros esperan que sea.
Desde otro punto de vista, el internet favorece las habilidades para socializar y acorta las distancias, permitiendo que los
kilómetros, las fronteras, no sean un impedimento para estar en contacto con
alguien, convirtiendo a las redes
sociales en un espacio integrador de relaciones (Machado y Meneses, 2019). Pese a que existen puntos de vista que
parecieran aislados, lo cierto es que la sociabilidad e interacción a través del mundo digital va a depender de la
identidad que cada individuo va construyendo y la necesidad que quiera cubrir, su estado emocional
y la forma en quiere
ser visto por los demás.
Por ello, al pensar en la necesidad constante
y evidente de interactuar y socializar con otros y las pocas herramientas que poseen los adolescentes para enfrentar el mundo social,
hace que en muchas ocasiones, se les vea como aislados
del mundo real, en una vitrina digital
que los acerca con los que están lejos, pero que también, los aleja de los que están cerca, aspecto
bastante retador especialmente para los padres,
cuidadores y educadores ¿cómo acercarme a un adolescente que permanece la mayor parte del tiempo
conectado a una red social?,
podría decirse que la respuesta está precisamente en ese medio digital. No hay que obviar
entonces que, ese proceso de interacción y socialización también
responde a la necesidad
de todos los individuos
de pertenecer a un grupo,
lo cual quiere decir
que existe un deseo marcado
de, no solo establecer relaciones, sino mantenerlas y conservarlas el tiempo que sea posible,
frente a lo cual las
motivaciones son distintas, de acuerdo a la etapa del ciclo vital que se
esté atravesando (Corona, 2020). Según Corona
(2020) el deseo de satisfacer necesidades y de pertenecer a un grupo
proporciona una estabilidad
tanto física como mental que ofrecer respuestas sobre un papel activo que se
ejerce en la sociedad, que como se ha mencionado
es una tarea fundamental en la adolescencia.
Precisamente, es esa necesidad de sentir que se pertenece a
algo y de asumir un rol en ese espacio, una
de las grandes motivaciones para que los adolescentes creen perfiles en las
redes sociales y se muevan de forma
tan activa dentro de ellas, sintiendo que son visibles, que les reconocen y que
forman parte de algo mas grande: una
gran red (Morduchowicz, 2021). A partir de lo anterior, se puede inferir que la conexión entre la identidad en construcción y la percepción que posee el adolescente del nivel de satisfacción de sus necesidades va a influir directamente en la forma en que establezca lazos
consigo mismo, con el entorno y con los demás.
Es por esto que, surge el interrogante de si las redes
sociales realmente facilitan una validación auténtica
o simplemente perpetúan una búsqueda constante de aprobación externa
promoviendo mas bien, una
dependencia insana de la opinión ajena, ya que la constante búsqueda de
aprobación en estos entornos digitales plantean
dudas sobre cómo estas dinámicas
impactan realmente en el desarrollo psicosocial de los adolescentes. La necesidad de expresarse,
el miedo al rechazo y la predilección por las interacciones virtuales mas que físicas, contribuyen significativamente a una desinhibición muy marcada y por ende, una elevada
exposición al riesgo (Popat y Tarrant, 2023; López et al., 2022; Montes et
al., 2020; Dans-Álvarez, et al.,
2021).). Es necesario cuestionar críticamente en qué medida el uso de las redes
sociales en la adolescencia está
contribuyendo positivamente al desarrollo de una identidad sólida o si más bien
está generando vulnerabilidades emocionales y sociales.
En contraste, existen investigaciones que sugieren que el uso inadecuado de las redes
sociales puede desencadenar diversas complicaciones en
la salud mental, incluyendo la disminución de la autoestima, alteraciones en el estado de ánimo y
niveles incrementados de ansiedad, así como otras amenazas como la adicción
y los episodios de agresión
en línea (Rodríguez y Moreno, 2019; O'reilly et al., 2018).
Frente al último punto, Cánovas et al. (2023), encontraron
que al parecer los adolescentes tienen una percepción de seguridad en la red, sin ser
conscientes de los peligros que existen en ellas ni de aquellas conductas que podrían exponerlos o
generar conflictos en otros contextos. Podría afirmarse
que, cuando un individuo se siente seguro en algun
lugar, no percibe la necesidad de establecer acciones preventivas de autocuidado, por el contrario, actua
naturalmente sin temor a que algo suceda. De la misma manera, los autores llevan a suponer que, si un
adolescente se siente protegido en la red, lo mas probable es que omita ciertos aspectos de ciberseguridad, esto
se suma a que podría existir una percepción de que al estar detrás de una pantalla, las acciones que se den
en los medios virtuales, dificilmente podrían afectar el mundo fisico.
Este aspecto es una de las
muchas razones por las cuales es necesario hablar de los
riesgos en redes sociales, entre los
que aparecen el sexting, la sextorsión, el grooming, el ciberbullying y otros
(Álvarez et al., 2021). Además, esa
cercanía con experiencias de acoso en linea, sumada a la necesidad de ampliar
su grupo de amigos puede hacer que se
gesten de una forma mas facil y rápida las relaciones hostiles (Sobkin y Fedotova, 2021; Borka
et al., 2023; Ramiro y Medrano, 2022),
que si se analizan en el diario vivir, podría
decirse incluso que se han normalizado entre los mas jóvenes, sin tener
la plena consciencia de las consecuencias para ellos mismos y para los demás.
Es importante entonces entender qué aspectos son los que
hacen que un adolescente decida o no tomar acción respecto a la seguridad y la
privacidad en línea, así como la forma de relacionarse con otros a través de dichas plataformas. Frente a
ello, algunos autores como Sousa y Lópes (2021), han encontrado que los adolescentes establecen conductas
restrictivas y de ciberseguridad sobretodo cuando tienen una experiencia cercana de ellos u otros, a
estos fenómenos, es decir, cuando ya él mismo o algun conocido se ha visto envuelto
en alguna de estas situaciones.
Este hallazgo deja en evidencia una situación bastante alarmante, ¿es necesario que los adolescentes sean agredidos a través de la red para que empiecen a
cuidarse?¿la sociedad debe esperar a que los mas jóvenes aprendan de la experiencia del acoso o las ciberagresiones en cualquiera de sus formas?.
Evidentemente, la respuesta a cualquiera de esas dos cuestiones, debería
ser no. Y es claro, que el interés por
el estudio de estos temas apunta precisamente en esa dirección, trantando de
entender cómo prevenir los riesgos en las redes, para lo que es indispensable conocer la dinámica en
el uso de ellas y las percepciones de sus usuarios
mas jóvenes, promoviendo para ello acciones
preventivas orientadas a la
autoreflexión y el autocuidado, pero ademas a disminuir la brecha digital con
quienes deberían ser sus principales guías en este camino.
En concordancia, es crucial reconocer que el impacto del
uso de las redes sociales puede variar significativamente
entre los individuos y puede estar influenciado por una variedad de factores,
incluida, por ejemplo, la calidad de
la interacción en línea y el apoyo social disponible fuera del entorno digital.
No se puede decir que todos los
adolescentes poseen conductas de riesgo en redes sociales o que hacen un uso inadecuado de las mismas, ya que, si se
analiza la postura de diversos autores y la evidencia científica que los soporta, esto dependerá en gran
medida de la situación particular que el adolescente esté viviendo, su experiencia personal y la forma en que sus necesidades estén siendo resueltas
en su entorno inmediato.
Es por esto que, no sería correcto afirmar que las redes
sociales son malas en sí mismas o que los adolescentes
no saben usarlas correctamente, pues sería un argumento subjetivo que no tiene
en cuenta las particularidades de los usuarios jóvenes
ni las grandes ventajas y oportunidades que ofrecen
estas herramientas tecnológicas, ya
que usadas de forma correcta, podrían considerarse un entorno facilitador para la autonomía y la proximidad (Barón
et al., 2021; Acosta et al., 2022) aspectos fundamentales para el desarrollo del individuo desde todas sus dimensiones e incluso la preparación para la vida adulta.
Además, al ser un espacio para interactuar, socializar, pertener
a algo, conectar
con otros que tienen
intereses comunes, aprender
y experimentar la vida social en la virtualidad, se convierten en una herramienta
valiosa para generar conexiones y redes, ya que gracias a éstas, la
distancia entre dos personas que se encuentran en lugares del mundo distintos
y distantes es de solo cuatro o cinco pasos aproximadamente (Ballesteros et al., 2018), favoreciendo la construcción de cadenas
de amigos que superan los límites de tiempo y espacio, además
de favorecer la construcción de comunidades de aprendizaje interactivo de una forma llamativa para los adolescentes, que, se podría decir, nacieron
con la tecnología.
El verdadero cuestionamiento que surge de reconocer los
aspectos positivos de los entornos virtuales, es si los adultos están preparados para asumir el reto de acompañar a los mas pequeños y no solo eso, sino convertir las redes sociales
en un aliado estratégico para acercarse a los mas jóvenes, en una etapa
donde parecieran distantes y desinteresados por la relación cercana
con los padres, lo cual coincide con la
postura de Osorio y Millan (2020), quienes encontraron que estas plataformas
pueden ser de gran ayuda para las familias en la búsqueda
de espacios para comunicarse efectivamente con sus hijos adolescentes.
Sin embargo, estos planteamientos no le restan importancia a las acciones
de prevención, acompañamiento y supervisión, por el contrario vuelcan
la atención de los
padres, cuidadores y educadores, a tener la suficiente disposición para
conocer cómo funcionan las redes sociales y enfrentar el gran reto de aprovechar sus oportunidades y prevenir
los riesgos, lo cual implica conocer dichos peligros y hablar de ellos con responsabilidad y apertura.
CONCLUSIONES
Las redes sociales han emergido como un componente vital en
la vida cotidiana de los jóvenes, influyendo
significativamente en la construcción de su identidad y en la forma en que se
relacionan con el mundo que los
rodea. La interacción en estos espacios virtuales no solo proporciona una
sensación de pertenencia y conexión, sino que también
ofrece oportunidades para el crecimiento personal y la exploración
de la identidad. Sin embargo, es importante reconocer que el uso indiscriminado
de las redes sociales conlleva ciertos
riesgos, especialmente para los adolescentes,
que pueden ser vulnerables a experiencias negativas
como el ciberacoso y la exposición a contenidos inapropiados.
Por lo tanto, mientras que los riesgos asociados con el uso
problemático de las plataformas digitales no
deben subestimarse, también es necesario adoptar un enfoque equilibrado que
reconozca tanto los posibles
efectos negativos
como los aspectos positivos del uso de la tecnología en la vida de los adolescentes evitando una perspectiva simplista que
demonice las redes sociales en su totalidad. De hecho, estas plataformas
pueden servir
como herramientas valiosas para los adolescentes
y todos los usuarios en general.
Además, es esencial que los adultos,
incluidos padres, cuidadores y educadores, se comprometan a comprender cómo funcionan las redes
sociales y a proporcionar orientación y supervisión adecuadas a los jóvenes, partiendo de la disminución de la
brecha digital existente y la “mala fama” que han ganado las redes y las tecnologías en general, respecto
al uso que le dan los más jovenes
El desafío radica en encontrar un equilibrio
entre aprovechar las oportunidades que ofrecen las redes
sociales y mitigar los riesgos asociados con su uso. Esto requiere una
colaboración estrecha entre la comunidad
científica, los responsables de políticas y la sociedad en general para
desarrollar estrategias efectivas de prevención y promover la alfabetización digital
entre los jóvenes
y los adultos como sus guías. Además, es crucial fomentar un diálogo abierto y honesto sobre los
peligros potenciales de las redes
sociales y proporcionar recursos y apoyo
adecuados para ayudar a los adolescentes a navegar de manera segura en el mundo digital.
En resumen, si bien las redes sociales ofrecen una amplia
gama de beneficios, también plantean desafíos
significativos que deben abordarse de manera proactiva y colaborativa. Al
adoptar un enfoque integral que
reconozca tanto las oportunidades como los riesgos asociados con el uso de las
redes sociales, se puede trabajar
hacia un entorno en línea más seguro y enriquecedor para los jóvenes de hoy y
las generaciones futuras.
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