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La equidad laboral implica, en primer lugar, la prohibición de la discriminación en el empleo y
en las condiciones laborales. Esto significa que ningún trabajador puede ser objeto de trato
desigual o discriminatorio por motivos de género, origen étnico, orientación sexual, religión,
discapacidad u otras características protegidas por la ley. Como establece la Constitución de la
República del Ecuador de 2008, "se prohíbe toda forma de discriminación que tenga por objeto o
resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos de las
personas" (República del Ecuador, 2008).
En este sentido, la equidad laboral no solo busca prevenir la discriminación directa, sino también
la discriminación indirecta, es decir, aquella que puede surgir como resultado de políticas,
prácticas o normativas aparentemente neutrales pero que tienen un impacto desproporcionado en
ciertos grupos de trabajadores. Por ejemplo, una política de selección que establezca requisitos de
contratación que excluyan a personas con discapacidad podría considerarse como una forma de
discriminación indirecta (García Martínez, 2019).
Además de prohibir la discriminación, el principio de equidad también implica garantizar la
igualdad de oportunidades y trato en el ámbito laboral. Esto significa que todos los trabajadores
deben tener acceso a las mismas oportunidades de empleo, ascenso y desarrollo profesional,
independientemente de sus características personales o de su situación socioeconómica.
Asimismo, implica que todos los trabajadores deben recibir un trato justo y respetuoso en el lugar
de trabajo, sin importar su posición jerárquica o su condición laboral (Benavides, 2017).
La equidad laboral también se refleja en la promoción de políticas y prácticas inclusivas que
reconozcan y valoren la diversidad en el lugar de trabajo. Esto puede incluir la implementación
de programas de diversidad e inclusión, la adopción de medidas de conciliación entre la vida
laboral y personal, y la creación de un entorno de trabajo libre de acoso y discriminación. Al
promover la equidad y la inclusión, las empresas no solo cumplen con sus obligaciones legales,
sino que también mejoran su reputación, fortalecen su cultura organizacional y fomentan la
innovación y la creatividad (Trujillo, 2005).
Es importante destacar que la equidad laboral no solo beneficia a los trabajadores, sino también a
las empresas y a la sociedad en su conjunto. Al garantizar un trato justo y no discriminatorio, se