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¿Cuál es entonces la diferencia entre una universidad y una escuela profesional? En última
instancia, la presencia de lo académico, independientemente de la titulación. Una institución es
universitaria cuando imparte sus clases y formación de manera académica, es decir,
principalmente teórica. Pero, ¿cómo conciliar esto con las habilidades demandadas en
profesiones como la medicina, el derecho, la educación, la administración o la ingeniería? ¿No
será que aquellos que alcanzan la excelencia profesional lo hacen precisamente porque no se
aferran a lo práctico y se abren al conocimiento desinteresado?
Podemos ilustrar esto con un ejemplo: muchas de las cosas más significativas en la vida no se
buscan directamente y no pueden reducirse a meros instrumentos. Las verdaderas amistades, por
ejemplo, se basan en el bienestar del otro, y la amistad consiste en alegrarse por el bienestar del
amigo. Este desinterés tiene una consecuencia sorprendente: tales amistades son también las más
útiles y placenteras, ya que encarnan perfectamente la esencia de la amistad.
Análogamente, en la educación superior, si se enfoca exclusivamente en técnicas y utilidades
prácticas, ¿no se estaría privando al estudiante de la experiencia del conocimiento por el mero
deseo de saber, es decir, la curiosidad intelectual, que es la base para enfrentarse a problemas
complejos? Lo académico evita la esterilidad de una investigación orientada únicamente a su
aplicación inmediata, ya que los principios perduran mientras que las circunstancias cambian. Si
no se cultiva la teoría, el estudiante puede caer en la trampa de perseguir constantemente
novedades, corriendo el riesgo de que todo lo que aprendió pronto se vuelva obsoleto.
El impacto de experiencias como comprender un teorema matemático, leer a Joseph Conrad o
participar en una discusión sobre la libertad humana y el determinismo, moldea hábitos que
acompañarán al estudiante toda la vida. Aprender a pensar, hablar y escribir, actividades
aparentemente inútiles, pero profundamente valiosas para la vida, se convierten en la esencia de
la educación académica. La capacidad de detenerse, comprender, contemplar y dialogar responde
a la esencia misma de lo académico.
Lo Académico como Actitud
Como señala en varios postulados, no se limita únicamente a los estudiantes de filosofía, sino
que representa una forma especial de contemplación que se enfoca no en la utilidad práctica,