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INTRODUCCIÓN
La sífilis es una enfermedad producida por la espiroqueta Treponema pallidum y caracterizada por 3
estadios sintomáticos secuenciales separados por períodos de infección asintomática latente(1),
comienza con una úlcera indolora que aparece en el punto de entrada de la infección, en una segunda
etapa, aparece erupción cutánea, fiebre, fatiga, cefalea e inapetencia. Si no se trata, la tercera etapa
de la sífilis puede dañar la aorta, el cerebro, la médula espinal y otros órganos(2,3). Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se presentan en todo el mundo 340 millones de
casos de infecciones de transmisión sexual (ITS), de los cuales 12 millones son sífilis, y el 90% de
los casos se reportan en países en vías de desarrollo ( 4).
Durante el embarazo, se convierte en un grave problema de salud pública, ya que aún se observa la
sífilis en una porción importante de mujeres, lo que favorece directamente la aparición de sífilis
congénita, que se debe a la diseminación hematógena del agente infeccioso en gestantes no tratadas
o tratadas inadecuadamente. La transmisión puede ocurrir en cualquier etapa del embarazo y en
cualquier etapa de la enfermedad, y también es posible la transmisión directa en el canal de parto.
Cuando se transmite la sífilis congénita, alrededor del 40 % de los casos puede progresar a aborto
espontáneo, muerte fetal y muerte perinatal y malformación de múltiples órganos (5).
La incidencia de sífilis gestacional está aumentando, ya que muchas gestantes tienen a sus parejas
con diagnóstico serológico positivo para sífilis, sin embargo, no acuden al servicio para realizar el
tratamiento. De esta forma, tanto la gestante como el feto se ponen en riesgo de contraer la
enfermedad, que perjudicará a ambos en cualquier etapa del embarazo, especialmente al bebé (6).
La sífilis, en la forma congénita y en la mujer embarazada, es de notificación obligatoria, siendo
obligatoria su realización por profesionales de la salud, y su incumplimiento constituye una infracción
a la legislación sanitaria. Sin embargo, las tasas de morbilidad materna, infección congénita y
mortalidad perinatal siguen siendo altas, lo que representa un desafío para la salud pública (7,8).
Una gestante con sífilis puede transmitir la infección al feto tan tempranamente como en la semana 9
de gestación, pero la transmisión tiene lugar generalmente luego de la semana 16. Esta patología
puede diagnosticarse durante la gestación, puerperio inmediato o post aborto, pudiéndose encontrar
en cualquiera de sus fases (9).