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adaptable y contextualizado, que responda a las diversas necesidades del territorio nacional y permita
garantizar el derecho a la educación en medio de la crisis.
En términos generales el Plan Educativo COVID-19 consistió en la implementación de fases cuya
estructura inició a través de la fase 1 denominada “Juntos aprendemos en casa”, esta etapa tuvo como
objetivo que los estudiantes continúen con sus actividades académicas desde sus hogares. El mismo
contempló varias acciones didácticas en la que los docentes trabajaron en forma conjunta para la
aplicación de los recursos educativos, mientras que, los departamentos especializados como los DECE,
Unidades de apoyo a la inclusión realizaron apoyo psicoemocional y pedagógico.
Previo a la aplicación de esta fase se estableció el “Currículo Priorizado” en este contexto, se enfrentó
el gran desafío de realizar una priorización curricular que garantice una educación de calidad,
desarrollada sobre la base del currículo nacional vigente, expedido mediante ACUERDO Nro.
MINEDUC-ME-2016-00020-A, de 17 de febrero de 2016.
Este planteamiento curricular consideró los aprendizajes básicos imprescindibles que permitan la
equidad, el acceso a procesos formativos y educativos posteriores, que eviten las desigualdades
educativas y la exclusión social tal como lo establece la Ley Orgánica de Educación Intercultural (2012)
, en el artículo 2, literal w): “Garantiza el derecho de las personas a una educación de calidad y calidez,
pertinente, adecuada, contextualizada, actualizada y articulada en todo el proceso educativo, en sus
sistemas, niveles, subniveles o modalidades; y que incluya evaluaciones permanentes. Así mismo,
garantiza la concepción del educando como el centro del proceso educativo, con una flexibilidad y
propiedad de contenidos, procesos y metodologías que se adapte a sus necesidades y realidades
fundamentales. Promueve condiciones adecuadas de respeto, tolerancia y afecto, que generen un clima
escolar propicio en el proceso de aprendizaje.”
Este currículo se caracterizó por promover un proceso de enseñanza aprendizaje autónomo, que pudo
desarrollarse de manera presencial, semipresencial o remota y que fue aplicable a las diversas ofertas
educativas y necesidades de aprendizajes, según los contextos. Se priorizó la capacidad de desarrollar
habilidades para la vida, que se especifican en la guía de desarrollo humano integral, como la capacidad
de adaptación a la incertidumbre, el desarrollo del pensamiento crítico, el análisis y la argumentación
considerando diversas perspectivas, la comunicación empática, la toma de decisiones, el trabajo