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y hombres, así como las complejas y diversas relaciones que existen entre ellos, buscando un orden
igualitario, equitativo y justo de géneros que permita el desarrollo personal y colectivo (Lagarde, 1994),
sin embargo históricamente ha existido una desigualdad de género, que está arraigada en la estructura
de las sociedades y se manifiesta en diferentes aspectos de la vida social (Vigoya 2007), como el trabajo,
la economía, la política, la religión y las producciones culturales, creando un gradiente de desigualdad
e inequidad en las mujeres sobre quienes han sido relegadas a trabajos mal remunerados, sobrecarga de
trabajos en el hogar y del cuidado de los niños/ancianos/enfermos, así como de una discriminación en
el acceso a la educación, la atención médica y el poder político. (Lorber & Farrel, 1991).
La discapacidad se manifiesta en los cuerpos en unas cifras de importancia pues a nivel mundial se
estima que cerca de 600 millones de personas presentan una discapacidad (Videa & de Los Angeles,
2016). En el caso de la Discapacidad Intelectual (DI) se estima una prevalencia de 5 casos por cada
1000 personas (GORABIDE, 2023). Para Colombia en el año 2020 (Ministerio de Salud y Protección
social 2020) cerca de 1,3 millones de personas presentaba algún tipo de discapacidad, siendo la DI la
segunda con mayor incidencia (Correa Montoya & Castro Martínez, 2016). En Santander
específicamente se estima que el 4,7% de la población presenta alguna forma de discapacidad
(Ministerio de salud y protección social, 2020).
La sexualidad en las personas con DI es un componente transversal a sus vidas que al igual que en las
personas sin ninguna discapacidad, da sentido a sus experiencias y es una manifestación tanto de la
cultura como de los patrones sociales aprendidos y heredados desde la exposición a un mundo
generizado y sexualizado (ONU, 2017). Asimismo, esta es una experiencia visible y tangible que
impulsa a las personas a la búsqueda de la socialización, la conexión y la intimidad independientemente
de su sexo, edad o capacidad cognitiva (Chico, 2022; Mujer y salud Uruguay 2021). Sin embargo en
esta población la sexualidad ha sido un tema relegado a un segundo plano pues se considera que son
personas que por un lado no tienen la capacidad de entender y por otro que están bajo el dominio del
cuidado medicalizado que hace que estos temas no tengan un lugar en la vida de ellos.
Una consecuencia de negar o pasar inadvertida la sexualidad en esta población es la vulneración de los
derechos sexuales de esta población que se da por medio de la reproducción simbólica intangible de
estos estigmas (Solsona Cisternas & Verdugo-Huenuman, 2022). A pesar de que se ha realizado