NECESIDAD DE UNA CULTURA AMBIENTAL
Y LA POSIBILIDAD DE FORTALECERLA
DESDE EL ÁMBITO ESCOLAR
NEED FOR AN ENVIRONMENTAL CULTURE AND
THE POSSIBILITY OF STRENGTHENING IT FROM
THE SCHOOL ENVIRONMENT
Luz Dary Leal Orduña
Universidad de Panamá, Panamá
pág. 8657
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i3.12030
Necesidad de una Cultura Ambiental y la Posibilidad de Fortalecerla desde
el Ámbito Escolar
Luz Dary Leal Orduña
1
daryluzleal@gmail.com
daryluzleal@hotmail.com
https://orcid.org/0009-0006-3543-1320
Doctorado en ciencias de la educación Facultad
de ciencias de la educación.
Universidad de Panamá.
Provincia de Panamá. Panamá
RESUMEN
El siguiente artículo es producto de la reflexión consiente de la problemática ambiental que enfrenta
nuestro planeta y la posibilidad transformadora que tiene la educación para asumirla y generar cambios
significativos en el presente y futuro inmediato. Inicialmente se describe la crisis ambiental desde la
perspectiva de la acción y responsabilidad del ser humano, como el principal de explotador de la
naturaleza. Se reconoce la labor de diversos grupos y organizaciones por proteger la naturaleza y sus
recursos para el presente y futuras generaciones, haciendo énfasis en que estos esfuerzos no son
suficientes o no se les ha prestado la atención que merecen. El articulo sostiene que para generar
cambios y transformaciones reales es necesario replantear las metodologías de enseñanza y aprendizaje.
En este sentido, se destaca el papel crucial que tiene la educación para generar una cultura ambiental
consciente y profunda que desencadene en jóvenes capaces de promover estilos de vida sostenibles y
ejercer una influencia positiva en sus familias y comunidades.
Palabras Clave: crisis ambiental, cultura ambiental, educación
1
Autor principal
Correspondencia: daryluzleal@gmail.com
pág. 8658
Need for an Environmental Culture and the Possibility of Strengthening it
from the School Environment
ABSTRACT
The following article is the product of conscious reflection on the environmental issues facing our planet
and the transformative potential of education to address and generate significant changes in the present
and immediate future. Initially, the environmental crisis is described from the perspective of human
action and responsibility, highlighting humans as the primary exploiters of nature. The efforts of various
groups and organizations to protect nature and its resources for present and future generations are
acknowledged, emphasizing that these efforts are either insufficient or have not received the attention
they deserve. The article argues that to generate real changes and transformations, it is necessary to
rethink teaching and learning methodologies. In this regard, the crucial role of education in creating a
deep and conscious environmental culture is highlighted, which can lead to young people promoting
sustainable lifestyles and exerting a positive influence on their families and communities.
Keywords: environmental crisis, environmental culture, education
Artículo recibido 20 mayo 2024
Aceptado para publicación: 22 junio 2024
pág. 8659
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, el ser humano ha sido testigo de una crisis ambiental sin precedentes, cuyas
consecuencias amenazan la supervivencia de numerosas especies incluyendo la especie humana y ponen
en riesgo el equilibrio, las interacciones e interrelaciones de los ecosistemas que mantienen la vida en
nuestro planeta. Esta crisis, impulsada en gran medida por las actividades humanas y un modelo de
desarrollo económico insostenible, se manifiesta a través de fenómenos como el cambio climático, la
alarmante pérdida de biodiversidad, el deterioro de la biosfera a causa de sobreexplotación de los
recursos naturales.
Ante esta alarmante situación, diversos grupos y organizaciones han alzado la voz y emprendido
acciones para proteger el medio ambiente y sus recursos naturales, buscando preservarlos para las
generaciones presentes y futuras. Sin embargo, estos esfuerzos, no han generado el impacto necesario
para mitigar el daño causado a nuestra planta y restaurar la naturaleza, mucho menos el de enfrentar los
desafíos ambientales actuales.
Es en este contexto donde la educación emerge como una herramienta poderosa, transformadora,
alentadora y optimista; capaz de sembrar las semillas del cambio y cultivar una nueva conciencia
ambiental, a través de la incorporación efectiva y profunda de la educación ambiental en los currículos
con metodologías de enseñanza coherentes con el presente actual y la gravedad de la crisis ambiental.
Las instituciones educativas tienen la oportunidad, pero además el deber de formar ciudadanos
comprometidos, críticos y activos capaces de llevar estilos de vida sostenibles y ejercer una influencia
positiva en sus familias y comunidades.
DESARROLLO
Crisis Ambiental
En los últimos años, la formación e incorporación de una cultura ambiental en la ciudadanía ha
adquirido gran importancia debido a los desafíos ambientales que enfrenta actualmente nuestro planeta.
Entre los más urgentes y de mayor impacto negativo se encuentran el cambio climático, cuyas
consecuencias se manifiestan, en el derretimiento de los glaciares y el aumento del nivel del mar;
también se refleja la alarmante pérdida de biodiversidad, con la extinción acelerada de numerosas
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especies en las tres últimas décadas; así como el deterioro de la biosfera a causa de sobreexplotación de
los recursos naturales no renovables.
Lo expuesto anteriormente exige una transformación profunda en la conciencia ambiental y los hábitos
de la humanidad, en pro del medio ambiente, con miras a mitigar dicha problemática, que hoy se expresa
a en una crisis ambiental sin precedentes, en la que el causante principal de la degradación del
ecosistema es el ser humano, quien vio y continúa viendo la naturaleza como un recurso al servicio de
la economía y la fuerza capital.
Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, algunos científicos advirtieron que el modelo
económico occidental no era sostenible y que tampoco se podía generalizar. En ese
entonces todavía no se había traspasado ningún límite y la humanidad consumía menos de
un planeta. Pero la dinámica creada no paró y la situación se agravó a principios del
decenio de 1970. Los datos científicos se fueron acumulando y las señales de alerta se
multiplicaron. (Issberner, L. R., y Léna, 2018).
La crisis ambiental ha alcanzado una magnitud tal que sus efectos nos impactan de manera directa e
inmediata, volviéndose imposible ignorarla. Un ejemplo muy reciente fue la pandemia que se generó
por la enfermedad del (COVID-19) una enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2,
que afecto todo el planeta, del cual no han determinado las causas con precisión, sin embargo, presenta
una estrecha relación con la problemática ambiental y perdida de la biodiversidad.
Pese a conocer la magnitud de la problemática ambiental en nuestro planeta que afecta todas las formas
de vida en la biosfera, y la implementación de diversos programa y proyectos, los hábitos ambientales
en la ciudadanía no son favorables con la naturaleza, desde los comportamientos en la familia, pasando
por instituciones educativas, empresas y sociedad en general, no existe conciencia ambiental. Tanto así
que se considera la forma de vida actual como un estilo de vida ecocida. “El ecocidio es una actividad
humana claramente ilegal que causa extensos y graves daños al medio ambiente. Los daños a la
naturaleza también pueden ser causados por malas conductas” (Kowalska, S. 2023), actualmente una
de las mayores amenazas transfronterizas para la conservación de la naturaleza. (p.11).
Esta actividad ecocida pareciera estar anclada en la conciencia humana, porque crecimos con ese estilo
de vida, una ceguera de la producción y el consumismo que desemboca en la sobreexplotación de la
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naturaleza de manera irracional, que genera un daño ambiental invisible para la fuerza económica. “Las
relaciones que se interiorizan, se replican o se forman con respecto a la sociedad y la naturaleza; parten
de fundamentos filosóficos y posturas epistemológicas que definen el tipo de educación ambiental a
impartir”. (Flórez y Pino 2019, p. 17). Hoy por hoy a favor del capitalismo irracional.
Para el estilo de vida del ser humano codicioso, una forma de vida que desconoce las otras formas de
vida. Un ser humano que vio solo desde la satisfacción de sus necesidades y no se preocupó por
comprender la complejidad de las interacciones e interrelaciones de los ecosistemas.
Los hábitos de consumo irracional se incorporaron de manera natural, a través de “la colonización de
la mentalidad de los consumidores por parte de los medios informativos, que provocan un ansia de
consumo individual para obtener comodidades, distinguirse de los demás y conseguir un
reconocimiento social”. (Issberner, L. R., y Léna, 2018), desconociendo el valor de la propia vida y de
las demás formas de vida en el planeta, lo que desencadenó en una crisis ambiental.
Es una crisis de la comprensión de la vida del planeta que vivimos, desde las formas de vida más
sencillas, hasta la gran diversidad mamíferos complejos, todos indispensables en ecosistemas terrestres
y acuáticos, pasando por el misterioso e irrepetible flujo de energía y biomasa a través de la fotosíntesis,
al que no se le prestó atención y ha sido interrumpido y alterado por la acción humana.
Los impulsos de dominación, el desconocimiento del otro (el otro como cualquier forma de vida en el
planeta) ha llevado a la humanidad a una crisis ambiental que pareciera no tener salida.
Por una parte, el planeta está en un punto de difícil reconstrucción, David Attenborough en su
documental “Una vida en nuestro planeta” el año 2020. Afirma que el gran problema no es solo la crisis
climática, sino la dramática pérdida de biodiversidad causada por la destrucción de los ecosistemas.
Advierte que, si la actividad humana continúa sin cambios, podrían ocurrir eventos irreversibles.
Y por otra parte el ser humano se siente incapaz de modificar su estilo de vida. Cambiar la cultura no
le resulta sencillo, la sociedad en la que se nace proporciona, junto con el lenguaje, las nociones básicas
sobre los significados sociales que conforman los esquemas de la percepción. Los procesos de
socialización proponen a los individuos una visión del mundo que se convierte en la realidad, la única.
(Calvo, S. 2014, p. 22).
Necesidad de una Cultura Ambiental
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Sin embargo, es necesario desaprender el estilo de vida que se ha incorporado, implica repensar este
mundo, con ánimo de reconstruir nuestra existencia, donde el ser humano sea no el factor que destruye
su entorno y con ello su propia vida. Por el contrario, desde la posibilidad de animal racional ser el
motor que impulsa la reconstrucción de la biosfera y diversas formas de vida. Donde la ciencia y la
tecnología producto del Homo Sapiens se juntan y trabajan en intercesión para este propósito.
Es necesario una visión y comprensión del presente histórico, en el que se reconozca las debilidades,
fallas y desaciertos con la naturaleza; saber que lo importante no son proyectos de desarrollo económico,
progreso, y producción, porque la forma como se están llevando a cabo están destruyendo el planeta.
“El desarrollo urbano debe integrar en sus políticas otras dimensiones sociales, además de las
económicas y sociales, la cultura ambiental para lograr la sostenibilidad de este” (Mendoza L. y Najar
M, 2022, p. 49)
Es preciso replantear nuevos enfoques de productividad que sean coherentes y armónicos con los
ecosistemas y la naturaleza. Esto implica comprender profundamente los ciclos y procesos naturales,
junto con sus límites y capacidades de regeneración, con el fin de no exceder ni agotar su explotación.
Debemos adoptar modelos productivos que deriven de proceso naturales, aprovechando los recursos de
manera sostenible y eficiente, permitiendo que los ecosistemas se restauren. Solo así podremos
satisfacer nuestras necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras.
Desde el 2015 que se planteó la agenda 2030 se colocó de manifiesto la problemática ambiental a nivel
mundial “El cambio climático afecta a todos los países en todos los continentes. Tiene un impacto
negativo en la economía nacional y en la vida de las personas, de las comunidades y de los países. En
un futuro las consecuencias serán todavía peores”. (CEPAL 2018)
Para aquel entonces contábamos con 15 años para solucionar o por lo menos mitigar dicha problemática,
que en vez de reducir ha aumentado, estamos a 6 años de evaluar los resultados de esta propuesta. Es el
momento un poco tardío de llevar a cabo acciones concretas para el cuidado, protección y restauración
de la biosfera y el medio ambiente.
Se requiere con urgencia una cultura ambiental que replantee los hábitos y comportamientos de todos
los seres humanos, acciones que se materialicen en pro del medio ambiente y toda forma de vida,
entendida como un proceso que parte del análisis de las problemáticas ambientales y ofrece propuestas
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de solución, con el objetivo de participación activa individual y comunitaria; orientada a adoptar
pensamientos, hábitos y comportamientos pro-ambientales.
Intentos fallidos en pro del medio ambiente
Frente a esta crisis ambiental que enfrenta hoy nuestro planeta de practicas insostenibles y de
sobreexplotación con la naturaleza, diversas comunidades e instituciones han tratado de emprender
acciones dentro de sus posibilidades para mitigar su impacto y abordar causas. Aspecto que se refleja
en algunos programas y proyectos en pro del medio ambiente.
En este caso, además, está clara la vinculación dialéctica que existe entre los equipos de
muchos países que construyen primero actividades, luego programas y estrategias, y los
organismos internacionales que recogen esas ideas y facilitan foros de reflexión colectiva,
para devolver documentos con nuevas directrices, que a su vez amplían, multiplican y
justifican las actividades en los países. Hablamos entonces de la creación de una cierta
cultura en la que han intervenido, y están interviniendo, miles de personas en todo el
mundo, que han creado una profesión y están aportando su colaboración en la construcción
de las bases y los procesos que pueden facilitar el camino hacia la sostenibilidad. (Calvo,
S. 2014 p. 22).
De la misma forma los gobiernos y organizaciones internacionales centran su atención en esta
problemática y reconocen además el valor de las instituciones educativas en este proceso. La Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL 2018) en una de las metas del objetivo número
17 establece que “Mejorar la educación, la sensibilización y la capacidad humana e institucional
respecto de la mitigación del cambio climático, la adaptación a él, la reducción de sus efectos y la alerta
temprana” (p. 61), donde involucra instituciones educativas de todos los niveles, prescolar, básica,
media y superior.
En Latinoamérica la necesidad y su vez la preocupación por la formación en cultura ambiental aumenta,
pues las consecuencias de daños ambientales son cada vez más evidentes, afectando los ecosistemas, su
diversidad y por supuesto directamente a la población humana, sobre todo la población de bajos
recursos. “Si no actuamos, la temperatura media de la superficie del mundo podría aumentar unos 3
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grados centígrados este siglo y en algunas zonas del planeta podría ser todavía peor. Las personas más
pobres y vulnerables serán los más perjudicados”. (p. 60)
Ahora bien, que papel han venido desarrollando las instituciones educativas en todo este proceso. Desde
hace ya varias décadas la educación ambiental hace parte de los currículos escolares en todos los niveles
de educación. En Colombia, por ejemplo, se establece una relación importante entre la formación
científica y ambiental en la enseñanza y aprendizaje de las ciencias naturales, se establece un vínculo
entre ciencia, tecnología y sociedad, reconociendo la necesidad de este aprendizaje en los niños y
jóvenes del país, para el Ministerio de Educación Nacional “se refiere a las competencias específicas
que permiten la comprensión de los aportes de las ciencias naturales para mejorar la vida de los
individuos y de las comunidades, así como el análisis de los peligros que pueden originar los avances
científicos” (MEN 2004, p 13.).
Priorizar la cultura ambiental en las instituciones educativas es un tema de gran importancia desde hace
ya varios años, sin embargo, en los últimos tiempos ha tomado mayor relevancia no solo en países
subdesarrollados sino en todo el mundo, pues se considera la cultura ambiental una necesidad urgente
para la humanidad y el planeta; se reconoce el papel fundamental de la educación en este proceso.
Desde las instituciones educativas se pretende la formación ambiental en los estudiantes, de cierta
manera los docentes reconocen la importancia y necesidad del cuidado por el medio ambiente en el
entorno inmediato, nacional y global, razón por la cual se han desarrollado diversas actividades en
procura de disminuir diferentes focos de contaminación y generar en los niños, niñas y jóvenes una
conciencia ambiental que se materialice en comportamientos pro-ambientales.
Para minimizar dicha problemática entidades gubernamentales han venido desarrollando diversas
políticas y programas en favor del medio ambiente. “El compromiso para contrarrestar el impacto
ciudadano común sobre el ambiente se ha fijado en la educación ambiental como esfuerzo internacional
y multisectorial adoptado por los ministerios de educación nacional de la región latinoamericana”.
(Medina, 2014, p. 57).
En Colombia por ejemplo se Mediante el decreto 1743 de 1994 se instituye el Proyecto de Educación
Ambiental (PRAE) para todos los niveles de educación formal, se fijan criterios para la promoción de
la educación ambiental no formal e informal. Decreto encaminado a fortalecer la conciencia para la
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conservación del medio ambiente. Desde entonces las instituciones educativas cuentan con proyectos
PRAES.
A partir de esta iniciativa las instituciones educativas han venido desarrollado diversas actividades
como: ferias ambientales, campañas de recolección de residuos, implementación de recipiente
permanente para reciclar papel en las aulas, los docentes hacen acompañamiento en los descansos para
orientar conductas pro-ambientales. Diversos estudios publicados en América Latina;
están encaminados a identificar el grado de conocimiento ambiental, las actitudes o las
representaciones que tienen grupos de estudiantes escolares o universitarios sobre el estado
del ambiente, la mayoría de estudios buscan poner a prueba distintas estrategias didácticas
entre las que se incluyen: el deporte, el arte, programas de reciclaje en las instituciones y
experiencias directas en el ambiente a través de excursiones, visitas a zoológicos o parques
naturales en los distintos niveles de formación, la escuela y la universidad. (Medina y
Páramo, 2014, p. 66).
Sin embargo, pese a las actividades realizadas no se ha logrado generar el impacto deseado en los
estudiantes. ¿Por qué a pesar de diversas actividades y campañas de educación ambiental en las
intuiciones educativas estas no tienen el impacto esperado? ¿se vincula al estudiante como protagonista
y parte activa en dichas campañas? ¿Porque pese a las actividades planteadas no es posible lograr una
cultura ambiental en los estudiantes, sus familias y comunidad en general?
Como bien lo afirma Calvo (2014):
La Educación Ambiental quedó aparte por su casi exclusiva práctica en los sistemas
educativos en ese espejismo de esperar una mágica solución futura sin necesidad de
cambiar el presente, o el uso indiscriminado de una publicidad con mensajes
bienintencionados que no llegaban a afectar ni siquiera al seno interno de la propia gestión
de las administraciones responsables; convertida así en una presa frágil de lo que ahora
podemos identificar como usos ilegítimos: servir de escaparate para una gestión discutible
desde el punto de vista de la conservación y de la sostenibilidad. (p. 26).
Además de lo expuesto anteriormente los procesos de enseñanza y aprendizaje en general se continúa
practicando de manera mecánica, desde esta perspectiva el estudiante pierde oportunidades de
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interpretar, analizar y organizar información; sus habilidades científicas como: observar, preguntar,
predecir, generar hipótesis, comprobar, argumentar y proponer entre otras, se limitan y en el peor de los
casos se anulan. Cuando la práctica de aula se centra en la trasmisión de conocimiento no se prioriza o
más bien se anula la puesta en práctica de esos conocimientos, limitando la puesta en práctica de
habilidades y conceptos en situaciones reales.
La educación como posibilidad de generar Cultura Ambiental
Ante dicha realidad emerge la necesidad de replantear los procesos pedagógicos enfocados fortalecer
la cultura ambiental en niños y jóvenes, pues es evidente que la manera como se ha venido trabajando
no genera el objetivo esperado; al igual que sucede con las demás asignaturas del pensum académico,
la educación y cultura ambiental se desarrolla en el aula de una manera mecánica que pierde sentido y
significado.
Por ejemplo, los procesos argumentativos dentro del aula deberían ser fomentados activamente, ya que
son fundamentales para que el aprendizaje cobre un sentido profundo y analítico. Es necesario que los
estudiantes desarrollen habilidades para estructurar argumentos sólidos.
Esto permitirá que el aprendizaje adquiera un carácter complejo, donde los alumnos sean capaces de
analizar de manera crítica diversos problemas sociales y ambientales, sin embargo “la argumentación
ha sido poco desarrollada en contextos escolares de básica primaria y secundaria, ubicándola entonces
en una práctica prioritaria en la educación superior, lo que justifica las diversas dificultades
en la formación en niños, niñas y jóvenes”. (Zona, 2019).
¿Es posible lograr mayor sensibilidad en los jóvenes por la problemática ambiental y que ésta se vea
reflejada en comportamientos pro-ambientales desde la institución al contexto nacional pasando por la
familia y la localidad?
Siempre se ha visto en la educación la posibilidad de mejorar y transformar a la sociedad, la escuela, el
colegio y la universidad juegan un papel fundamental en jalonar cualquier proyecto. “la Educación
Ambiental es una de las herramientas imprescindibles para alcanzar esa nueva ética en las relaciones
hombre-medio”. mez García, J., Mansergas (López, J. 2020, p. 63). Incorporar la educación
ambiental de manera transversal en y los currículos de las instituciones educativas es fundamental, sin
embargo, es ineludible replantear la manera como se ha venido haciendo.
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Si bien incorporar la formación ambiental en el currículo escolar es un punto de partida importante, es
fundamental comprender que la educación ambiental trasciende la simple inclusión de contenidos
ambientales o temas ecológicos en los programas de estudio, o la mera absorción de principios legales.
“La pedagogía de la sustentabilidad nos invita a cuestionar la enseñanza y el aprendizaje. No sólo se
trata de informar sobre la crisis ambiental y el calentamiento global, sino de desentrañar sus causas
profundas”. (Leff, 2011.)
Requiere una mirada mucho más profunda y contextualizada que permita a los estudiantes desarrollar
una verdadera conciencia y sensibilidad hacia los desafíos ambientales actuales. Esto implica fomentar
un pensamiento crítico y sistémico, capaz de analizar las complejas interacciones entre los factores
económicos, sociales, culturales y naturales que convergen en las problemáticas ambientales. “Para
cumplir con estos propósitos la didáctica de las ciencias centra sus esfuerzos en la formación de
pensamiento crítico, y el escenario donde se lleva a cabo es la resolución de problemas. (Zona, 2017, p.
125).
Además, es necesario adoptar enfoques pedagógicos vivenciales e interdisciplinarios, que conecten a
los educandos con su entorno local y les brinden las herramientas prácticas para convertirse en agentes
de cambio, comprometidos con la protección del medio ambiente y la construcción de un futuro
sostenible en sus comunidades y en el mundo, como bien lo menciona Leff. (1993):
Ello plantea el vínculo necesario de las universidades con los problemas ambientales de su
región de entorno, incorporando temas como el rescate de saberes autóctonos y populares
y su mejoramiento mediante la incorporación de conocimientos tecnológicos modernos,
así como la asimilación del saber ambiental por las comunidades para potenciar sus fuerzas
productivas y la capacidad de autogestión de sus recursos.
Una educación y formación ambiental que permita comprender de las condiciones de vida. Sin contexto
el conocimiento no sirve, no se puede aplicar, hay que enseñar la complejidad. Generalmente en los
colegios se da contenido, no hay contexto. Entonces las cosas se olvidan, termina siendo un proceso
fracasado.
“Estamos ante una crisis civilizatoria que en el fondo es una crisis del conocimiento, de
los modos de comprensión del mundo, de los modos de Ser en el mundo, de las condiciones
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ecológicas, termodinámicas y simbólicas para habitar el planeta tierra de manera
sustentable”. Leff, E. (2014).
Es preciso fomentar la cultura ambiental a partir de una educación ambiental que aborde los contenidos,
conceptos y apartados legales del medio ambiente y la naturaleza desde problemáticas ambientales
reales de manera profunda, solo así es posible llevar para llevar la educación a una nueva concepción
del mundo, que implique al educando replantear las acciones y comportamientos, reaprender a apreciar
su paisaje, su entorno, su problemática, su ecosistema.
Es inevitable el uso de metodologías adecuadas que alcancen los objetivos propuestos desde las
instrucciones educativas con impacto en el contexto local y nacional. Los jóvenes de este presente
histórico deben buscar la forma de reconciliación con la naturaleza, es una nueva preparación de modos
de estar en el mundo, en armonía con los ecosistemas.
Si bien es cierto que se requiere dominio conceptual para comprender los fenómenos naturales y
problemáticas socio-ambientales, este no es el objetivo de la enseñanza escolar, implica mayor
profundidad, contextualizar los problemas ambientales del entorno inmediato para permitir al educando
apropiarse de dicha problemática, adquirir dominio conceptual y un vínculo afectivo sobre la misma y
con ello formular propuesta de solución, que no solo incrementan su pensamiento crítico y creativo,
sino que generan un vínculo emocional con el problema y por ende con la naturaleza.
Generar este vínculo, este amor por la vida, la naturaleza y el ecosistema en edades tempranas
desencadena en un cambio de comportamientos y actitudes pro-ambientales.
Si bien es cierto que en este aspecto se ha mejorado en diversos ámbitos educativos se requiere mayor
esfuerzo que se vea materializado en acciones reales y concretas en contextos inmediatos.
Por lo que se requiere la formación y consolidación de una cultura cargada de valores y elementos
ambientales, que refuerzan la relación intrínseca entre hombre y naturaleza, entornos y espacios; es
decir, se hace necesario establecer y fortalecer una cultura ambiental como parte de la vida cotidiana,
que comprende la forma en que las personas se relacionan con el medioambiente. (Lizcano 2023).
Todos los seres humanos tenemos las mismas capacidades y habilidades intelectuales, procedimentales,
cognitivas y actitudinales, solo se requiere de un ambiente propio para fortalecerlas y permitir la puesta
en acción desde una perspectiva proactiva y crítica. El joven de este presente histórico demanda ser
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visto y vinculado de manera activa en el proceso de enseñanza y aprendizaje contextualizado, para que
su ejercicio escolar no se convierta en el solo cumplimiento de actividades y trabajos que no tienen
sentido y significado para él, como tampoco par su entorno.
La escuela es el escenario perfecto para generar este tipo de situaciones y debate, para permitirle a
educando repensar su mundo, presente y futuro en armonía con a naturaleza y toda expresión de vida.
CONCLUSIÓN
Generar cultura ambiental en la ciudadanía en este presente histórico es una urgente necesidad, el estilo
de vida que el ser humano ha llevado hasta el momento, ha causado en la biosfera y sus ecosistemas a
un deterioro acelerado y con ello una gran pérdida en la biodiversidad, afectando directamente su
equilibrio y la mismo ser humano. Es inaplazable una reconciliación entre el ser humano y la naturaleza,
de lo contrario el futuro es impredecible, su estilo de está destruyendo el planeta y la desaparición de
muchas especies incluida la especie humana.
De igual manera diferentes esferas de la sociedad la política, economía, cultura, ciencia, tecnología
educación, deben entrar en esta lógica de mitigar la problemática ambiental y proteger toda forma de
vida, desde actividades y acciones cotidianas hasta proyectos y programas de restauración y alto
impacto a corto y mediano plazo. No hay más tiempos, el momento es ahora.
del impacto positivo para el planeta y el medio ambiente que puede generar desde el ámbito educativo,
la educación frente al cambio de comportamientos de acciones concretas del presente y futuro
inmediato, es a partir de la educación y formación de una cultura ambiental consiente y compleja que
es posible transformar mundos. Para lograrlo es imperante en las metodologías de enseñanza, donde se
involucre a los educandos de manera activa y participativa en los procesos.
No cabe duda del impacto positivo que la educación puede generar en favor del planeta y el medio
ambiente, al promover cambios de comportamiento y acciones concretas en el presente y futuro
inmediato.
Es a través de la formación de una cultura ambiental consciente y profunda, que aborde la complejidad
de las problemáticas ecológicas, que será posible transformar nuestras formas de relacionarnos con el
entorno natural. Para lograrlo, es indispensable adoptar metodologías de enseñanza activas, que
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involucren a los educandos como protagonistas de su propio aprendizaje, para convertirse en agentes
de cambio en sus familias y comunidades.
Estas metodologías deben fomentar el pensamiento crítico y creativo para colocar en conceptos
ambientales en contextos reales. Solo así los estudiantes desarrollarán una verdadera conexión
emocional y un compromiso con la protección del medio ambiente, lo que se materializará en acciones
concretas pro-ambientales y sostenibles.
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