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sentido al texto según sus experiencias para acceder a los conocimientos y una participación activa en
la sociedad (Calderón y Quijano, 2010; Cassany 2003; Escandón, 2018; UNESCO, 2016).
De este modo y ante el gradual empleo de los soportes electrónicos, la lectura realizada en formato
digital ha venido a modificar la manera en que se lee, presentando un texto con significado narrativo o
aporte cultural, convirtiéndose en una experiencia de aprendizaje alternativa a la lectura tradicional, en
la que no solo se incluye texto, además se incorpora audio, video, sonidos, interactividad, animaciones,
hipertextualidad, intertextualidad, conectividad y multimodalidad, lo que requiere nuevas habilidades
por parte del lector (Ortega y Félix, 2009; Ramírez, 2015). Por lo cual, la lectura digital no es más que
una adaptación de un proceso que antes era de una sola dimensión hacia los requerimientos de un
contexto y un usuario digitalizado (Romero, 2014).
La lectura digital se lleva a cabo mediante diversos dispositivos electrónicos (computadora, tablet,
laptop, celular inteligente, lector de libros electrónicos) en cuyo contenido interactúan elementos como
el hipertexto, hipervínculos, etcétera, exige a su vez realizar una lectura de forma determinada,
reforzando la necesidad de ampliar la alfabetización de lectoescritura a las habilidades asociadas con
localización, filtrado y aplicación de textos de una red hipertextual global, incluidas actividades como
evaluar la credibilidad de la fuente, habilidades de búsqueda de texto libre, etc. (Hoadley y Favaro,
2015).
No obstante, estas nuevas formas de leer en digital han provocado que los lectores creen sesgos en la
información que procesan, derivado de que al leer/navegar por Internet se fomente, en gran mediad, una
lectura y pensamiento somero, no promoviendo un pensamiento crítico. Por lo que, la constante
exposición a la información que ofrece la era digital afecta a la capacidad de concentración, reflexión y
comprensión profunda, siendo más propensos a una superficialidad y falta de atención (Carr, 2011). En
tanto que, leer en pantalla no contribuye a una mejor comprensión, teniendo que ver probablemente con
una menor atención por el texto digital y un exceso de confianza al leer en pantalla (Kovac y Van der
Well, 2020, p. 24).
Si bien, algunas personas no logran dominar el proceso cognoscitivo de la lectura en formato impreso,
hacerlo en formato digital conlleva una tarea aún más compleja. Esto debido a que leer en formato
tradicional exige desarrollar diversas destrezas mentales o procesos cognitivos, ya que no se trata solo