LA EDUCACIÓN EMOCIONAL: LA TÉCNICA DE
GOBIERNO SÍ EN LAS AULAS CONTEMPORÁNEAS
EMOTIONAL EDUCATION: THE TECHNIQUE OF SELF-
GOVERNANCE IN CONTEMPORARY CLASSROOMS
Omar Daniel Cangas
Universidad Pedagógica Nacional del estado de Chihuahua
pág. 4070
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i4.12634
La educación emocional: la técnica de gobierno en las aulas
contemporáneas
Omar Daniel Cangas
1
ocangas@upnech.edu.mx
https://orcid.org/0000-0002-7687-4869
Universidad Pedagógica Nacional del estado de Chihuahua
RESUMEN
El artículo busca problematizar la sensibilidad absurda que se está imponiendo en las instituciones
educativas. En él se reflexiona sobre el trasfondo político de la educación emocional en las aulas
contemporáneas. Un tipo de educación que se ha presentado como un gran avance educativo y como
condición para el éxito académico de los alumnos. Sin embargo, dicha implicación afectiva en las
actividades escolares es una nueva técnica de gobierno para lograr el control de la intimidad de los
alumnos. El paso de un Yo panóptico a un Yo terapéutico, es decir, el paso de un Yo disciplinado y
controlado conductualmente a un Yo moralmente subyugado, con una moral manipulable operativa y
funcional, para su optimización. Un yo concebido como un recurso más del capital de la economía de
mercado. Un cambio que involucra no sólo nuestros hábitos sino la totalidad de nuestro sistema de
sensibilidad. En otras palabras, la alfabetización emocional que se da en las instituciones educativas es
un tipo de intervención educativa para que sus sentimientos, deseos, esperanzas y necesidades coincidan
con la interacción “positiva” de la sociedad actual como único marco imaginable para su existencia.
Palabras claves: desposesión, disciplina, educación emocional, gubernamentalidad, técnicas de
gobierno de
1
Autor Principal
Correspondencia: ocangas@upnech.edu.mx
pág. 4071
Emotional education: the technique of self-governance in contemporary
classrooms
ABSTRACT
The article seeks to problematize the absurd sensitivity that is being imposed in educational institutions.
It reflects on the political background of emotional education in contemporary classrooms. It's a type of
education that has been presented as a significant educational advancement and as a condition for
students' academic success. However, this affective involvement in school activities is a new technique
of governance to achieve control over students' intimacy. The shift from a panoptic self to a therapeutic
self, that is, the transition from a disciplined and behaviorally controlled self to a morally subdued self,
with an operational and functional manipulable morality, for its optimization. A self-conceived as just
another resource of the capital of the market economy. A change that involves not only our habits but
the entirety of our sensitivity system. In other words, the emotional literacy provided in educational
institutions is a type of educational intervention so that their feelings, desires, hopes, and needs align with
the “positive” interaction of today's society as the only conceivable framework for their existence.
Keywords: dispossession, discipline, emotional education, governmentality, self - government
techniques
Artículo recibido 11 julio 2024
Aceptado para publicación: 13 agosto 2024
pág. 4072
INTRODUCCIÓN
El siguiente artículo deviene de los ejes teóricos de una investigación
2
en curso para problematizar
la sensibilidad absurda que se está imponiendo en las instituciones educativas. Partimos, de que la escuela,
en lógica de la economía neoliberal
3
, se está consolidando como una institución política e ideológica para
intervenir en las emociones de sus estudiantes y controlar su intimidad. Este tipo de control que
estamos presenciando no es un cambio sociológico
4
a nivel superficial, sino una transformación
derivada de una sofisticada modalidad de gobierno que está transfigurando el vínculo humano con el
mundo, invirtiendo la manera en cómo percibimos nuestro entorno y cómo lo proyectamos. Un cambio
que no involucra solamente a nuestros hábitos, sino a la totalidad de nuestro sistema de lo sensible. Una
mutación que, como la explica Franco Berardi, es una alteración en la “facultad que hace posible la
interpretación de los signos que no pueden definirse con precisión en términos verbales” (Berardi, 2017,
pág. 11). La inserción de automatismos
5
emocionales en los niveles de la percepción para alcanzar una
transformación del Yo con un modelo biosocial de la sensibilidad individual y colectiva yuxtapuesto
por los valores de mercado
6
.
Si bien la mutación a la que nos referimos es una transición diacrónica, que se presenta y se extiende a
lo largo de varias generaciones humanas, transformando patrones cognitivos, comportamientos sociales
y expectativas psicológicas, procuramos, de alguna manera, rastrear las condiciones actuales para
documentar el trasfondo político en los discursos de la educación emocional no problematizados desde
su propia definición e intentando entender de qué modo han llegado a ser lo que son y por qué, siendo
aquello que creemos que no son, han conseguido instalarse en las instituciones sociales, como la escuela,
o incluso en un nivel más estructural, como en las políticas públicas, desde las más progresistas hasta las
más reaccionarias.
La discusión se centra en abordar cómo la educación emocional tiene como objetivo instituir en el
estudiante un proceso de desposesión permanente como condición de su identidad política e ideológica.
2
La investigación en curso se titula: “Estrategias biopolíticas escolares: la emotividad en la Nueva Escuela Mexicana”
3
El funcionamiento de la economía de mercado implica que esta genere, dirija y legitime lo político, lo social y lo cultural.
4
Existe también un cambio en cuanto a relatos. La economía neoliberal es ahora resuelta como un relato sociológico, antes que
económico.
5
Hablamos de un proceso o de un funcionamiento de un mecanismo por solo.
6
La clave de este tipo de economía se halla en la relación asimétrica de poder entre acreedor y deudor; relación que, al mismo
tiempo, determina la producción de la subjetividad neoliberal (Castro y Chamorro, 2021, pág. 28).
pág. 4073
La desposesión es un concepto introducido por la filósofa norteamericana Judith Butler y la profesora
griega Athena Athanasiou para explicar “la sumisión primaria del sujeto-a-ser a las normas de
inteligibilidad” (Butler y Athanasiou, 2017, pág. 15). Es decir, la manera en que el individuo se inscribe
a lo social normativo para su aparición en el espacio público. Una condición externa que pone límite a su
autosuficiencia y a su autonomía, haciendo nociva su necesaria dependencia y su relación con el otro.
“Pocas cosas son más frágiles e inestables que el individuo que requiere, para existir y sostenerse, de un
gran número de soportes externos e internos, materiales y simbólicos” (Martuccelli, 2007, pág. 72).
Hablamos de una “nueva” técnica de gobierno de en clave emocional que, aunque en sus discursos
provea elementos pedagógicos, acechan al final un conjunto de dilemas políticos e ideológicos que la
hace funcionar como un dispositivo moral, para lograr el control de la intimidad de los estudiantes.
La idealización de la emotividad en las aulas contemporáneas, al copar actualmente las instituciones
educativas, busca la transición de un Yo-panóptico a un Yo-terapéutico, es decir, el paso de un Yo
disciplinado y conductualmente controlado a un Yo sometido, con una moral manipulable, operativa y
funcional, para su optimización. Un Yo concebido como un recurso más del capital de la economía de
mercado, puesto y dispuesto a trabajar para un sistema de poder y dentro de él. Una subjetividad que es
solo la posibilidad compartida como punto de encuentro en una “nueva comunidad de deseo y de
consumo”. Gobernar la intimidad es controlar pensamientos profundos, preocupaciones, deseos, miedos
y esperanzas. Controlar lo que realmente se vive para alcanzar una transformación social, ya que la
intimidad es uno de los ámbitos principales para hacerlo, tanto de manera privada como pública
(Giddens, 1995). En otras palabras, en las instituciones educativas se está enseñando a aprender a sus
estudiantes (creemos que marchas forzadas) a alfabetizar sus emociones para que sus sentimientos,
deseos, esperanzas y necesidades coincidan con la interacción “positiva” de la sociedad actual como
único marco imaginable de su existencia.
El creciente interés de “atender” lo emocional desde lo educativo no es solo el reemplazo intencionado
del modelo cognitivo por el afectivo, sino una acción histórica desarrollada en el marco general de un
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tipo de ratio
7
política
8
para hacer efectiva la modelización de lo social, y, en nivel micro, la
institucionalización de una “tecnología
9
política del yo”, un instrumento usado con el falso objetivo de
emancipar al individuo, pero que en realidad es lo que hace que el individuo sea disciplinado, dominado
y manipulable. La dimensión emocional que durante mucho tiempo estuvo desacreditada por
considerarse irracional, actualmente con la economía de mercado presenta efectos cada vez s
generales, más insistentes y expansivos, colocándose no solo como un elemento fundamental y necesario
en la dinámica de la vida contemporánea, sino como la sensibilidad emocional necesaria para participar
en el juego competitivo de la economía de mercado.
DESARROLLO
Las Técnicas De Gobierno De Sí: La Subjetivación Del Sujeto
Para lograr una formulación crítica de los discursos de la educación emocional, recurrimos a la
explicación de las técnicas de gobierno de llevada a cabo por Michel Foucault. En su abordaje, el
filósofo francés se interesó por realizar un análisis de los desplazamientos progresivos de la ética del
cuidado de sí y la subjetivación en la estética de la existencia. Es decir, un análisis de aquellas “prácticas
meditadas y voluntarias mediante las cuales los hombres no solo fijan reglas de conducta, sino que
procuran transformarse a mismos”(Foucault, 2009, pág. 59). Un método de intervención propuesto
desde un sentido ético para conformar las subjetividades sobre mismos, en lo íntimo, lo privado y lo
público.
En dicho análisis, devela que la constitución del sujeto moderno era (y es) una forma de sujeción al poder
institucional “por otros medios”. No es únicamente el producto del condicionamiento de fuerzas
exteriores (disciplina), sino un sistema de prácticas de subjetivación (gubernamentalidad) que permiten
a los individuos constituirse como sujetos autónomos. Este proceso de desplazamiento puede entenderse
desde la genealogía de la moral a la genealogía de la ética o como el paso del gobierno de los otros al
gobierno de sí (Rodríguez, 2000).
Para entender dicho movimiento en las técnicas de gobierno de y poderlo relacionar con lo que creemos
7
La racionalidad neoliberal tiene como característica principal la generalización de la competencia corno norma de conducta y
de la empresa como modelo de subjetivación (Laval y Dardot, 2013, pág. 15).
8
Cualquier racionalidad política no sólo necesita de un tipo específico de sujeto, sino también presumirlo.
9
Una tecnología es un conjunto múltiple de estrategias a través de las cuales los animales humanos devienen sujetos. Es decir,
las tecnologías son, propiamente hablando, onto-tecnologías (Castro-Gómez, 2010, pág. 36).
pág. 4075
que está ocurriendo en las aulas contemporáneas, comenzaremos desglosando, no solo la famosa
concepción de poder de Foucault, sino su sentido operativo y así distinguir tres conceptos diferentes
pero concatenados: las relaciones de poder, las relaciones de dominación y, por supuesto, las propias
técnicas de gobierno de sí.
En primera instancia, se debe considerar que el análisis al poder que Foucault realiza no es en el sentido
de ¿cómo se manifiesta?, sino, ¿cómo se ejerce? En segundo, comprender que en la teoría foucaultiana
las relaciones de poder son la manera en cómo se relacionan los individuos. El poder como relación social
funciona a partir de los efectos que este produce. No es una construcción a partir de voluntades
individuales y colectivas, ni tampoco una propiedad o una posesión, sino dispositivos de estrategias que
al no ejercerse no existen. Es una disposición de efectos de la capacidad que tiene un sujeto de imponer
su verdad como la verdad para el otro. Cuando un sujeto tiene el poder de imponer su verdad, sofoca
otras verdades posibles utilizando todo lo que pueda encontrar para penetrar en la conciencia de los
individuos y sujetarlos (Cangas, 2023). En tal sentido, el poder y sus efectos le permiten funcionar como
un sistema de dinámicas multidireccionales de mecanismos de contención e ideologías de una acción que
produce otra acción. El poder, bajo esta lógica, se “produce a través de una transformación técnica de
los individuos” (Foucault, 2001, pág. 11).
Maurizio Lazzarato en su texto Biopolítica: estrategias de gestión y agenciamientos de creación (2007),
explica que un acto de comunicación o una relación amorosa son relaciones de poder, y que ese tipo de
relaciones son sencillamente relaciones diferenciales entre fuerzas. Por ejemplo, revela que si tenemos
un sujeto A y uno B, la relación entre ambos es la diferencia en el ejercicio de su poder. Una relación
asimétrica entre sus fuerzas que están en juego. Pero esa asimetría no necesariamente es negativa. No es
un tipo de poder como acción que excluye, reprime, inhibe, censura, abstrae, enmascara, esconde o
castiga, sino un poder en el sentido de ser una acción productiva que crea, instituye, devela, conduce,
forma. Es decir, que debe crecer, innovar y aumentar la optimización. Un “poder-forma” que instituye
maneras de control cordiales, silenciosas, invisibles, pero fuertemente eficientes e ilimitadas (Han,
2014). Es por eso por lo que las relaciones de poder se caracterizan por el hecho de que una de las fuerzas
en juego quiere conducir a la otra. Asimismo, estas relaciones se mueven, son reversibles, por lo que
siempre pueden ser modificadas. Pero, además, es necesario que en estas relaciones, tanto el sujeto A
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como el sujeto B, estén en una condición de una cierta forma de libertad que puede cambiar el sentido
de la relación.
Desde esta perspectiva foucaultiana que explica Lazzarato, una relación de poder se diferencia de una
relación de dominación, porque la primera puede modificada, haciendo que, tanto el sujeto A como el
B puede conducir la conducta del otro. Mientras, que, la segunda, se caracteriza por ser fija, inmóvil,
irreversible, sin posibilidad de modificación. Es decir, el sujeto A (o el B) conducirá, siempre que estén
en contacto, la conducta del otro. Por ejemplo, una relación docente/discente, al representar roles
básicamente fijos sin invertirse, es una relación de dominación. La distinción entre estos tipos de
relaciones ocurre gracias a las técnicas de gobierno de sí (Lazzarato, 2007). Estas técnicas se presentan
como discursos de verdad que se manifiestan en referencia a una serie de normas y categorías científicas,
para instituir, hacer funcionar y reproducir relaciones de poder e instituir un estado de dominación, esto
es gobernar la conducta de uno mismo estructurando un campo de acciones posibles.
Es importante destacar que la operatividad en las relaciones de poder y en las de dominación, solo es
posible en una economía de discursos de verdad. La sujeción de todo individuo se produce en la
producción, acumulación, circulación y funcionamiento de discursos de verdad
10
(Foucault, 1992, pág.
148). Estos discursos de verdad (o técnicas de gobierno de sí) tienen el objetivo final de instituir un tipo
de subjetividad. En este sentido, la función política de las técnicas de gobierno de en las instituciones
educativas, se deriva de modelos pedagógicos como productos históricos que emerge desde una
racionalidad estatal que han operado para controlar al estudiante y transformar sus conductas escolares
en conductas útiles, situándolo donde sea más rentable socialmente (Cangas, 2022). Estas prácticas se
manifiestan en el aula a través de dos economías: la disciplina, que controla la retórica corporal, y la
gubernamentalidad, que regula la autorregulación de conductas, ambas con orígenes sociohistóricos
diferentes y funciones específicas en el cuerpo social escolar (Urraco-Solanilla y Nogales-Bermejo,
2013, pág. 154).
La disciplina, por ejemplo, se ha encargado de administrar las técnicas de sujeción en el aula mediante
una coacción calculada para normalizar al cuerpo-estudiante. Una coerción mecánica que lo fija a un
10
La noción de verdad con Foucault, no es un “conjunto de cosas verdaderas que hay que descubrir o aceptar”, sino un
conjunto de reglas para discriminar lo verdadero de lo falso en momentos históricos específicos.
pág. 4077
sistema de normas para controlar sus movimientos, gestos, actitudes y producir un cuerpo productivo. Un
control minucioso de las operaciones del cuerpo para lograr un tipo de individuo homogeneizado en el
sentido de la relación docilidad/utilidad (Cangas, 2021, pág. 52). En la gubernamentalidad, en cambio,
el control sucede de otra manera, específicamente, en las instituciones educativas, ha operado decretando
las reglas de juego en el aula escolar, la organización de los elementos de circulación del ambiente de
aprendizaje, las estrategias de planeación e implementación de los contenidos y, sobre todo, la
prevención de aquellos elementos que puedan corromper el hecho didáctico. Es decir, el salón de clases
se ha convertido en el espacio donde suceden la diagnosis de lo que “son” los estudiantes, donde se
advierten sus patologías, sus necesidades específicas de enseñanza, sus estilos de aprendizajes; es donde
se desarrollan sus competencias básicas, genéricas y específicas, y es allí mismo donde, con la ayuda de
las técnicas adyacentes, policiales, médicas, psicológicas y sociales de la disciplina, sucede su
transformación eventual para el gobierno de sí. Hablamos de la institución de un Yo-panóptico como un
mecanismo de vigilancia abierta que guiará toda su actividad escolar para provocar alguna modificación
en el destino biológico de la especie. Una técnica de subjetivación instituida desde un cálculo (en
términos de costos) para fijar parámetros ideales de los límites de lo aceptable y con el objetivo final de
poner en funcionamiento un sistema de seguridad estatal e instituir tipos de conductas desde principios
rectores que orienten procesos individuales y sociales para desplegar una posibilidad de vida.
Sin embargo, más allá del disciplinamiento de los cuerpos y la administración de las conductas de los
estudiantes, en las aulas contemporáneas se está consolidando otra técnica gubernamental para el control
de su intimidad. Una intervención educativa que sucede en el plano prereflexivo
11
y que está siendo
útil para instituir en el estudiante un proceso de desposesión permanente. Si bien, cada individuo,
como ser social, es dependiente de su entorno, la vulnerabilidad de la desposesión se presenta cuando la
conciencia social se ve exacerbada y es explotada políticamente. Cuando las normas socioculturales que
rodean la formación del sujeto se vuelven un acto forzado y se le atribuye a “los otros” ser la “fuente”
11
El nivel prereflexivo corresponde a las habilidades básicas del pensamiento. Un carácter intuitivo que hace
referencia al conjunto de certezas originarias (prácticas, opiniones y creencias) que constituyen el “suelo” de
nuestra experiencia vital y que son previas a toda reflexión y elaboración conceptual. Es decir, lo prereflexivo
nos remite a experiencias de vida que se caracterizan por su inmediatez y que no sólo conciernen a nuestra
dimensión cognitiva sino también a la emocional y valorativa
10
(Monteagudo, 1999, págs. 1-2).
pág. 4078
de los sentimientos personales.
Amparados en los argumentos de la “ciencia de la felicidad”
12
, los discursos pedagógicos actuales de la
educación emocional se han enraizado como un mecanismo institucional para que los estudiantes
desarrollen, como condición política, una sensibilidad emotiva e integren en su vida ciertos
conceptos, valores, actitudes y habilidades para comprender y manejar sus emociones y así configurar
una identidad personal con mayor cuidado de sí y hacia los demás. Tal condición política es presentada
como otro tipo de facultad que puede moldearse mediante la fuerza de voluntad del Yo, y las técnicas
apropiadas para hacerlo sin importar quién y cuáles sean las circunstancias de quién quiere desarrollarla.
Sin embargo, alfabetizar las emociones es fabricar un sujeto que no es soberano sobre mismo. Es instituir
un Yo dividido con una moral manipulable, operativa y funcional, para gobernar la agenda anímica de las
vidas afectivas de los estudiantes.
La educación emocional: la desposesión del sujeto
El término “educación emocional” apareció por primera vez en el año 1966, en la revista Journal of
Emotional Education del Institute of Applied Psychology de Nueva York, donde se presentó como una
intervención educativa y terapéutica para controlar los pensamientos “negativos” que los individuos en
contextos específicos experimentaban (Pérez-González y Pena Garrido, 2011). La tesis central de la
propuesta fue que interviniendo en las emociones de los individuos se pueden regular sus actividades y
sus conductas.
La propuesta teórica de dicho modelo resulta importante porque implica dos cambios fundamentales en
la manera de concebir a las emociones. Primero, porque su naturaleza estaría condicionada por la
naturaleza de la situación social en la que se presentan y, segundo, no solo serían un estado afectivo del
aparato psíquico individual, sino un factor esencial de un estado adaptativo que prepara a la persona
para que reaccione de la forma más adecuada ante cualquier situación posible (Fernández Martínez y
Montero-García, 2016). Si bien internas, las emociones, desde esta lógica, se concebían como una
construcción social que otorga sentido a las acciones de los individuos que serán calificadas por un juego
12
La psicología positiva es una propuesta teórica que se origina desafiando el desarrollo investigativo de la
psicología convencional. Surge en 1988 asumiendo la tarea de invertir, lo que desde sus inicios como disciplina
científica, la psicología se ha encargado de comprender y solucionar : las emociones negativas de los individuos,
sesgando su objeto disciplinar hacia lo patogénico.
pág. 4079
de valoración. En tal sentido, las emociones dejarían de ser un elemento psicológico, subjetivo y personal
y se explicarían como una respuesta organizada a una excitación o perturbación personal.
Actualmente, más allá de considerarse como construcciones sociales, las emociones se reflexionan como
entidades culturales determinadas por lógicas procedentes de la esfera económica. Configuradas desde
un imaginario social directamente relacionado con los imperativos del rendimiento y la optimización,
esta nueva interpretación se sustenta en otra manera de repensar el nivel sensitivo del individuo y de la
vida social que, además de estar funcionando como un marco de producción de conocimiento, maniobra
como una racionalidad política que puede ser descrita como una forma estructurante de estilos de vida
(de hecho de estilos dominantes), un modelo que solo se puede implementar aceptando las regulaciones
prescritas y exigidas por ellas. Esto es la conformación de otro tipo de subjetividad que se caracteriza
por convertir su interioridad “participando” dentro del mercado capitalista y la cultura de consumo como
el único plano de existencia de su realidad (Illouz, 2020, pág. 14). Una nueva forma de sujeto,
afectivamente funcional, ante las necesidades productivas y de consumo de la otra dimensión de la
economía de mercado: “un capitalismo emocional”, esto es, otro orden en la organización social que, en
su “condición de productor de formas de vida, opera como una nueva razón del mundo, que es mundial
y hace mundo” (Tocino, 2023, pág. 18). Una forma de gobierno global para el control de la conducta de
los sujetos a través de la producción de realidades emocionales. Un tipo de control prescriptivo que se
enmarca en la relación cuerpo/emoción, interpretada en términos de estilo de vida y cuyo propósito es
instituir escenarios ficticios como el principal mecanismo de inteligibilidad de un orden y sentido del
mundo y desde una serie de términos culturales para perpetuar la hegemonía del mercado como el único
lugar de producción de valor y de verdad.
Esta intervención en la sensibilidad perceptiva de los sujetos se ha intensificado progresivamente desde
el siglo XX hasta nuestros días, por medio de diversas instituciones capaces de reforzar esa “realidad
emotiva” y que han dado lugar a una serie de prácticas específicas para concretarla. La escuela es una
de ellas
13
. El papel que está jugando es ser una herramienta estratégica para cimentar un orden social
específico y establecer una perspectiva normativa en el plano de las emociones. Hablamos de la
13
Una de las claves del éxito de la emotividad dentro del campo del ámbito educativo fue contribuir a su
expansión sin generar demasiadas fricciones teóricas entre las distintas escuelas de pensamiento ya existentes.
pág. 4080
construcción de un Yo que se está estableciendo en las instituciones (educativas) para configurar la
subjetividad (estudiantil) que se presenta como formas (estilos) de vida (emocional). Su manera específica
de moverse en el espacio áulico es condicionando desde su statu quo formativo al estudiante como capital
humano. Una adaptación de los mecanismos psicológicos y las exigencias sociales y económicas
para ver en la “personalidad” y en el “factor humano” un recurso económico del que hay que cuidar muy
bien (Laval y Dardot, 2013, pág. 364).
Si la vida emocional se ha incorporado a las instituciones educativas
14
13
, es en la medida en que, a su vez,
se han visto atravesadas por lógicas económicas que pretenden reajustarla a los requerimientos afectivos
del sistema productivo. Sin duda, todos los procesos cognitivos precisan para su materialización un apoyo
emocional, pero fomentar las “buenas” y proscribir las “malas emociones”, solo puede hacerse
considerando una jerarquía emocional para clasificar a los estudiantes según su capacidad para regularlas
“correctamente (Illouz, 2010). La idea de que las emociones positivas permiten la realización de
acciones favorables para la enseñanza y el aprendizaje y las negativas
15
no, y aunque parece sustentarse
en un discurso pedagógico, en realidad es tan solo un discurso político para el sustento del reparto
desigual de las competencias emocionales y la construcción de un déficit a revertir con la alfabetización
emocional.
Toda alfabetización es un modo político de normalizar. Sucede en los cuerpos particularmente
receptivos al entrenamiento. Cuerpos pedagógicamente disponibles para encarnar en ellos una serie de
factores específicos para poder participar “correctamente” en el mundo social. Un proceso de
capitalización que supone al menos tres momentos: disciplinamiento, el fenómeno a reproducir, y un
sustento pedagógico (Cangas, 2022). La aplicación de una política de trabajo sobre el cuerpo para
calcular sus habilidades y capacidades como un recurso que debe de integrarse en un sistema de
equivalencias. En un mercado donde sus “cualidades son una moneda de cambio (Moreno, 2016).
Alfabetizar las emociones significa entonces validarlas, empatizar con los demás, identificar y nombrar
14
Uno de los primeros planes de estudio para estimular el aspecto emocional se dio en las escuelas públicas de
New Haven, Connecticut, en donde el psicólogo Roger Weissberg diseño un plan de estudios para ayudar a
jóvenes que se enfrentaban a problemáticas sociales que hacían difícil su bienestar social (Goleman y Senge,
2016, pág. 13).
15
Negar las emociones negativas es una de las principales propuestas teóricas de la psicología positiva, un
argumento que ha sido criticado debido a que niega parte de la realidad social (Ehrenreich, 2012).
pág. 4081
lo que se están sintiendo, ponerse límites, manifestar formas aceptables de expresión para y para con los
otros, quererse y aceptarse, respetar a los demás y proponer estrategias para resolver problemas. La
alfabetización de las emociones en tal sentido, es un cometido ético. La institución política que organiza
un tipo de moral donde las emociones se vuelven atributos de las acciones de sujetos y colectivos. En la
búsqueda de desarrollar en el estudiante una serie de características para funcionar en la sociedad actual
lo vuelven esclavo del tiempo necesario para alcanzarlas. Es entonces un sujeto políticamente sometido
por competencias
16
específicas o, más genéricamente, por los discursos de las capacidades que se le
exigen (resiliente, emprendedor, motivado, inclusivo, tolerante, deconstruido, etcétera)
17
y llegar a ser
así “emocionalmente inteligente
18
”, y transformar sus condiciones de vida.
Sin embargo, en esa figura de ser un estudiante emocionalmente competente, es un acercamiento total a
los sistemas que deciden por nosotros. Judith Butler llama a este proceso desposesión. El entendimiento
de tal concepto debe comenzar comprendiendo uno de los hilos conductores del pensamiento de la
filósofa americana sobre la formación del sujeto en relación con las normas socioculturales que lo rodean.
Una tensión existente entre la agencia del sujeto y los mecanismos de construcción de su subjetividad.
Si bien el sujeto para la autora no es soberano sobre mismo y ni tampoco está completamente
producido por un contexto sociocultural, emerge como efecto de un proceso performativo, es
decir, es la construcción de ciertas prácticas repetitivas, en interacción con otros y a lo largo del tiempo.
La repetición aquí tiene el efecto de producir la idea de substancia o de la esencia del individuo, lo que
hace pensar que un sujeto existe previo a la acción. Sin embargo, tal efecto solo tiene por objetivo
legitimar el contexto normativo en el que emerge un sujeto y, por supuesto, su subjetividad, ocultando así
el propio proceso de construcción. Este hecho, al parecer “opaco”, permite no dejar al descubierto las
exclusiones, los mecanismos y las normas que producen y legitiman un tipo de sujeto y desechan a todos
aquellos que no se ajustan a un modelo. Es por ello por lo que el sujeto es opaco, porque no puede
16
El neoliberalismo eleva la competencia a valor supremo del mercado. Esto significa que, al establecerse dentro
del mercado una relación de competencia entre los múltiples capitales humanos, se impone un modelo de
relaciones humanas basado en la desigualdad (Castro y Chamorro, 2021, pág. 17).
17
Dichas capacidades se han convertido en fundamento de los derechos sociales actuales y sirven de este modo
para controlar la vida de los sujetos. Y aunque se presenta como capacidades lo que realmente buscan lograr es
favorecer en el estudiante la condición de ser solitarios, atomizados, desarraigados, desmotivados.
18
Se considera que fue Daniel Goleman quien popularizó el concepto de inteligencia emocional como una meta-
habilidad que determina el grado destreza que un individuo puede conseguir para el dominio de sus facultades
(Goleman, 1995, pág. 68).
pág. 4082
autoconocerse totalmente, el Yo, para la autora, “no puede reflexionar sobre la totalidad del proceso de
su formación” (Butler, 1993, pág. 113).
Así, algunos de los mecanismos del proceso de configuración de la subjetividad quedan ocultos
para el propio sujeto. En su reflexión sobre mismo no puede llegar a conocer del todo ni conocer
todo el proceso por el que ha emergido. La construcción del sujeto es entonces un constructo cultural
y social que, en una repetición (performativa
19
), va cimentándose su efecto de inteligibilidad como tal.
Sin embargo, dentro de los contextos en que un sujeto transita y “asume” el compromiso performativo
para experimentarlo, surgen actos intencionales comandados por un tipo de soberanía individual. Esto
es la capacidad de agencia del sujeto. La continuidad o la transformación de las normas de inteligibilidad
social. Tal capacidad de agencia ha de ser entendida más alde la idea del libre deseo determinista y
ubicarla dentro de la repetición de las normas. Dicha capacidad es, por tanto, maneras de actuación y de
transformación de la normatividad de los contextos socioculturales en los que un sujeto transita. Una
serie de posibilidades en posibles marcos de intelección que no se pueden eliminar de manera
voluntaria. La desposesión entonces considera la pérdida de la agencia del sujeto y exalta la condición
de ser condicionado por un otro, revelando el carácter relacional de los individuos que, son movidos
hacía y por el otro. Este sentido se presenta una condición externa o un “límite a la autosuficiencia
autónoma e impermeable del sujeto liberal a través de esta nociva aunque necesaria dependencia y
relacionalidad fundamental” (Butler y Athanasiou, 2017, pág.17). Se puede ser desposeído en tanto
sentimos afecciones como tristeza o desesperanza, o por el sufrir alguna pasión, quedando inhabilitados
en el encuentro de nosotros mismos. Esto genera el cuestionamiento de si somos individuos
“autopropulsados y autoconducidos”, sugiriendo que somos movilizados por fuerzas que exceden y se
anteponen a nuestro carácter “deliberativo y racionalmente limitado”. Podemos ser desposeídos en tanto
nos vemos invadidos por la vivencia de una pasión, siendo incapaces de encontrarnos a nosotros mismos
(Butler y Athanasiou, 2017, pág.18).
El proceso de desposesión es entonces un acto forzado, atribuyéndole a “los otros” ser la “fuentede
nuestros sentimientos. Además de ser el sujeto un ser dependiente del entorno social, es un sujeto
19
La performatividad es una “práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos
que nombra” (Butler, 1993, pág.18).
pág. 4083
vulnerable a las violencias normativas y, en ocasiones, estas vulnerabilidades se ven exacerbadas y
explotadas políticamente. La desposesión, en pocas palabras, es el gobierno de la intimidad. El
advenimiento de una tecnología de poder para controlar el funcionamiento de la economía afectiva. La
institución de un biomodelo o un modelado preventivo de la emotividad con el que se debe de medir el
valor de biográfico, los éxitos y fracasos, la magnitud del desarrollo psíquico y emocional, sus
condiciones de producción, de distribución y las situaciones para su recepción.
La desposesión, en este sentido, es una condición del sujeto (estudiante) impuesta por la violencia
normativa y normalizadora (del aparato escolar) para determinar los términos de un tipo de subjetividad
(precaria), de un tipo de supervivencia (mínima) y del establecimiento de los rasgos emocionales
(específicos) de lo vivible. La desposesión implica la inscripción del individuo a las estructuras del
poder (sutil) de lo social normativo, donde la performatividad que desarrolle le abre (o no) una vía de
aparición en el espacio público. La performatividad aquí se presenta como un acto de aparición política
(correcta), y es definida por cierta inteligibilidad cultural (lo emocional positivo) que regula la
distribución de la vulnerabilidad (Butler y Athanasiou, 2017, pág. 16). La desposesión, en pocas
palabras, es el gobierno de la intimidad. El advenimiento de una tecnología de poder para controlar el
funcionamiento de la economía afectiva desde un sentido ético y sanitario.
Si las emociones definen el espacio de acciones posibles de realizar, entonces las emociones constituyen
un aspecto de mayor relevancia para facilitar la agencia de los estudiantes. Al favorecer o limitar
acciones de una cierta clase según sea la emoción que las sustente, es instituir una técnica de gobierno
de para el control de su intimidad, esto es, utilizar políticamente sus emociones para aumentar y
mejorar su desempeño escolar y transformarlos en un recurso más del capital humano necesario para la
economía neoliberal. Un determinado estado emocional que insta a desarrollar competencias
emocionales para su evaluación. El ethos de un Yo-terapéutico que recalca en el desarrollo de su
interioridad un sentido con tono moralizante.
La desposesión sucede a través lenguaje. Y se ejerce por medio de las técnicas de gobierno de sí y sus
discursos de verdad. Y funciona como un medio dinámico para experimentar, expresar y definir las
categorías que pueden establecer qué tipo de acción puede considerarse un “problema emocional” y
brindar los marcos de inteligibilidad para otorgarles sentido y restringir los modos en que las emociones
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son expresadas y manejadas. Todo discurso, incluyendo el discurso emotivo, al producirse en un
contexto social y relacional, adquiere cierto sentido, y, al mismo tiempo, es ahí donde procesos,
acciones y efectos del discurso (emotivo) pueden condicionarse.
Sin embargo, las emociones como construcción social o supeditadas al entorno social, no es solo una
experiencia que toma sentido al expresarse por medio del lenguaje, sino también es considerarla como
una actividad cognitiva. Es decir, involucra en su manifestación procesos de conocimiento y
entendimiento, por lo que, siendo así, este tipo de emociones, tendrían un rol activo en el proceso racional
de los seres humanos. Tal carácter cognitivo de este tipo de emociones implica, en mayor o menor grado,
que el individuo sea capaz de conocer, entender o evaluar lo que se siente. Esto significa que estas
emociones hacen referencia al componente cognitivo, es decir, el pensamiento, el juicio, las creencias
como su componente principal. Y esto hace referencia a que las emociones están condicionadas por la
forma en que se percibe y se evalúan las circunstancias para encajar dentro de los límites de lo que puede
ser puesto en los discursos.
Un ejemplo de los discursos de la educación emocional que fomentan el proceso de desposesión, y que
es además una de sus principales suposiciones, es el argumento de que todos los problemas son por falta
de capacitación individual o por características personales que deben ser “mejoradas” (Menéndez, 2018).
Un discurso para legitimar que los fracasos escolares son exclusivamente responsabilidad de los
alumnos por la incapacidad de regular correctamente sus emociones (Cabanas e Illouz, 2019). Una
culpabilización que reduce a cualquier tipo de problema y sus posibles soluciones a una narrativa de la
personalidad y al desarrollo de competencias como el autoconocimiento y la autorregulación, sin
considerar los diversos factores estructurales que pueden determinarlos.
Ignorar las dimensiones socioeconómicas, institucionales y sociales y pensar que las problemáticas solo
dependen de un trabajo terapéutico del Yo, legitima una lógica reduccionista y paradójica sobre la
experiencia emocional. Reduccionista, porque solo plantea soluciones emocionales a problemas de
índole material, emocionalizando problemas sociales que se presentan de manera estructural, y,
paradójica, porque aunque se presenta como un discurso educativo para mejoras sociales, tal discurso,
es el responsable del debilitamiento de los lazos entre el Yo y los otros al instaurar un tipo de
subjetividades que se conciben a sí mismas en términos de víctimas o supervivientes de todo cuanto les
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sucede y que se preocupan autorreferencial y obsesivamente por su bienestar emocional, lo que las aparta
de cualquier implicación con el mundo social, político y natural que las rodea.
De esta forma, convertirse en un estudiante desposeído involucra una dinámica compleja en el ámbito
afectivo, psíquico y político, relacionada con los procesos de subjetivación que, como técnica
gubernamental, la educación emocional, configura desde el mundo de vida escolar. Un dispositivo
legítimo que ha desprovisto a los estudiantes de la habilidad de tener algún tipo de control sobre sus
vidas, pero al mismo tiempo, negados de la conciencia de estar bajo un sistema de dominación que toma
forma de motivación, en iniciativa, deberes, valores y competencias para alcanzar proyectos de vida. La
desposesión en tal sentido toma la forma de una relación de dominación para conducir cortésmente la
optimatización del cuerpo-estudiante. Sus acciones concretas son a través de la concesión de la actividad
política y la apropiación de sus capacidades como recurso de valorización (es decir para sacar
ganancias).
El Yo-terapéutico representa a un tipo de estudiante vulnerable, en el sentido de ser incapaz de dirigir
su vida de forma autónoma. Un estudiante que se instituye desde una compleja paradoja. Mientras se
pretende enseñarle de que pueda hacerse cargo de su vida y desarrollarla como un proyecto a partir de
ser inteligente emocionalmente, al incidir en su carácter falible y patologizar una multitud de sus
comportamientos, lo que realmente sucede, es su producción como sujeto victimista e irresponsabilizado
de mismo. La educación emocional, en tal sentido, está ayudado a construir un Yo disminuido que
sufre de un déficit emocional, pero que posee una conciencia permanente de su vulnerabilidad.
CONCLUSIONES
Hablar abiertamente de las emociones en los procesos de enseñanza y aprendizaje puede parecer un gran
avance educativo e incluso plantearse en términos de innovación, pero un análisis exhaustivo de su
trasfondo político permite ver que es tan solo una respuesta a los intereses simbólicos y materiales de la
economía de mercado. La aparición de otra forma de manipulación y de control tanto individual como
colectivo. En la medida en que la educación emocional representa un lenguaje del Yo cualitativamente
nuevo, con él han emergido otros códigos de entendimiento de las dimensiones emocionales dentro de
las aulas, una relación entre los agentes educativos que opera bajo un sentido de cortesía. Un acto cortés
consiste en fingir que se quiere hacer lo que el otro quiere que se haga. Por tanto, la educación emocional
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como una “educación cortés” se basa en un disimulo, aun sabiendo que todos los valores y factores son
relativos, flexibles y variables, al buscar poner en ellos un orden que oriente a las emociones, los
sentimientos y los afectos de su situación natural a ciertas conductas, es instaurar un sentido político
(hacia los estudiantes), desde una organización de una relación de poder unilateral (la institución a través
del profesor) para asegurar un estado de dominio objetivo, más que a un proceso o una práctica
eduactiva.
Toda civilización tiene instituciones y recursos que difuminan y encarnan su visión ontológica. La
escuela, como una de ellas, es una plataforma cultural para el desarrollo de la subjetividad neoliberal que
se enfoca en educar al cuerpo y sus potencias, y así formar al sujeto estudiante no como un sujeto
político, sino ético. Una sucesión de performances y desbordamientos retóricos como parte de un
sistema de body-opportunities que resultan ser una especificidad de entrenamiento corporal y emocional
desde un carácter prescriptivo para exigir y demostrar emociones “positivas” como parte del desempeño
y el éxito escolar, sin embargo, tal prescripción es un acto desposesión para conducir cortésmente al
estudiante a la optimatización de su actividad política en un acto de limitación de sus capacidades. En
tal sentido, estas técnicas de gobierno de emocionales, al ser un nuevo proceso de subjetivación
política, ponen en discusión no solo lo que sucede en las aulas contemporáneas sino las formas mismas
de la vida de los estudiantes.
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