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Por último, la aplicación de procesos pedagógicos integradores no es un esfuerzo puntual, sino un viaje
continuo que requiere reflexión y adaptación permanentes. Es preciso recabar regularmente la opinión
de los estudiantes, el profesorado y los servicios de apoyo e incorporarla a la práctica. Al seguir
respondiendo a las necesidades cambiantes de los estudiantes con dificultades de aprendizaje, las
instituciones de enseñanza superior pueden garantizar que sus prácticas educativas sigan siendo
pertinentes y eficaces (Núñez, 2021). Por lo tanto, la búsqueda de la inclusión no sólo se alinea con la
equidad educativa, sino que también refleja un compromiso más amplio para fomentar la diversidad y
promover el éxito de todos los estudiantes en la educación superior.
A medida que las instituciones se esfuerzan por establecer procesos pedagógicos integradores, la
colaboración con partes interesadas externas adquiere cada vez más importancia. Las asociaciones con
organizaciones especializadas en problemas de aprendizaje pueden proporcionar valiosos recursos,
formación y apoyo. Estas afiliaciones suelen dar lugar a mejores prácticas compartidas y al intercambio
de ideas que fomentan la innovación en la enseñanza y el aprendizaje (Berrezueta, 2023). Al colaborar
con especialistas en este campo, los educadores pueden profundizar en el conocimiento de estrategias e
intervenciones eficaces que pueden aplicar en sus propias aulas y, en última instancia, mejorar la
experiencia educativa de los alumnos con dificultades de aprendizaje.
Además, nunca se insistirá lo suficiente en la importancia de una comunicación transparente entre los
estudiantes, el profesorado y los servicios de apoyo. Los estudiantes con dificultades de aprendizaje
deben sentirse capacitados para compartir sus necesidades y preferencias con los profesores,
permitiendo a los educadores realizar ajustes informados en sus estilos de enseñanza y en el contenido
del curso. Establecer canales claros para esta comunicación no sólo fomenta un sentimiento de
confianza, sino que también mejora el compromiso de los estudiantes (Moreira et al., 2023). Cuando los
estudiantes participan activamente en los debates sobre sus necesidades de aprendizaje, es más probable
que se sientan dueños de su trayectoria educativa, lo que se traduce en mejores resultados académicos.
Además del apoyo académico, las instituciones deben reconocer la importancia de la salud mental y el
bienestar emocional de los estudiantes con dificultades de aprendizaje. La transición a la educación
superior puede ser especialmente difícil para estas personas, que pueden enfrentarse a niveles elevados
de ansiedad o dudas sobre sí mismas derivadas de experiencias educativas anteriores (Llivichuzhca,