Escenarios y contradicciones del turismo en un �rea natural protegida: el caso de Celest�n Yucat�n, M�xico

 

Itzel Rubi D�az Tinoco

[email protected]

CIESAS Peninsular, M�rida M�xico

 

Manuel Pinkus Rend�n

[email protected]

UADY, M�rida M�xico

 

 

RESUMEN

Una de las aportaciones m�s importantes en materia ambiental durante la segunda mitad del siglo XX, fue la declaraci�n de la necesidad de tomar acciones ante los da�os que la industrializaci�n estaba causado en el planeta. Es as� que surgen pol�ticas p�blicas relacionadas con la b�squeda de la protecci�n ambiental, entre ellas, las que se relacionaron directamente con la b�squeda de la protecci�n y el resarcimiento del medio ambiente. El ecoturismo surge entonces como alternativa de desarrollo coadyuvante a dichos fines, sin embargo, existen �reas Naturales Protegidas, que, por sus caracter�sticas f�sicas y su posici�n geogr�fica, dificultan el manejo de los planteamientos sobre sustentabilidad. Nuestro caso particular de estudio plantea las contradicciones en el manejo de una reserva ecol�gica cuando se conjuga el turismo de playa, con los fines de la conservaci�n por medio del ecoturismo.

 

Palabras clave: desarrollo sustentable; ecoturismo; turismo de playa; �reas naturales protegidas; reserva de la bi�sfera r�a celest�n


Scenarios and contradictions of tourism in a protected natural area: the case of Celest�n Yucat�n, Mexico

 

 

ABSTRACT

One of the main contributions in enviromental matters during the second half of the 20th century was deal with the damage that industrialization had been causing to the planet. The ecoturism became seen as an alternative development contributing to these ends, however, there are Protected natural �reas, which their geographical characteristics, as a matter of fact, dificult the management of an ecological reserve. That is the case of our investigation.

 

Keywords: sustainable development; ecoturism; beach tourism; natural protected areas; biosphere reserve ria celest�n

 

 

 

Art�culo recibido:� 02 noviembre. 2021

Aceptado para publicaci�n: 28 noviembre 2021

Correspondencia: [email protected]

Conflictos de Inter�s: Ninguna que declarar


INTRODUCCI�N

El ecoturismo es conocido por ser una alternativa de desarrollo econ�mico que contempla la utilizaci�n de los recursos ambientales y paisaj�sticos en zonas estrat�gicas, cuya biodiversidad se encuentra dentro de una declaratoria de protecci�n. Este tipo de turismo requiere medidas espec�ficas y estrictas de conservaci�n encaminadas al bajo impacto, y a la oportunidad de regeneraci�n ecosist�mica, buscando, ante todo, la disminuci�n de la huella ecol�gica.

Asimismo, el ecoturismo busca la vinculaci�n de poblaciones vulnerables, cuya ubicaci�n geogr�fica cercana, o inmersa en una zona protegida, limita la posibilidad de aprovechamiento de los recursos naturales. En M�xico, gran parte de las �reas Naturales Protegidas se encuentran directamente relacionadas con poblaci�n ind�gena, cuya cosmovisi�n y conocimientos bioculturales se han convertido en un asunto asociado a la limitaci�n y restricci�n por parte de las autoridades ambientales. De tal manera que el Estado se ha visto en la necesidad de crear mecanismos de subsistencia y proyectos de desarrollo encaminados como alternativa de supervivencia para estas poblaciones.

�Por su parte, el turismo de playa ha sido part�cipe en la econom�a mexicana desde los a�os veinte del siglo pasado, cuando las costas de Baja California, albergaron a los estadounidenses durante la prohibici�n de bebidas alcoh�licas en su pa�s. Este despertar econ�mico propici� que la primera instituci�n en M�xico destinada propiamente al turismo, se fundara el 16 de septiembre de 1929, por el entonces presidente interino de la Rep�blica Emilio Portes Gil, con el nombre de �Comisi�n Mixta Pro-turismo� (Aguilar y Serrano, 2012:76).

La extensa costa mar�tima del pa�s que asciende a casi 24 mil kil�metros, permiti� el desarrollo del turismo de playa, no s�lo en el norte de M�xico, sino de gran parte de la costa nacional, cuyo desarrollo no se bas� �nicamente en el consumo de alcohol, sino en la creciente idea de disfrute que propiciaba el mar y la arena. Bajo este modelo, dos ciudades despertaron inter�s a nivel mundial: Acapulco, municipio del estado de Guerrero, que tuvo su apogeo a finales de la d�cada de los 40 y Canc�n, municipio de Quintana Roo, que tuvo su despertar como polo tur�stico a finales de los a�os 70, del siglo XX, gracias a la iniciativa del Banco de M�xico para activar la econom�a en el sur del territorio nacional.�

Hacia finales de la d�cada de 1960, empez� a pensarse en el Banco de M�xico en la posibilidad de crear polos de desarrollo tur�stico que contribuyeran a la captaci�n de divisas y a estimular el desenvolvimiento econ�mico de zonas aisladas o atrasadas del pa�s. [�] La idea se concret� institucionalmente en el a�o de 1969, mediante la creaci�n del Fondo de Promoci�n de Infraestructura Tur�stica (INFRATUR). (Ortiz, 2009:1)

Como se puede observar, el Banco de Mexico, que en general es un organismo aut�nomo, tom� la atribuci�n de buscar el desarrollo econ�mico el pa�s por medio de la inversi�n e intervenci�n en la agenda p�blica. Si bien dichas atribuciones no correspond�an como tal a la instituci�n, El Banco de M�xico opt� por buscar detonadores econ�micos en terrenos poco o nada explorados.

M�xico era entonces �se habla de finales de la d�cada de 1960- y lo sigue siendo, un pa�s con m�ltiples carencias y atrasos. Una forma de acelerar el avance econ�mico de la naci�n era creando las bases para que prosperara la iniciativa individual y la empresa privada. En ese �mbito se ubicaba el afianzamiento de la estabilidad de precios a cargo del Banco de Mexico, el instituto central del pa�s (Ortiz, 2009:19)

Si bien la construcci�n de Canc�n atiende a efectos meramente econ�micos que terminaron por convertirse en el impulsor para otras latitudes de la rep�blica a nivel mundial, tambi�n se observa la contemplaci�n del sector tur�stico como una parte activa de la econom�a mexicana, la cual no tom� en cuenta la cuesti�n ecol�gica, a pesar de tratarse de �reas naturales no urbanizadas, selva virgen y espacios poco tratados por el hombre. �Los pioneros desarrollistas de Canc�n [�] pensaron en ese punto del territorio nacional no por razones ecol�gicas sino movidos por una obra de gran beneficio colectivo. Una forma de impulsar el progreso material del pa�s era mediante la creaci�n de polos de desarrollo tur�sticos� (Ortiz, 2009: 2)

Lo que menciona el autor coincide con la idea desarrollista que comenzaba a gestarse a principios de los a�os setenta. A pesar de que pocos a�os antes, los organismos internaciones ya contemplaban la idea de la necesidad de la conservaci�n ambiental y el desarrollo sustentable, la realidad mexicana se encontraba en una disyuntiva entre la necesidad de activaci�n econ�mica, los acuerdos internaciones referentes a la conservaci�n y la incipiente idea de la preocupaci�n ecol�gica, la cual no parec�a en ese entonces ser una cuesti�n que� pudiera preocupar a la realidad paisaj�stica de las playas poco o nada explotas.

La colindancia entre el estado de Quintana Roo, con el estado de Yucat�n (estado de la rep�blica donde de se encuentra nuestra zona de estudio) propici� el transito tur�stico de un lugar a otro, dando Yucat�n, las opciones de turismo arqueol�gico con la extensa variedad de pir�mides y templos mayas, adem�s del corredor de cenotes subacu�ticos. Si bien, las aguas del mar de la costa yucateca, carecen del color turquesa caracter�stico del caribe mexicano, la cercan�a entre ambos puntos ha impulsado el desarrollo tur�stico de las playas yucatecas en los �ltimos a�os, propiciando sobre todo un turismo local y nacional, en las m�s de 15 playas que alberga el estado, siendo la playa de Celest�n, la m�s alejada del corredor de playa yucateco, por su colindancia con el estado de Campeche, con quien comparte una parte del pol�gono de la Reserva de la Bi�sfera R�a Celest�n.

La Larga tradici�n y el impulso al turismo en M�xico debido a su contribuci�n como sector terciario, aportando el 8.7% en el a�o 2019, (antes de la crisis pand�mica) ha tenido diversas repercusiones sociales a lo largo del tiempo, como el desarrollo de la educaci�n enfocada a los servicios tur�sticos, as� como a la tecnificaci�n y profesionalizaci�n de los prestadores de servicios.� Sin embargo, no podemos dejar de lado la realidad del turismo desde el aspecto socio-econ�mico, ya que la mayor�a de los hoteles y servicios son el resultado de la inversi�n extranjera y de la explotaci�n de cadenas hoteleras de gama mundial, relegando al trabajador mexicano al desempe�o de las actividades de construcci�n, servicio y mantenimiento.

En ese sentido, existe una desvinculaci�n entre el espacio y el acceso tanto a las actividades productivas para las personas originarias de la zona, que muchas veces se limita a brindar servicio como empleado dentro de los hoteles y restaurantes. Alienando de esta manera, sus recursos naturales y paisaj�sticos de su identidad como lugare�os. Por su parte, el ecoturismo ha buscado en cierto sentido la reivindicaci�n de esas formas de explotaci�n, a trav�s de proyectos de desarrollo que buscan vincular a la poblaci�n originaria con sus recursos naturales y paisaj�sticos, de manera que la explotaci�n con fines tur�sticos este a cargo de los mismos pobladores.

Ahora bien, se debe establecer que el ecoturismo y el turismo de playa persiguen objetivos diferentes. De ah� la contradicci�n que existe cuando el espacio geogr�fico proporciona, adem�s de biodiversidad de flora y fauna protegida, asociada a un turismo sustentable; la posibilidad de realizar pr�cticas relacionadas con el turismo de playa, que se asocia con el disfrute del mar y arena, as� como la idea de confort, vinculada directamente a los servicios hoteleros tradicionales, en donde no se contempla a la sustentabilidad, como elemento central de la actividad tur�stica.

Nuestro caso de estudio se encuentra en dicha dicotom�a, ya que a la par de las declaratorias gubernamentales sobre su conservaci�n, ha aumentado la llegada de turistas con objetivos relacionados al turismo de playa, adem�s de que el n�cleo de asentamientos humanos de la comunidad, tambi�n se encuentra dentro del pol�gono de protecci�n de la Reserva, creando problemas y contradicciones en cuanto al uso de los recursos naturales y las posibilidades de actividades productivas.

ANTECEDENTES DE INVESTIGACI�N

La relevancia ecosist�mica del �rea de Celest�n ha generado gran inter�s por parte de la comunidad acad�mica y cient�fica, tanto mexicana como extranjera. Si bien gran parte de los estudios se enfocan en cuestiones biol�gicas, las relaciones entre comunidad y ambiente desde el enfoque social ha despertado inter�s en los �ltimos a�os, sobre todo al tratar de entender las formas de asociaci�n y las repercusiones que los pobladores han enfrentado desde la declaratoria de reserva ecol�gica. Entre los m�s recientes podemos encontrar estudios relacionados con el impacto que la poblaci�n, autodenominada como pesquera, ha enfrentado ante la inmersi�n nuevas formas de trabajo y el desarrollo del sistema capitalista neoliberal (Pacheco, Lugo y Dom�nguez, 2017).

Otros de los estudios buscaron entender el papel que las mujeres mayas, habitantes de la reserva, desempe�an en cuanto a las actividades econ�micas, as� como sus formas de empoderamiento a partir las reconfiguraciones culturales que las empuja hacia la esfera p�blica (D�az, 2017). Asimismo, (ku, 2017), contribuye a los estudios sociales desde la asimilaci�n de la bioculturalidad de los pobladores y los contrastes con el ecoturismo. La transformaci�n del paisaje, y los cambios vistos desde la percepci�n de los adultos mayores tambi�n fueron tema de estudio desarrollado para entender los cambios en la poblaci�n maya de la reserva, a partir de la declaratoria de conservaci�n (S�nchez, 2017; Aguiar y Contreras 2017).

Asimismo, estudios de corte hist�rico, nos han permitido entender la importancia de la zona desde la �poca prehisp�nica, cuando Celest�n, cuyo nombre significa �espanto de piedra� en lengua maya, fungi� como uno de los principales centros salineros de la pen�nsula, cuando perteneci� al se�or�o maya ah canul. M�s tarde, durante la �poca colonial, Celest�n fue conocido como uno de los principales puertos exportadores de sal, debido a la ocupaci�n de este elemento en otras industrias, como la extracci�n de plata (Alcal�, 2017; Pinkus, 2017; CONANP, 2002).

Contexto geo-hist�rico y legislativo

Las playas y las �reas destinadas al ecoturismo, as� como la zona de asentamientos humanos en Celest�n se encuentran dentro de un �rea natural protegida. Se ubica en el extremo noroccidental de la Pen�nsula de Yucat�n, y actualmente abarca una dimensi�n de 81,482 hect�reas. Su primer acercamiento a la legislaci�n ambiental fue en 1979, cuando se declar� refugio faun�stico.

En ese momento, su objetivo fue brindar protecci�n a especies end�micas de la zona, entre las que se encontraba el flamingo, el gatillo de mar, la gaviota de playa, el venado cola blanca, el jaguar, entre otros (DOF, 1979). Por lo que se levantaron prohibiciones en cuanto al uso del espacio, como la caza y la alteraci�n del ecosistema, lo que inmediatamente se tradujo en la limitaci�n de la poblaci�n originaria en cuanto al uso de sus recursos naturales.

Sin embargo, hasta entonces, no se contemplaba otro tipo de diversidad biol�gica. Esto cambi� en 1983, cuando la idea de conservaci�n traslap� hacia un objetivo de protecci�n geoespacial, al contemplar de manera �ntegra la biodiversidad end�mica de la zona, y ser denominada como �rea Natural Protegida. La necesidad de crear una certeza jur�dica sobre el uso de estas zonas, llev� a la creaci�n en 1988, de la Ley del Equilibrio Ecol�gico y Protecci�n al Ambiente del estado de Yucat�n, la cual tuvo dos modificaciones, la primera en 1993 y la segunda en 1999 (SEDUMA, 2007).

La declaraci�n como �rea Natural Protegida por parte del gobierno, y su caracterizaci�n como Reserva de la Biosfera R�a Celest�n (RBRC) en el a�o 2000, impuls� de manera significativa la creaci�n de proyectos de desarrollo sustentable encaminados al ecoturismo, sin embargo, se debe se�alar que las actividades productivas de la zona, hist�ricamente se hab�an relacionado con la extracci�n de sal y con la pesca, esta �ltima sobre todo desde la d�cada de los a�os setenta del siglo XX, cuando la quiebra de la industria henequenera en el estado de Yucat�n, condujo al desempleo masivo de las plantaciones henequeneras. A consecuencia de esto, el gobierno del estado estimul� la migraci�n hacia las costas yucatecas, como mecanismo de supervivencia, de manera que hubo una transformaci�n en cuanto a la actividad de supervivencia original de los migrantes del interior del estado que se dirigi� a la costa, la cual pas� de la actividad agr�cola a la pesca (Pinkus, 2017).

Sin embargo, para entender el porqu� de la legislaci�n, es importante se�alar algunos aspectos f�sicos y biol�gicos de la zona de estudio, ya que esta se caracteriza por albergar una biodiversidad que contempla manglares, petenes, dunas costeras, selvas medianas y selvas bajas, lo que permite una biodiversidad que alcanza las 549 especies vegetales, 140 especies de peces, 13 especies de anfibios, 64 especies de reptiles, 304 especies de aves, entre locales y migratorias, y 79 especies de mam�feros (LGEEPA, 2002; CONABIO, 2009; CONABIO 2010), lo que justifica la necesidad de su conservaci�n. Asimismo se debe se�alar que seg�n el �ltimo censo de poblaci�n (INEGI, 2010), la reserva cuenta con un total de 7585 habitantes, divido en dos comunidades: Celest�n, municipio del estado de Yucat�n e Isla Arena, en el estado de Campeche.

En ese sentido (Boada y Toledo, 2003) se�alan a M�xico, como uno de los 10 pa�ses con mayor diversidad biol�gica y cultural. De manera que se ha visto con la necesidad de avanzar tanto investigativa, como legislativamente en materia de conservaci�n ambiental. Es as� que se crea una comisi�n especial en el a�o 2000 para salvaguardar el capital biol�gico del territorio nacional. Su objetivo principal se centra en ��mantener la representatividad de los ecosistemas de M�xico y su biodiversidad, asegurando la provisi�n de sus servicios ambientales mediante su conservaci�n y manejo sustentable�� (Pinkus y Pinkus, 2017: 25).

Turismo, ecoturismo y desarrollo sustentable, breve acercamiento a la teor�a

Como parte del entendimiento de la problem�tica que se presenta, es necesario establecer algunos elementos conceptuales. Uno de estos conceptos es el de desarrollo sustentable, ya que es a partir de la idea de la necesidad de su implementaci�n, que se derivan pol�ticas p�blicas encaminadas a su cumplimiento. La cr�tica fundamental que detona la b�squeda del desarrollo sustentable, sienta sus bases en la visibilidad de la degradaci�n ambiental, ocasionada principalmente por la explotaci�n de los recursos naturales y la incansable b�squeda del crecimiento econ�mico.

En ese sentido la econom�a cl�sica y neocl�sica, no contemplaron a la naturaleza m�s que como un elemento para la explotaci�n y el aprovechamiento, sobre todo porque durante el auge de estos tipos de pensamiento econ�mico durante los siglos XVII, XVIII, XIX y mitad del XX, no se visualizaba de manera amplia la finitud de los recursos, y la contaminaci�n generada por el proceso de industrializaci�n.

Si bien, el t�rmino �desarrollo sustentable� se utiliza por primera vez en el informe Nuestro futuro com�n de 1987 (ONU, 2016), El surgimiento de la idea de la necesidad del cuidado y resarcimiento ambiental comienza a tomar fuerza desde la segunda mitad del siglo XX, en un momento �lgido de la historia econ�mica en el mundo, ya que surge en un proceso de cambio de modelo econ�mico a nivel mundial, que pas� de un estado fuerte bajo ideas keynesianas, hacia el des-engrosamiento del estado y la pol�tica econ�mica neoliberal. Esta combinaci�n entre el poder del Estado con el auge de la idea de libre mercado neoliberal, permiti� la creaci�n de mecanismos encaminados a la b�squeda de la sustentabilidad, por medio de pol�ticas p�blicas, sin embargo, la influencia de las ideas neoliberales se conjugaron al buscar la comercializaci�n de los recursos naturales y la b�squeda de su explotaci�n. Al respecto (Leff, 2008: 30-31) menciona que la falta de entendimiento de la ciencia econ�mica respecto a la necesidad de la ruptura de sus paradigmas, los cuales se fijan en la modelaci�n de supuestos bajo el escarnio mecanicista, es lo que lleva consigo la destrucci�n de la posibilidad de sustentabilidad en el planeta, asimismo plantea que ��lo que ha hecho la econom�a ambiental es darle la vuelta al problema generando nuevos conceptos e instrumentos para economizar a�n m�s al mundo y capitalizar a la naturaleza��.

Esta forma de capitalizaci�n de la naturaleza se tradujo m�s tarde a lo que conocemos como ecoturismo. El cual, seg�n (Carballo, 1998) se trata de una actividad recreativa que busca, ante todo, el conocimiento de la naturaleza, su defensa y su conservaci�n. Asimismo, el ecoturismo se caracteriza por la utilizaci�n de la cultura y el paisaje como medio para brindar a las poblaciones vulnerables, un medio de subsistencia. Por su parte (Pinkus, 2017) se�ala que:

Entre las medidas tomadas para regular la actividad del hombre respecto a la conservaci�n sin salir del contexto econ�mico neoliberal y expansionista, surgi� el impulso hacia el ecoturismo, una modalidad de turismo encargada de priorizar el bajo impacto de los ecosistemas; contrario al turismo tradicional, tambi�n llamado turismo de masas, agresivo con el entorno, lo que se puede corroborar, por ejemplo, en la construcci�n de complejos artificiales que ocupan el lugar de espacios naturales y desarrollado por grandes cadenas trasnacionales (Pinkus, 2017: 16).

METODOLOG�A

El presente trabajo de investigaci�n se realiz� como parte de un estudio amplio denominado Impactos del desarrollo ecotur�stico en la econom�a, sociedad, cultura y medio ambiente de los pobladores mayas de la Reserva de la Bi�sfera R�a Celest�n; los casos de Celest�n, Yucat�n e Isla Arena, Campeche, con financiamiento de CONACYT, Ciencia B�sica, durante los primeros cinco a�os y posteriormente, a trav�s de fondos recurrentes y con la incorporaci�n de m�s estudiantes de posgrado, fue a trav�s de ello, que a partir de 2012, hasta octubre de 2020, se continu� realizando dicha investigaci�n, con enfoques espec�ficos, teniendo como eje principal el ecoturismo mediante los paseos en lancha por la r�a y el desarrollo sustentable, as� como tambi�n las contradicciones que se manifiestan en la Reserva debido a la posibilidad y apertura al turismo de playa. El cual dista de la normatividad referente al cuidado del ambiente y el desarrollo sustentable.

Gracias al apoyo y participaci�n de los cooperativistas, se pudo realizar tanto entrevistas semiestructuradas como grupos focales, as� como tambi�n, se emplearon t�cnicas de observaci�n desde diferentes �reas de expertiz. Se utiliz� la t�cnica de bola de nieve como recurso para el acercamiento con los prestadores de servicios y el muestreo por saturaci�n como recurso para identificar a los cooperativistas con mayor conocimiento de los temas a tratar. (Mart�n-Crespo et. al, 2007).

Estas T�cnicas de investigaci�n permitieron la extracci�n de valiosa informaci�n, importante para conocer la estructura� y manejo del turismo de playa, el ecoturismo y las diversas posibilidades econ�micas de los habitantes de la Reserva de la Bi�sfera R�a Celest�n. Entre otros t�picos que no son tratados en el presente art�culo.

Turismo de playa y Reserva de la Biosfera: El caso de Celest�n, M�xico

Los recursos paisaj�sticos que permite el desarrollo del turismo de playa en la Reserva de la Biosfera R�a Celest�n, ha propiciado la creaci�n de cooperativas ecotur�sticas, cuyo objetivo es atender a los turistas que recorren las playas de Celest�n. De manera que bajo el lema del turismo sustentable, tres cooperativas han obtenido los permisos necesarios para brindar servicio en la zona.

Si bien en la Reserva son varios los proyectos ecotur�sticos que se han erguido y fracasado como es el caso de los proyectos que ofrec�an senderismo y observaci�n de aves; un servicio ha podido permanecer a trav�s de los a�os, este es precisamente el recorrido en lanchas. Este servicio se encarga de proporcionar al turista un paseo por la R�a y el manglar con la intensi�n de adentrarlos a la fauna y flora end�mica de la zona.

El impulso de la zona desde la instancia gubernamental hacia la creaci�n de proyectos ecotur�sticos deriva principalmente de la necesidad de salvaguardar la legislaci�n ambiental que la designa como �rea Natural Protegida, sin que esto afecte las posibilidades econ�micas que permitan la generaci�n de recursos bajo la apropiaci�n de su paisaje y sus recursos naturales.

De manera que algunos de los prestadores de servicios tur�sticos fueron capacitados en cuanto al conocimiento del significado y necesidad del desarrollo sustentable y la necesidad de conservaci�n del �rea. Sobre todo despu�s de la publicaci�n del programa de manejo de la reserva de la biosfera en el a�o 2002, el cual se cre� a partir de un an�lisis de la situaci�n socio-ambiental de la reserva, en donde entre otras cosas, se encontr� un inadecuado manejo de los recursos de la zona por parte de los pobladores que hab�an encontrado en los recorridos en lancha, un ingreso extra a su actividad principal: la pesca.

De igual forma se debe se�alar que antes de la publicaci�n del programa de manejo, la utilizaci�n de los elementos del entorno era una actividad com�n en la poblaci�n, de manera que era parte de cotidianidad el desmonte y el derribamiento de �rboles para construir viviendas, as� como el internamiento cada vez m�s profundo a la zona n�cleo de la reserva, la cual debe permanecer totalmente fuera del tr�nsito regular de las poblaciones humanas.

La belleza paisaj�stica de Celest�n propici� desde los a�os 70 del siglo XX, un incremento en el flujo transitorio, a pesar de que se sit�a a poco m�s de 100km de la capital del estado. Sin embargo, tanto la calidez de sus playas como los avistamientos de Flamingo rosa, no impiden desde entonces, un flujo constante de visitantes tanto locales, como nacionales e internacionales.

Cabr�a entonces la pregunta �Qu� motiv� el fracaso de los proyectos ecotur�sticos no relacionados con el acceso a la R�a? Luego de las diversas entradas a campo, se pudo observar una particularidad que podr�a ayudar a resolver este cuestionamiento. Si bien la zona est� declarada como un �rea Natural Protegida, la realidad observada muestra que son pocos los turistas que reconocen a la zona como un espacio que busca la protecci�n y cuidado ambiental. La idea predom�nate recae en el avistamiento de flamingos como una atracci�n extra a la principal, la cual se relaciona con el turismo de ocio y playa.

Adem�s de la informaci�n proporcionada por los paseantes, se pudo observar contaminaci�n en las zonas de embarque, como botellas de pl�stico y envolturas de comida chatarra. Lo que refleja la poca concientizaci�n sobre la necesidad de la conservaci�n del �rea, de manera que los proyectos ecotur�sticos que no contemplan la interacci�n con el agua, muy dif�cilmente son considerados como parte del recorrido tur�stico.

Esto porque que si bien, el recorrido en lancha se justifica como atractivo de contemplaci�n de aves, al acercar las lanchas a las �reas de descanso y alimentaci�n de los flamingos, el punto final de los recorridos recae en la permanencia para nadar en un atractivo ojo de agua, en d�nde converge el agua dulce, con el agua de mar. Por lo que es com�n que, adem�s de los recursos indispensables para la contemplaci�n de aves, algunos turistas ingresen hileras con bebidas y alimentos a estas zonas protegidas. Cabe se�alar que en los primeros a�os de realizaci�n de esta actividad, eran los mismos prestadores de servicios los que proporcionaban algunos recursos de este tipo durante los paseos, sin embargo la responsabilidad de lidiar con el estado de ebriedad de los turistas, as� como la posterior regulaci�n y reglamentaci�n por parte del estado, sumaron a la eliminaci�n de dicha pr�ctica.

Una cuesti�n interesante en este punto, recae en la competencia interna entre los tres diferentes grupos de prestadores de servicios de paseos en lancha. Debido a que los otros proyectos ecotur�sticos fracasaron a pesar de la inversi�n y los diversos apoyos para la creaci�n de las cooperativas por parte del estado y de organismos internacionales, la oferta de servicio de paseos ha aumentado. Esto genera una continua competencia por atraer a los clientes, en algunos casos, se deja de cobrar el impuesto de derecho ambiental como incentivo para ganar la preferencia de los clientes. Lo que nos refleja dos cuestiones, la primera es que a pesar de que algunos prestadores de servicios tomaron cursos de capacitaci�n sobre conservaci�n, parece que las cuestiones econ�micas y la captaci�n de recursos tiene un peso mayor dentro de la visi�n de los pobladores. Por el otro lado, la aceptaci�n de los turistas de estos incentivos, tambi�n refleja que su objetivo al visitar Celest�n, no recae en hacer ecoturismo, a pesar de ser un �rea Natural Protegida, sino m�s bien disfrutar del turismo de playa y aprovechar entre tanto, otras atracciones que proporciona el lugar.

El problema que representa para la Reserva el hecho de que los prestadores de servicios no cobren la cuota de derecho ambiental, genera dos problemas graves. El primero recae en la falta de concientizaci�n que los turistas pueden adquirir en cuanto al cuidado ambiental y el reconocimiento del �rea como una zona protegida. Ya que de hacerlo en el futuro podr�a crear una consciencia colectiva sobre la importancia de la conservaci�n. Y, en segundo lugar, la falta de cobro de este impuesto, el cual se maneja por medio de un tiquete o una pulsera otorgada por la CONAMP, ocasiona la generaci�n de datos err�neos correspondientes al monitoreo que se realizan sobre la capacidad de carga de la reserva que se realiza para evitar la sobre explotaci�n.

Lo que observamos resulta una muestra de la problem�tica que se presenta cuando se combina el turismo de playa con el ecoturismo, ya que el primer objetivo no recae en la b�squeda de la apreciaci�n y visita responsable de las zonas protegidas, sino en un complemento ex�tico al turismo de playa, el cual resulta el objetivo principal. Algunos autores como Leff o Mart�nez Alier, entre muchos otros�� hablan no solo de la ruptura entre la idea original que se plante� para el ecoturismo, ya que, en diferentes estudios, se ha constatado que los proyectos, no solo no cumplen con los objetivos de conservaci�n de las �reas Naturales Protegidas, sino que, adem�s, los beneficios econ�micos a costa de la explotaci�n no son los esperados. Tambi�n han observado las contradicciones entre la econom�a hegem�nica y la b�squeda de conservaci�n.

�Nos enfrentamos a consecuencias ambientales posiblemente irreversibles, debido a la sobre carga en cuanto a la capacidad de amortiguamiento, adem�s del aumento de los desechos org�nicos, inorg�nicos y residuales de aguas negras en estas �reas de conservaci�n. Un ejemplo de ello se encuentra precisamente en nuestra zona de estudio, donde existe un vertedero que se mantiene encendido de manera constante, este se encuentra a pocos kil�metros del puerto de abrigo de las embarcaciones pesqueras, el cual tambi�n se encuentra en un evidente estado de contaminaci�n, tanto de las v�sceras de los peces, como de desechos inorg�nicos que se observan flotando en el agua. Asimismo, existe una gasolinera a las orillas del lugar, en donde se expende gasolina para las embarcaciones que se dirigen a pescar o a los recorridos ecotur�sticos, esto sin el cuidado necesario para evitar que los desechos, tanto de los aceites como de la gasolina lleguen al mar.

La idea que encamina la b�squeda del crecimiento econ�mico no ha podido dejar fuera de su objetivo la explotaci�n de los recursos naturales, incluso los que se encuentran dentro de las �reas Naturales Protegidas. Su explotaci�n no solo se ha impulsado, sino que se ha institucionalizado y academizado a consecuencia de la fuerte presi�n que ejerce la rama econ�mica del turismo en M�xico.

Si bien no son pocos los estudios que han demostrado el da�o que la falta de regulaci�n y atenci�n en estas �reas provoca, lejos de restablecer una pol�tica de protecci�n, los proyectos �ecotur�sticos� han proliferado en los �ltimos a�os, sobre todo al ser �stos, posibles receptores de diversos apoyos gubernamentales, como parte de una continua campa�a de impulso a la conservaci�n que hasta ahora no ha podido cumplir con sus objetivos.

Nuestro caso particular de estudio, La Reserva de la Biosfera R�a Celest�n, resulta tan solo uno de los ejemplos en los que la apertura al ecoturismo no ha representado un cambio sustancial entre las ventajas econ�micas para los pobladores, como la conservaci�n ambiental. Lo cual se refleja no solo en el desconocimiento de los prestadores de servicios de la importancia de seguir los lineamientos en cuanto al uso del paisaje de la reserva, lo que se observ� en la negativa, en algunos casos, de cobrar por el derecho ambiental. Sino que tanto la R�a como el puerto de abrigo presentan un estado de contaminaci�n de s�lidos y de inorg�nicos avanzados. En el caso del puerto de pescadores resulta dif�cil la respiraci�n con normalidad, debido a los olores f�tidos que desprende. Este mismo punto, tambi�n representa un riego de contaminaci�n por combustibles, debido a la inmediata cercan�a de la gasolinera principal con el mar.

Cabe se�alar que si bien algunos prestadores de servicios mencionaron la obtenci�n de cr�ditos para la obtenci�n de motores ecol�gicos, este implemento no parece ser una obligaci�n, ya que la mayor�a de las lanchas carece de aditamentos para la contenci�n de ruido y vibraci�n para evitar la perturbaci�n de especies marinas end�micas. Asimismo, resulta alarmante la manera de los aproximamientos a las aves por parte de las lanchas, las cuales muchas veces ocasionan la emprendida del vuelo de los flamingos que se encuentran descansando o aliment�ndose en la zona.

Sobre este tema� cabe resaltar la existencia de un servicio nocturno de avistamiento de aves, el cual no se realiza por las cooperativas de los pobladores de Celest�n, sino que es el resultado de un servicio ofrecido por uno de los hoteles de media-alta gama de la zona, el cual, maneja un concepto que se promueve como eco-chic, en donde se presenta el tema de lo ecol�gico y sustentable al cliente como alternativa de contacto con la naturaleza sin perder las atenciones que un hotel de gama media-alta puede ofrecer.

Asimismo, los comercios, restaurantes y hoteles que se encuentran en la poblaci�n de Celest�n, mantienen el impulso del turismo de playa antes que la noci�n del turismo ecol�gico. Lo que se observa en la venta y promocionales que destacan las bebidas alcoh�licas, los utensilios pl�sticos e inflables para utilizar en el mar. Provocando con esto, una explosi�n de desechos potenciales que se mantendr� en las aguas y el vertedero local.

CONCLUSIONES

El presente texto nos permiti� vislumbrar el transitar del turismo desde sus primeros intentos por establecerse como una forma de captaci�n s�lida de recursos. A partir de la d�cada de los a�os 20 del siglo pasado, algunas cuestiones circunstanciales motivaron la contemplaci�n del turismo como una actividad econ�mica con un fuerte potencial. No se puede negar que las ideas sobre la posible escalada de esta actividad rindieron frutos, impulsando al pa�s como un destino tur�stico internacional desde los a�os 40 con centros vacacionales como la bah�a de Acapulco.

La apertura de Canc�n como polo tur�stico y de crecimiento, poco a poco se conjug� con los atractivos del resto de la pen�nsula de Yucat�n, lo que atrajo turismo que no solo acud�a a observar al estado como poseedor de vestigios arqueol�gicos importantes, sino que tambi�n hab�a una fuerte relaci�n con las actividades acu�ticas, tanto por sus cenotes como por sus playas. Celest�n es una de ellas, sin embargo, observamos que, en la misma d�cada, mientras Canc�n, era impulsado como destino tur�stico de playa, Celest�n estaba siendo catalogado como �rea de protecci�n ambiental. Esto cre� una fuerte diferenciaci�n entre las posibilidades econ�micas tanto de Canc�n como las de Celest�n, ya que la reglamentaci�n ambiental al proteger el �rea, comenz� con las limitaciones y adecuaciones para salvaguardar la zona. Mientras que, en Canc�n, al carecer de protecci�n, deton� una amplia industria hotelera.

Celest�n por su parte, tuvo que conformarse con una nueva ola desarrollista que comenzaba a hacerse camino en el medio. El llamado ecoturismo, el cual, como se mencion�, trataba sobre todo la b�squeda de la conservaci�n del �rea, pero al mismo tiempo buscar el desarrollo econ�mico. Sin embargo, a 50 a�os de los inicios de la conservaci�n la cual comenz� en los setentas cuando la zona se declar� como �rea de protecci�n al flamingo rosa, nos encontramos con una poblaci�n que a�n no interioriza la importancia de la conservaci�n, y un turismo que, bajo la idea que la colectiva que asocia las playas, no contempla en su totalidad la diferencia entre el turismo de playa y el ecoturismo.

Resulta entonces necesaria la b�squeda de una alternativa que permita vincular al turista con la conservaci�n, al mismo tiempo que el poblador y el prestador de servicios ecotur�sticos contemple al ecoturismo como fuente de apoyo econ�mico, el cual debe regularse, y atenderse, sin esperar en s� un despunte econ�mico similar a otras regiones costeras del pa�s.

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