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es la utilización de las diversas plataformas virtuales y tecnológicas como medio para agredir a una
persona de manera reiterada y con ensañamiento a través del tiempo. Así también los señalamientos de
Alvites (2019), sobre el uso de la tecnología como medio para la emisión de mensajes de textos, audios,
la publicación de fotografías y videos difundidos por las redes sociales, sin permiso de sus autores y
con la intención de ridiculizar o con otros fines negativos.
Así también se tomó el modelo de O’Connell (2003), el cual presenta de manera secuencial los diversos
estadios y elementos persuasivos que sigue el abusador para acosar a las víctimas. Otro aporte fueron
las características presentadas por el European Online Grooming Project (EOGP) Final Report. Webster
et al., cuyo modelo incluye la vulnerabilidad del delincuente; cómo es la exploración que lleva a cabo;
la identidad; el contacto; la intensidad y el resultado. Finalmente se asume el modelo de Elliott (2017),
basado en la teoría del control y los enfoques de autorregulación del comportamiento, asume un
protagonista dirigido a un objetivo y comprende dos fases distintas, a saber, (1) una fase inicial de
potencialidad que involucra cuatro procesos de comportamiento (construcción de relaciones,
incentivación, desinhibición y gestión de la seguridad) para construir un entorno favorable a la
probabilidad del logro de la meta y (2) una fase de divulgación en la que se introduce información
relevante para el objetivo de manera sistemática y controlada con el fin de desensibilizar al objetivo.
Posteriormente, se establecieron las orientaciones pertinentes para contribuir con los violentados a
solventar el problema que están sufriendo. Estos resultados están en similitud a los planteamientos de
Medrano et al. (2018), quienes alegaron que, las consecuencias que ocasiona el cyberbullying están: en
primer lugar, la persecución a la cual la víctima ha sido sometido, también se refleja los sentimientos
de inferioridad, baja autoestima, miedo, desánimo en la ejecución de las actividades, ansiedad, estrés,
ideas suicidas, desorden de atención, nerviosismo, irritabilidad, y una imagen propia negativa. Ruíz et
al. (2019), amplió las consecuencias, afianzando que la ansiedad social que despierta este tipo de acoso
se ha convertido en un problema psicológico que permite determinar el comportamiento interpersonal,
el cual incluye el miedo a la evaluación negativa, evitación social general y específica, nuevas
situaciones o nuevas personas.
De igual manera, los resultados guardan relación con el estudio de Ibarra (2017) al sostener que sería
prudente que las instituciones educativas re-signifiquen el valor de las escuelas de familia, que brinden