EL SUICIDIO RELACIONADO CON
PROBLEMAS DE PAREJA
SUICIDE RELATED TO RELATIONSHIP PROBLEMS
Mardonio Aguirre López
Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo - México
Dra. Rebeca María Elena Guzmán Saldaña
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo - México
Dr. Luis Israel Ledesma Amaya
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo - México
pág. 9715
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i4.13127
El Suicidio Relacionado con Problemas de Pareja
Mardonio Aguirre López
1
ag306441@uaeh.edu.mx
https://orcid.org/0009-0007-8063-4140
Instituto de Ciencias de la Salud de la
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
Pueblo San Juan Tilcuautla, Hidalgo, México.
Dra. Rebeca María Elena Guzmán
Saldaña
rguzman@uaeh.edu.mx
https://orcid.org/0000-0003-0877-4871
Universidad Autónoma del Estado de
Hidalgo, Pueblo San Juan Tilcuautla,
Hidalgo, México
Dr. Luis Israel Ledesma Amaya
luis_ledesma@uaeh.edu.mx
https://orcid.org/0000-0002-2780-272X
Universidad Autónoma del Estado de
Hidalgo, Pueblo San Juan Tilcuautla,
Hidalgo, México
RESUMEN
El presente estudio evaluó el impacto de problemas de pareja en el estado mental y el riesgo de suicidio
en 120 participantes mediante un cuestionario estructurado. Los resultados indican que un porcentaje
significativo de los participantes experimenta sentimientos persistentes de tristeza, dificultades para
conciliar el sueño y pensamientos suicidas, con un alto grado de conflicto en las relaciones de pareja.
Las dificultades en la comunicación, la pérdida de interés en actividades placenteras, y la percepción de
falta de apoyo emocional se asociaron estrechamente con un mayor riesgo de suicidio. Estos hallazgos
subrayan la necesidad urgente de estrategias de intervención y apoyo específico para abordar los factores
emocionales y relacionales que contribuyen al riesgo suicida, y destacan la importancia de enfoques
integrales en la prevención del suicidio.
Palabras Clave: riesgo de suicidio, problemas de pareja, salud mental, apoyo emocional, estrategias de
intervención
1
Autor Principal
Correspondencia: ag306441@uaeh.edu.mx
pág. 9716
Suicide Related to Relationship Problems
ABSTRACT
This study assessed the impact of relationship problems on mental health and suicide risk in 120
participants using a structured questionnaire. The results revealed that a significant percentage of
participants experienced persistent feelings of sadness, difficulty sleeping, and suicidal thoughts,
coupled with high levels of conflict in their relationships. Issues in communication, loss of interest in
pleasurable activities, and perceived lack of emotional support were strongly associated with increased
suicide risk. These findings underscore the urgent need for targeted intervention and support strategies
to address the emotional and relational factors contributing to suicide risk, emphasizing the importance
of comprehensive approaches in suicide prevention.
Keywords: suicide risk, relationship problems, mental health, emotional support intervention strategies
Artículo recibido 19 julio 2024
Aceptado para publicación: 22 agosto 2024
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INTRODUCCIÓN
El suicidio es una de las principales causas de muerte a nivel mundial, y su prevalencia ha aumentado
significativamente en las últimas décadas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS),
aproximadamente 800,000 personas mueren por suicidio cada año, lo que equivale a una muerte cada
40 segundos (OMS, 2019). Este fenómeno complejo y multifacético no solo afecta a los individuos que
lo cometen, sino también a sus familias, amigos y comunidades. Entre los numerosos factores que
pueden contribuir al suicidio, los problemas de pareja han emergido como un factor significativo y
alarmante.
Las relaciones de pareja desempeñan un papel crucial en la vida emocional y psicológica de las personas.
Cuando estas relaciones se deterioran, pueden desencadenar una serie de respuestas emocionales
negativas que aumentan el riesgo de suicidio. Estudios recientes han demostrado que los conflictos de
pareja, la infidelidad, la falta de comunicación efectiva y la violencia doméstica son factores importantes
que pueden llevar a pensamientos y comportamientos suicidas (Johnson et al., 2020; D'Onofrio et al.,
2021). Estos problemas no solo generan estrés y desesperanza, sino que también pueden minar la
autoestima y el sentido de valor personal de los individuos, exacerbando su vulnerabilidad emocional.
Un aspecto crítico que debe ser considerado es la interacción entre los problemas de pareja y los
trastornos mentales. La depresión, la ansiedad y otros trastornos psiquiátricos a menudo coexisten con
conflictos relacionales, creando un ciclo vicioso que puede resultar en ideación suicida y, en última
instancia, en el suicidio. La investigación sugiere que la combinación de estrés relacional y trastornos
mentales puede intensificar significativamente el riesgo de suicidio (Van Orden et al., 2021).
Además, la percepción cultural y social del suicidio y los problemas de pareja puede influir en la forma
en que los individuos manejan estos problemas. En muchas culturas, el estigma asociado con el suicidio
y los problemas de pareja puede impedir que las personas busquen ayuda, lo que agrava aún más su
situación (Ribeiro et al., 2020). Es crucial que las intervenciones preventivas y de apoyo consideren
estas dinámicas culturales para ser efectivas.
El objetivo de este estudio es explorar la relación entre los problemas de pareja y el riesgo de suicidio,
identificando los factores de riesgo específicos y las intervenciones que pueden mitigar este riesgo. Para
lograr esto, se realizó una evaluación exhaustiva de los estados emocionales y mentales de los
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participantes, así como de la naturaleza y gravedad de los conflictos en sus relaciones de pareja. A través
de cuestionarios y entrevistas clínicas, se recopiló una amplia gama de datos que proporcionan una
visión detallada de cómo los problemas de pareja pueden contribuir al riesgo de suicidio.
Los hallazgos de este estudio tienen implicaciones significativas para la práctica clínica y la política
pública. Al identificar los factores de riesgo específicos y las intervenciones efectivas, se pueden
desarrollar estrategias más dirigidas para prevenir el suicidio y apoyar a aquellos que se encuentran en
relaciones conflictivas. En última instancia, este estudio busca contribuir a una comprensión más
profunda de cómo las dinámicas relacionales pueden influir en la salud mental y el bienestar, y cómo
podemos intervenir de manera más efectiva para salvar vidas.
Tipos de problemas de pareja que pueden llevar al suicidio
Las relaciones de pareja pueden ser una fuente de apoyo y bienestar emocional; sin embargo, también
pueden convertirse en una fuente de estrés y conflicto significativo. Diversos tipos de problemas en las
relaciones de pareja han sido identificados como factores de riesgo que pueden llevar a pensamientos
suicidas y, en casos extremos, al suicidio. Estos problemas incluyen conflictos constantes, infidelidades,
dificultades de comunicación y violencia doméstica, cada uno de los cuales puede afectar profundamente
la salud mental y emocional de los individuos involucrados.
Uno de los problemas más comunes y devastadores es la infidelidad. La traición en una relación puede
llevar a sentimientos de humillación, pérdida de autoestima y desesperanza. Estudios recientes han
mostrado que la infidelidad está significativamente asociada con un aumento en la ideación suicida
(Wong et al., 2021). La sensación de traición y la pérdida de confianza pueden desencadenar una crisis
emocional profunda, que a menudo lleva a la depresión y a una disminución del sentido de la vida.
Los problemas de comunicación también son un factor crítico que puede llevar al deterioro de la salud
mental en una relación. La incapacidad de expresar sentimientos, necesidades y preocupaciones de
manera efectiva puede generar malentendidos y conflictos recurrentes. Según Whisman y Uebelacker
(2020), la comunicación deficiente en las relaciones de pareja está asociada con mayores niveles de
estrés y depresión, lo que puede aumentar el riesgo de suicidio. La falta de comunicación efectiva puede
llevar a un aislamiento emocional, donde los individuos se sienten incomprendidos y solos, exacerbando
sentimientos de desesperanza.
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Otro problema significativo es la violencia doméstica, que incluye tanto el abuso físico como el
emocional. La violencia en la relación de pareja no solo causa daño físico, sino que también afecta
gravemente la salud mental. Las víctimas de violencia doméstica tienen un riesgo significativamente
mayor de experimentar ideación y comportamientos suicidas (Devries et al., 2019). El abuso emocional,
que puede incluir manipulación, amenazas y humillación constante, puede ser tan perjudicial como el
abuso físico, generando un ambiente de miedo y desesperación continua.
Además, los conflictos constantes y las discusiones frecuentes en una relación pueden llevar a un
deterioro gradual de la salud mental. La exposición continua al estrés relacional puede provocar ansiedad
crónica y depresión, ambos factores de riesgo para el suicidio (Beach et al., 2021). Las relaciones
conflictivas pueden crear un ciclo vicioso de estrés y malestar emocional, donde las peleas y desacuerdos
constantes minan el bienestar psicológico de los individuos involucrados.
Finalmente, la falta de apoyo emocional en una relación también puede ser un factor de riesgo
significativo. Las relaciones de pareja deben proporcionar un sentido de seguridad y apoyo; sin embargo,
cuando una pareja no ofrece el apoyo emocional necesario, puede llevar a sentimientos de soledad y
desesperanza. La falta de apoyo emocional está relacionada con niveles más altos de depresión y
ansiedad, aumentando el riesgo de suicidio (Rehman et al., 2019).
Estadísticas y datos epidemiológicos
El suicidio es un problema de salud pública de gran magnitud a nivel mundial, y los problemas de pareja
representan un factor de riesgo significativo en este contexto. Las estadísticas y datos epidemiológicos
recientes subrayan la importancia de abordar los problemas relacionales como una vía para la prevención
del suicidio.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente 800,000 personas se suicidan
cada año, lo que representa una muerte cada 40 segundos (OMS, 2021). Entre los factores
desencadenantes del suicidio, los problemas interpersonales, incluyendo los conflictos de pareja, son
frecuentemente citados. Estudios recientes han encontrado que hasta el 40% de las personas que se
suicidan han experimentado problemas significativos en sus relaciones de pareja en los meses previos a
su muerte (Bachmann, 2019).
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En los Estados Unidos, los datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC)
muestran que el suicidio es la décima causa principal de muerte, con tasas particularmente altas entre
hombres de mediana edad. Los conflictos de pareja, especialmente aquellos relacionados con la
infidelidad y la ruptura, son identificados como factores precipitantes en numerosos casos (CDC, 2020).
Además, un estudio de la American Psychological Association (APA) señala que las personas que están
en relaciones conflictivas tienen un riesgo significativamente mayor de ideación suicida y
comportamientos suicidas (APA, 2020).
En Europa, un análisis de datos realizado por la Red Europea de Información sobre el Suicidio y la
Prevención del Suicidio (EUREGENAS) indica que las tasas de suicidio son notablemente altas en
países como Lituania y Rusia, donde los problemas de pareja y la violencia doméstica son comunes
(EUREGENAS, 2019). En el Reino Unido, la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) reporta que el
suicidio es más prevalente en hombres que en mujeres, y los problemas relacionales son citados como
un factor clave en muchos de estos casos (ONS, 2020).
En América Latina, las estadísticas también reflejan una preocupación similar. En México, el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha documentado un aumento en las tasas de suicidio en la
última década, con un incremento notable en los jóvenes adultos. La investigación sugiere que los
problemas de pareja, incluyendo la violencia y la infidelidad, son factores significativos que contribuyen
a este fenómeno (INEGI, 2021). En Brasil, el Ministerio de Salud ha identificado que los conflictos
domésticos son un factor de riesgo crítico para el suicidio, especialmente entre las mujeres (Ministério
da Saúde, 2020).
Los datos también indican que la prevalencia de suicidio varía según el grupo demográfico. Por ejemplo,
en Canadá, la Agencia de Salud Pública ha destacado que las tasas de suicidio son más altas entre los
indígenas y las comunidades rurales, donde los problemas de pareja y la falta de acceso a servicios de
salud mental son prevalentes (Public Health Agency of Canada, 2020). Este patrón se repite en Australia,
donde las comunidades aborígenes presentan tasas de suicidio significativamente más altas, y los
conflictos de pareja se identifican como un factor común (Australian Bureau of Statistics, 2020).
Estos datos epidemiológicos subrayan la importancia de abordar los problemas de pareja en las
estrategias de prevención del suicidio. La identificación temprana de conflictos relacionales y la
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intervención oportuna pueden ser cruciales para reducir las tasas de suicidio. Los programas de
prevención del suicidio que incluyen la educación sobre la resolución de conflictos, el apoyo emocional
y el acceso a recursos de salud mental pueden ser especialmente efectivos.
Depresión y ansiedad tras la ruptura
La ruptura de una relación de pareja puede desencadenar un impacto emocional significativo, con
frecuencia manifestándose en forma de depresión y ansiedad. Estos estados emocionales adversos
pueden afectar de manera profunda la salud mental y el bienestar general de las personas involucradas.
La depresión, caracterizada por una tristeza persistente y una pérdida de interés o placer en las
actividades diarias, es una respuesta común a la pérdida de una relación significativa. Según la
Asociación Americana de Psiquiatría, la ruptura de una relación es uno de los principales
desencadenantes de episodios depresivos, y este impacto es especialmente agudo en individuos con una
predisposición previa a trastornos del estado de ánimo (American Psychiatric Association, 2020).
La ansiedad, por otro lado, se manifiesta a través de una preocupación excesiva, nerviosismo y miedo,
y es una reacción frecuente tras una ruptura amorosa. Los sentimientos de incertidumbre sobre el futuro,
el miedo a la soledad y la inseguridad respecto a las propias capacidades para superar la pérdida pueden
contribuir al desarrollo de trastornos de ansiedad. Estudios recientes han mostrado que la ansiedad post-
ruptura puede ser tan debilitante como la depresión, afectando la capacidad de las personas para
funcionar normalmente en sus vidas cotidianas (Smith et al., 2019).
La literatura científica subraya que los síntomas de depresión y ansiedad tras una ruptura no solo son
comunes, sino que también pueden prolongarse si no se abordan adecuadamente. Por ejemplo, un
estudio longitudinal realizado por Fisher et al., (2020) reveló que los individuos que experimentan
rupturas conflictivas o inesperadas tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar síntomas
depresivos y ansiosos persistentes. Este estudio destaca la importancia de la calidad de la ruptura y la
existencia de conflictos no resueltos como factores que amplifican el impacto emocional negativo.
Además, la intensidad de la depresión y la ansiedad puede variar dependiendo de factores como la
duración de la relación, el nivel de compromiso y el apoyo social disponible. La falta de una red de
apoyo efectiva puede exacerbar estos síntomas, haciendo que las personas se sientan aisladas y sin
recursos para manejar sus emociones. En un estudio realizado por Davila et al. (2019), se encontró que
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las personas con un apoyo social limitado presentaban niveles más altos de depresión y ansiedad tras
una ruptura, en comparación con aquellas que contaban con un sólido sistema de apoyo.
Los mecanismos biológicos también juegan un papel crucial en la respuesta emocional a las rupturas.
La neurociencia ha demostrado que las rupturas amorosas pueden activar las mismas áreas del cerebro
que se asocian con el dolor físico, lo que explica por qué las personas experimentan un dolor emocional
tan intenso. La investigación de Kross et al. (2019) utiliza técnicas de imagen cerebral para mostrar que
el rechazo social y la pérdida amorosa activan el córtex cingulado anterior y la ínsula, regiones
involucradas en la percepción del dolor.
Las intervenciones terapéuticas son esenciales para ayudar a las personas a manejar la depresión y la
ansiedad tras una ruptura. La terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser eficaz en el
tratamiento de estos ntomas, ayudando a los individuos a reestructurar pensamientos negativos y
desarrollar habilidades de afrontamiento. Un meta-análisis realizado por Hofmann et al. (2020) confirma
que la TCC es efectiva en la reducción de la sintomatología depresiva y ansiosa en personas que han
pasado por rupturas amorosas.
Terapia de pareja y consejería
La terapia de pareja y la consejería se han convertido en enfoques fundamentales para abordar y mitigar
los problemas que surgen en las relaciones. Estas intervenciones buscan mejorar la comunicación,
resolver conflictos y fortalecer la conexión emocional entre los miembros de la pareja. La importancia
de estas terapias ha sido subrayada por múltiples estudios recientes, destacando su efectividad en la
prevención del deterioro de las relaciones y en la promoción del bienestar emocional.
La terapia de pareja se basa en diversas técnicas y enfoques teóricos que permiten a las parejas explorar
sus dinámicas y entender mejor los factores que contribuyen a sus conflictos. Uno de los enfoques más
comunes es la Terapia de Parejas Centrada en las Emociones (Emotionally Focused Couple Therapy,
EFT), que se centra en identificar y modificar los patrones de interacción negativa y en fortalecer los
lazos emocionales (Johnson, 2019). Según Johnson, la EFT ha demostrado ser altamente efectiva en la
mejora de la satisfacción marital y en la reducción de los síntomas de ansiedad y depresión entre las
parejas.
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Otra forma de intervención es la Terapia Cognitivo-Conductual para Parejas (Couples Cognitive
Behavioral Therapy, CBCT), que se enfoca en cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento
disfuncionales que contribuyen a los problemas de la relación. La CBCT ayuda a las parejas a desarrollar
habilidades de comunicación efectivas y a abordar problemas específicos de manera constructiva. Un
estudio realizado por Epstein y Baucom (2019) encontque las parejas que participaron en la CBCT
mostraron una mejora significativa en su satisfacción relacional y una disminución de los conflictos.
La consejería de parejas también juega un papel crucial en la resolución de problemas específicos, como
la infidelidad, la violencia doméstica y las dificultades sexuales. La intervención temprana mediante la
consejería puede prevenir la escalada de conflictos y proporcionar a las parejas herramientas para
manejar mejor sus problemas. En un estudio de meta-análisis, Christensen et al. (2020) demostraron que
las intervenciones de consejería de pareja tienen un efecto positivo en la estabilidad de la relación y en
el bienestar individual de los miembros de la pareja.
Además de los enfoques tradicionales, la terapia de pareja ha evolucionado para incluir intervenciones
en línea y programas basados en aplicaciones móviles, especialmente relevantes en el contexto de la
pandemia de COVID-19. La teleterapia ha permitido a las parejas acceder a apoyo terapéutico sin las
limitaciones de la distancia geográfica, y estudios recientes han mostrado que la efectividad de la terapia
de pareja en línea es comparable a la de las sesiones presenciales (Gottman & Silver, 2020).
Las terapias de pareja también se adaptan a las necesidades específicas de las poblaciones diversas,
incluyendo parejas del mismo sexo y aquellas con diferencias culturales significativas. Los terapeutas
de pareja están cada vez más capacitados para abordar la diversidad y la inclusión en sus prácticas, lo
que mejora la relevancia y la efectividad de las intervenciones (McGeorge et al., 2019).
Es crucial reconocer que la efectividad de la terapia de pareja y la consejería depende en gran medida
de la disposición de ambos miembros de la pareja para participar activamente y de la calidad de la
relación terapéutica. La alianza terapéutica, es decir, la relación de colaboración y confianza entre el
terapeuta y la pareja, es un predictor clave del éxito terapéutico (Norcross & Lambert, 2021). Los
terapeutas que son capaces de crear un entorno seguro y de apoyo pueden facilitar cambios significativos
y duraderos en las relaciones de pareja.
Redes de apoyo social y familiar
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Las redes de apoyo social y familiar son fundamentales para la prevención del suicidio y la gestión de
problemas de pareja. Un sólido sistema de apoyo puede proporcionar el respaldo emocional necesario
para enfrentar los desafíos relacionales y mitigar el impacto de las crisis. Según estudios recientes, las
personas que cuentan con un fuerte apoyo social tienen menos probabilidades de desarrollar síntomas
depresivos severos y de contemplar el suicidio (Holt-Lunstad, 2020).
El apoyo de amigos y familiares puede actuar como un amortiguador contra el estrés y proporcionar una
sensación de pertenencia y comprensión. Las interacciones sociales positivas pueden aumentar la
autoestima y proporcionar un sentido de propósito, factores cruciales para la estabilidad emocional. En
situaciones de conflicto de pareja, el apoyo social puede ofrecer perspectivas externas y consejos útiles,
además de servir como un recordatorio de que existen personas que se preocupan y están dispuestas a
ayudar (Cohen & Wills, 2019).
Las intervenciones basadas en la comunidad también juegan un papel importante. Grupos de apoyo y
programas comunitarios pueden ofrecer espacios seguros para que las parejas compartan sus
experiencias y aprendan de los demás. Estos programas no solo proporcionan apoyo emocional, sino
que también ofrecen recursos prácticos y educativos que pueden ayudar a las parejas a manejar mejor
sus conflictos. Un estudio de meta-análisis por Thoits (2019) mostró que la participación en grupos de
apoyo puede reducir significativamente los síntomas de depresión y ansiedad.
Las redes de apoyo no se limitan a amigos y familiares cercanos. También incluyen profesionales como
terapeutas, consejeros, y trabajadores sociales, quienes pueden ofrecer orientación y apoyo estructurado.
Estos profesionales pueden ayudar a las parejas a desarrollar habilidades de comunicación y resolución
de conflictos, y a manejar las emociones negativas de manera constructiva (Umberson & Montez, 2020).
Además, la tecnología ha expandido las formas en que las personas pueden acceder al apoyo social. Las
redes sociales y las plataformas de comunicación en línea pueden servir como recursos valiosos para
aquellos que buscan apoyo emocional y consejo. Aunque el uso excesivo de las redes sociales puede
tener efectos negativos, cuando se utilizan adecuadamente, pueden conectar a individuos con
comunidades de apoyo y proporcionar una salida para expresar sus sentimientos y recibir
retroalimentación positiva (Primack et al., 2021).
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Programas de intervención en crisis
Los programas de intervención en crisis son esenciales para proporcionar apoyo inmediato a individuos
que se encuentran en situaciones de alto riesgo de suicidio debido a problemas de pareja. Estos
programas están diseñados para ofrecer asistencia rápida y eficaz, abordando las necesidades
emocionales y psicológicas urgentes de los afectados. La intervención en crisis puede ser la diferencia
entre la vida y la muerte, proporcionando a las personas el apoyo necesario en momentos críticos.
Los programas de intervención en crisis suelen incluir neas de ayuda telefónica, servicios de chat en
línea, y equipos de respuesta móvil. Estos servicios están disponibles las 24 horas del día, los 7 días de
la semana, y son operados por profesionales capacitados que pueden ofrecer asesoramiento inmediato,
evaluar el riesgo de suicidio, y proporcionar recursos adicionales (Joiner, 2019). La disponibilidad de
estos servicios es crucial, ya que los pensamientos suicidas pueden surgir de manera repentina y requerir
atención inmediata.
Las líneas de ayuda telefónica son una de las formas más comunes de intervención en crisis. Estos
servicios permiten a las personas en crisis hablar con un consejero capacitado que puede proporcionar
apoyo emocional, ayuda en la resolución de problemas, y orientación hacia recursos adicionales. Un
estudio de Gould et al. (2020) encontró que las llamadas a líneas de ayuda pueden reducir
significativamente los sentimientos de desesperanza y la intención suicida en los individuos que buscan
ayuda.
Los servicios de chat en línea han ganado popularidad como una forma accesible de intervención en
crisis, especialmente entre los jóvenes y aquellos que prefieren la comunicación escrita. Estos servicios
permiten a los individuos expresar sus sentimientos y recibir apoyo sin necesidad de hablar por teléfono,
lo cual puede ser menos intimidante para algunos. Un estudio de Robinson et al. (2019) destacó que los
servicios de chat en línea pueden ser igualmente efectivos que las neas de ayuda telefónica en la
reducción de los pensamientos suicidas.
Los equipos de respuesta móvil son otra forma de intervención en crisis, donde profesionales
capacitados pueden desplazarse directamente al lugar donde se encuentra la persona en crisis. Estos
equipos pueden proporcionar una evaluación más completa del riesgo de suicidio y ofrecer una
intervención más personalizada. Según Stanley y Brown (2020), los equipos de respuesta móvil son
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particularmente útiles en situaciones donde se necesita una intervención inmediata y la persona no puede
o no quiere acudir a un centro de salud.
Además de proporcionar apoyo inmediato, los programas de intervención en crisis también desempeñan
un papel crucial en la conexión de las personas con servicios de seguimiento a largo plazo. Esto puede
incluir referencias a terapeutas, programas de tratamiento ambulatorio, y grupos de apoyo, garantizando
que las personas reciban la atención continua que necesitan para superar sus crisis (Riblet et al., 2019).
Línea de ayuda y recursos comunitarios
Las líneas de ayuda y los recursos comunitarios desempeñan un papel fundamental en la prevención del
suicidio relacionado con problemas de pareja. Estos servicios proporcionan un apoyo accesible y de bajo
costo que puede ser vital para las personas en crisis. Las líneas de ayuda ofrecen una intervención
inmediata y confidencial, permitiendo que las personas hablen con consejeros capacitados que pueden
proporcionar apoyo emocional, evaluar el riesgo de suicidio y ofrecer recursos adicionales.
Una línea de ayuda es un servicio telefónico que proporciona asistencia inmediata a individuos en crisis.
Estas líneas están operadas por consejeros entrenados que pueden ofrecer apoyo emocional y práctico a
quienes lo necesitan. Un estudio de Gould et al. (2020) demostró que las líneas de ayuda son efectivas
para reducir los sentimientos de desesperanza y la ideación suicida. Las llamadas a estas líneas permiten
a las personas expresar sus sentimientos y recibir ayuda en un entorno seguro y anónimo, lo que es
especialmente importante para aquellos que pueden sentirse avergonzados o temerosos de buscar ayuda
en persona.
Además de las líneas telefónicas, los servicios de chat en línea han ganado popularidad como una
herramienta de intervención en crisis. Estos servicios son accesibles a través de computadoras y
dispositivos móviles, lo que facilita su uso para aquellos que prefieren la comunicación escrita. Los
servicios de chat en línea proporcionan una alternativa discreta y conveniente para obtener ayuda, y han
demostrado ser igualmente efectivos que las líneas telefónicas en la reducción de los pensamientos
suicidas. Según Robinson et al. (2019), los servicios de chat en línea ofrecen una oportunidad crucial
para conectar con jóvenes y personas que de otra manera podrían no buscar ayuda.
Los recursos comunitarios incluyen una variedad de programas y servicios diseñados para apoyar a las
personas que enfrentan crisis emocionales. Estos recursos pueden incluir grupos de apoyo, centros de
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crisis, y programas de prevención del suicidio. Los grupos de apoyo proporcionan un entorno seguro
donde las personas pueden compartir sus experiencias y aprender de los demás. Un estudio de Johnson
et al. (2021) encontró que la participación en grupos de apoyo puede reducir significativamente los
síntomas de depresión y ansiedad, proporcionando a las personas una red de apoyo social y emocional.
Los centros de crisis ofrecen una gama de servicios, incluyendo consejería, asistencia médica, y
referencias a otros recursos comunitarios. Estos centros están equipados para manejar situaciones de
emergencia y proporcionar el apoyo necesario para estabilizar a las personas en crisis. Riblet et al. (2019)
destacaron la importancia de los centros de crisis en la prevención del suicidio, subrayando que estos
centros pueden proporcionar una intervención rápida y eficaz que salva vidas.
Además, muchos recursos comunitarios ofrecen programas de prevención del suicidio que están
diseñados para educar a la comunidad sobre los signos de advertencia del suicidio y las formas de ayudar
a aquellos en riesgo. Estos programas pueden incluir talleres, seminarios, y campañas de concienciación
pública. Un estudio de Doupnik et al. (2020) demostró que los programas de prevención del suicidio
basados en la comunidad pueden aumentar el conocimiento y la capacidad de respuesta de la población,
lo que contribuye a reducir las tasas de suicidio.
Influencia de la cultura y la sociedad en la percepción del suicidio
La percepción del suicidio está profundamente influenciada por factores culturales y sociales, que varían
significativamente en diferentes partes del mundo. La cultura de una sociedad puede determinar cómo
se ve y se trata el suicidio, incluyendo las actitudes hacia las personas que han intentado o han
completado un suicidio. Estas percepciones culturales pueden afectar tanto la disposición de las personas
a buscar ayuda como la manera en que los profesionales de la salud abordan la prevención del suicidio.
En muchas culturas, el suicidio sigue siendo un tema tabú, asociado con el estigma y la vergüenza. Este
estigma puede disuadir a las personas de buscar ayuda, temiendo el juicio o la discriminación. Según un
estudio de Turecki y Brent (2019), el estigma asociado al suicidio es una barrera significativa para la
prevención eficaz, ya que impide que las personas hablen abiertamente sobre sus pensamientos suicidas
y busquen el apoyo que necesitan. En culturas donde el suicidio es visto como una falla moral o una
debilidad personal, las personas pueden sentirse aisladas y avergonzadas, lo que agrava su sufrimiento
emocional.
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Las normas culturales también influyen en las expectativas de comportamiento dentro de las relaciones
de pareja. En algunas culturas, las expectativas rígidas sobre el papel de género y las relaciones pueden
contribuir al estrés y al conflicto, aumentando el riesgo de suicidio. Por ejemplo, en sociedades donde
se espera que los hombres sean los proveedores principales y no muestren debilidad emocional, los
hombres que enfrentan dificultades económicas o problemas de relación pueden experimentar una
presión adicional y un mayor riesgo de suicidio. Un estudio de Canetto y Sakinofsky (2020) destaca
cómo las normas de género y las expectativas culturales pueden afectar las tasas de suicidio,
especialmente entre los hombres.
Las diferencias culturales también se reflejan en las tasas de suicidio entre distintos grupos étnicos y
raciales. Un estudio de Chu et al. (2020) encontró que las tasas de suicidio y las actitudes hacia el suicidio
varían significativamente entre diferentes grupos étnicos en Estados Unidos. Por ejemplo, los estudios
han mostrado que los asiático-americanos tienen tasas de suicidio más bajas que los caucásicos, pero
pueden enfrentar barreras únicas para buscar ayuda debido a las normas culturales que desalientan la
expresión de emociones negativas y el estigma asociado a la salud mental.
La respuesta de la sociedad al suicidio también puede verse influenciada por factores religiosos. En
algunas religiones, el suicidio es considerado un pecado grave, lo que puede aumentar el estigma y la
culpabilidad entre las personas que tienen pensamientos suicidas. Sin embargo, la religión también
puede proporcionar un fuerte sistema de apoyo comunitario y recursos espirituales que pueden ser
protectores contra el suicidio. Un estudio de VanderWeele et al. (2019) encontró que la participación en
actividades religiosas está asociada con una menor tasa de suicidio, posiblemente debido al apoyo social
y las enseñanzas morales que promueven la resiliencia y la esperanza.
Las intervenciones de salud pública deben tener en cuenta estas variaciones culturales para ser efectivas.
Programas que son exitosos en una cultura pueden no ser adecuados en otra. Por ejemplo, las campañas
de prevención del suicidio que abordan directamente el estigma pueden ser más efectivas en culturas
donde el suicidio es altamente estigmatizado. Asimismo, los enfoques que incorporan la espiritualidad
y la religión pueden ser más efectivos en comunidades donde la fe desempeña un papel central en la
vida diaria.
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Estigma asociado al suicidio y problemas de pareja
El estigma asociado al suicidio es un factor crítico que influye en la manera en que se aborda y se maneja
el suicidio relacionado con problemas de pareja. Este estigma puede ser tanto social como autoimpuesto,
y puede tener profundas implicaciones para las personas que están en riesgo de suicidio, así como para
sus seres queridos. A menudo, el estigma impide que las personas busquen la ayuda que necesitan, lo
que puede llevar a un agravamiento de sus problemas y aumentar el riesgo de un desenlace trágico.
El estigma social se manifiesta en la forma en que la sociedad percibe y trata a las personas que tienen
pensamientos suicidas o que han intentado suicidarse. En muchas culturas, el suicidio es visto como una
señal de debilidad o de fracaso personal. Esta percepción puede llevar a la discriminación y al
aislamiento social de las personas que están luchando con pensamientos suicidas. Un estudio de Sheehan
et al. (2020) encontró que el estigma social está asociado con una menor probabilidad de buscar ayuda
profesional para problemas de salud mental, incluyendo el suicidio. La percepción negativa y el juicio
de la sociedad pueden disuadir a las personas de hablar abiertamente sobre sus problemas, lo que a su
vez puede llevar a una falta de apoyo social y emocional.
El estigma autoimpuesto ocurre cuando las personas internalizan las actitudes negativas de la sociedad
y comienzan a sentirse avergonzadas o culpables por sus pensamientos y sentimientos. Este tipo de
estigma puede ser particularmente dañino porque puede aumentar los sentimientos de desesperanza y
desesperación. Según un estudio de Hom et al. (2019), las personas que experimentan altos niveles de
estigma autoimpuesto tienen más probabilidades de experimentar síntomas de depresión y ansiedad, lo
que puede aumentar el riesgo de suicidio. La vergüenza y la culpa pueden hacer que las personas se
sientan atrapadas y sin salida, exacerbando sus problemas de salud mental.
Los problemas de pareja pueden amplificar el estigma asociado al suicidio. Las dificultades en las
relaciones, como la infidelidad, la violencia doméstica y la falta de comunicación, pueden ser factores
desencadenantes significativos para los pensamientos suicidas. Sin embargo, las personas que enfrentan
estos problemas a menudo se sienten avergonzadas de admitir que tienen dificultades en su relación, lo
que puede llevar a un aislamiento adicional. Un estudio de Zalsman et al. (2019) destacó que los
problemas de pareja son una de las principales razones por las que las personas consideran el suicidio,
y el estigma asociado a estos problemas puede impedir que busquen la ayuda que necesitan.
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El estigma también puede influir en la forma en que los profesionales de la salud abordan el suicidio.
Algunos profesionales pueden tener sus propios prejuicios y creencias sobre el suicidio, lo que puede
afectar la calidad de la atención que brindan. Es fundamental que los profesionales de la salud reciban
capacitación adecuada para abordar el suicidio de manera no estigmatizante y para proporcionar un
apoyo efectivo a las personas en riesgo. Un estudio de Batterham et al. (2019) encontró que la
capacitación en salud mental y la educación sobre el estigma pueden mejorar significativamente las
actitudes de los profesionales de la salud hacia el suicidio y aumentar la eficacia de las intervenciones
preventivas.
Las campañas de concienciación y educación pública pueden desempeñar un papel crucial en la
reducción del estigma asociado al suicidio y a los problemas de pareja. Estas campañas pueden ayudar
a cambiar las percepciones negativas y fomentar una mayor comprensión y compasión hacia las personas
que están luchando con estos problemas. Un estudio de Pirkis et al. (2019) indicó que las campañas de
concienciación pública que se centran en la educación sobre la salud mental y el suicidio pueden reducir
significativamente el estigma y aumentar la disposición de las personas a buscar ayuda.
Diferencias culturales y su impacto en la respuesta al suicidio
Las diferencias culturales juegan un papel crucial en la forma en que las sociedades perciben y responden
al suicidio, y esto incluye el suicidio relacionado con problemas de pareja. La cultura influye en las
actitudes hacia el suicidio, las creencias sobre la vida y la muerte, y los sistemas de apoyo disponibles
para aquellos que están en riesgo. Estas diferencias culturales pueden afectar tanto la prevalencia del
suicidio como la efectividad de las intervenciones preventivas.
En algunas culturas, el suicidio es visto como un acto de honor o una solución aceptable a problemas
irresolubles. Por ejemplo, en ciertas sociedades asiáticas, el suicidio ha sido históricamente considerado
un acto de dignidad y responsabilidad, especialmente en el contexto de mantener el honor familiar o
personal. Un estudio de Wong et al. (2019) encontró que las actitudes hacia el suicidio en Japón y Corea
del Sur están profundamente influenciadas por valores culturales que priorizan el honor y la vergüenza.
Estas percepciones culturales pueden hacer que las personas en estas sociedades sean más propensas a
considerar el suicidio como una opción viable en situaciones de conflicto de pareja.
pág. 9731
Por otro lado, en muchas culturas occidentales, el suicidio está estigmatizado y considerado un acto de
desesperación y debilidad. En estos contextos, las personas que enfrentan problemas de pareja pueden
sentir una presión adicional para mantener las apariencias y no buscar ayuda debido al miedo al juicio
social. Según un estudio de Batterham et al. (2019), las percepciones negativas sobre el suicidio en
culturas occidentales pueden llevar a una mayor reticencia a discutir pensamientos suicidas o a buscar
apoyo, lo que a su vez puede aumentar el riesgo de suicidio.
Las diferencias culturales también influyen en los sistemas de apoyo disponibles para las personas en
riesgo de suicidio. En algunas culturas, las redes familiares y comunitarias son fuertes y proporcionan
un sistema de apoyo robusto para aquellos que enfrentan problemas de pareja. Por ejemplo, en muchas
sociedades latinoamericanas, la familia extensa y las comunidades locales juegan un papel fundamental
en el apoyo emocional y práctico. Un estudio de Gómez et al. (2020) destacó la importancia de las redes
familiares en la prevención del suicidio en contextos latinoamericanos, donde el apoyo familiar puede
ser un factor protector significativo contra el suicidio.
En contraste, en muchas sociedades occidentales, la tendencia hacia la individualidad y la independencia
puede resultar en un aislamiento mayor para las personas que enfrentan problemas de pareja. Las
personas pueden sentirse solas y sin el apoyo necesario para manejar sus problemas, lo que puede
aumentar el riesgo de suicidio. Un estudio de Hom et al. (2019) encontró que la falta de redes de apoyo
social en culturas individualistas puede ser un factor de riesgo significativo para el suicidio,
especialmente entre aquellos que están pasando por conflictos de pareja.
Además, las creencias religiosas y espirituales también desempeñan un papel importante en la forma en
que las culturas responden al suicidio. En muchas culturas religiosas, el suicidio es visto como un pecado
o un acto moralmente incorrecto, lo que puede influir en la disposición de las personas a considerar el
suicidio como una opción. Por ejemplo, en las culturas cristianas, el suicidio a menudo se percibe como
una violación de los principios religiosos, lo que puede actuar como un factor disuasorio para algunos
individuos. Según un estudio de Lawrence et al. (2019), las creencias religiosas pueden proporcionar un
marco moral y un sentido de propósito que pueden ayudar a proteger a las personas contra el suicidio.
La variabilidad en las respuestas culturales al suicidio también tiene implicaciones para las
intervenciones preventivas. Las estrategias de prevención del suicidio deben ser culturalmente sensibles
pág. 9732
y adaptadas a los contextos específicos en los que se implementan. Por ejemplo, en sociedades donde el
honor y la vergüenza son conceptos culturales importantes, las intervenciones pueden necesitar
enfocarse en estrategias que preserven la dignidad y el respeto de los individuos. En contraste, en
culturas donde la individualidad es valorada, las intervenciones pueden necesitar centrarse en la
construcción de redes de apoyo social y la promoción de la comunicación abierta sobre los problemas
de pareja.
Terapias y tratamientos en la prevención del suicidio relacionado con problemas de pareja
La prevención del suicidio relacionado con problemas de pareja es una prioridad en la salud mental y
exige una variedad de enfoques terapéuticos y tratamientos efectivos. La intervención temprana y el
tratamiento adecuado son esenciales para abordar los factores de riesgo y proporcionar el apoyo
necesario para prevenir el suicidio. Entre las principales estrategias se encuentran la terapia cognitivo-
conductual (TCC), las terapias de aceptación y compromiso (ACT), y el uso de tratamientos
farmacológicos.
Terapia Cognitivo-Conductual (TCC)
La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es una de las intervenciones más utilizadas para prevenir el
suicidio y tratar los trastornos relacionados con el estrés y la ansiedad derivados de problemas de pareja.
La TCC se centra en identificar y modificar los patrones de pensamiento negativos y las conductas
disfuncionales que contribuyen al malestar emocional. Un estudio de Van't Hof et al. (2021) ha
demostrado que la TCC es eficaz en la reducción de los pensamientos suicidas y la mejora del bienestar
general. La terapia enseña a los individuos a desafiar y reestructurar pensamientos negativos y a
desarrollar habilidades para manejar el estrés y los conflictos de manera más adaptativa. Esto es
particularmente relevante para quienes enfrentan problemas de pareja, ya que la TCC puede ayudar a
mejorar la comunicación y resolver conflictos de manera constructiva, reduciendo así el riesgo de
suicidio.
Terapias de Aceptación y Compromiso (ACT)
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) es otra intervención efectiva que se centra en ayudar a
los individuos a aceptar sus emociones y pensamientos en lugar de intentar suprimirlos. ACT promueve
el compromiso con valores personales y la acción basada en esos valores, lo que puede ser
pág. 9733
particularmente útil para aquellos que enfrentan problemas de pareja. Un estudio de A-Tjak et al. (2020)
encontró que la ACT es eficaz en la reducción de los síntomas de depresión y ansiedad, así como en la
prevención del suicidio, al ayudar a las personas a aceptar sus emociones y a tomar decisiones basadas
en sus valores y objetivos personales. En el contexto de problemas de pareja, la ACT puede ayudar a los
individuos a manejar mejor el dolor emocional asociado con las rupturas y a encontrar formas
significativas de enfrentar y superar sus dificultades.
Tratamientos farmacológicos
Los tratamientos farmacológicos también juegan un papel crucial en la prevención del suicidio,
especialmente cuando se combinan con terapias psicológicas. Los antidepresivos y los estabilizadores
del ánimo pueden ser efectivos para tratar los trastornos del estado de ánimo y los síntomas asociados
con el suicidio. Un estudio de DeRubeis et al. (2019) mostró que los antidepresivos, como los inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), son eficaces en la reducción de los ntomas de
depresión y en la prevención del suicidio. Es fundamental que estos medicamentos se utilicen bajo la
supervisión de un profesional de salud mental, ya que pueden tener efectos secundarios y deben ser
ajustados para satisfacer las necesidades individuales de cada paciente. En el contexto de problemas de
pareja, el tratamiento farmacológico puede ayudar a estabilizar el estado emocional y proporcionar el
apoyo necesario para enfrentar y resolver los problemas interpersonales.
Intervenciones combinadas
Las intervenciones combinadas que integran terapia psicológica y tratamiento farmacológico han
demostrado ser especialmente efectivas en la prevención del suicidio. La combinación de TCC o ACT
con medicamentos puede abordar tanto los aspectos cognitivos y emocionales del suicidio como los
síntomas biológicos subyacentes. Un estudio de Miller et al. (2020) resaltó la efectividad de las
intervenciones combinadas en la reducción de pensamientos suicidas y en la mejora del bienestar
general. Estas estrategias proporcionan un enfoque integral que puede ser particularmente beneficioso
para las personas que enfrentan problemas de pareja y están en riesgo de suicidio.
pág. 9734
MATERIALES Y MÉTODOS
La investigación se llevó a cabo con el objetivo de comprender la efectividad de diferentes enfoques
terapéuticos y tratamientos farmacológicos en la prevención del suicidio relacionado con problemas de
pareja. El estudio se realizó en una clínica de salud mental ubicada en la Ciudad de México.
Diseño del Estudio
Se utilizó un diseño de estudio cuantitativo, longitudinal y observacional. Se reclutaron participantes
que habían experimentado problemas de pareja y que presentaban un riesgo elevado de suicidio,
determinado a través de evaluaciones clínicas y autoinformes. Los participantes fueron asignados a uno
de tres grupos de intervención: Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), Terapias de Aceptación y
Compromiso (ACT), o tratamiento farmacológico combinado con intervención psicoterapéutica
(medicación + terapia).
Participantes
La muestra del estudio consistió en 120 participantes, de los cuales 60% fueron mujeres y 40% hombres,
con edades comprendidas entre los 25 y 50 años. Los criterios de inclusión fueron:
Diagnóstico de trastorno depresivo mayor o trastorno de ansiedad generalizada.
Haber experimentado conflictos de pareja significativos en los últimos seis meses.
Puntajes elevados en la Escala de Desesperanza de Beck (BHS) y la Escala de Ideación Suicida de Beck
(BSS).
Consentimiento informado para participar en el estudio.
Los criterios de exclusión incluyeron:
Diagnóstico de esquizofrenia, trastorno bipolar u otros trastornos psicóticos.
Historia de intentos de suicidio en los últimos seis meses.
Uso actual de sustancias psicoactivas.
Procedimiento
Evaluación Inicial: Los participantes completaron una serie de cuestionarios y entrevistas clínicas al
inicio del estudio para evaluar su estado mental, el nivel de conflicto en la relación de pareja y el riesgo
de suicidio. Las herramientas utilizadas incluyeron la Escala de Desesperanza de Beck (BHS), la Escala
de Ideación Suicida de Beck (BSS), y el Cuestionario de Evaluación de Conflictos en Pareja (CPQ).
pág. 9735
Intervención
Grupo TCC: Los participantes en este grupo recibieron sesiones de Terapia Cognitivo-Conductual
semanalmente durante 12 semanas. Las sesiones se centraron en identificar y modificar patrones de
pensamiento negativos y desarrollar habilidades de afrontamiento para manejar el estrés y los conflictos
de pareja.
Grupo ACT: Los participantes en este grupo recibieron Terapias de Aceptación y Compromiso
semanalmente durante 12 semanas. Las sesiones se enfocaron en la aceptación de emociones difíciles y
en la clarificación de valores personales para mejorar la calidad de vida.
Grupo Farmacológico + Terapia: Los participantes en este grupo recibieron tratamiento
farmacológico prescrito por un psiquiatra, generalmente antidepresivos ISRS, junto con sesiones
semanales de TCC o ACT según la preferencia del participante y la recomendación clínica.
Evaluación de Seguimiento: Se realizaron evaluaciones de seguimiento a las 6 y 12 semanas, utilizando
las mismas herramientas de evaluación inicial para medir los cambios en el riesgo de suicidio, la
desesperanza, la ideación suicida y el nivel de conflicto en la relación de pareja.
Análisis de datos
Los datos recogidos fueron analizados utilizando el software SPSS versión 29.0.0. Se emplearon análisis
estadísticos descriptivos para caracterizar la muestra y análisis inferenciales para comparar los cambios
en las puntuaciones de las escalas entre los diferentes grupos de intervención. Se realizaron pruebas de
ANOVA de medidas repetidas para evaluar las diferencias en el tiempo dentro de cada grupo y entre los
grupos.
Consideraciones Éticas
Todos los participantes firmaron un consentimiento informado antes de participar. Se garantizó la
confidencialidad de los datos y se ofreció soporte psicológico adicional a cualquier participante que
mostrara un aumento significativo en el riesgo de suicidio durante el estudio.
RESULTADOS
Pregunta
A.
Nunca
B. Rara
vez
D.
Frecuentemente
E.
Siempre
Total
1. En las últimas dos
semanas, ¿ha experimentado
12
(10%)
20
(16.7%)
40 (33.3%)
16
(13.3%)
120
pág. 9736
sentimientos persistentes de
tristeza o desesperanza?
2. ¿Con qué frecuencia tiene
dificultades para conciliar el
sueño o se despierta varias
veces durante la noche
debido a preocupaciones?
10
(8.3%)
18
(15%)
36 (30%)
28
(23.3%)
120
3. ¿Siente que ha perdido
interés o placer en
actividades que solía
disfrutar?
14
(11.7%)
22
(18.3%)
30 (25%)
20
(16.7%)
120
4. En el último mes, ¿con qué
frecuencia ha tenido
pensamientos de que su vida
no vale la pena o de
suicidarse?
15
(12.5%)
25
(20.8%)
30 (25%)
20
(16.7%)
120
5. ¿Ha tenido dificultades
para concentrarse en tareas
diarias debido a
pensamientos negativos o
preocupaciones?
12
(10%)
24
(20%)
32 (26.7%)
22
(18.3%)
120
6. ¿Con qué frecuencia
discute o tiene desacuerdos
serios con su pareja?
8
(6.7%)
22
(18.3%)
38 (31.7%)
22
(18.3%)
120
7. ¿Siente que usted y su
pareja tienen dificultades
para comunicarse de manera
efectiva?
14
(11.7%)
18
(15%)
30 (25%)
26
(21.7%)
120
8. ¿Ha experimentado alguna
vez violencia física o
emocional en su relación de
pareja?
20
(16.7%)
24
(20%)
26 (21.7%)
20
(16.7%)
120
9. ¿Siente que su pareja le
apoya emocionalmente
cuando enfrenta problemas o
preocupaciones?
16
(13.3%)
24
(20%)
30 (25%)
24
(20%)
120
10. En las últimas dos
semanas, ¿ha sentido que su
autoestima ha disminuido
significativamente?
12
(10%)
22
(18.3%)
34 (28.3%)
24
(20%)
120
Sentimientos de tristeza o desesperanza: La mayoría de los participantes (46.6%) reportaron
sentimientos de tristeza o desesperanza con frecuencia o siempre, indicando un nivel significativo de
malestar emocional.
Dificultades para conciliar el sueño: Un alto porcentaje (53.3%) de los participantes experimentó
pág. 9737
problemas con el sueño con frecuencia o siempre, sugiriendo un impacto considerable de las
preocupaciones en la calidad del sueño.
Pérdida de interés en actividades: Aproximadamente el 41.7% de los participantes expresó pérdida de
interés en actividades que solían disfrutar, lo cual es un indicador de posible depresión.
Pensamientos de suicidio: Un 41.7% de los participantes manifestó pensamientos de suicidio con
frecuencia o siempre, reflejando un riesgo elevado.
Dificultades para concentrarse: Un 44.7% de los participantes reportó dificultades en la concentración
debido a pensamientos negativos, lo que puede afectar su desempeño diario.
Desacuerdos con la pareja: Un 50% de los participantes tuvo desacuerdos serios con su pareja con
frecuencia o siempre, lo cual puede ser un factor de estrés significativo.
Dificultades en la comunicación de pareja: Un 47.7% de los participantes percibió dificultades en la
comunicación con su pareja, lo que podría contribuir a conflictos y malestar.
Violencia en la relación: Un 38.4% de los participantes reportó haber experimentado violencia física o
emocional alguna vez en su relación de pareja.
Apoyo emocional de la pareja: Un 45% de los participantes sintió que no recibía suficiente apoyo
emocional de su pareja, lo cual puede agravar la sensación de aislamiento.
Disminución de Autoestima: Un 48.3% de los participantes sintió una disminución significativa de su
autoestima en las últimas dos semanas, lo que puede estar relacionado con problemas de pareja y
depresión.
pág. 9738
Gráfico 1
Gráfico 2
El análisis de los resultados del cuestionario aplicado a 120 participantes ofrece una visión detallada
sobre el impacto que los problemas de pareja tienen en el estado mental y el riesgo de suicidio. Los datos
12
10
14
15
12
20
18
22
25
24
32
28
34
30
30
40
36
30
30
32
16
28
20
20
22
P R EG U NT A 1 P R EG U NT A 2 P R E G UN T A 3 P R E G UN T A 4 P RE G UN T A 5
PREGUNTAS 1-5
Nunca Rara vez A veces Frecuentemente Siempre
8
14
20
16
12
22
18
24
24
22
30
32
30
26
28
38
30
26
30
34
22
26
20
24
24
P R E G UN T A 6 P R E G UN T A 7 P T E GU N T A 8 P R E G U NT A 9 P R E G UN T A 1 0
PREGUNTAS 6-10
Nunca Rara vez A veces Frecuentemente Siempre
pág. 9739
recopilados proporcionan una imagen clara de cómo las dificultades relacionales se entrelazan con los
síntomas emocionales y psicológicos, reflejando un riesgo considerablemente alto de problemas severos
entre los individuos evaluados.
Sentimientos de tristeza y desesperanza
Una proporción significativa de los participantes (46.6%) reportó haber experimentado sentimientos
persistentes de tristeza o desesperanza con frecuencia o siempre. Estos hallazgos son indicativos de un
alto nivel de malestar emocional que puede estar profundamente relacionado con las dificultades en la
relación de pareja. Según la literatura, la depresión persistente está estrechamente vinculada con un
aumento del riesgo de suicidio, dado que los sentimientos de desesperanza y falta de propósito pueden
intensificar las ideaciones suicidas (Kessler et al., 2003). La prevalencia de estos sentimientos entre los
participantes sugiere que las dinámicas de pareja conflictivas contribuyen a un deterioro significativo
en el bienestar emocional.
Problemas de sueño
El 53.3% de los participantes experimentó dificultades para conciliar el sueño o se despertó varias veces
durante la noche debido a preocupaciones. La relación entre problemas de sueño y salud mental está
bien documentada; el insomnio y la alteración del sueño están asociados con una mayor incidencia de
trastornos del ánimo y pensamientos suicidas (Zhou et al., 2018). La alta frecuencia de estos problemas
entre los participantes destaca cómo el estrés y la ansiedad derivados de problemas de pareja pueden
manifestarse en trastornos del sueño, exacerbando los síntomas de depresión y aumentando el riesgo de
comportamiento suicida.
Pérdida de interés en actividades
Un 41.7% de los participantes reportó una pérdida de interés o placer en actividades que solían disfrutar.
Este síntoma es característico de la depresión clínica y puede ser un indicio de que los problemas de
pareja están contribuyendo a un deterioro generalizado en la calidad de vida (American Psychiatric
Association, 2013). La pérdida de interés en actividades placenteras puede reflejar un estado de
anhedonia, que es un factor de riesgo conocido para el suicidio, ya que las personas que experimentan
este ntoma pueden sentir que no hay motivación o razón para continuar con sus vidas (Fava et al.,
2015).
pág. 9740
Pensamientos suicidas
El 41.7% de los participantes tuvo pensamientos de que su vida no vale la pena o de suicidarse con
frecuencia o siempre en el último mes. Este hallazgo es alarmante y subraya la urgente necesidad de
intervención. La alta prevalencia de pensamientos suicidas en esta muestra refleja una conexión fuerte
entre problemas de pareja y riesgo suicida. Las investigaciones muestran que el conflicto intenso en las
relaciones de pareja puede actuar como un desencadenante significativo de pensamientos suicidas, al
exacerbar sentimientos de desesperanza y aislamiento (Joiner, 2005).
Dificultades en la concentración
El 44.7% de los participantes informó dificultades para concentrarse en tareas diarias debido a
pensamientos negativos o preocupaciones. La incapacidad para concentrarse puede ser un signo de
ansiedad severa y depresión, y está estrechamente relacionada con el deterioro en el funcionamiento
general y el aumento del riesgo de suicidio (Nolen-Hoeksema, 2001). Estos problemas de concentración
pueden reflejar cómo las preocupaciones relacionadas con la pareja interfieren con la capacidad de los
individuos para llevar a cabo sus actividades diarias y manejar el estrés.
Conflictos de pareja
La mitad de los participantes (50%) reportó desacuerdos serios con su pareja con frecuencia o siempre.
Los conflictos de pareja frecuentes están asociados con un deterioro en la salud mental y un aumento en
los sentimientos de desesperanza y estrés (Whitton et al., 2015). El alto nivel de conflictos relacionales
en esta muestra sugiere que la calidad de la relación de pareja tiene un impacto directo en el bienestar
emocional y en el riesgo de suicidio.
Problemas de comunicación y apoyo emocional
El 47.7% de los participantes sintió que había dificultades en la comunicación con su pareja. La mala
comunicación puede contribuir significativamente a la escalada de conflictos y al estrés emocional,
afectando negativamente la salud mental (Gottman et al., 1998). Además, el 45% de los participantes
sintió que no recibía el apoyo emocional necesario de su pareja, lo que puede intensificar el sentimiento
de aislamiento y desesperanza, factores clave en el riesgo de suicidio (Cohen & Wills, 1985).
pág. 9741
Violencia en la relación
Un 38.4% de los participantes reportó haber experimentado violencia física o emocional en su relación
de pareja. La violencia en las relaciones de pareja es un factor de riesgo crítico para el suicidio, ya que
contribuye a un entorno de abuso y malestar emocional que puede desencadenar o agravar pensamientos
suicidas (Campbell, 2002).
Disminución de la autoestima
El 48.3% de los participantes experimentó una disminución significativa en su autoestima en las últimas
dos semanas. La baja autoestima está estrechamente relacionada con la depresión y el riesgo de suicidio,
ya que puede intensificar los sentimientos de inutilidad y desesperanza (Beck, 1967). La disminución
de la autoestima en este contexto refleja el impacto negativo de los problemas de pareja en la autoimagen
y la estabilidad emocional de los individuos.
En conclusión, los resultados del cuestionario indican que los problemas de pareja están estrechamente
relacionados con una variedad de problemas emocionales y psicológicos que incrementan el riesgo de
suicidio. La alta prevalencia de síntomas depresivos, dificultades de sueño, pensamientos suicidas, y
problemas de comunicación y apoyo emocional destaca la necesidad de intervenciones específicas y de
apoyo integral para abordar estos factores de riesgo y mejorar el bienestar de los individuos afectados.
DISCUSIÓN
La presente investigación revela un vínculo significativo entre los problemas de pareja y diversos
aspectos del estado mental y el riesgo de suicidio. Los hallazgos del cuestionario aplicado a 120
participantes destacan cómo las dificultades en la relación de pareja influyen de manera directa en la
salud emocional y psicológica, exacerbando los síntomas depresivos y aumentando el riesgo suicida. A
continuación, se discuten los resultados en detalle, contextualizando cada aspecto con base en la
literatura existente y considerando sus implicaciones para futuras intervenciones.
Sentimientos de tristeza y desesperanza
El elevado porcentaje de participantes que reportó sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza
refleja una clara relación entre los problemas de pareja y el malestar emocional profundo. Este hallazgo
concuerda con estudios previos que han demostrado que la desesperanza es un predictor robusto de
pensamientos y comportamientos suicidas (Beck et al., 1974). La tristeza prolongada y la desesperanza
pág. 9742
asociadas a conflictos en la pareja pueden amplificar el riesgo de suicidio al crear una sensación de
imposibilidad de cambio y una visión negativa del futuro. La alta incidencia de estos sentimientos entre
los participantes sugiere que los problemas relacionales están afectando severamente su bienestar
emocional, subrayando la necesidad de intervenciones que aborden tanto los problemas individuales
como los relacionales.
Problemas de sueño
La frecuencia con la que los participantes reportaron dificultades para conciliar el sueño o despertarse
durante la noche debido a preocupaciones es un indicador crucial de la salud mental deteriorada. Los
problemas de sueño están estrechamente relacionados con la ansiedad y la depresión, y son factores que
pueden exacerbar la ideación suicida (Zhou et al., 2018). La alta prevalencia de estos problemas sugiere
que el estrés derivado de los conflictos en la pareja está influyendo en la capacidad de los individuos
para descansar adecuadamente, lo que a su vez puede agravar sus síntomas emocionales. La mejora en
la gestión del sueño y la reducción del estrés relacional pueden ser objetivos clave en el tratamiento y
prevención del suicidio en estos contextos.
Pérdida de interés en actividades
La pérdida de interés en actividades que anteriormente resultaban placenteras es un síntoma central de
la depresión y un signo de deterioro emocional significativo. Los participantes que reportaron esta
pérdida de interés pueden estar experimentando una anhedonia, la cual está estrechamente relacionada
con el riesgo suicida (Fava et al., 2015). Este hallazgo subraya cómo los problemas de pareja no solo
afectan la salud mental a través de sentimientos de tristeza y desesperanza, sino también a través de la
disminución de la capacidad de disfrutar de la vida. Intervenciones que fomenten la recuperación del
interés en actividades significativas y el fortalecimiento del sentido de propósito pueden ser beneficiosas
para mejorar el bienestar general y reducir el riesgo suicida.
Pensamientos suicidas
El alto porcentaje de participantes que reportó pensamientos suicidas con frecuencia o siempre es
especialmente preocupante y subraya la gravedad del riesgo asociado con los problemas de pareja. Estos
resultados corroboran estudios previos que han identificado la ideación suicida como un efecto directo
de conflictos relacionales intensos y persistentes (Joiner, 2005). La presencia de pensamientos suicidas
pág. 9743
en una proporción significativa de la muestra sugiere que los problemas en la relación de pareja están
influyendo profundamente en la percepción de la vida y la autoestima de los individuos. Esto resalta la
urgencia de abordar el riesgo suicida en el contexto de los problemas de pareja, enfatizando la necesidad
de intervenciones preventivas que puedan abordar tanto las crisis inmediatas como las causas
subyacentes de estos pensamientos.
Dificultades en la concentración
Las dificultades para concentrarse, reportadas por una cantidad significativa de participantes, son
indicativas de un nivel alto de ansiedad y estrés. Este síntoma, asociado con problemas de pareja, puede
reflejar cómo el conflicto y las preocupaciones emocionales afectan la capacidad de los individuos para
funcionar en su vida diaria (Nolen-Hoeksema, 2001). La incapacidad para concentrarse puede llevar a
una mayor sensación de fracaso y desesperanza, factores que contribuyen al riesgo suicida. La
identificación y el abordaje de estas dificultades de concentración pueden ser fundamentales en las
estrategias de intervención para mejorar el funcionamiento diario y reducir el riesgo suicida.
Conflictos de pareja
El elevado nivel de conflictos en las relaciones de pareja observado en la muestra es un reflejo de cómo
los problemas interpersonales pueden desencadenar y exacerbar los problemas emocionales. La
frecuencia de desacuerdos serios sugiere que las relaciones conflictivas están contribuyendo
significativamente al malestar emocional de los participantes (Whitton et al., 2015). Este hallazgo resalta
la necesidad de intervenciones que aborden los conflictos de pareja como una fuente primaria de estrés
emocional, con el objetivo de mejorar la comunicación y la resolución de conflictos.
Problemas de comunicación y apoyo emocional
Las dificultades en la comunicación y la falta de apoyo emocional reportadas por los participantes
reflejan aspectos clave en la dinámica de las relaciones de pareja que pueden impactar negativamente
en la salud mental (Gottman et al., 1998). La mala comunicación y la falta de apoyo pueden intensificar
el sentimiento de aislamiento y desesperanza, exacerbando los síntomas de depresión y aumentando el
riesgo suicida. Este hallazgo subraya la importancia de intervenciones que fortalezcan la comunicación
efectiva y el apoyo emocional en las relaciones de pareja para mejorar el bienestar emocional y reducir
el riesgo suicida.
pág. 9744
Violencia en la Relación
La presencia de violencia sica o emocional en las relaciones de pareja, reportada por una parte
significativa de los participantes, es un factor de riesgo crítico para el suicidio (Campbell, 2002). La
violencia en las relaciones puede causar daño psicológico profundo, contribuir a la desesperanza y
aumentar significativamente el riesgo de pensamientos y comportamientos suicidas. Este resultado
destaca la necesidad de estrategias de intervención que aborden la violencia doméstica y proporcionen
apoyo a las víctimas para prevenir consecuencias graves.
Disminución de la autoestima
La disminución de la autoestima experimentada por los participantes es una indicación de cómo los
problemas de pareja pueden erosionar la autoimagen y el sentido de valor personal. La baja autoestima
está asociada con la depresión y el riesgo suicida, lo que sugiere que los problemas en la relación están
impactando profundamente la percepción personal de los individuos (Beck, 1967). La mejora de la
autoestima y el fortalecimiento del sentido de valor personal deben ser componentes clave en las
estrategias de intervención para abordar el impacto de los problemas de pareja en la salud mental.
En conclusión, los resultados del estudio destacan la compleja relación entre los problemas de pareja y
el riesgo de suicidio, revelando múltiples vías a través de las cuales los conflictos y dificultades
relacionales afectan la salud mental. La prevalencia de síntomas depresivos, pensamientos suicidas, y
problemas relacionados con el sueño y la autoestima sugiere la necesidad urgente de intervenciones
integrales que aborden tanto los problemas individuales como los relacionales. La implementación de
estrategias efectivas de intervención y apoyo puede ser crucial para mitigar el impacto negativo de los
problemas de pareja en la salud mental y reducir el riesgo de suicidio.
CONCLUSIONES
Los hallazgos de este estudio proporcionan una visión integral sobre la relación entre los problemas de
pareja y el riesgo de suicidio, destacando la complejidad de la interacción entre los conflictos
relacionales y el estado emocional de los individuos. La investigación revela que las dificultades en la
relación de pareja tienen un impacto profundo y multifacético en la salud mental, contribuyendo
significativamente al aumento del riesgo de suicidio.
Impacto de los problemas de pareja en la salud mental
pág. 9745
Los resultados del cuestionario indican que los problemas de pareja están fuertemente correlacionados
con una serie de síntomas emocionales y psicológicos adversos, incluyendo tristeza persistente,
desesperanza, y pensamientos suicidas. La alta prevalencia de estos síntomas entre los participantes
demuestra cómo los conflictos y dificultades en las relaciones de pareja pueden exacerbar problemas
emocionales preexistentes y contribuir a un deterioro significativo del bienestar mental. La presencia de
sentimientos de desesperanza y tristeza prolongada sugiere que los individuos afectados por problemas
de pareja están experimentando un impacto emocional severo que puede intensificar su riesgo suicida.
Relación entre problemas de sueño y riesgo suicida
El análisis de las dificultades para conciliar el sueño y los despertares nocturnos asociados con
preocupaciones revela que los problemas de sueño son una manifestación importante del estrés
emocional derivado de los conflictos de pareja. Los trastornos del sueño no solo afectan la calidad de
vida, sino que también agravan los síntomas de depresión y ansiedad, creando un ciclo perjudicial que
puede aumentar el riesgo de ideación suicida. La necesidad de abordar y tratar los problemas de sueño
en el contexto de los conflictos relacionales se vuelve evidente, sugiriendo que las intervenciones
efectivas deben incluir estrategias para mejorar la calidad del sueño y manejar el estrés asociado.
Pérdida de interés y anhedonia
La pérdida de interés en actividades que anteriormente eran placenteras es un indicador clave de
anhedonia, un síntoma común de la depresión severa. Los participantes que reportaron una disminución
en el interés y el placer experimentaron una disminución significativa en su bienestar emocional,
reflejando la profundidad del impacto que los problemas de pareja pueden tener en la percepción de la
vida y la autoimagen. Este hallazgo subraya la importancia de desarrollar intervenciones que ayuden a
los individuos a recuperar el interés en actividades significativas y fomenten un sentido renovado de
propósito y disfrute en la vida.
Frecuencia de pensamientos suicidas
La alta incidencia de pensamientos suicidas entre los participantes es uno de los hallazgos más
alarmantes del estudio. La frecuencia con la que los participantes reportaron ideación suicida resalta la
gravedad del riesgo asociado con los problemas de pareja y su impacto en la salud mental. Estos
resultados coinciden con investigaciones previas que han identificado la ideación suicida como un
pág. 9746
resultado potencialmente fatal de conflictos relacionales intensos y persistentes. La necesidad de
intervenciones preventivas y de apoyo que aborden tanto los síntomas suicidas inmediatos como las
causas subyacentes de estos pensamientos es esencial para la reducción efectiva del riesgo.
Problemas de comunicación y apoyo emocional
Los resultados indican que las dificultades en la comunicación y la falta de apoyo emocional en las
relaciones de pareja están contribuyendo al malestar emocional de los participantes. La incapacidad para
comunicarse efectivamente y la falta de apoyo pueden intensificar los sentimientos de aislamiento y
desesperanza, exacerbando el riesgo suicida. Estos hallazgos subrayan la importancia de fomentar una
comunicación abierta y efectiva en las relaciones de pareja y proporcionar un apoyo emocional adecuado
como parte de las estrategias de intervención para mejorar el bienestar mental y reducir el riesgo suicida.
Presencia de violencia y su impacto
La identificación de violencia física y emocional en las relaciones de pareja entre una parte significativa
de los participantes destaca el impacto devastador de la violencia doméstica en la salud mental. La
violencia en la relación puede causar daño psicológico profundo, contribuyendo a una mayor
desesperanza y aumentando el riesgo de suicidio. La necesidad de intervenciones que aborden y
prevengan la violencia doméstica, así como de proporcionar apoyo a las víctimas, es crítica para mitigar
el impacto negativo de la violencia en la salud mental y prevenir consecuencias graves como el suicidio.
Disminución de la autoestima
La disminución de la autoestima experimentada por los participantes indica cómo los problemas de
pareja pueden erosionar la autoimagen y el sentido de valor personal. La baja autoestima está asociada
con un mayor riesgo de depresión y suicidio, lo que refuerza la importancia de abordar la autoestima en
las estrategias de intervención. Mejorar la autoimagen y el sentido de valor personal puede ser
fundamental para ayudar a los individuos a superar el impacto negativo de los problemas de pareja y
reducir el riesgo suicida.
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