ONTOLOGÍA DEL QUERER:
DIALÉCTICA ENTRE LO VOLUNTARIO Y LO
INVOLUNTARIO EN PAUL RICOEUR
ONTOLOGY OF WANTING: DIALECTIC BETWEEN THE
VOLUNTARY AND THE INVOLUNTARY IN PAUL RICOEUR
Yessica Mondragón Palma
Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, México
pág. 11997
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i4.13376
Ontología del Querer: Dialéctica entre lo Voluntario y lo Involuntario en
Paul Ricoeur
Yessica Mondragón Palma
1
yessimp05@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-4503-8400
Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y
Tecnologías -CONAHCYT
México
RESUMEN
El presente artículo aborda la ontología del querer conformada por la dialéctica entre lo voluntario
(decisión, acción, consentir) y lo involuntario (carácter, el inconsciente, la vida). Dicho estudio lo
realiza Paul Ricoeur mediante un acto de abstracción que revela la relación tan estrecha que existe entre
la conciencia y el cuerpo propio; sin embargo, la fenomenología encuentra su propio limite, ya que
ninguna herramienta metodológica logra agotar la complejidad del ser humano, una filosofía de la
voluntad exige más que una análisis eidético. Está dialéctica muestra la importancia que tiene recuperar
al cuerpo como cuerpo propio y no solamente como cuerpo-objeto, el cuerpo propio es el yo existente,
pues mediante él se realiza la acción en donde la decisión encuentra su culminación. Para el filósofo
francés no hay otra manera de demostrar lo que somos sino es mediante lo que hacemos, el ser dice el
hacer y el hacer dice el ser, ser-hacer quedan totalmente imbricados. Así mismo, Ricoeur pretende
superar la dualidad del entendimiento (cuerpo/alma) y constituir un Cogito integral, que al mismo
tiempo es frágil por presentarse como libertad encarnada, es decir, como una voluntad atravesada por
lo involuntario absoluto.
Palabras clave: decisión, motivos, consentir, necesidad, carácter
1
Autor principal.
Correspondencia: yessimp05@gmail.com
pág. 11998
Ontology of Wanting: Dialectic Between the Voluntary and the Involuntary
in Paul Ricoeur
ABSTRCT
This article addresses the ontology of wanting composed of the dialectic between the voluntary
(decision, action, consent) and the involuntary (character, the unconscious, life). This study is brought
about by Paul Ricoeur through an act of abstraction that reveals the close relationship that exists
between consciousness and one's own body; however, phenomenology finds its own limit, since no
methodological tool achieves to exhaust at all the complexity of the human being, a philosophy of the
will requires more than an eidetic analysis. This dialectic displays the importance of getting back the
body as one's own body and not only as a body-object, one's own body is the existing self, since through
it the action is fullfilled where the decision finds its culmination. For the French philosopher there is no
other way to demonstrate what we are but through what we do, being says doing and doing says being,
being-doing are totally mingled. Likewise, Ricoeur endeavors to achieve to get over the duality of
understanding (body/soul) and constitute an integral Cogito, which at the same time is brittle because
it presents itself as incarnated freedom, that is, as a will crossed by the absolute involuntary.
Keywords: decision, motives, consent, necessity, character
Artículo recibido 10 julio 2024
Aceptado para publicación: 15 agosto 2024
pág. 11999
INTRODUCCIÓN
El pensamiento de Paul Ricoeur ha tenido presente el tema de la acción, el cual ha examinado desde
diferentes dimensiones (individual, institucional, históricamente) y perspectivas (fenomenología,
filosofía de la praxis, análisis del lenguaje). Esta reflexión inicia con una Filosofía de la Voluntad cuya
obra Lo voluntario y lo involuntario dará cuenta de ello, se ofrece un análisis fenomenológico de lo
voluntario y lo involuntario, centrado sobre todo en la dimensión individual de la acción. (Ricoeur,
1986, p. 9) Se somete a la voluntad a un análisis intencional y el primer dato que revela es la
reciprocidad de lo voluntario y lo involuntario (Ricoeur, 1986, p. 10).
La voluntad se constituye por el decidir, el actuar y el consentir, que a su vez se enlazan con los motivos,
los poderes y lo involuntario absoluto (el carácter, el inconsciente, la vida); dicho enlace revela una
estrecha conexión entre la conciencia y el cuerpo propio (el involuntario como campo de motivación
de la voluntad), este nexo es la ocasión para que Ricoeur rechace la idea de la conciencia como pura
transparencia, es decir, ya no la piensa como idealmente total.
La decisión es el primer momento de la voluntad. Implica proyectar la posibilidad práctica de una
acción que depende de cada cual, imputarse a mismo la responsabilidad del proyecto y motivarlo
con razones que proporcionan una legitimación. (Ricoeur, 1986, p.10) Hay una relación circular entre
decisión y motivos ya que el cuerpo se constituye como la fuente primera de motivos, comprender un
proyecto es conocer sus razones.
La voluntad no solo decide y proyecta en vacío, sino que además actúa (segundo momento de la
voluntad), es movimiento, de ahí que la acción se realice por la mediación del cuerpo.
El tercer momento de la voluntad es el consentimiento, que la define Ricoeur (1986) como: la adopción
activa de una situación en la que me encuentro implicado.” (p. 11) La necesidad corporal le permite el
filósofo francés examinar el carácter, el inconsciente, la organización vital, el nacimiento y la muerte
(lo inevitable) como aquello bajo lo cual existimos. La voluntad no solo decide y mueve mediante
motivos, sino que tiene que consentir una necesidad absoluta. Decir yo quiero, significa: yo decido, yo
actúo, yo consiento.
Una filosofía de la voluntad exige más que un análisis de las estructuras esenciales de la voluntad
humana, pues en tanto que esclava de las pasiones se convierte en una libertad servil y es necesaria una
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filosofía de la reflexión. Más allá de una descripción de la acción se encuentra la filosofía de la praxis
que implica cuestiones éticas y políticas, es decir, al problema de la posibilidad de la libertad le sigue
el de las condiciones de su realización; así la fenomenología encuentra su propio límite, pues ninguna
herramienta metodológica agota todo lo que somos como seres humanos.
El estudio de las relaciones entre lo voluntario y lo involuntario lo llevará a cabo el filósofo de Valence
mediante un acto de abstracción que revela las estructuras o posibilidades fundamentales del hombre,
poniendo entre paréntesis la falta y la trascendencia. La descripción eidética siempre comienza por el
aspecto voluntario seguida por las estructuras involuntarias. Con lo involuntario entra en juego el
cuerpo, y con ello el objetivo de Ricoeur es acceder a una existencia integral del Cogito (Ricoeur,
1986, p. 20). El cuerpo ha sido mejor conocido como objeto empírico desde las ciencias experimentales
y desde este cuerpo-objeto se descentra al Cogito de un conocimiento de lo involuntario, ya que solo
puede ser expuesto entre los objetos. La comprensión de las relaciones de lo involuntario y lo
voluntario exige, pues, que, sobre la actitud naturalista, se reconquiste sin cesar el Cogito captado en
primera persona.” (Ricoeur, 1986, p. 21)
Con Descartes se instituye un dualismo del entendimiento que condena al hombre ha estar quebrado,
pero para Ricoeur la reconquista del Cogito debe ser total y necesaria para no separar cuerpo y
pensamiento, se tiene que pasar de un cuerpo-objeto a un cuerpo-sujeto o cuerpo-propio. Debo pasar
de la objetividad a la existencia (Ricoeur, 1986, p. 27). El cuerpo no solo se constituye en un sentido
objetivo, sino que además es un yo existente. Para superar el dualismo del entendimiento es necesario
aprender a pensar el cuerpo como yo, es decir, como recíproco de un querer que yo soy. (Ricoeur,
1986, p. 43)
Decidir y los motivos
Decidir es significar una acción por proyectos, cuando se decide hacer una cosa se tiene el poder del
acto, “solo la ejecución es el criterio, la prueba del proyecto. (Ricoeur, 1986, p. 52) En tanto que la
acción depende de es un proyecto auténtico. Para Ricoeur (1986) la decisión designa en vacío una
acción futura que depende de y que está en mi poder.” (p. 56) Todos los juicios tienen en común
significar en vacío, es el pensamiento sin imagen, cuando la cosa esta presente ya no la significo, la
percibo. La decisión es una significación en vació, no de lo que es, sino de lo que tengo que hacer,
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enuncia algo existente que hay que hacer. Con la decisión tomo posición respecto a algo, me defino,
pues el proyecto es de algo y de alguien, al respeto Ricoeur (1986) se pronuncia:
el proyecto lo tengo que realizar yo; soy yo el que se empeña y el que vincula, soy yo el autor de los
gestos y de las transformaciones en el mundo. Figuro en el proyecto -y, por lo tanto, en el objeto querido-
como el sujeto de la acción proyectada. Aunque no me piense a mismo como aquél que en este
momento se decide, aunque no acentúe el “soy yo quien…” del verbo de la decisión, con todo, me
implico a mismo en el proyecto, me imputo la acción a realizar. (p. 59)
Soy el que proyecta y realiza, realizando algo me realizo a mismo, lo posible concierne por otra
parte al ser mismo de aquel que proyecta hacer, al sujeto y no solo a la acción. Pues haciendo algo yo
me hago-ser, yo soy mi propio poder ser. (Ricoeur, 1986, p. 68) El proyecto por realizar se inserta en
el futuro, es lanzado hacia adelante, es lo que será, la dimensión futura pertenece al orden de lo
involuntario absoluto, de lo inevitable que solo puedo consentir. Se abre un espacio para el sentimiento
de poder o de lo posible, realizar una acción depende del orden real del mundo que se puede constituir
como resistencia o como caminos de lo posible, enfatiza Ricoeur (1986) que :
Lo posible que proyecto y lo posible que descubro están cosidos uno con otro por la acción … poder y
posible: es posible lo que puedo y no solo lo que quiero; lo posible adquiere una consistencia y una
suerte de espesor carnal; se encuentra en el camino de lo real; es la capacidad de realización del proyecto
por el cuerpo. (p. 68)
Decidir es decidir algo, lo cual conlleva una dirección reflexiva: yo me decido, la decisión culmina
en la determinación de por sí: yo me decido, soy yo quien me determina y al que yo determino.
(Ricoeur, 2016, p. 76) El proyecto es realizado por alguien y ese alguien es responsable de hacerlo, la
responsabilidad revela que “saliendo del anonimato descubro que no tengo otros medios para afirmarme
que mis propios actos. (Ricoeur, 1986, p.71). Ser responsable es responder por mis acciones, no solo
es un acto de culpabilidad (me acuso), sino también de compromiso que designa la más alta afirmación
de mismo. “Me afirmo en mis actos. Precisamente eso es lo que señala el sentimiento de
responsabilidad: esta acción soy yo. (Ricoeur, 1986, p. 72)
El problema del poder-ser inherente al ser que quiere no se puede abordar únicamente desde una
descripción pura, sino que necesita de otros elementos de la doctrina de la elección. Se parte de una pre-
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reflexión y no de una reflexión explicita. En el análisis del proyecto el ser responsable es aquel que se
compromete y se reconoce como el autor de la acción.
En el decidir me determino, se abre una vía para ser el que soy, un porvenir, un posible, lo posible
implicado por el proyecto que soy; como lo hace notar Adaya Leythe (2018) en las siguientes palabras:
En cada proyecto el sujeto se compromete, y la confirmación del objeto elegido se afirma el propio
sujeto. Él es la acción. A esto hay que agregar que si el proyecto se presenta como posibilidad, entonces
un rasgo del sujeto es su ser posible. El sujeto es un ser de posibilidades, primero porque se proyecta
en el mundo y segundo; porque su proyección en el mundo se da gracias a la potencia de obrar que
reside en su propio cuerpo. (p. 112)
¿Bajo qué relación soy posible a partir de mis propias decisiones? Bajo la relación del cuerpo que realiza
esta posibilidad, el cuerpo es potencia de obrar. La decisión revela un porvenir.
Indica Ricoeur que no hay decisión sin motivos (problema central de lo voluntario y lo involuntario),
son las razones que la legitiman, los motivos evocan una moción, un movimiento, pero no deben
confundirse, como en el plano de los objetos, con la causa y el efecto, lo propio de una causa es poder
ser conocida y comprendida antes sus efectos. La esencia de los motivos es no tener sentido fuera de la
decisión. Los motivos están hechos de nuestra vida afectiva, son moción e impulso, así la voluntad
solo mueve a condición de ser movida y es movida por lo afectivo, por lo involuntario absoluto en
donde encuentra sus motivos.
Obrar y el cuerpo
El cuerpo resulta ser la fuente primera de motivos y es revelador de valores vitales. Mi cuerpo es el
que introduce este rasgo de existencia: es el primer existente, innegable, involuntario.” (Ricoeur, 1986,
p.101) Es mi querer bajo la forma de motivos. La relación de lo involuntario corporal y la voluntad debe
esclarecerse mediante las relaciones entre motivos y proyecto cuya relación circular exige que el cuerpo
se reconozca “como cuerpo-para-mi-querer y mi querer como proyecto-que-se-funda (en parte) en mi-
cuerpo. (Ricoeur, 1986, p. 102)
La materia de los motivos son las necesidades, estas necesidades son opacas al razonamiento y a la
claridad de la reflexión, la afectividad es lo no trasparente del cogito, es reveladora de mi existencia
corporal. La necesidad instituye un vínculo entre mi cuerpo y las cosas, no lo conozco desde fuera sino
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como necesidad vivida. La tarea de Ricoeur es intentar esclarecer la experiencia de lo involuntario en
el límite de una eidética de la motivación y en tensión con un tratamiento objetivo y empírico del cuerpo.
La necesidad, explica Ricoeur, se relaciona con la asimilación alimentaria y sexual, es el apetito en
cuanto que tiene la nota de la falta como indigencia o exigencia, es falta experimentada de y
orientación hacia…, la necesidad es un efecto en cuanto indigencia que tiende a la saciedad, a lo que la
llenará. El hombre se encuentra en una encrucijada entre su voluntad y sus necesidades, puede elegir
entre su hambre y otra cosa, puede afrontar sus necesidades e incluso sacrificarlas.
La vida comporta diversas dimensiones de valor e introduce en la elección a la vacilación. “La vida, al
menos en el estadio humano, es una situación compleja sin desanudar, un problema sin resolver, cuyos
términos no son ni claros ni concordantes.” (Ricoeur, 1986, p. 139) La existencia no solo es decisión
sino también vacilación. Nunca dejó de existir como cuerpo y como querer, querer vacilante, querer
vencido, querer indisponible, querer que decreta. (Ricoeur, 1986, p. 157) La vacilación se da en el
trascurso de la elección, es un abanico de posibilidades a elegir y por lo mismo me encuentro
indeterminado al no tener un proyecto, se da como falta de elección, es “in-decisión. Esta imperfección
del querer con frecuencia resulta experimentada dolorosamente; la siento como una pérdida de
mismo; me angustio porque todavía no soy, porque no soy uno. En la vacilación soy muchos, no soy.”
(Ricoeur, 1986, p. 158) Vacilar es dudar y ensayar diversos yo, es un esbozo de proyectos múltiples, es
tener diversas razones confusas, la indecisión también es indeterminación de motivos, solo la elección
hace que tenga razones, soy un ensayo de proyectos y de motivos.
Elegir es dejar de vacilar. “Tal es la novedad de la elección: repentinamente mi proyecto está
determinado; yo me determino, mis razones quedan determinadas: esta triple determinación -o
resolución- constituye el surgimiento de la elección.” (Ricoeur, 1986, p. 193) Vacilar es tener diversas
razones confusas, deliberar es clarificar tales razones, elegir es hacer aparecer una preferencia en las
razones. La condición humana es elegir, en tanto que histórico y corporal el hombre debe decidir a lo
largo de toda su vida en situaciones que no le permiten vacilar.
Un proyecto se encuentra incompleto sin la acción que es el criterio de autenticidad, no solo se la ejecuta
respeto a planes, sino que trata de ponerse a prueba en lo real, con las cosas, debo tener una idea real
del proyecto. La acción tiene un carácter temporal presente, es el acontecimiento mismo que inaugura
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algo nuevo en el mundo, su realización consuma un anhelo, un deseo; el objeto de la acción es el
pragma, lo que ha sido hecho por . El obrar se encuentra entre el yo como querer y el mundo como
campo de acción, estoy en el mundo donde hay algo que hacer, donde tengo que obrar, ya que el mundo,
no es sólo espectáculo sino también problema y tarea, materia a obrar, es el mundo para el proyecto y
la acción (Ricoeur, 1988, p. 237).
La reflexión sobre el cuerpo en la acción es una reflexión sobre el órgano del querer, es necesario
reintroducir el cuerpo en el Cogito integral y recuperar la certeza fundamental de estar encarnado, de
estar en situación corporal. Siempre debemos reconquistar, por encima de las disyunciones del
entendimiento, la seguridad de ser amos de nuestro cuerpo. (Ricoeur, 1988, p. 242) El dualismo del
entendimiento no es la única división de la subjetividad, el querer y el movimiento envuelven una
dualidad vivida, el vínculo con el cuerpo es polémico y dramático, pues no hay acto voluntario que no
hayamos cumplido involuntariamente.
Las funciones involuntarias del movimiento son: los saber-hacer preformados, las emociones y los
hábitos. Los saber-hacer preformados son movimientos elementales, se refieren al uso primitivo del
cuerpo. “A partir del momento en que el mundo me resulta presente, sé realizar algo con mi cuerpo, sin
saber ni mi cuerpo, ni el mundo.“ (Ricoeur, 1988. P. 259) La emoción es el medio y órgano del querer,
aparece como jurisdicción de la acción involuntaria, es fuente del movimiento involuntario.
El hábito humano lo describe Ricoeur (1988) como:
una manera se sentir, de percibir, de obrar, de pensar adquirida y relativamente estable; afecta a todas
las intenciones de la conciencia, sin ser una intención ...
Cuando digo: tengo el bito de…, 1º designo un carácter de la historia de mis actos: he aprendido”;
aparezco ante mismo afectado por dicha historia: he contraído el hábito; significo el valor
de uso del acto aprendido y contraído: yo “”, yo “puedo”.(307)
El hombre aprende con el tiempo el hábito, no se encuentra preformado, sino que es adquirido
voluntariamente, se puede comprender como un poder o una capacidad de resolver, no introduce algo
nuevo en el mundo, sino que con el tiempo y la repetición prolonga el uso irreflexivo del cuerpo, es
decir, lo que un día fue analizado, pensado y querido, se desliza poco a poco. Contraer un hábito es no
pensar el movimiento solo es hacer uso de él, es espontáneo como la vida, es invención, puede
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convertirse en mecánico o ser más plástico, es adquirido, contraído y da poder al querer, el saber surge
del hábito, no es lo que pienso sino aquello por medio de lo cual pienso.
El problema de la voluntad es el esfuerzo muscular porque el querer termina en los músculos, el
sentimiento de esfuerzo procede de la conciencia del obrar. El movimiento involuntario pasa
inadvertido ya que expresa la docilidad del cuerpo que cede y lo hace comprender como órgano del
querer. El hombre experimenta la resistencia de las cosas, son las cosas las que se resisten al esfuerzo,
sin embargo, las cosas no son un impedimento absoluto, solo vienen a limitar el movimiento. La
conciencia del esfuerzo escapa a una descripción de sensaciones porque es una conciencia radicalmente
práctica. Para nuestro autor la estructura del obrar no es lo que quiero, sino aquello a través de lo cual
quiero, el término de la acción es el cambio en el mundo, existir es obrar.
Consentir y el involuntario absoluto (carácter, inconsciente, la vida)
El acto de consentir es la tercera forma de la voluntad, es el acto de la voluntad que asiente a la
necesidad. Es necesario que me encuentre con vida para poder realizar un proyecto.
Este corazón que late y que dejará de latir es el resumen de ese mundo involuntario tan cercano a
nosotros y que la vida reúne para nosotros y en nosotros; es la vida la que nos permite elegir y
esforzarnos; sin ella no seriemos hombres capaces de querer. (Ricoeur, 1988, p. 377)
Se pregunta Ricoeur ¿Cuál es ese acto de consentir que consuma el querer? El consentir es una especie
de acción, es un compromiso en el ser. Consentir parece tener un carácter práctico de la voluntad, no
anticipa, no tiene futuro, ordena en el presente, lo que ordena ya está determinado. La necesidad no
tiende a ser consumada, compartida o a ocultarse, siempre está conmigo como la vida y la muerte,
“consentir es adoptar la necesidad más que comprobarla; es decir si a lo que ya está determinado“
(Ricoeur, 1988, 380).
El involuntario absoluto está constituido por el carácter, el inconsciente y la vida. La vida es
organización que cuenta con una historia individual, sin vida no hay voluntad pues la existencia nos
resulta impuesta. La condición humana expresa que nos encontramos determinados por el involuntario
absoluto, afirma la necesidad que padecemos por el hecho de existir. La relación de la naturaleza con
la libertad es paradójica, por un lado, la certeza de su conciliación es siempre una razón secreta y al
instante de pensarla destruimos esa unidad; el nacimiento de la reflexión es la ruptura de la conciencia
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y el cuerpo, el acto mismo de la libertad será asumir sus razones, poderes y condiciones. El
entendimiento arroja fuera de a la necesidad porque en algún grado es hiriente para la libertad; la
necesidad misma es ambigua, pues lo que es condición es al mismo tiempo límite, lo mismo que funda,
destruye; esta vida que me conduce me abandonara; soy mortal; mi condición envuelve cierta nada;
he aquí la piedra de toque del consentimiento y la última de la sabiduría.” (Ricoeur, 1988, p. 388)
El carácter es la necesidad más próxima a la voluntad, en primer lugar, se ha elaborado científicamente
al modo de un diagnóstico que sirve para localizar y clasificar cierta naturaleza en primera persona.
Para la etología el carácter contiene las marcas distintivas de un individuo, supone una objetivación
total, así el carácter es una clase a la cual pertenece un sujeto. Esta disciplina recurre a la estadística
para clasificar al carácter como perteneciente a tal clase que tiene ciertas propiedades, pero este método
estadístico no da ningún equivalente a la noción subjetiva de disposición a…, pues concluye en un
determinismo y parece que la voluntad queda atrapada en un entramado de características de un cierto
tipo, ante esta posición Ricoeur (1988) argumenta que:
mi carácter no es una invención de la ciencia, sino un aspecto de mismo que no se deja reabsorber
en lo involuntario se trata de un irremediable del cual no dar cuenta sin alterar la experiencia
evanescente que tengo de él.” (p. 399)
La pregunta que sigue a esta afirmación es, si tengo un carácter inmutable e invencible, yo mismo ¿qué
soy? El carácter no solo es señalamiento fuera de , sino naturaleza adherida a la cual no puedo
oponerme, es “esa figura estable y absolutamente no elegida de lo existente” (Ricoeur, 1997, p. 25), su
marca se encuentra en las decisiones que tomo, en mi esfuerzo, en la manera de percibir y desear, es
una totalidad concreta, está presente en lo que quiero, puedo y aspiro, indivisible, inimitable, invencible.
Cambiar mi carácter, sería propiamente devenir otro, alienarme; no puedo deshacerme de mismo.
Por mi carácter estoy situado, arrojado a la individualidad; me padezco a mismo como individuo
dado. Y con todo, no soy sino en tanto me hago y no sé dónde se detiene mi imperio, sino en tanto lo
ejerzo. (Ricoeur, 1988, p. 403)
El carácter esta mezclado con algún movimiento de la voluntad, con sus motivos y sus poderes, el
carácter afecta el esfuerzo y la decisión, todo en mi lleva la marca del carácter.
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Lo inconsciente es otro aspecto de lo involuntario absoluto que no se puede poner a distancia, evaluar
como motivo o mover como poder porque se encuentra en el imperio de lo oculto, de lo olvidado, de lo
borrado en el pasado, y por lo tanto la conciencia no es trasparente a misma, “la conciencia tiene un
reverso, algo debajo de ella, impensable fuera de ella y sin ella, que no es pensamiento pero que tampoco
es cuerpo.” (Ricoeur, 1988, p. 426) Se recurre a la cura psicoanalítica para la integración de un recuerdo
traumático, en la terapia el otro interpreta para que yo pueda rencillarme conmigo mismo.
A su vez, el inconsciente essiempre en el trasfondo de mi historia, que no puedo igualar en una
conciencia transparente y que incluso, por una parte, no puedo acceder a esta conciencia sin que medie
un tercero que la interprete para mi antes de que yo pueda reintegrarla en el campo de mi conciencia.
(Ricoeur, 2016, p. 81)
La organización vital del hombre esta atravesada por la situación corporal, estar con vida revela nuestra
existencia encarnada. La vida es la necesidad básica, necesidad de existir a la que no puedo oponerme,
juzgar o gobernar. Debo estar vivo para ser responsable de mi vida.” (Ricoeur, 1988, p. 445) Descubre
los caracteres esenciales de la vida, se revela antes de que la razón la explique, no es un objeto sino
conciencia de mismo, se muestra como indivisible, soy una totalidad viviente, existo como uno. Es
organización que asombra y sorprende, es sabiduría que se ignora así misma, participa del tiempo y de
la evolución de lo viviente como crecimiento sin retorno, entra en el orden del espacio y del tiempo,
tiempo que tiene un comienzo y un final.
La vida comporta tres momentos: organización, crecimiento y nacimiento. La organización vital es
equilibrio, regulación y adaptación, funciona en si misma sin , en este nivel de existencia dejo de ser
tarea y proyecto, paso a ser un problema resuelto. Aunque no siempre la vida es benefactora y tutelar
pues también está presente la enfermedad que me saca de mi existencia, pero incluso aquí aparece como
reparación y curación. La vida se me presenta como ambigua: en tanto organización es un problema
resuelto, y es un problema por resolver en tanto necesidad, hábito y emoción; existe lo resulto y no lo
resuelto de cosas que dependen de y de cosas que no dependen de , así la vida es al mismo tiempo
tarea resuelta y problema.
Estar con vida implica una temporalidad vital, al nacer he sido puesto en el mundo por los otros, he
recibido un comienzo y una naturaleza. El tiempo en el crecimiento se muestra como negatividad y
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amenaza, no viene luego del crecimiento, sino que siempre lo acompaña, crecer es envejecer. El futuro
del proyecto es lo que no puedo evitar ni retardar; el pasado es lo que no hay que hacer porque ya está
hecho, aquello que no puedo cambia. De igual modo vivimos en un continuo presente como duración
que nos constituye.
“Mi organización me habla de sufrimiento, mi crecimiento de envejecimiento; ¿de qué nada me habla
mi nacimiento? De la nada de la muerte” (Ricoeur, 1988, p. 498). Tengo experiencia del carácter y sus
límites, de la vida y su organización, del crecimiento y del envejecimiento, pero, según Ricoeur, no
tengo experiencia alguna de la muerte, la muerte no está en mi como la vida -como el sufrimiento, el
envejecimiento y la contingencia- siempre es lo extraño. (Ricoeur, 1988, p. 506) La idea de muerte es
aprendida desde fuera, quien ha comenzado debe concluir, es más un saber y no una experiencia; la
descubro por el conocimiento de la biología elemental, la cual enseña una ley empírica sin excepción:
todos los vivientes son mortales; esta ley es captada mediante los procesos de reparación y deterioro de
la vida, así la enfermedad implica de algún modo la muerte, sobre todo en lo incurable donde la
enfermedad tiene un final fatal. Para el filósofo de Valence la muerte es una necesidad biológica de
carácter empírico y ejemplar, es un aprendizaje de mi futuro; la biología no habla de la muerte de alguien
único e irremplazable es la sociedad la que nos enseña el valor del individuo. La muerte es solitaria e
incomunicable, tal como lo considera Abel Olivier: quien muere está siempre solo al morir, aun cuando
no muera en soledad, sino acompañado hasta el final por la proximidad fraternal de quienes son,
entonces, sus verdaderos prójimos.” (citado en Ricoeur, 2007, p. 16) El que muere es distinto de ,
pero también es mi semejante pues tiene la misma condición de hombre, y “cuanto más semejante sea
el otro, gracias al amor, más me tocará y herirá la ley de la mortalidad. El encuentro decisivo con la
muerte es la muerte del ser amado. La muerte resulta allí verdaderamente presentida como fin,
irreparable (Ricoeur, 1988, p. 504). Para Ricoeur la muerte del otro habla de mi propia muerte, esto es
una idea un poco fría que nunca resulta totalmente asumida.
CONCLUSIONES
De este análisis intencional que realiza Paul Ricoeur, destacaremos algunos puntos importantes. Esta
descripción eidética permite ampliar la esfera afectiva y volitiva, sin embargo, deja fuera lo concreto,
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lo histórico y empírico de la voluntad. A lo largo de esta búsqueda el mayor adversario será el
reduccionismo naturalista.
La dialéctica entre lo voluntario y lo involuntario revela la reciprocidad que hay entre ambos, así como
las estructuras o posibilidades fundamentales del hombre, la voluntad está relacionada con lo
involuntario en la medida en que se inserta en la trama de los deseos. De acuerdo con Grondin (2019):
la voluntad humana no es soberana: debe hacer las paces con lo involuntario que la penetra y que se
manifiesta tanto en la corporalidad, en nuestras necesidades (en el sentido más amplio posible, que
comprende la necesidad de luz, de música o de amistad) y en nuestra experiencia de dolor como en el
hecho de que la voluntad se muestra a menudo vacilante.” (pp.46-47)
Esta dialéctica no es armónica ni trasparente, porque el hombre experimenta la vacilación en la decisión,
la espontaneidad corporal y carácter; y no es trasparente porque hay algo que se le oculta: el
inconsciente.
Así mismo, pretende describir la unidad del ser humano (Cogito integral) superando la dualidad del
entendimiento (alma-cuerpo), que al mismo tiempo es frágil por presentarse como una libertad
encarnada, así lo hace notar Ricoeur (2016):
lo que comprendo del hombre es la síntesis de la invención y de la legitimidad, de la voluntad graciosa
y del cuerpo dócil, del consentimiento y de la necesidad. En una palabra, lo que comprendo es la unidad;
sobre ese fondo, sobre este horizonte de unidad vivo la dualidad dramática del hombre.”(p. 94)
El tema del obrar cobra un papel importante en la constitución del hombre pues es donde podemos dar
cuenta de lo que somos, el obrar sigue al ser; hay una estrecha relación entre actuar y ser en donde
nuestra manera de ser expresa nuestra manera de actuar, pues no tengo otra manera de afirmarme sino
es mediante mis acciones, (ser-hacer, hacer-ser). Nos hacemos en el transcurso de la existencia, somos
proyecto por realizar, somos transformación en construcción” (Gadamer, 2007). No solamente tengo
que transformar el mundo con mis acciones sino transformarme a mismo en la manera de ser, esa es
quizá nuestra tarea existencial.
El hombre no es lo ya hecho sino un proyecto de realización, como diría Merlau Ponty: no soy, tengo
que ser. La decisión proyectada posibilita el obrar del hombre en el mundo, lo cual es la afirmación de
mismo, pues es la elección de lo que tengo que realizar. No solamente tengo que transformar al
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mundo sino transfórmame a mí mismo en la manera de ser, esa es nuestra propia tarea ontológica, es el
proyecto existencial del hombre, el ergon Aristotélico,
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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