pág. 2181
INTRODUCCIÓN
De manera natural el hombre pertenece a la sociedad, y de cualquier forma siempre está en un ámbito
social, y siente la necesidad de relacionarse con los demás, ya sea por sobrevivir o por voluntad propia,
de esa manera fortalece sus capacidades y se abre a nuevas experiencias. El origen de la ciudadanía se
remonta a la Antigua Grecia, en el que “los ciudadanos” eran aquellos que tenían derecho a participar
en los asuntos del Estado. Sin embargo, de ninguna manera eran todos ciudadanos: los esclavos, los
campesinos, las mujeres o los extranjeros residentes eran simples súbditos. Para aquellos que tenían la
condición privilegiada de ciudadano, la idea de “virtud cívica” o ser un “buen” ciudadano era una parte
importante del concepto, puesto que la participación no se consideraba solo un derecho, sino también,
y, ante todo, un deber. Un ciudadano que no cumplía con sus responsabilidades era considerado
socialmente perjudicial. (Miralles, 2009)
(Giraldo-Zuluaga, 2015), indica que en la historia de Occidente se han construido, especialmente, dos
concepciones de ciudadanía: la ciudadanía como "actividad" y la ciudadanía como "condición". La
primera, que hemos conocido a través de la historia de la filosofía y del pensamiento político, define y
concibe la ciudadanía como una "forma de vida". Los hombres y los pueblos solo son importantes
cuando son ciudadanos y se ejercitan y participan de la vida política de sus países. La segunda
concepción (la condición ciudadana) nace y se desarrolla con el pensamiento liberal, en los tiempos de
las revoluciones (siglo XVII) y el nacimiento de las repúblicas (siglo XVIII).
La ciudadanía es histórica, dado que obedece a las condiciones y circunstancias (ubicadas en el tiempo
y en el espacio) de las sociedades en donde se ejerce. En general, los conceptos y las prácticas de la
ciudadanía han dependido de los contextos culturales, económicos, políticos y sociales. Sin duda, las
sociedades modernas presentan nuevos retos frente a la construcción de la ciudadanía, puesto que
fenómenos como la mundialización de la economía, la globalización de la cultura y la denominada
sociedad del conocimiento, generan diversidad de relaciones y de intercambios entre las personas y las
sociedades. (Castillo García, 2003)
La formación ciudadana y cívica se enfrenta a un desafío de sensibilización, motivación, adquisición,
construcción y reflexión de los procesos y evaluación para alcanzar las competencias y capacidades
inmersos en un perfil adecuado a los tiempos modernos. Todo esto implica generar ambientes adecuados