pág. 2685
INTRODUCCIÓN
Las pruebas de inteligencia se han utilizado para determinar el coeficiente intelectual desde principios
del siglo XX (Calvo S, 2014). En el sistema educativo se pueden hacer distinciones entre resultados
académicos, sin embargo, este tipo de pruebas sólo miden aspectos específicos de la inteligencia, como
aspectos verbales, numéricos o lógicos, por lo que los estudiantes que carezcan de habilidades en estas
materias tendrán inevitablemente puntuaciones más bajas y por tanto un coeficiente intelectual más
bajo. Estos resultados definitivamente pueden determinar el futuro profesional o personal. A pesar de
ello, se sabe que el sistema educativo no basa la oferta de asignaturas del programa en dos únicas
materias (lenguaje y matemáticas) sino que incluyen otras que, aunque no formen parte de los test de
inteligencia, son, con regularidad, aquellas en las que muchos alumnos pueden mostrar aptitudes
admirables y que puede convertirlos en excelentes profesionales de actividades relacionadas con las
mismas.
Los estudiantes que son los mejores en estas materias tienen pocas posibilidades de obtener buenos
resultados en las pruebas de coeficiente intelectual. Porque las medidas de inteligencia no tienen en
cuenta las materias en las que obtuvieron mejores resultados. En tal caso, sería un fracaso fundamental
del sistema educativo si no se animara a los estudiantes a desarrollar habilidades en las que
sobresalieran, puesto que esas habilidades no coincidirían con una de las competencias consideradas al
medir la inteligencia.
En este punto se observa cómo en muchas aulas hay armonía, bienestar, aprendizaje de todos, mientras
en otras hay tensión, sufrimiento, discriminación; emociones que afectan tanto a los alumnos como a
los profesores, generando un clima en el que el aprendizaje es posible para todos o solo para unos pocos
(González M, 2017). Por esa razón, cuando se identifica a un niño con dificultades específicas de
aprendizaje hay que tener en cuenta que sus dificultades no tienen que estar solo relacionadas con su
capacidad de aprendizaje, sino con las estrategias que se estén utilizando con ellos en ese momento. Por
consiguiente, los docentes deben tener en cuenta que deben de convertirse en investigadores de su
propia práctica, diseñando actividades donde todos sus alumnos puedan tener éxito y así forjarlos de
experiencias positivas y puedan estar vinculados con el proceso de enseñanza aprendizaje,