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INTRODUCCIÓN
La capacidad portante de los suelos es un aspecto crítico en la ingeniería geotécnica y la planificación
urbana, ya que influye directamente en la seguridad y estabilidad de las estructuras construidas sobre
ellos. La correcta evaluación y comprensión de la capacidad portante del suelo permiten desarrollar una
zonificación efectiva, asegurando que los terrenos se utilicen de manera adecuada según sus
características geotécnicas.
La capacidad portante de un suelo se define como la máxima carga que un suelo puede soportar antes
de experimentar fallos estructurales, como asentamientos excesivos o colapsos. Según Das (2018), esta
capacidad depende de una variedad de factores, incluyendo la naturaleza del suelo, su compactación, la
profundidad de la capa portante y el tipo de carga aplicada. Evaluar la capacidad portante es esencial
para diseñar cimentaciones adecuadas y garantizar la estabilidad a largo plazo de las estructuras.
La evaluación de la capacidad portante del suelo se realiza mediante pruebas de campo y análisis de
laboratorio. Las pruebas de campo, como el ensayo de carga de placa y el ensayo de penetración
estándar (SPT), proporcionan datos directos sobre la respuesta del suelo bajo cargas aplicadas (O'Neill
y Reese, 2018). Por otro lado, las pruebas de laboratorio, que incluyen análisis de granulometría, límites
de Atterberg y pruebas de compactación, ofrecen información sobre las propiedades físicas y mecánicas
del suelo que son fundamentales para los cálculos de capacidad portante (Gibson y Richard, 2019).
La zonificación geotécnica basada en la capacidad portante del suelo se utiliza para asignar diferentes
usos y tipos de construcción en función de la capacidad de carga del terreno. Bianchini et al. (2021)
destacan que una zonificación adecuada puede ayudar a prevenir problemas estructurales y garantizar
el uso eficiente del suelo. Las zonas se clasifican en función de su capacidad para soportar diferentes
tipos de cargas, desde áreas con alta capacidad portante, que permiten construcciones estándar, hasta
áreas con baja capacidad portante, que requieren técnicas avanzadas de estabilización y cimentación.
Los estudios recientes, como los de Bourgoyne et al. (2020), han mostrado que las condiciones del suelo
pueden ser más complejas de lo previsto debido a la variabilidad espacial y a factores ambientales. Las
técnicas modernas, como el uso de modelos de elementos finitos y herramientas de simulación
geotécnica, han mejorado la precisión de las evaluaciones de capacidad portante y la efectividad de la
zonificación (Fellenius, 2022).