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integrados por las huertas como lugares, la comida como la revelación de saberes y el comer como
práctica social cohesionadora. De esta manera, la interpretación del ecosistema cultural de Sotaquirá
sugiere que las prácticas y saberes de las comunidades campesinas, alrededor de la elaboración de
alimentos, operan dentro de un sistema organizado y de códigos sociales vinculantes, desde donde
ocurre el sentido de la vida, los valores patrimoniales de la comunidad, se fortalece el tejido cultural y
los sistemas sostenibles de producción de alimentos en el territorio.
Sin embargo, las prácticas y saberes que se han forjado en la relación con el territorio, y desde donde
se constituye el patrimonio alimentario de la comunidad, no es un asunto perpetuo. Por el contrario,
está atravesado por tensiones que, de no ser atendidas, podría generar su desaparición, pues este
patrimonio de sabores, texturas, olores y quehacer laborioso que se ha heredado de generación en
generación, padece de olvido y esto afecta su continuidad. Por ejemplo, hay factores como la falta de
interés de las nuevas generaciones por aprender, elaborar y llevar a la mesa los alimentos que son
reconocidos por la gente como de “herencia familiar”, pues migran a otros lugares, dejando de lado la
casa y el oficio de la huerta, que es desde donde se gestan la mayoría de alimentos que hacen parte de
la vida cotidiana. Otro factor es la desarticulación entre las políticas de desarrollo local y el
patrimonio alimentario, pues no tienen lugar en la agenda publica, y esto se refleja en la falta de
compromiso por parte de la administración municipal en la gestión y acompañamiento de programas
que velen por la preservación y divulgación de dicho patrimonio. En consecuencia, los procesos
socioculturales, ambientales involucrados en la elaboración de alimentos, poco a poco se desvanecen
en la memoria de la comunidad. Así, el patrimonio alimentario que es también un importante
cohesionador social, requiere atención desde el reconocimiento, dialogo y concesos que permitan su
activación, fortalecimiento y apropiación por parte de la comunidad.
Así, este artículo presenta una propuesta participativa que tiene como propósito mitigar los riesgos y
fomentar la apropiación social del patrimonio alimentario de los sotaquireños.
El desarrollo de esta se presenta en tres fases: la primera se llama el territorio y sus lugares, allí el
objetivo es identificar las características físicas y/o ecosistemicas de los lugares relacionados con el
patrimonio alimentario, El asunto de explorar el territorio es relevante, pues allí convergen formas de
articulación social, cultural, vinculadas a la identidad, la memoria; también es el escenario donde se