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INTRODUCCIÓN
El 30 de enero de 2020, un día que inicialmente parecía ordinario, fue cuando la Organización Mundial
de la Salud (OMS) declaró la pandemia de COVID-19, marcando un punto de inflexión global. Esta
crisis no solo puso en evidencia la fragilidad de los sistemas de salud en todo el mundo y las profundas
desigualdades sociales exacerbadas por un modelo globalizado y capitalista, caracterizado por un
acelerado ritmo de transformación –social, cultural, tecnológico, entre otros–, sino que también reveló
enormes desafíos para las economías globales, impactando directamente al sector empresarial.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2022), para el año 2023 se proyecta una
reducción de aproximadamente 52 millones de empleos en comparación con los niveles previos a la
pandemia. Aún más alarmante es que las expectativas de recuperación de estos empleos representan un
reto formidable, especialmente para las economías emergentes y en desarrollo. El sector empresarial ha
sido identificado como uno de los más afectados por la emergencia sanitaria, debido en gran parte a las
medidas adoptadas para controlar la crisis, como el confinamiento y el distanciamiento social.
Diversos autores han estudiado los efectos de estas medidas y han concluido que las micro, pequeñas y
medianas empresas han sido las más perjudicadas por las consecuencias económicas y sociales
derivadas de la pandemia (Cueva y Erazo, 2021; CEPAL, 2020; Giles, 2020; Bartik, et al., 2020;
Coibion, et al., 2020). Entre las principales consecuencias identificadas se encuentran: cierres
temporales y permanentes debido a las restricciones gubernamentales y al distanciamiento social (Giles,
2020); reducción de la demanda como resultado de la disminución del gasto del consumidor y la
incertidumbre económica (Coibion, et al., 2020); interrupciones en la cadena de suministro, provocando
retrasos, cancelaciones de pedidos y dificultades para obtener materias primas (Giles, 2020; Bartik, et
al., 2020); la necesidad de adaptarse al trabajo remoto y a la digitalización de procesos, lo que ha
generado tanto desafíos como oportunidades (Cueva y Erazo, 2021); y los costos adicionales asociados
a inversiones en medidas de seguridad, como equipos de protección personal y desinfección, que han
incrementado los costos operativos (Cueva y Erazo, 2021; Coibion, et al., 2020).
En el contexto colombiano, Serna et al. (2020) analizaron el impacto de la pandemia en el empleo de
pequeñas y microempresas en las principales trece ciudades del país, concluyendo que alrededor de
1.825.954 trabajadores en sectores como transporte, comunicaciones, actividades inmobiliarias,