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La economía circular y el desarrollo sostenible están intrínsecamente interconectados, ya que ambos
enfoques comparten el objetivo de maximizar la eficiencia en el uso de los recursos disponibles y
minimizar el impacto ambiental. Ambos modelos no solo buscan la sostenibilidad en términos
ecológicos, sino que también están alineados con objetivos económicos y sociales, como la promoción
de modelos de negocio sostenibles, la generación de empleos y la promoción de la equidad social. Así,
la economía circular se constituye como un componente esencial en la consecución del desarrollo
sostenible, al ofrecer un marco que fomenta la reutilización, el reciclaje y la reducción de residuos,
contribuyendo a un futuro más equilibrado y responsable.
Un concepto fundamental para el desarrollo de este estudio es el de economía circular. Según Cerdá y
Khalilova (2016), la economía circular se define como "un ciclo de desarrollo continuo positivo que
preserva y aumenta el capital natural, optimiza los rendimientos de los recursos y minimiza los riesgos
del sistema, gestionando stocks finitos y flujos renovables". Este enfoque no solo busca la sostenibilidad
ambiental, sino que también promueve una utilización más eficiente de los recursos a través de la
maximización de su valor. Además, se destaca su capacidad para operar de manera efectiva en diversas
escalas, lo que permite su implementación en diferentes contextos económicos y sociales. La economía
circular, por tanto, se presenta como una alternativa viable que contribuye a la creación de sistemas más
resilientes y sostenibles, alineados con las demandas actuales de un desarrollo responsable.
En la práctica, la economía circular involucra reducir al mínimo los residuos. Cuando un producto
culmina su vida, sus componentes se mantienen dentro de la economía siempre que sea posible gracias
al reciclaje. Estos se pueden usar productivamente una y otra vez, creando así un valor adicional. Difiere
con el modelo económico lineal tradicional, basado principalmente en el concepto “usar y tirar”, que
requiere de grandes cantidades de materiales y energía (Parlamento Europeo, 2023).
La Fundación Aquae (2023) señala en su sitio web que los neumáticos de los automóviles tienen la
capacidad de permanecer en el medio ambiente durante más de mil años, debido a la ausencia de factores
físicos, biológicos o químicos que faciliten su degradación rápida. Esta longevidad en el entorno plantea
serios desafíos ambientales, ya que los neumáticos desechados pueden permanecer sin descomponerse
durante un extenso periodo de tiempo. Además, se destaca que los neumáticos representan un alto riesgo
de incendio, lo que amplifica la necesidad de su correcta gestión. En este contexto, el reciclaje de