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1990, los cambios en la matriz socio-política llevaron a nuevas reformas educativas, con un mayor
énfasis en la democratización del acceso a la educación (Lamarra & Centeno, 2016) (Suasnábar, 2017).
Más recientemente, el siglo XXI ha traído un nuevo escenario regional, con principales innovaciones
políticas en el campo de la educación. Estos procesos han implicado desafíos como el crecimiento de la
cobertura, la construcción de infraestructura escolar y la formación docente, aunque inicialmente con
una implementación limitada y heterogénea en la región.
Ampliar el escenario de discusión propuesto, tomando como referencia la profundización sugerida en
relación a los ejes temáticos de educación y justicia social, así como democracia y educación en América
Latina, permite abordar la simbiosis obligada que debe producirse entre estos componentes
trascendentales en el desarrollo social. Dado que la educación tiene el papel fundamental de formar
sociedades justas, equitativas y participativas, es crucial examinar cómo puede contribuir a la
construcción de una sociedad más equitativa y democrática. Esto implica analizar el papel de la
educación en la promoción de los principios de justicia social, igualdad de oportunidades y participación
ciudadana, así como la manera en que estos principios deben guiar y permear los distintos procesos y
objetivos educativos en la región latinoamericana.
En este sentido, la educación y la democracia establecen una sinergia recíproca que exige un esfuerzo
de análisis complejo si se pretende determinar qué componente suma en mayor medida al otro, dado
que, si se quiere pensar en esta relación, ambas aportan al sostenimiento, desarrollo, calidad y
mejoramiento de la otra. La educación y la escuela misma tienen una naturaleza política, por tanto,
democrática; no sólo por incluir curricularmente una asignatura, sino por su estructura orgánica como
por su función formativa social. La democracia por su parte exige una formación en pluralidad,
conocimiento y reflexión, dándole un sentido de autonomía a la educación, además de proveer los
mecanismos de participación que en el caso de la educación oficial permite incluir a todos los actores
sociales en las estructuras institucionales, En palabras de Lagomarsino, et al (2019): “La educación debe
ser democrática, en la perspectiva de que los sujetos sean capaces de divagar y movilizarse por lo bello,
lo justo, la libertad y todo lo vinculado con esto”(p.139).
Así, la democracia y la educación han marcado notoriamente los destinos y las tendencias en la sociedad.
La construcción y la lucha histórica en busca de estados autónomos como los latinoamericanos, así como