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INTRODUCCIÓN
En los últimos años, el uso del inglés como lengua de instrucción en instituciones de educación superior,
conocido como English as a Medium of Instruction (EMI), ha ganado una enorme relevancia en diversos
contextos académicos (Dearden, 2016; Macaro et al., 2018). Este fenómeno responde a la creciente
globalización de la educación, en la que universidades de todo el mundo buscan atraer a estudiantes
internacionales y facilitar la colaboración académica a nivel global. El inglés, como idioma dominante
en la ciencia, el comercio y la diplomacia, ha sido adoptado en muchos países no angloparlantes como
la lengua preferida para la enseñanza en programas universitarios, particularmente en aquellas áreas
relacionadas con las ciencias, la tecnología, la ingeniería y los negocios (Macaro, 2020).
El EMI ha demostrado ser una herramienta poderosa para la internacionalización de la educación
superior, ya que permite a las instituciones atraer a un cuerpo estudiantil más diverso y competitivo. No
obstante, la implementación de este enfoque ha generado desafíos significativos tanto para los docentes
como para los estudiantes. Por un lado, muchos profesores que no son hablantes nativos de inglés deben
adaptarse a la enseñanza en un idioma extranjero, lo que puede afectar su autoeficacia y el desempeño
en el aula (Dang & Vu, 2020). Por otro lado, los estudiantes que no dominan el inglés enfrentan
dificultades adicionales en su aprendizaje académico, lo que puede impactar su rendimiento y éxito
académico (Gan et al., 2020).
La autoeficacia, definida como la creencia de una persona en su capacidad para realizar tareas
específicas con éxito, ha emergido como un factor crítico en el aprendizaje de idiomas, especialmente
en contextos donde el inglés es el idioma de instrucción (Bandura, 1997). Investigaciones recientes han
demostrado que los estudiantes con altos niveles de autoeficacia tienden a obtener mejores resultados
académicos y a enfrentar de manera más eficaz los desafíos asociados con el aprendizaje en un idioma
extranjero (Huang & Zhang, 2020). En particular, aquellos estudiantes que confían en su capacidad para
aprender y usar el inglés muestran una mayor disposición para participar activamente en clases EMI y
se benefician más de este enfoque pedagógico.
La adopción del EMI también ha generado debates sobre las políticas lingüísticas en instituciones de
educación superior (Phillipson, 2006; Doiz et al., 2012). Algunas universidades han implementado el
EMI de manera obligatoria, mientras que otras han optado por enfoques más flexibles que permiten a