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El turismo comunitario es una forma de turismo que involucra a las comunidades locales, dándoles un
papel central en la gestión y beneficios del turismo. Es una alternativa más sostenible, ya que busca
minimizar el impacto negativo del turismo convencional, promoviendo la cultura local y el medio
ambiente.
Lo mejor de este tipo de turismo es que las comunidades son las que llevan la batuta, ellos deciden cómo
quieren mostrar su cultura y qué actividades ofrecer. Esto no solo les da la oportunidad de compartir su
historia, sino que también les ayuda a generar ingresos que pueden usar para mejorar su calidad de vida,
por ejemplo, pueden invertir en educación, salud o en cuidar su entorno natural. Además, el turismo
comunitario fomenta un intercambio auténtico, los visitantes no solo son turistas; se convierten en parte
de la comunidad, aunque sea por un corto tiempo esto crea lazos y un entendimiento más profundo entre
diferentes culturas. Y, por supuesto, los viajeros se llevan recuerdos y experiencias que no encontrarían
en un viaje convencional.
Por ejemplo, autores como Murphy (1985) argumentan que el turismo comunitario puede fortalecer las
economías locales, además de promover la conservación cultural y ecológica. Zapata et al. (2011)
destacan que el turismo comunitario ofrece una manera más justa de distribuir los ingresos del turismo,
ya que pone a las comunidades en el centro del proceso, permitiendo que se beneficien directamente de
su patrimonio y recursos.
Por otro lado, Mitchell y Reid (2001) señalan que, aunque el turismo comunitario tiene muchas ventajas,
también enfrenta retos importantes, como la falta de formación y recursos de las comunidades locales,
lo que puede limitar su capacidad para competir con el turismo comercial tradicional.
En el proceso de desarrollo del turismo comunitario no todo es perfecto, las comunidades también
enfrentan desafíos, como la necesidad de equilibrar el turismo con la preservación de su identidad
cultural y su entorno, es un trabajo constante. Entre estos desafíos se encuentran la falta de
infraestructura adecuada, capacitación en gestión turística y acceso a recursos financieros puede limitar
el crecimiento sostenible de este modelo (Suansri, 2003).
Además, existe el riesgo de una "folklorización" de las culturas, donde las tradiciones y costumbres se
simplifican o distorsionan para satisfacer las expectativas de los turistas, lo que a largo plazo puede
erosionar la autenticidad cultural de las comunidades (Hinch & Butler, 2007). Por otro lado, la