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En el plano cultural, tampoco hay que olvidar que la familia, como institución social, es coeducadora,
especialmente en lo que respecta a los valores nacionales, con la clara influencia de la Iglesia en las
cuestiones morales; por otro lado, en la sociedad actual de la información y el conocimiento, el sistema
escolar plantea nuevas exigencias para impartir niveles más altos de habilidades intelectuales y morales,
lo que requiere una reconceptualización y una profunda reorganización de su trabajo.
El valor de la democracia en las escuelas radica no sólo es una ideología, sino que guía el trabajo diario
de diversas prácticas que se desarrollan en los centros educativos, es decir, la cultura escolar es una
cultura democrática, construido a través del consenso, la transparencia y la participación creando
cambios rápidos.
El modelo de escuela tradicional surge una alternativa como es las escuelas democráticas, las relaciones
cotidianas entre personas se caracterizan por la solidaridad, la tolerancia, el respeto, la ayuda, la justicia,
la libertad, la igualdad, la cooperación, la responsabilidad, la participación, porque la democracia se
aprende viviéndolo día a día, se nos educa sobre la democracia.
Por tanto, las alternativas educativas no se reducen a proyectos educativos específicos sobre diferentes
temáticas y limitados en el tiempo, sino que constituyen una forma más de hacer escuela apoyándose
en las prácticas de negociación de todo el grupo en cuestión, para promover el desarrollo integral de
niños y niñas, al involucrarlos activamente en su aprendizaje, en la forma de tomar decisiones, con los
adultos, sobre los diferentes aspectos que les conciernen a su vida educativa diaria: qué quieren
aprender, cómo, con quién y por cuánto tiempo, es decir, que no se les quite el tiempo y que lo que
aprenden no se separe de su vida diaria.
Desde el punto de vista (Pablo Emilio Cruz Picóna, 2023) describe lo siguiente: En la actualidad, es
innegable que la indiferencia democrática es un hecho instituido en variedad de contornos sociales,
puesto que preexisten raíces estructurales y recónditas que estimulan el desencanto hacia lo político. Sin
embargo, educar para la democracia es una estrategia activa que incluye construir ciudadanía y paz; a
su vez, pondera en la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades
El papel del alumno debe ir más allá de implementar estrategias, recursos y patrones de vida efectivos;
mediante el desarrollo integral de estudiantes debe partir de un acercamiento a ejes horizontales que
asegure una nueva imagen de socialización e interacción humana con sus dimensiones espirituales y