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participación de la comunidad, y uno de los grandes retos de la sociedad y en general de la educación
es formar personas integrales, capaces de desarrollarse no solo en el ámbito académico, es decir, que
no todo se quede únicamente plasmado en el cuaderno, sino que desde temprana edad comiencen a
ejercer actitudes de liderazgo, de preocupación sobre el bien colectivo y que también se forme en
valores, en responsabilidad social y ambiental. Así también se fundamenta por lo que menciona Tracy
(2017), en donde dice que, la educación ambiental no debe enseñarse solamente sobre ecología y medio
ambiente, sino ir más allá. Por dicha razón, se debe procurar que los estudiantes desarrollen sus
habilidades y pensamiento crítico, con la finalidad de que tengan un mayor sustento al momento de
analizar y discutir sobre la problemática medioambiental. Las capacidades mencionadas anteriormente
no se deben remitir únicamente a los adultos sino que se deben fomentar desde las pequeñas
generaciones, como en este caso a los estudiantes de cuarto grado ya que son ellas quienes van a recibir
todos los retos de las acciones que actualmente se tienen con el ambiente, y es necesario que en ellos se
fomente la capacidad de pensar y reaccionar frente a las problemáticas existentes, que reconozcan la
gravedad de generar residuos y que éstos no tengan una buena disposición, y tiene más relevancia
porque estos estudiantes hacen parte de una comunidad indígena en su mayoría, lo que contribuye a la
revitalización como pueblo, pues les permite ver el daño que se le ha ocasionado al territorio, a los sitios
sagrados, a ese suelo, al aire, al agua, que son los mismos que dan la vida y el equilibrio, ya que, según
Bísbicus et. Al (2010) y lo que propone en su investigación, de acuerdo a las historias y cosmovisión
del pueblo Awá, la naturaleza es la vida misma, y en torno a ella gira la verdadera existencia y
pervivencia de las diferentes generaciones, así que es deber de cada uno, hacer que esos fundamentos
crezcan en cada uno y se apoderen y pueda reconocer la importancia de salvaguardar la sabiduría y el
control de la biodiversidad del territorio. También cabe resaltar que estos procesos según Varela et. Al
(2019) deben iniciarse con un enfoque en la apropiación, sensibilización y comprensión contextual por
parte de los educadores; no es viable que el tema sea tratado por docentes que desconocen el contexto
en el que se aplicará. En este sentido, cada institución educativa debería contar con personal capacitado
específicamente para este propósito. Además, resulta fundamental considerar la educación ambiental
no solo como una responsabilidad de la comunidad escolar, sino como un paso hacia la formación de
una ciudadanía ambiental consciente y comprometida.