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INTRODUCCIÓN
En México, la obesidad infantil se ha incrementado drásticamente, presentando tanto consecuencias de
salud inmediatas, como anormalidades en lípidos, presión arterial y glucosa, así como efectos
psicológicos y sociales, entre ellos, la baja autoestima y depresión. Estos factores no solo afectan el
desarrollo académico y productivo de los niños, sino que también aumentan el riesgo de obesidad y
enfermedades crónicas en la adultez. La investigación destaca la importancia de una intervención
temprana, enfocada en los primeros 1,000 días de vida, desde el embarazo hasta los dos años, para
reducir el riesgo de obesidad mediante políticas de salud y educación integral en estilos de vida
saludables. (Rivera, J., et. al., 2018).
La publicidad de alimentos y bebidas dirigidos a la población infantil en México juega un papel
fundamental en la creciente prevalencia de obesidad infantil. La mercadotecnia agresiva de productos
con altos contenidos de azúcar, sodio y grasas saturadas genera un entorno en el cual los niños están
constantemente expuestos a opciones no saludables. Este contexto, en combinación con patrones de
consumo influenciados por la publicidad, contribuye a la malnutrición en los menores, al fomentar
preferencias por alimentos de baja calidad nutricional desde temprana edad. A pesar de los esfuerzos
regulatorios, las restricciones actuales sobre la publicidad no cubren todos los horarios ni medios de
comunicación, lo cual limita su efectividad. Por lo tanto, es crucial profundizar en las estrategias
regulatorias y educativas para abordar la influencia de la publicidad en los hábitos alimenticios de la
infancia y promover prácticas de consumo más saludables. (Rivera, J., et. al., 2018).
El análisis del informe sobre el Servicio de Alimentación (SA) del Programa de Escuelas de Tiempo
Completo (PETC) en México revela problemas significativos en la nutrición de niñas y niños
beneficiarios. Los datos indican que el 36.9% de los estudiantes presenta sobrepeso u obesidad, y un
11% tiene talla baja. Estos porcentajes reflejan tendencias nacionales de malnutrición, con altos índices
de obesidad infantil. La oferta alimentaria, aunque percibida positivamente por los estudiantes, presenta
variabilidad y carencia de estándares en porciones y contenido nutricional. El estudio también evidencia
que un número importante de niños consume su primer alimento del día en el SA, subrayando la
dependencia de estos programas en zonas de alta marginalidad y pobreza. Además, la infraestructura
insuficiente y las limitaciones en prácticas de higiene y variedad alimentaria ponen en riesgo la eficacia