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Los Juegos Olímpicos, en su XXXIII edición, se llevaron a cabo en París, Francia, del 26 de julio al
11 de agosto, mientras que los Juegos Paralímpicos se celebraron en la misma ciudad, del 28 de
agosto al 8 de septiembre.
En esta nueva edición de los Juegos Olímpicos, se incorporaron disciplinas como el breakdance, el
surf, la escalada deportiva y el skateboard, alcanzando así un total de 32 deportes olímpicos (DAZN,
s. f.). En contraste, los Juegos Paralímpicos incluyeron 22 deportes, entre los cuales se destacaron el
baloncesto en silla de ruedas, el atletismo, la natación, el ciclismo y el tenis en silla de ruedas
(MEDAC, s. f.). La diferencia en el número de deportes se debe a la adaptación de las disciplinas a las
distintas capacidades de los atletas, ya que algunos deportes aún presentan desafíos técnicos o de
accesibilidad que dificultan su inclusión en el programa paralímpico, como es el caso de la lucha
libre. La inclusión en el deporte, especialmente en el contexto de los Juegos Olímpicos y
Paralímpicos, no solo fomenta la equidad y el reconocimiento de la diversidad, sino que también
establece un paradigma inspirador para la inclusión en la educación. En el ámbito deportivo, la
participación de atletas con diferentes habilidades y necesidades especiales desafía los límites
tradicionales y destaca el valor de la adaptabilidad y la accesibilidad (Howe & Silva, 2018). Este
enfoque inclusivo se alinea estrechamente con las metas de la educación, donde cada vez se reconoce
más la necesidad de adaptarse a las diferentes capacidades y estilos de aprendizaje de los estudiantes,
promoviendo una experiencia de aprendizaje que fomente la equidad y la participación plena
(UNESCO, 2020). Al igual que en el deporte, la inclusión en la educación no solo beneficia a los
individuos, sino que también enriquece a toda la comunidad, permitiendo que todos los estudiantes
desarrollen un sentido de pertenencia y respeto hacia las diferencias, contribuyendo así a una sociedad
más justa y cohesionada (Armstrong et al., 2016).
El enfoque didáctico y pedagógico que enmarcó esta actividad fue de corte constructivista, cuya
metodología activa fue el aprendizaje basado en proyectos (ABP). Esta, es una metodología que busca
desarrollar en los estudiantes habilidades y conocimientos a través de la investigación y resolución de
problemas a partir de situaciones reales y significativas. Esta metodología se enfoca en fomentar el
pensamiento crítico, la autonomía y la colaboración, posicionando al estudiante como un agente
activo en su proceso de aprendizaje (Savery, 2006).