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como el estrés y la ansiedad. Además, estas competencias son pieza clave para el éxito académico, ya
que las emociones positivas, como la alegría y la motivación, fortalecen los procesos de aprendizaje,
mientras que las emociones negativas pueden obstaculizarlos (Casassus, 2006).
Desde una perspectiva teórica, autores como Vygotsky (2014) enfatizan que las emociones están
profundamente entrelazadas con las funciones psicológicas, como el pensamiento y la cognición,
demostrando que las emociones no actúan de manera aislada, sino en relación con los procesos sociales
y culturales que moldean el desarrollo humano; este enfoque sociohistórico destaca la importancia de
abordar la educación emocional desde un marco integral, que incluya tanto los aspectos cognitivos
como afectivos en la formación de los estudiantes.
En el ámbito práctico, la implementación de programas de educación emocional en escuelas ha
demostrado ser eficaz; por ejemplo, proyectos como "Leyendo sueños, tejiendo sentimientos"
(Mahecha, 2016) utilizan estrategias pedagógicas y didácticas para promover la autorregulación
emocional, la empatía y la comunicación efectiva en los niños, destacando el papel central de las
familias y los docentes en este proceso.
Impacto de la pandemia en la educación emocional
La pandemia de COVID-19 generó una crisis sin precedentes en los sistemas educativos, afectando
profundamente la estabilidad emocional de los estudiantes; las emociones son determinantes para
facilitar u obstaculizar el aprendizaje, y durante el confinamiento estas se vieron perjudicadas por
factores como el aislamiento, la incertidumbre y el duelo (Casassus, 2006). En este sentido, Morales-
Rodríguez et al. (2021) identificaron un aumento significativo en la ansiedad y el estrés en las
comunidades educativas, lo que repercutió en el rendimiento académico y las relaciones interpersonales.
En México, el cierre de escuelas y la transición a la educación virtual incrementaron las desigualdades
preexistentes; de acuerdo con datos de la SEP (Unidad de Planeación y Evaluación de Políticas
Educativas, s.f.), muchos estudiantes carecieron de los recursos tecnológicos necesarios para participar
en las clases en línea, lo que no solo afectó su aprendizaje, sino también su bienestar emocional; aunado
a esto, el distanciamiento físico limitó las oportunidades para desarrollar habilidades socioemocionales,
fundamentales en la interacción diaria entre compañeros y docentes.
Por otra parte, las reacciones emocionales de los estudiantes variaron ampliamente según sus contextos