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En años recientes, la ESS ha encontrado una vía para su expansión y fortalecimiento, dicha vía la
constituyen los mercados sociales, concebidos como espacios que reúnen a actores, experiencias,
recursos y conocimientos en torno a relaciones de producción, distribución, financiamiento y consumo,
fundamentadas en la justicia social y ambiental, la reciprocidad y la cooperación mutua. (Arrillaga &
Etxezarreta, 2022).
La Asamblea General de las Naciones Unidas (2023), considera que al adaptarse al contexto local, la
ESS puede apoyar la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), particularmente en
la creación de empleo decente, la provisión de servicios sociales como salud y educación, la protección
ambiental a través de prácticas sostenibles, la promoción de la igualdad de género, el acceso a
financiamiento asequible y el desarrollo económico local, son algunas de sus contribuciones clave.
Además, fomenta el diálogo social, los derechos laborales, la inclusión, promueve alianzas y una
gobernanza participativa a nivel local y global, fortaleciendo también las capacidades de las personas
en situaciones vulnerables.
México, como miembro de la ONU, implementó medidas dirigidas a alcanzar un desarrollo sostenible
en el rubro de ESS, a través del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, que en su texto indica que “El
gobierno federal impulsará la economía social y solidaria” (Ejecutivo Federal, 2019), aunque es
importante decir que no se trata de un hecho nuevo, como lo argumenta Izquierdo (2020), la rectoría
económica ha sido un pilar en México para orientar el desarrollo económico desde 1917, cuando se
otorgó al Estado Mexicano la responsabilidad de promover el crecimiento nacional como un medio
esencial para integrar al país dentro de sus principios económicos y sociales.
Aún más, mucho antes de que hubiera algún pronunciamiento de carácter constitucional, ya había
prácticas de ESS en México, baste como ejemplo el caso de la Sociedad Cooperativa Agropecuaria
Regional Tosepan Titataniske, que se constituyó formalmente en 1980, cuyos orígenes datan en 1974,
cuando los campesinos indígenas de Cuetzalan, Puebla, sumaron sus esfuerzos para afrontar el alza de
precios en los alimentos, organizándose posteriormente como un grupo productores enfocados a dar
solución a las distintas problemáticas que aquejaban a su comunidad (Miranda, 2017).
Hechos como el anterior, son la razón por la cual en el año de 1983 se llevó a cabo la reforma al artículo
25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, donde se reconoció formalmente al