EFECTO DEL ESTRÉS EN LA
ARTICULACIÓN TEMPORO MANDIBULAR
EFFECT OF STRESS ON THE TEMPOROMANDIBULAR
JOINT
Sonia Elizabeth Huerta Ayala
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo - México
Gabriela López Torres
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo - México
pág. 3731
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i6.15125
Efecto del estrés en la Articulación Temporo Mandibular
Sonia Elizabeth Huerta Ayala1
sonia.huerta@umich.mx
https://orcid.org/0009-0005-2232-6735
Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo
México
Gabriela López Torres
gabriela.lopez.torres@umich.mx
https://orcid.org/0009-0003-4256-0313
Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo
México
RESUMEN
La disfunción temporomandibular (DTM) es una afección multifactorial que involucra la articulación
temporomandibular (ATM) y los músculos circundantes. Este trastorno puede manifestarse en una
variedad de formas, que abarcan desde alteraciones anatómicas y procesos inflamatorios hasta factores
psicológicos, como la ansiedad, que desempeñan un papel importante en su desarrollo. En México, la
ansiedad es el trastorno psicológico más prevalente, afectando al 14.3% de la población. Este
padecimiento ha sido identificado como un factor desencadenante y agravante de la DTM, reforzando
la necesidad de abordar este trastorno desde una perspectiva integral. Estudios indican que entre el 40%
y el 50% de las personas experimentan algún grado de disfunción mandibular, lo que representa un
desafío tanto en su diagnóstico como en su tratamiento. Los enfoques terapéuticos para la DTM son
diversos y abarcan intervenciones conductuales, ajustes nutricionales, tratamientos farmacológicos y
procedimientos quirúrgicos en casos más severos. Entre los factores predisponentes, el estrés destaca
como un elemento clave en la aparición y agravamiento de los síntomas, subrayando la importancia del
manejo emocional y psicológico. En este sentido, la atención multidisciplinaria es fundamental para el
manejo efectivo de la DTM. Dentro de este enfoque, los psicólogos juegan un papel esencial al promover
la salud mental y el bienestar integral de los pacientes, abordando no solo los aspectos físicos del
trastorno, sino también su impacto emocional y social.
Palabras clave: dtm (disfunción temporomandibular), atm (articulación temporomandibular), ttm
(trastorno temporomandibular)
1
Autora principal
Correspondencia: sonia.huerta@umich.mx
pág. 3732
Effect of stress on the Temporomandibular Joint
ABSTRACT
Temporomandibular dysfunction (TMD) is a multifactorial condition involving the temporomandibular
joint (TMJ) and the surrounding muscles. This disorder can manifest itself in various ways, ranging
from anatomical alterations and inflammatory processes to psychological factors, such as anxiety, which
play an important role in its development. In Mexico, anxiety is the most prevalent psychological
disorder, affecting 14.3% of the population. This condition has been identified as a triggering and
aggravating factor of TMD, reinforcing the need to address this disorder from a comprehensive
perspective. Studies indicate that between 40% and 50% of people experience some degree of
mandibular dysfunction, which represents a challenge in both its diagnosis and treatment. Therapeutic
approaches for TMD are diverse and include behavioral interventions, nutritional adjustments,
pharmacological treatments, and surgical procedures in more severe cases. Among the predisposing
factors, stress stands out as a key element in the appearance and worsening of symptoms, highlighting
the importance of emotional and psychological management. In this sense, multidisciplinary care is
essential for effectively managing TMD. Within this approach, psychologists play an essential role in
promoting the mental health and comprehensive well-being of patients, addressing not only the physical
aspects of the disorder but also its emotional and social impact.
Keywords: tmd (temporomandibular dysfunction), tmj (temporomandibular joint), tmd
(temporomandibular disorder)
Artículo recibido 10 octubre 2024
Aceptado para publicación: 12 noviembre 2024
pág. 3733
INTRODUCCIÓN
La articulación temporomandibular (ATM) ha sido objeto de interés desde tiempos antiguos. Las
primeras menciones documentadas se remontan al Egipto faraónico, alrededor del año 3000 a.C., cuando
ya se reconocía su importancia funcional. Posteriormente, Hipócrates desarrolló un método para reducir
la dislocación mandibular que guarda semejanzas con las técnicas utilizadas actualmente. Sin embargo,
el estudio sistemático y el interés médico-odontológico por la ATM comenzaron en 1934, gracias al Dr.
James Costen. Este otorrinolaringólogo analizó 11 casos y propuso que las alteraciones dentales podían
estar relacionadas con síntomas auditivos, marcando un hito en la comprensión de los trastornos
temporomandibulares (TTM). (Rodríguez-Betancourt, 2022).
Los TTM se diagnostican principalmente por tres signos clínicos: dolor, ruidos articulares y limitación
en la apertura bucal. Entre estos, el dolor es el síntoma más distintivo y constituye la razón principal por
la que los pacientes buscan atención médica. Su etiología es multifactorial, involucrando factores como
oclusión, traumatismos, aspectos psicológicos, reflejos de afecciones profundas y parafunciones bucales
como el bruxismo. Estas múltiples causas reflejan la complejidad del trastorno y su impacto en la calidad
de vida del paciente. (Rodríguez-Betancourt, 2022).
Hoy se reconoce que los factores psicosociales son determinantes en la aparición, persistencia y
recuperación de los TTM. Aspectos psicológicos como somatización, estrés, ansiedad y depresión están
estrechamente relacionados con los TTM de origen muscular, especialmente cuando estos presentan
dolor crónico en la región orofacial. (Rosales, 2020). Estas características no solo influyen en el
desarrollo del trastorno, sino también en cómo los pacientes se adaptan al dolor y responden a los
tratamientos.
El concepto de estrés, introducido por Hans Selye en 1926, ha sido fundamental para entender el impacto
de los factores emocionales en la salud. Los primeros estudios sobre los cambios fisiológicos asociados
al dolor, el miedo y las emociones fueron realizados por Walter Cannon en 1929. Estas investigaciones
destacaron el vínculo entre el estrés y los trastornos físicos, sentando las bases para su estudio en
condiciones como los TTM. (López Santana y cols., 2014; López Santana y cols., 2015).
La disfunción temporomandibular (DTM) tiene una etiología compleja y multifactorial. Entre las causas
más comúnmente asociadas se encuentran:
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1. Factores oclusales: Desajustes en la alineación dental y la mordida.
2. Traumatismos: Lesiones directas o indirectas en la articulación o estructuras adyacentes.
3. Factores psicológicos: Estrés, ansiedad y otras alteraciones emocionales.
4. Reflejos de afecciones profundas: Dolor referido de otras patologías.
5. Parafunciones bucales: Hábitos como el bruxismo, que generan tensión excesiva en la ATM.
(Rodríguez y cols., 2015).
El entendimiento de estas múltiples causas ha permitido desarrollar enfoques integrales y
multidisciplinarios para abordar la DTM, destacando la necesidad de considerar tanto los aspectos
físicos como los psicológicos en el tratamiento del paciente.
DESARROLLO
El estrés se definido como un estado psicológico caracterizado por una tensión nerviosa intensa y
prolongada, acompañada de un grado significativo de ansiedad. Este estado resulta de la interacción
entre variables psicológicas y sociales que determinan modalidades específicas de comportamiento.
Según Aguilar (2018), de acuerdo a su origen, el estrés puede clasificarse en cinco categorías
principales:
1. Estrés psicológico: Causado por estímulos emocionales o perceptivos, como la pérdida de afecto,
situaciones amenazantes o la inseguridad física y moral.
2. Estrés social: Originado por restricciones culturales, cambios de valores o migraciones.
3. Estrés económico: Relacionado con restricciones financieras o el desempleo.
4. Estrés fisiológico: Derivado de agresiones químicas, infecciones bacterianas o virales.
5. Estrés psicosocial: Depende de la percepción individual del estímulo estresante, la vulnerabilidad
personal y la capacidad de adaptación.
En el contexto de la salud, el concepto de ansiedad carece de una definición única y universalmente
aceptada, lo que ha llevado al uso de términos sinónimos como angustia, estrés y temor para describirlo.
Según lo citado por Corsini et al. (2012), Besabat y Selye, en su obra Stress, establecen una relación
estrecha entre la ansiedad, la angustia y el estrés. Definen la ansiedad como una respuesta psicológica
que se caracteriza por la anticipación de un acontecimiento, situación difícil o peligrosa, acompañada
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de temor. Esta definición destaca la naturaleza anticipatoria de la ansiedad, así como su nculo con
emociones negativas frente a amenazas reales o percibidas.
La ansiedad y el estrés son términos que suelen usarse indistintamente en el ámbito de la salud, aunque
presentan diferencias importantes tanto en su naturaleza como en sus efectos sobre el individuo.
Según Álvarez et al. (2012), Navas define la ansiedad como un estado emocional que involucra una
combinación compleja de sentimientos, conductas y reacciones fisiológicas, lo que la convierte en una
experiencia multidimensional. Desde esta perspectiva, la ansiedad se manifiesta como una respuesta
ante estímulos internos o externos percibidos como amenazantes, sean reales o imaginarios. Papalia
añade que esta respuesta está marcada por sentimientos de aprensión, incertidumbre y tensión, los cuales
son activados por la anticipación de un peligro o evento adverso. Este fenómeno de anticipación resalta
el carácter subjetivo de la ansiedad, ya que las reacciones no siempre están relacionadas con amenazas
objetivas.
En contraste, el estrés, aunque también puede ser una respuesta a situaciones amenazantes, tiene un
enfoque más adaptativo. Según Bonilla Silva y Padilla Infanzón (2015), citando a Sierra, Ortega y
Zubeidat, el estrés se define como la incapacidad del individuo para hacer frente a las demandas del
entorno. Este estado se manifiesta cuando las exigencias externas superan los recursos personales,
desencadenando respuestas fisiológicas y psicológicas diseñadas para ayudar al individuo a enfrentar la
situación. El estrés, en su forma moderada y controlada, actúa como un mecanismo de emergencia que
facilita la supervivencia, ayudando a priorizar recursos y respuestas. Sin embargo, cuando se vuelve
crónico o excesivo, puede tener efectos negativos sobre la salud física y mental.
Por otro lado, la ansiedad, aunque comparte ciertas manifestaciones con el estrés, tiene características
más específicas que la diferencian. Es una respuesta emocional ante la percepción de una amenaza, a
menudo anticipatoria y desproporcionada en relación con el peligro real. Se manifiesta en cuatro niveles:
1. Cognitivo: Pensamientos negativos, preocupación constante y dificultad para concentrarse.
2. Fisiológico: Aceleración del ritmo cardíaco, sudoración excesiva, tensión muscular y sensación
de falta de aire.
3. Motor: Agitación o inmovilidad, dificultad para realizar tareas que requieran coordinación y
enfoque.
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4. Emocional: Sensación de peligro inminente, miedo, irritabilidad o desesperación.
El estrés, en este contexto, es más un proceso adaptativo, mientras que la ansiedad puede evolucionar
hacia un estado clínico si las emociones se vuelven persistentes, recurrentes y desproporcionadas. De
hecho, cuando la ansiedad se presenta en ausencia de una amenaza real o cuando su intensidad limita la
capacidad de la persona para adaptarse a la situación, se convierte en un trastorno clínico. Este estado
clínico de la ansiedad puede incluir síntomas como ataques de pánico, fobias específicas o ansiedad
generalizada.
La ansiedad, especialmente en su forma clínica, tiende a prolongarse en el tiempo y afecta múltiples
aspectos de la vida del individuo, incluyendo su capacidad para interactuar socialmente, trabajar o
disfrutar de actividades cotidianas. Mientras tanto, el estrés, aunque generalmente está relacionado con
estímulos específicos y temporales, también puede volverse crónico si no se manejan adecuadamente
las fuentes de presión.
Depresión
Es un trastorno mental común que afecta a millones de personas en todo el mundo y tiene un impacto
significativo en su calidad de vida. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021), la
depresión se caracteriza por una combinación de ntomas emocionales, físicos y cognitivos, que
incluyen:
1. Tristeza persistente: Un sentimiento profundo de melancolía o vacío que se prolonga en el
tiempo.
2. Pérdida de interés o placer: Disminución del disfrute en actividades que anteriormente eran
gratificantes o significativas.
3. Sentimientos de culpa o baja autoestima: Percepción negativa de mismo y pensamientos
recurrentes de inutilidad o fracaso.
4. Alteraciones del sueño: Dificultad para conciliar el sueño, despertares frecuentes o, en algunos
casos, exceso de sueño.
5. Cambios en el apetito: Pérdida o aumento significativo del apetito, que puede llevar a
fluctuaciones de peso.
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6. Sensación de cansancio extremo: Fatiga constante que dificulta las tareas diarias, incluso las
más simples.
7. Problemas de concentración: Dificultad para mantener la atención, tomar decisiones o recordar
información.
La depresión no es simplemente una fase pasajera de tristeza o desánimo, sino un trastorno que puede
interferir seriamente en la capacidad de una persona para trabajar, socializar y llevar a cabo actividades
cotidianas. Además, si no se trata, puede derivar en consecuencias graves, incluida la ideación o intentos
suicidas.
Aunque es un trastorno frecuente, la depresión puede manifestarse de maneras diferentes, desde formas
leves hasta severas. Las formas leves pueden implicar dificultades ocasionales, mientras que las formas
más graves pueden incapacitar completamente a la persona afectada.
La identificación temprana de los síntomas es esencial para un tratamiento eficaz. Las intervenciones
pueden incluir psicoterapia, medicamentos antidepresivos, cambios en el estilo de vida y el apoyo social.
Es importante destacar que la depresión es tratable y que con la atención adecuada, la mayoría de las
personas pueden recuperarse completamente.
Este trastorno mental es un problema de salud pública global, y su reconocimiento como una afección
seria subraya la necesidad de generar conciencia y ofrecer recursos accesibles para su manejo.
Ansiedad
Se define como un estado emocional incómodo o displacentero que involucra una combinación de
cambios somáticos y psíquicos, según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS, 2019). Este estado
puede manifestarse de diferentes formas dependiendo del contexto y las características del individuo.
En algunos casos, se presenta como una reacción adaptativa, ayudando al organismo a responder a
situaciones desafiantes o de peligro. Sin embargo, también puede aparecer como un síntoma aislado o
como parte de un síndrome asociado a diversos trastornos médicos y psiquiátricos.
Cuando la ansiedad actúa como una respuesta adaptativa, puede ser beneficiosa al preparar al cuerpo y
la mente para enfrentar situaciones difíciles. Sin embargo, en su forma disfuncional, la ansiedad puede
persistir en ausencia de una amenaza real, dificultando el funcionamiento normal del individuo. En este
contexto, se convierte en un factor que exacerba condiciones médicas preexistentes, como enfermedades
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cardiovasculares, trastornos gastrointestinales o problemas neurológicos, además de estar estrechamente
vinculada a trastornos psiquiátricos como la depresión, el trastorno de ansiedad generalizada, las fobias
y el trastorno de pánico.
El IMSS resalta la importancia de diferenciar entre la ansiedad que forma parte de un proceso normal
del organismo y aquella que requiere intervención clínica. Este enfoque permite desarrollar estrategias
de diagnóstico y tratamiento adaptadas a las necesidades individuales, reduciendo el impacto de este
estado emocional en la salud general de las personas.
En el programa “Salvemos una Vida”, el Dr. Salvador González Gutiérrez, presidente de la Red Pro
Yucatán, en México, destacó que la ansiedad es uno de los trastornos mentales más frecuentes y se
manifiesta como una respuesta del organismo tanto a nivel físico como psicológico. Según Salazar
(2018), esta condición puede provocar una variedad de síntomas físicos, entre ellos:
1. Cefaleas: Dolores de cabeza persistentes o recurrentes.
2. Tinnitus: Sensación de zumbidos o ruidos en los oídos sin una fuente externa.
3. Hiperhidrosis: Sudoración excesiva en las manos.
4. Sensación de opresión en el pecho: Descrita como un "pecho prieto" que dificulta la relajación.
5. Dificultad para respirar: A menudo relacionada con ataques de pánico o hiperventilación.
Entre las complicaciones relacionadas con la ansiedad, se encuentra la disfunción temporomandibular
(DTM), un trastorno musculoesquelético que afecta la articulación temporomandibular (ATM), la
musculatura masticatoria y las estructuras asociadas. Según Mesa Jiménez et al. (2014), la DTM
representa una de las principales causas de dolor no dental en la región orofacial y con frecuencia se
asocia a otros tipos de dolor, como cefaleas y dolor craneocervical.
La DTM es un trastorno de etiología multifactorial, en el que confluyen factores somáticos y
psicológicos, muchos de ellos de origen tensional. La relación entre la ansiedad y la DTM se debe a que
las tensiones emocionales y físicas derivadas de la ansiedad contribuyen al desarrollo de parafunciones
bucales, como el bruxismo, que pueden generar tensión en la ATM y la musculatura masticatoria.
Además, los altos niveles de cortisol y adrenalina asociados con la ansiedad crónica también pueden
intensificar los síntomas musculoesqueléticos.
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Velázquez Luna et al. (2013) mencionan que, aunque muchas personas pueden experimentar grados
variables de dolor o disfunción articular, aproximadamente el 5% de los pacientes con DTM requiere
atención médica especializada debido a la severidad de los síntomas y la incapacidad funcional
resultante.
La DTM no solo causa dolor facial, sino que puede tener un impacto significativo en la calidad de vida
de los pacientes. Los afectados pueden experimentar:
Dolor moderado a intenso durante periodos prolongados.
Limitación funcional en la apertura de la boca, dificultando actividades como hablar, comer o
bostezar.
Afectaciones psicológicas, como ansiedad y depresión, debido al dolor crónico y la incapacidad
para realizar tareas cotidianas.
En el ámbito de la salud, la educación médica es reconocida como una de las más desafiantes, lo que
exige un alto nivel de recursos mentales y emocionales de los estudiantes. Esta presión constante puede
incrementar las angustias psicológicas, haciéndolos más vulnerables a estados afectivos negativos como
el estrés, la ansiedad y la depresión. Según Shete y Garkal (2015), la educación médica presenta una
mayor prevalencia de estrés en comparación con otras áreas educativas, y los estudios evidencian que
la incidencia del estrés y las enfermedades relacionadas con este está en aumento dentro de la profesión
médica.
En el caso de los trastornos temporomandibulares (DTM), los factores psicológicos asociados pueden
clasificarse en:
Conductuales: Parafunciones como el bruxismo.
Emocionales: Estrés, ansiedad y depresión.
Cognitivos: Elementos relacionados con la memoria y la percepción del dolor.
Esta interacción entre los aspectos psicológicos y los DTM refuerza la importancia de estudiar y
comprender los factores que provocan estrés y sus implicaciones en la salud física y mental (Oliveira
Cruz et al., 2015).
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Anatomía de la articulación temporomandibular
La ATM es una articulación de tipo diartrosis que conecta el cóndilo mandibular con la cavidad
glenoidea y la eminencia articular del hueso temporal mediante un menisco fibrocartilaginoso. Este
menisco es avascular, excepto en su zona posterior, donde termina en el ligamento retrodiscal o zona
bilaminar, compuesta de fibras elásticas y colágenas, y que está altamente vascularizada e inervada. La
cápsula articular rodea la cavidad glenoidea y la eminencia temporal en su parte superior, y se inserta
en el contorno del cóndilo mandibular en su parte inferior.
Músculos masticadores relacionados con la ATM
Músculo temporal: Eleva la mandíbula, facilitando el cierre de la boca.
Músculo masetero: También actúa como elevador de la mandíbula.
Músculo pterigoideo medial: Ayuda en la elevación y la protrusión de la mandíbula.
Músculo pterigoideo lateral: Su fascículo superior participa en el cierre mandibular, mientras
que el fascículo inferior interviene en la apertura, protrusión y movimientos laterales de la
mandíbula.
Estos músculos, junto con la estructura de la ATM, desempeñan un papel crucial en las funciones
masticatorias y son clave en la evaluación y tratamiento de los DTM, ya que cualquier alteración en
estas estructuras puede contribuir al desarrollo de los trastornos mencionados (Navarro Vila, 2009).
Síndrome de Disfunción Temporomandibular
Este síndrome, también conocido como desarreglo interno articular o trastorno interno articular, se
caracteriza por una alteración en la relación normal entre las estructuras de la articulación
temporomandibular. Esta disfunción afecta el desplazamiento normal del disco articular, el cóndilo
mandibular y la eminencia articular, provocando un desplazamiento hacia adelante del menisco
articular. Este deslizamiento anómalo del disco interfiere con el movimiento articular, generando una
variedad de síntomas que incluyen dolor, limitación de movimientos mandibulares y ruidos articulares
como clics o chasquidos.
Diagnóstico por Resonancia Magnética
La resonancia magnética (RNM) es una herramienta diagnóstica fundamental para evaluar este
trastorno, ya que permite obtener imágenes detalladas de la ATM y sus componentes, incluyendo el
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disco articular y las superficies óseas. En una ATM sana, el menisco se encuentra en posición normal,
con su polo posterior alineado aproximadamente a las 12 horas respecto al cóndilo mandibular.
En los casos de luxación del disco articular, la RNM muestra un desplazamiento del menisco hacia una
posición anterior, que puede ser:
Anteromedial: Desplazamiento hacia adelante y hacia el interior.
Anterolateral: Desplazamiento hacia adelante y hacia el exterior.
Estos hallazgos son cruciales para determinar el grado de disfunción y planificar un tratamiento
adecuado (Navarro Vila, 2009).
Etiopatogenia
Según Laskin (1994), existen tres principales causas que contribuyen al desarrollo del SDTM:
1. Traumatismos
Los traumatismos son la causa más común del SDTM. Estos pueden estar relacionados con:
Golpes directos sobre la mandíbula.
Aperturas forzadas de la boca, como las que ocurren durante procedimientos médicos, por
ejemplo, en intubaciones anestésicas o tratamientos bucodentales. Estas situaciones pueden
inducir el desplazamiento del menisco articular, alterando la dinámica funcional de la articulación
temporomandibular (ATM).
2. Sobrecarga funcional. Este factor se produce por la repetición de hábitos parafuncionales, como
el bruxismo (rechinar los dientes) o el apretamiento constante de la mandíbula. Estas actividades
generan un uso excesivo de la ATM, lo que lleva a:
Alteraciones en las propiedades lubricantes de la articulación.
Cambios degenerativos en los tejidos articulares, incluyendo desgaste en las superficies
articulares y deterioro del menisco.
3. Enfermedad degenerativa articular. Las enfermedades degenerativas, como la osteoartritis,
pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo del SDTM. Estas afecciones pueden ser:
Primarias: Directamente relacionadas con procesos degenerativos crónicos que afectan la
articulación.
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Secundarias: Consecuencia de un trastorno interno preexistente, como el desplazamiento
articular causado por traumatismos o sobrecarga funcional.
Estas tres causas subrayan la complejidad multifactorial del SDTM, requiriendo un enfoque diagnóstico
y terapéutico integral para abordar las diferentes etiologías involucradas.
Alteraciones biomecánicas y bioquímicas en el SDTM
Según Nitzan (2002), las alteraciones biomecánicas y bioquímicas desempeñan un papel crucial en el
desarrollo del Síndrome de Disfunción Temporomandibular (SDTM). Un aspecto clave en estas
alteraciones es la lubricación articular, que depende principalmente de la acción de los fosfolípidos y el
ácido hialurónico presentes en la articulación temporomandibular (ATM).
La sobreacarga articular, como la que ocurre en el bruxismo o en actividades parafuncionales, puede
interrumpir la función normal de estos componentes, lo que genera:
1. Aumento de la fricción entre el disco articular y la eminencia temporal.
2. Limitación del movimiento articular, ya que la fricción obstaculiza el deslizamiento suave de
las superficies articulares.
La falta de una lubricación adecuada puede dar lugar a:
Alteraciones en las superficies articulares, que incluyen desgaste, inflamación y cambios
estructurales.
Perforación del disco articular, un daño severo que compromete la funcionalidad de la ATM y
contribuye al dolor y la disfunción.
Este modelo explica cómo los factores biomecánicos y bioquímicos interactúan para generar un círculo
vicioso de deterioro articular, lo que resalta la importancia de identificar y tratar las sobrecargas
mecánicas de manera temprana para prevenir daños irreversibles en la articulación.
El diagnóstico y tratamiento del Síndrome de Disfunción Temporomandibular (SDTM) dependen de
una evaluación precisa mediante la exploración clínica y estudios complementarios. Para la exploración
de la articulación temporomandibular (ATM), se realiza una palpación lateral o pretrago colocando los
dedos índice y medio sobre el polo lateral de la articulación, delante del conducto auditivo, donde la
presencia de dolor indica alteraciones capsulares; y una palpación posterior introduciendo el dedo
meñique en el canal externo del oído con presión ligera hacia adelante, cuyo dolor sugiere alteraciones
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en las partes blandas. Los músculos de la masticación también se evalúan palpando el masetero,
temporal, pterigoideos interno y externo, esternocleidomastoideo y músculos de la nuca, ya que el dolor
en estas zonas puede revelar tensiones asociadas al SDTM. Intraoralmente, se revisa la oclusión para
identificar contactos prematuros o desestabilizadores que causen movimientos mandibulares anormales
y se evalúan los movimientos mandibulares como la apertura (normalmente 40 mm), la lateralidad (7-
10 mm hacia ambos lados) y la protrusión (6-9 mm). Las limitaciones de estos movimientos pueden
deberse a causas como el desplazamiento anterior del menisco sin reducción, anquilosis, fibrosis
articular, hematomas, infecciones, neoplasias o enfermedades sistémicas como la esclerodermia.
Cuando las pruebas articulares resultan negativas, pero hay dolor, se debe estudiar la musculatura
pterigoidea interna y externa para considerar un origen muscular. Para confirmar el diagnóstico, se
recurren a estudios complementarios como ortopantomografía, tomografía, artrograma y uso de guardas
oclusales. El tratamiento del SDTM puede requerir un enfoque multidisciplinario con la intervención de
especialistas como protesistas, ortodoncistas, cirujanos maxilofaciales y psicólogos, quienes trabajan
conjuntamente para abordar tanto los factores mecánicos como psicológicos asociados al trastorno.
La evaluación del ruido en la articulación temporomandibular (ATM) es un paso importante en el
diagnóstico del Síndrome de Disfunción Temporomandibular (SDTM). Para ello, se realiza la
auscultación con un estetoscopio durante los movimientos mandibulares, incluyendo apertura, cierre y
movimientos de lateralidad. Los ruidos articulares más comunes son la crepitación y el chasquido, cada
uno asociado a diferentes patologías.
La crepitación se percibe como un sonido arenoso o de trituración, generalmente asociado a procesos
degenerativos como la osteoartritis o a infecciones articulares. Por otro lado, el chasquido suena como
un golpe seco, indicando una falta de coordinación entre el cóndilo y el menisco articular. Este ruido
puede deberse a alteraciones musculares o a una patología en el menisco, como desplazamientos o
cambios morfológicos y funcionales.
Entre las causas de estos ruidos articulares se encuentran alteraciones del menisco (morfológicas o
funcionales), desplazamientos articulares y enfermedades como la osteoartritis. La presencia de ruidos
acompañados de dolor, movimientos limitados o debilidad articular indica la necesidad de una
intervención terapéutica para prevenir un mayor deterioro de la articulación.
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Evaluación mediante pruebas de imagen
El diagnóstico se complementa con pruebas de imagen que ofrecen información detallada sobre las
estructuras implicadas:
Ortopantomografía: Proporciona una visión panorámica de los maxilares, la mandíbula, las estructuras
dentarias y ambas articulaciones temporomandibulares. Es útil para detectar alteraciones degenerativas
en las superficies óseas.
La tomografía lateral en boca abierta y cerrada es una herramienta clave en el diagnóstico de patologías
de la articulación temporomandibular (ATM). Este estudio permite identificar:
1. Patologías degenerativas: Cambios en las superficies articulares, como osteoartritis o desgaste
óseo.
2. Traumatismos: Fracturas o lesiones en el cóndilo o la cavidad glenoidea.
3. Cambios displásicos: Alteraciones en la forma o estructura del cóndilo o la fosa articular.
4. Relaciones anormales entre el disco articular, el cóndilo y la fosa mandibular: Desplazamientos
o incoordinación que afectan la función articular.
Este estudio es particularmente útil para pacientes que presentan trismus articular (limitación severa de
la apertura bucal) o disminución del movimiento articular, condiciones que dificultan una evaluación
clínica completa. La combinación de exploración clínica y tomografía lateral facilita la detección precisa
de las alteraciones articulares, lo que es fundamental para planificar un tratamiento adecuado.
La resonancia magnética (RM) es una herramienta diagnóstica de alta precisión utilizada para evaluar
problemas intraarticulares en la articulación temporomandibular (ATM). Este estudio permite obtener
imágenes detalladas de los tejidos blandos, siendo especialmente útil para verificar la condición del
disco articular.
La RM es fundamental para identificar:
1. Desplazamientos del disco articular: Evalúa si el disco se encuentra en su posición normal o
presenta desplazamientos (anteriores, anterolaterales o anteromediales).
2. Inflamación o daño: Detecta procesos inflamatorios en la cápsula articular o tejidos circundantes.
3. Rotura o perforación del disco: Verifica alteraciones estructurales que puedan comprometer la
funcionalidad articular.
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Este estudio complementa la evaluación clínica y otras pruebas de imagen, como la tomografía,
proporcionando información crucial para un diagnóstico integral y un manejo adecuado del paciente con
disfunción temporomandibular.
El artrograma o artroscopia son procedimientos diagnósticos avanzados que permiten evaluar los tejidos
blandos de la articulación temporomandibular (ATM), incluyendo el menisco interarticular y sus
ligamentos. Consisten en la inyección de un medio de contraste en el compartimiento inferior de la
articulación para resaltar las estructuras internas, seguido de la obtención de imágenes mediante
radiografías simples o fluoroscopia, lo que permite observar el movimiento y las relaciones anatómicas
en tiempo real. Estas técnicas están indicadas en pacientes con dolor temporomandibular persistente,
ruidos articulares como chasquidos o crepitaciones, y limitación de la apertura bucal o de los
movimientos mandibulares normales. El artrograma y la artroscopia son útiles para identificar
desplazamientos del menisco articular, evaluar la funcionalidad y estructura de los ligamentos
asociados, y detectar adherencias, perforaciones o alteraciones en el disco articular. Estas pruebas
complementan estudios como la resonancia magnética o la tomografía, proporcionando una evaluación
dinámica y precisa de la ATM, especialmente en casos complejos o resistentes al tratamiento
convencional.
Tratamiento de la disfunción temporo mandibular
El tratamiento de las patologías de la articulación temporomandibular (ATM) está orientado a abordar
condiciones como el dolor y la tensión muscular, el desplazamiento interno del menisco, artritis, heridas
o traumatismos, movilidad articular excesiva o limitada y anormalidades del desarrollo. Los objetivos
principales del tratamiento son la reducción o eliminación del dolor y la restauración de la función
mandibular.
Un componente esencial para el éxito terapéutico es la educación del paciente sobre el trastorno que
presenta, ya que una comprensión adecuada del problema fomenta una mayor adherencia al tratamiento.
Además, el manejo incluye una combinación de estrategias como:
Ejercicios mandibulares: Diseñados para mejorar la movilidad y fortalecer los músculos
implicados.
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Cambios de hábitos: Evitar parafunciones como el bruxismo y otros comportamientos que
sobrecarguen la articulación.
Uso adecuado de la mandíbula: Incorporar pautas para reducir el estrés mecánico en la ATM
durante actividades como masticar, hablar o bostezar.
El tratamiento puede variar según la gravedad del trastorno y puede requerir un enfoque
multidisciplinario que incluya terapia física, intervención psicológica, ajustes oclusales o, en casos
severos, tratamientos quirúrgicos. (Gayle et al., 1998; Livengood J, 2004)
El tratamiento inicial para la mialgia (dolor muscular) y la artralgia (dolor articular) en la articulación
temporomandibular (ATM) debe centrarse en el autocuidado. Este enfoque busca reducir la tensión en
el sistema masticatorio mediante la relajación de los músculos y la articulación, promoviendo un alivio
del dolor y la recuperación funcional (Boever et al., 2000).
Entre las medidas recomendadas, destaca el uso de guardas oclusales nocturnos, dispositivos diseñados
para prevenir el rechinamiento de los dientes (bruxismo) durante el sueño. Estos aparatos permiten un
descanso adecuado y favorecen la recuperación de los músculos y estructuras articulares. La mayoría de
los pacientes experimentan una respuesta positiva al tratamiento inicial, logrando una mejora
significativa en un período de 4 a 6 semanas.
Las recomendaciones generales son:
1.- Aplicar calor húmedo o frio en los músculos doloridos durante 20 minutos varias veces al día.
2.- Comer dieta blanda
3.- Masticar el alimento a ambos lados al mismo tiempo o el lado alterno para reducir la tensión sobre
un lado.
4.- Evitar café, té, chocolate que pueden aumentar la tensión mandibular y desencadenar el dolor.
5.- Evitar el bruxismo con guardas oclusales.
6.- Evitar actividades que implican apertura oral grande (el bostezo, tratamientos dentales prolongados,
etc.)
La medicación en el tratamiento del dolor crónico mandibular se fundamenta en la escala analgésica de
la Organización Mundial de la Salud (OMS), ajustándose a la intensidad y naturaleza del dolor. Los
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principales grupos de medicamentos utilizados incluyen antiinflamatorios no esteroides (AINEs),
relajantes musculares, ansiolíticos, hipnóticos y antidepresivos (Laskin, 1986; Fields, 1994).
Los relajantes musculares son especialmente indicados cuando el dolor está asociado a espasticidad
muscular. En casos de mialgias, particularmente cuando hay limitación en la apertura mandibular, son
altamente efectivos, ya que alivian el dolor muscular, mejoran la funcionalidad y, en combinación con
analgésicos, favorecen la conciliación del sueño (Harkins, 1991; Singer, 1997).
Entre los antidepresivos tricíclicos, la amitriptilina se destaca por su capacidad para mejorar
significativamente el dolor, el insomnio y la ansiedad, siendo una opción eficaz en pacientes con
síntomas persistentes asociados a disfunción temporomandibular (Lobbezoo, 2001). La combinación de
estos fármacos según las necesidades individuales del paciente constituye una herramienta esencial en
el manejo integral del dolor crónico mandibular.
La medicina física es una herramienta eficaz para pacientes con dolor y movilidad limitada en la
articulación temporomandibular (ATM). Los ejercicios terapéuticos incluyen técnicas de relajación,
rotación mandibular, estiramiento, ejercicios isométricos y ejercicios posturales, los cuales están
diseñados para aliviar el dolor, mejorar la función articular y aumentar el rango de movimiento.
El estiramiento muscular, combinado con la aplicación de frío y calor local, ha demostrado ser
particularmente efectivo. Estas técnicas ayudan a reducir el dolor, relajar los músculos y mejorar la
movilidad articular. Para obtener resultados óptimos, se recomienda que estas prácticas se realicen de
forma rutinaria por el paciente, complementándolas con técnicas posturales y ejercicios de relajación
que disminuyan la contracción mandibular y el estrés asociado al dolor (Aragón, 2005). Este enfoque
no solo trata los síntomas, sino que también promueve la autonomía del paciente en su recuperación.
La terapia cognitivo-conductual (TCC) desempeña un papel importante en el manejo de la disfunción
temporomandibular (DTM), especialmente cuando existen factores psicológicos o conductuales
contribuyentes. En casos de apretamiento de dientes inconsciente o nocturno, trabajar en su corrección
durante el día puede ayudar a reducir su incidencia nocturna. Las férulas o guardas oclusales son
herramientas útiles para pacientes con hábitos orales como el bruxismo, ya que protegen las estructuras
dentales y reducen la carga en la articulación temporomandibular.
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Cuando la tensión muscular es el principal factor desencadenante, las técnicas de relajación resultan
particularmente efectivas para disminuir la contracción muscular y el dolor asociado. Además, para
pacientes que presentan depresión o ansiedad, la intervención psicológica a través de TCC puede ser
altamente beneficiosa, ya que ayuda a abordar los factores emocionales que exacerban la condición.
En los casos donde el problema principal sea un trastorno del sueño, el enfoque debe dirigirse hacia la
evaluación y manejo del mismo. Esto puede implicar la remisión del paciente a un psicólogo
especializado, un laboratorio del sueño o una clínica del sueño, donde se pueda realizar un diagnóstico
preciso y diseñar un tratamiento específico (Silberstein, 1994). La integración de la TCC con otras
intervenciones médicas y físicas ofrece un enfoque integral para el manejo de la DTM.
Un tratamiento altamente efectivo para la disfunción temporomandibular es la artrocentesis, una técnica
terapéutica intracapsular aplicada al compartimiento superior de la articulación temporomandibular
(ATM). Este procedimiento consiste en introducir un líquido bajo presión hidráulica en el
compartimiento articular superior, lo que ayuda a limpiar el espacio articular, eliminar sustancias
inflamatorias y mejorar la movilidad de la articulación (Navarro Vila, 2009).
La artrocentesis puede realizarse con o sin la guía de un artrograma, lo que la convierte en un método
versátil. Es un procedimiento mínimamente invasivo, realizado con anestesia local, y se considera más
económico en comparación con otras intervenciones quirúrgicas más complejas. Los beneficios de la
artrocentesis incluyen:
Restablecimiento de la apertura bucal máxima, permitiendo una función normal de la
mandíbula.
Mejora de los movimientos laterales, especialmente en el lado contralateral afectado.
Alivio del dolor, proporcionando un impacto positivo en la calidad de vida del paciente.
Esta técnica es especialmente indicada en pacientes con disfunción articular que no responden a
tratamientos conservadores, ofreciendo una opción efectiva y menos invasiva para manejar la disfunción
temporomandibular.
CONCLUSIONES
La DTM tiene una estrecha relación con factores psicológicos como el estrés y la ansiedad. La DTM, es
una afección multifactorial que afecta la ATM y los músculos circundantes, y tiene una alta prevalencia
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en la población, con estudios que indican que entre el 40% y el 50% de las personas experimentan algún
grado de este trastorno. Este dato pone de manifiesto la relevancia de un diagnóstico y tratamiento
adecuados, dado que la DTM puede manifestarse en síntomas que van desde el dolor crónico hasta
limitaciones funcionales y psicológicas.
El estrés y la ansiedad se destacan como factores desencadenantes y agravantes de la DTM. En
particular, en México, la ansiedad es el trastorno psicológico más prevalente, afectando al 14.3% de la
población, convirtiéndose en un problema de salud pública. Estas condiciones psicológicas contribuyen
a la aparición de parafunciones bucales, como el bruxismo, y a la liberación de sustancias químicas
como el cortisol, que exacerban los síntomas musculoesqueléticos. Por lo tanto, la naturaleza
multifactorial de la DTM requiere una visión integral que considere tanto los aspectos físicos como los
psicológicos.
Existe una amplia gama de enfoques terapéuticos que incluyen intervenciones conductuales, cambios
en hábitos cotidianos, terapias físicas, farmacológicas y quirúrgicas en casos severos. La comprensión
del paciente sobre su condición mejora la adherencia al tratamiento. Es muy importante el manejo
emocional y psicológico como parte del tratamiento multidisciplinario.
Entre los métodos diagnósticos está la resonancia magnética y la artrocentesis, que permiten una
evaluación detallada de las estructuras articulares para un diagnóstico preciso y una intervención
efectiva. En este contexto, surge la necesidad de un manejo oportuno para prevenir daños permanentes
y mejorar la calidad de vida del paciente.
Por lo anterior, es importante abordar la DTM desde una perspectiva multidisciplinaria que integre
aspectos físicos, psicológicos y sociales. Este enfoque integral mejora la eficacia del tratamiento,
proporcionando a los pacientes.
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