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Hemos roto ya la paz y el buen comportamiento social gracias a las feroces intenciones de quienes han
estructurado el institucionalismo criminal organizado, se ha de entender entonces que esto se debe a la
complicación del respeto humano.
El mecanismo de como destruirse parte, de la forma misma de destrozar la dignidad de las personas, en
base a la voracidad de quien quiere el control de lo ilegal y de quienes jamás entiende que la democracia
se logra con una participación en la apreciación distinta del entender, pero para que topar este tema, si
esta investigación se desarrolla en la complejidad de la selva del poder político, donde el más corrupto
se come al menos corrupto y donde posiblemente de existir un honesto lo marginarán por no ser parte
del séptimo poder.
Al parecer las organizaciones criminales de la política criminal han superado a las organizaciones
criminales comunes, toda vez que no hacen daño a un grupo específico, sino que terminan destrozando
a todo un Estado, y donde al parecer quienes conformamos esta estructura social creo que ya llegamos
a ver como que si fuese normal, o más bien con la impotencia de que lo poco que podamos hacer ni
siquiera se considere ante el sistema de la mediocridad y la ignorancia.
El ser humano se convierte en su propio enemigo, donde ya nadie confía en nadie, y donde la lealtad no
es más que otra mala palabra, que destroza la intencionalidad de quienes escogemos a los criminales
que nos gobiernan, por tanto el enemigo tiene que ser destruido no tiene opción a cruzarse en estas vías
criminales, como lo hace el propio narcotráfico, desaparece a quien se convierte en una molestia,
buscando formas de enterrar a los compadres, con quienes compartes el mejor beso y abrazo, lo que
enseña que duda del primero que está en la escena del crimen.
Las formas delincuenciales de destruir a quien se dio cuenta de la criminalidad o quien puede ser un
freno en sus acciones criminales es acabar con su dignidad a través de la deshonra o posiblemente
desaparecerlo, buscando actos criminales escondidos en acciones de supuesta legalidad que muestran
criminales “dignos” ante los ojos de la sociedad y que se llenan la boca de ataques cuando en su cerebro
lo único que desarrollan es perversidad delincuencial.
Entonces ahora si aparece el verdadero funcionario o representante del Estado envestido de estiércol
hablando de igualdad, honestidad y anticorrupción, y de las luchas únicas que ha logrado para sostener
sus tentáculos con la institucionalidad criminal organizada, donde posiblemente jamás se deje