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Estilos de aprendizaje
Existen diferentes estilos de aprendizaje que son cruciales para la adquisición de una lengua extranjera.
Keefe (1998, como se cita en Sáez López, 2018) los define como “los rasgos cognitivos, afectivos y
fisiológicos que sirven como indicadores relativamente estables de cómo los alumnos perciben
interacciones y responden a sus ambientes de aprendizaje” (p. 21).
Existen tres modalidades de estilo de aprendizaje. Según Díaz Mosquera (2012) si en un niño predomina
el sistema visual, las explicaciones o indicaciones verbales deben siempre estar respaldadas por
imágenes o diagramas. De lo contrario, el niño no podrá aprovechar toda la información proporcionada
y tiende a olvidar las directrices establecidas. Igualmente, un niño cuyo sistema sensorial predominante
es el auditivo, requerirá que las imágenes de los textos, afiches o videos estén acompañadas de
instrucciones verbales. Finalmente, los alumnos, cuyo sistema sensorial predomina el kinestésico,
necesitarán que las circunstancias de aprendizaje incorporen movimiento, experiencias táctiles,
gustativas, olfativas o que movilicen sus emociones; son quienes presentan problemas para aprender
sin contacto o desde una posición fija en el salón de clases.
Diferencias entre la adquisición en niños y adultos
Debido a su edad y falta de experiencia previa con las pruebas, los estudiantes más pequeños podrían
enfrentar más dificultades de tipo cognitivo. Se han utilizado las mismas pruebas con estudiantes de
diferentes edades y, como resultado de su experiencia, los estudiantes mayores han podido desarrollar
estrategias más efectivas (Cenoz, 2016, p.6).
Los factores biológicos y cognitivos son una de las diferencias más notables entre niños y adultos en la
adquisición de una lengua extranjera. Estos incluyen funciones mentales. La plasticidad auditiva,
inmersión estratégica, plasticidad oral, animismo, artificialismo, lateralización cerebral, enumeraciones,
observación, percepción sensorial, serialización, clasificación, jerarquización y lateralidad espacial son
algunas de las características mencionadas (Alcedo & Chacón, 2011). Según Rueda & Wilburn (2014),
“la etapa idónea para aprender una segunda lengua es la infancia, dada la plasticidad del cerebro y la
falta de especialización cortical que caracteriza a esta etapa” (p.23). Sin embargo, los adultos se
desarrollan más rápidamente que los niños en los estándares del desarrollo sintáctico y morfológico,
además de que los aprendices de mayor edad tienen una ventaja en aspectos del lenguaje regidos por