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Aproximadamente el 50% de la incidencia delictiva entre la población juvenil es de naturaleza ocasional
y se incurre en delitos de gravedad, mientras que el otro 50% corresponde a la delincuencia juvenil en
su totalidad. La delincuencia de transición, que se manifiesta a la edad de 12 años, caracterizada por
delitos de apoderamiento, persiste durante la adultez.
Según datos recopilados por Enrique Orts, la adolescencia suele iniciar a la edad de 20 años, la
comunidad puede desempeñarse como un entorno eficaz para el desarrollo del infante; no obstante, los
conflictos pueden constituir un obstáculo para el desarrollo óptimo del niño, los elementos que pudieran
influir en la crianza podrían ser la declinación de los progenitores y la ausencia de competencias en la
crianza, afectando en la formación de comportamientos delictivos o conductas antisociales en la
población menor de edad (Juby y Farrington, 2001; Wells y Rankin, 1991).
En numerosas ocasiones, es en el contexto familiar donde se llevan a cabo estos actos delictivos o se
experimentan dificultades significativas, lo más probable es que el hijo replique dichas circunstancias
de forma adversa en su trayectoria vital. Durante su crecimiento, puede adquirir comportamientos de
sus progenitores y, potencialmente, los ejecute en un futuro, lo que inicialmente se percibía como
rutinario, posteriormente se transforma en una costumbre para ellos (Paulina, s. f.).
Una cuestión adicional que se plantea es la repercusión de la ocupación parental en la población juvenil,
dado que existen circunstancias como la violencia doméstica, la falta de afecto, los fracasos académicos
y el desempleo, las cuales propician que el joven cometa irregularidades como la ingesta de drogas
que promueven la delincuencia (Bosch, 2016).
En este contexto, resulta crucial establecer que este estudio se enfoca en la complicación de la
delictividad adolescente en el Estado de México, centrándose en los factores que motivan a los jóvenes
a perpetrar actividades delictivas en el periodo comprendido entre 2013 y 2023. Se lleva a cabo un
análisis de las motivaciones socioeconómicas, domésticas y culturales que propician este fenómeno,
junto con sus repercusiones en el tejido social.
Por lo tanto, el desafío investigativo de este proceso se encuentra en la necesidad de entender por qué
un número considerable de adolescentes en el Estado de México se involucran en actividades delictivas.
Existe un déficit de conocimiento en torno a cómo factores interconectados, tales como la
descomposición del seno social, la falta de trabajo, la exclusión social, así como los casos de influencia