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Así pues, la teoría genética afirma que el riesgo de que un individuo desarrolle TEA es mayor si tiene
algún familiar cercano con el trastorno. Así por ejemplo, en algunas investigaciones se evidenció que
los niños con hermanos que ya han sido diagnosticados con TEA tienen un mayor riesgo de padecer
este trastorno, respaldando así la teoría de que existe un origen hereditario (Peterson y Barbel, 2014).
La teoría ambiental por su parte, baraja una posible contribución de los factores ambientales, entre ellos
están las complicaciones antes y durante el periodo de gestación, infección materna, el nacimiento
prematuro, recién nacidos con bajo peso y la epilepsia que se manifiesta en los primeros años de vida.
Además, el único estudio (King et al. 2009) que descompone la edad materna y paterna, manifiesta que
existe un nexo entre la edad avanzada y el riesgo de autismo, identificando la edad materna como más
riesgosa que la edad paterna. Específicamente, los riesgos categóricos asociados con la edad materna
oscilan en edades de mayor de 40 años y el riesgo asociado con la edad paterna avanzada osciló entre
mayor de 50 años.Y por su parte la teoría neurobiológica, gracias a los datos obtenidos por medio de
imágenes de resonancia magnética, se pudo detectar la presencia de “anomalías estructurales en varios
circuitos neuronales en regiones del cerebro social, entre los que se incluyen: la amígdala, los ganglios
basales (núcleo accumbens) y corteza prefrontal” (Martínez et al. 2019 pag. 28).
Según Zuiga, et al (2017) mencionan que existen niveles de gravedad del TEA, específicamente 3.
Esta clasificación se basa de acuerdo a la cantidad de apoyo que necesiten las personas para llevar a
cabo sus actividades cotidianas, sobre todo en áreas como comunicación social y conducta. Por su parte
la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, 2013) en su Manual Diagnóstico de los Trastornos
Mentales (DSM-V) introduce tres niveles de severidad para el TEA y sus características. Así, en el
grado 1 ("requiere apoyo") se encuentran las personas con dificultades en la comunicación y el área
social pero no requieren una gran ayuda. Tienen dificultades para iniciar conversaciones, los
comportamientos son repetitivos y restringidos. El grado 2 ("requiere apoyo sustancial") se caracteriza
por significativas complicaciones en la comunicación verbal y no verbal, dificultad para relacionarse
socialmente y conductas repetitivas y estereotipadas, lo que impide un correcto funcionamiento en áreas
como educación, trabajo, deporte, entre otros. En el último grado, el Grado 3 (“requiere apoyo muy
sustancial”), las personas presentan severas complicaciones de comunicación, tanto verbal y no verbal,