CONVERSAR PARA TRANSFORMAR:
EL BUEN VIVIR Y LA PEDAGOGÍA
DECOLONIAL EN DIÁLOGO
CONVERSING FOR TRANSFORMATION:
BUEN VIVIR AND DECOLONIAL PEDAGOGY IN DIALOGUE
Alejandro Valenzuela Morales
Universidad Católica de Manizales, Colombia
Luz Elena Garcia Garcia
Universidad Católica de Manizales, Colombia
pág. 9011
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v8i6.15583
Conversar para Transformar: El Buen Vivir y la Pedagogía Decolonial
en Diálogo
RESUMEN
Este artículo examina la integración del Buen Vivir y la pedagogía desde una perspectiva decolonial,
proponiendo una educación que trascienda el modelo occidental hegemónico. El Buen Vivir, basado en
cosmovisiones indígenas de América Latina, redefine el bienestar educativo al enfatizar el equilibrio
entre el desarrollo individual, colectivo y ambiental. Al combinarse con una pedagogía decolonial que
desafía las estructuras educativas tradicionales, se promueve una educación más inclusiva y
humanizada, centrada en la dignidad del estudiante, la empatía y la solidaridad, se demuestra que esta
aproximación pedagógica puede ser un catalizador para la emancipación social y cultural. Así, ofrece
una vía para construir sociedades más justas y sostenibles y reconceptualizar la educación como un
espacio de diálogo intercultural y co-creación de conocimiento.
Palabras clave: decolonialidad, tradición oral, educación, conocimiento, conocimientos tradicionales
1
Autor principal.
Correspondencia: alejandro.valenzuela@ucm.edu.co
Alejandro Valenzuela Morales1
alejandro.valenzuela@ucm.edu.co
https://orcid.org/0009-0003-6990-7081
Universidad Católica de Manizales
Colombia
Luz Elena Garcia Garcia
luzeggarcia.888@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-3889-1163
Universidad Católica de Manizales
Colombia
pág. 9012
Conversing for Transformation: Buen Vivir and Decolonial Pedagogy in
Dialogue
ABSTRACT
This article examines the integration of Buen Vivir and pedagogy from a decolonial perspective,
proposing an educational approach that transcends the hegemonic Western model. Buen Vivir, rooted
in Indigenous worldviews from Latin America, redefines educational well-being by emphasizing a
balance between individual, collective, and environmental development. When combined with
decolonial pedagogy, which challenges traditional educational structures, it promotes a more inclusive
and humanized education, centered on student dignity, empathy, and solidarity, it is demonstrated that
this pedagogical approach can act as a catalyst for social and cultural emancipation. It offers a pathway
to building more just and sustainable societies, while re-conceptualizing education as a space for
intercultural dialogue and the co-creation of knowledge.
Keywords: decoloniality, oral tradition, education, knowledge, traditional knowledge
Artículo recibido 18 octubre 2024
Aceptado para publicación: 22 noviembre 2024
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INTRODUCCIÓN
Este artículo se adentra en la interrelación entre el Buen Vivir y la pedagogía desde una perspectiva
decolonial, explorando cómo estas visiones pueden converger para ofrecer una educación más inclusiva
y humanizadora. El Buen Vivir, una filosofía ancestral profundamente arraigada en las cosmovisiones
indígenas de América Latina, plantea una forma de vida que prioriza la armonía entre los individuos, la
comunidad y la naturaleza. Este enfoque, incorporado en algunas constituciones y políticas educativas
de la región, al tiempo que desafía las nociones occidentales de desarrollo y progreso, también
promueve un modelo educativo que busca el equilibrio y la reciprocidad como pilares fundamentales
para el bienestar colectivo y la sostenibilidad.
La pedagogía decolonial, por su parte, ofrece un marco teórico y práctico que cuestiona las estructuras
educativas tradicionales y eurocéntricas. Esta perspectiva aboga por una educación que reconozca y
valore los saberes y prácticas locales, desafiando la colonialidad del poder y del conocimiento que han
predominado en las instituciones educativas. Al integrar el Buen Vivir con una pedagogía decolonial,
se propone una educación que no solo transmita conocimientos, sino que también fomente la capacidad
crítica, la empatía y el respeto por la diversidad cultural y ecológica.
La complementariedad entre el Buen Vivir y la pedagogía decolonial constituyen el eje central de esta
investigación. A través de un análisis riguroso, se argumenta que estos enfoques, al integrarse, ofrecen
una vía poderosa para transformar la educación en una herramienta para la emancipación social y
cultural. La pedagogía del Buen Vivir, enriquecida por una visión decolonial, puede promover prácticas
educativas que conecten a los estudiantes con sus raíces culturales y con un sentido profundo de
responsabilidad hacia la comunidad y el entorno natural. Al mismo tiempo, la humanización de la
educación proporciona las herramientas pedagógicas necesarias para implementar estas prácticas. Con
ello, promueve un aprendizaje basado en la empatía, la reflexión crítica y la co-creación de
conocimientos.
Para finalizar, este artículo sostiene que la integración del Buen Vivir y la pedagogía decolonial en las
prácticas educativas tiene el potencial de cultivar diálogos transformadores y reconfigurar
profundamente el sistema educativo, alineándolo con principios de justicia social, inclusión y
sostenibilidad.
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Al unir los saberes ancestrales de las cosmovisiones indígenas con un enfoque crítico contemporáneo,
se propone un modelo educativo que desafía las estructuras tradicionales de poder y conocimiento y
ofrece una alternativa robusta para la educación en un mundo cada vez más interconectado y diverso.
La relevancia de este estudio radica en su capacidad para ofrecer una respuesta innovadora y
contextualizada a los desafíos globales del siglo XXI, como la crisis ecológica, la desigualdad social y
la pérdida de identidad cultural. Al fomentar un enfoque educativo que prioriza el bienestar colectivo,
la reciprocidad y el respeto por la diversidad, se abren nuevas posibilidades para la construcción de
sociedades más equitativas y resilientes. Este trabajo, por tanto, más allá de una contribución teórica,
tiene implicaciones prácticas significativas para la implementación de políticas educativas que buscan
una transformación profunda y duradera de nuestras sociedades.
Este enfoque educativo, al estar profundamente enraizado en principios de reciprocidad y equilibrio,
promueve la creación de ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos con la construcción de un
mundo donde la educación no sea solo un medio para adquirir conocimientos, sino una herramienta
poderosa para la emancipación social y cultural. En última instancia, este artículo subraya la urgencia
y la necesidad de reimaginar la educación como un espacio de diálogo intercultural, adaptabilidad y
resistencia frente a las fuerzas globales que perpetúan la desigualdad y la exclusión.
METODOLOGÍA
Este estudio adopta una metodología cualitativa con un enfoque investigativo descriptivo-analítico,
coherente con su objetivo de explorar las sinergias entre el Buen Vivir, la pedagogía y la decolonialidad
en contextos educativos específicos. Esta investigación busca describir, interpretar y entender cómo
estos conceptos pueden integrarse para promover una educación más inclusiva y equitativa, enraizada
en saberes ancestrales y críticas contemporáneas.
El enfoque descriptivo-analítico es adecuado para examinar las complejas relaciones entre estos
conceptos, pues permite un análisis detallado de mo se pueden aplicar en prácticas pedagógicas
concretas. Como señala Creswell (2014), este enfoque es útil para explorar relaciones entre variables
de manera efectiva, lo cual es esencial para abordar las dimensiones interrelacionadas del Buen Vivir y
la pedagoa decolonial. El proceso comenzó con la organización y depuración de la información
disponible, seleccionando cuidadosamente los datos más relevantes para su análisis.
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La metodología cualitativa utilizada en este estudio se enfoca en la interpretación profunda de las
experiencias y significados atribuidos por los actores involucrados. Siguiendo la orientación de
Sandoval (2002), esta metodología va más allá de la simple descripción, centrándose en el significado
que los participantes otorgan a sus vivencias dentro del marco del Buen Vivir y la pedagogía decolonial.
Denzin y Lincoln (1994) también destacan que la investigación cualitativa, al ser un conjunto de
prácticas interpretativas, permite una flexibilidad metodológica que es esencial para capturar la
complejidad de los fenómenos educativos en estudio.
En consonancia con el título y los objetivos del artículo, la consulta bibliográfica fue exhaustiva,
abarcando fuentes académicas, libros, revistas especializadas y otros recursos relevantes que
permitieron construir una sólida base teórica. Esta revisión fundamentó el estudio en la intersección
entre el Buen Vivir y la pedagogía decolonial y contextualizó estos conceptos en función de las
realidades educativas locales y globales, permitiendo una comprensión integral de su relevancia y
aplicación.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Repensar la educación: el Buen Vivir como pilar en una pedagogía decolonial
En profundidad, el Sumak Kawsay no es solo una filosofía, sino una práctica que se inserta en el corazón
de las comunidades que lo adoptan. Considerando las raíces del Sumak Kawsay, vemos cómo se puede
transformar la educación desde un modelo de competencia y acumulación de conocimientos hacia uno
de cooperación y coexistencia armónica con la naturaleza. Esta transición implica un cambio
significativo en la visión educativa y social, ofreciendo una alternativa viable y sostenible a los
paradigmas predominantes. Esperamos que esta investigación sirva como un análisis académico, pero
también como una invitación a repensar cómo cada uno de nosotros puede contribuir al tejido de una
sociedad más justa y sostenible.
Esencialmente, el Sumak Kawsay propone una pedagogía que mira más allá del individualismo, pues
fomenta una educación que integra el bienestar comunal y el respeto por la diversidad ecológica y
cultural. Esto se refleja en la educación de lugares como Bolivia y Ecuador, donde se han comenzado a
incorporar estos principios en el currículo escolar (Gudynas, 2011). Paralelamente, aplicar las teorías
de la complejidad en la educación implica reconocer que cada estudiante, cada aula y cada comunidad
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educativa son sistemas adaptativos complejos con sus propias dinámicas y necesidades. Esto sugiere un
enfoque educativo que es flexible, responde a las necesidades locales y es capaz de adaptarse a los
cambios rápidos y a menudo impredecibles en la sociedad y el medioambiente. Este enfoque puede
verse en cómo los educadores están siendo capacitados para implementar metodologías que no solo
transmiten conocimiento, sino que también promueven el aprendizaje colaborativo y el pensamiento
crítico (Morin, 1999).
Estos dos enfoques, aunque distintos en sus raíces y aplicaciones, comparten un núcleo común de
valores que pueden ser fundamentalmente revolucionarios para la redefinición de las políticas
educativas y sociales. Al integrar el Sumak Kawsay y las teorías de la complejidad en la educación,
podemos comenzar a ver una transformación hacia sistemas que más allá de educar a los jóvenes en
competencias académicas, también los preparan para ser ciudadanos conscientes y responsables en un
mundo globalizado y ecológicamente frágil. Esto propone un replanteamiento radical de nuestras
prácticas educativas y sociales a través del lente del Sumak Kawsay y las teorías de la complejidad. Al
hacerlo, buscamos enfrentar los desafíos del presente, pero también preparamos el camino para un
futuro más sostenible y equitativo. A medida que avanzamos en esta exploración, es crucial que los
educadores, los formuladores de políticas y la sociedad en general consideren estas filosofías no como
soluciones utópicas, sino como imperativos prácticos para la supervivencia y prosperidad en el siglo
XXI.
La educación contemporánea enfrenta desafíos que requieren una reevaluación de sus fundamentos
filosóficos y metodológicos. Este apartado examina cómo la integración del Buen Vivir, una
cosmovisión ancestral andina, puede servir como un pilar central en la construcción de una pedagogía
decolonial que desafíe y reconfigure los paradigmas educativos establecidos. El Buen Vivir, entendido
como un modelo de vida basado en la reciprocidad, el equilibrio y la armonía con la naturaleza y la
comunidad, ofrece una alternativa poderosa frente a las prácticas educativas tradicionales que a menudo
priorizan el éxito individual y el progreso económico sobre el bienestar colectivo.
Autores como Amrós-Pallarés, Puig y Moreno (2023) han destacado la importancia de adoptar enfoques
multidimensionales en la calidad educativa, que integren tanto la satisfacción de los estudiantes como
el valor de los cursos en su desarrollo profesional. Esto es particularmente relevante en contextos donde
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las prácticas pedagógicas deben adaptarse a las realidades locales y culturales, como en el caso del Buen
Vivir en Ecuador. La adaptación de contenidos pedagógicos y la reorganización de la educación
presencial según este paradigma no solo mejoran la calidad educativa, sino que también promueven una
autoevaluación institucional continua, alineada con los principios del Buen Vivir.
En este marco, es vital reconceptualizar los procesos de enseñanza-aprendizaje dentro de las
instituciones educativas. Como sugieren Pauta-Ortiz, Mansutti-Rodriguez y Collado Ruano (2023), un
enfoque educativo complejo, transdisciplinar y decolonial puede integrar los principios filosóficos y
antropológicos del Sumak Kawsay para fortalecer las competencias pedagógicas y artísticas de los
docentes. Este enfoque permite cuestionar y reformular las políticas públicas y los planes de estudio de
la educación superior, promoviendo una formación docente que responda a las necesidades locales y
culturales.
El impacto del colonialismo y las políticas neoliberales ha tenido consecuencias profundas en las
estructuras sociales y educativas, especialmente en comunidades indígenas. Mendoza Zapata (2022)
subraya cómo la introducción de nuevas ideologías, como las promovidas por algunas iglesias
evangélicas, ha alterado las cosmovisiones tradicionales de estas comunidades, alejándolas del Sumak
Kawsay. Este fenómeno destaca la necesidad de una pedagogía decolonial que respete y revitalice las
prácticas culturales y los conocimientos ancestrales para permitir que el Buen Vivir vuelva a ser un
fundamento central en la vida de estas comunidades.
La declaración de la naturaleza como sujeto de derechos en la Constitución ecuatoriana de 2008, basada
en la filosofía del Buen Vivir, es un ejemplo emblemático de cómo estas ideas pueden trascender el
ámbito educativo y afectar políticas públicas a nivel nacional. Sin embargo, la implementación de
proyectos basados en esta filosofía ha enfrentado desafíos significativos, incluyendo la perpetuación de
vulnerabilidades socioecológicas. Ambrós-Pallarés, Puig y Moreno (2023) argumentan que, a pesar de
estos desafíos, el Buen Vivir ofrece una base sólida para cuestionar y reformular los modos occidentales
de desarrollo y ocupación territorial a través de propuestas alternativas más sostenibles y respetuosas
con el entorno.
En síntesis, el Buen Vivir, como cosmovisión, no solo es un referente teórico-práctico para la resolución
de conflictos y la promoción de la cultura de paz, sino que también es fundamental para una educación
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integral y contextualizada. La integración de estos principios en la educación permite valorar el
colectivismo, la reciprocidad y la complementariedad, que son esenciales para la supervivencia y el
desarrollo armónico de las comunidades. Además, es crucial entender y respetar los contextos étnico-
culturales para ofrecer una educación verdaderamente inclusiva y emancipadora, que prepare a los
estudiantes para enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo.
Con la globalización y las reformas neoliberales, la educación ha experimentado una tendencia hacia la
internacionalización, a menudo desconectada de las necesidades y tradiciones locales. Esta realidad
subraya la urgencia de reconfigurar la educación superior para que sea coherente con las realidades
locales y los valores del Buen Vivir. En este sentido, es esencial que las instituciones educativas
reconozcan y enfrenten los efectos del neoliberalismo, que ha mercantilizado la educación y ha creado
quasimercados que ponen en peligro la autonomía universitaria y el compromiso social.
Finalmente, se podría argumentar que la pedagogía decolonial, sustentada en el Buen Vivir, tiene el
potencial de redefinir la educación en América Latina y más allá. Al centrar la educación en los valores
de reciprocidad, armonía y sostenibilidad, es posible construir un sistema educativo que no solo prepare
a los estudiantes para el éxito profesional, sino que también fomente su desarrollo integral y su
compromiso con la construcción de sociedades más justas y equitativas. Este enfoque educativo, que
combina la sabiduría ancestral con una crítica contemporánea, representa una alternativa
transformadora y necesaria para enfrentar los desafíos globales del siglo XXI.
Educación desde una perspectiva decolonial: una mirada hacia el diálogo intercultural
Las relaciones interpersonales en el ámbito educativo juegan un papel crucial en la configuración de un
pensamiento decolonial. Las pedagogías decoloniales nos invitan a desarrollar un pensamiento que no
solo desafíe las estructuras de poder establecidas, sino que también fomente un aprendizaje que parta
de los márgenes y las fronteras. En este contexto, es fundamental que los docentes reconozcamos la
pluralidad y diversidad de formas de ser, pensar y vivir de nuestros estudiantes. Este reconocimiento
nos permite evitar prácticas pedagógicas excluyentes que perpetúan la colonialidad en sus múltiples
dimensiones. Descolonizar la educación no se trata simplemente de un cambio en los contenidos
curriculares, sino de un reconocimiento profundo de los saberes y experiencias que los estudiantes
indígenas, campesinos, afros, y otros grupos históricamente marginados traen consigo. Como señalan
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Ortiz Ocaña, Arias López y Pedrozo Conedo (2018): La decolonialidad de la educación se logra en la
misma medida en que se reconoce la validez e importancia de los saberes otros’ no oficializados por
la matriz colonial (p. 200). Este reconocimiento enriquece el proceso educativo y redefine el papel del
estudiante como co-creador del conocimiento, en lugar de ser un mero receptor pasivo.
La historia de las pedagogías populares en América Latina refleja una resistencia a los modelos
educativos coloniales y sugiere alternativas centradas en el diálogo de saberes. Esta tradición,
influenciada por pensadores como Simón Rodríguez y Paulo Freire (2005), destaca la interculturalidad
y la negociación cultural como elementos esenciales para una educación transformadora. Mejía (2015)
subraya que este diálogo de saberes no solo facilita la interculturalidad, sino que también se convierte
en un medio para construir un conocimiento colectivo que desafía las narrativas hegemónicas.
El artículo también revisa las diversas prácticas pedagógicas desarrolladas a lo largo del tiempo, desde
los modelos tradicionales que se enfocan en la transmisión del conocimiento y la repetición hasta los
enfoques constructivistas que promueven la construcción activa del conocimiento por parte del sujeto.
Hurtado (2016) señala que en un contexto contemporáneo, especialmente en tiempos de crisis como la
pandemia, es necesario reconsiderar estos modelos pedagógicos desde una perspectiva del sur. Esta
perspectiva, anclada en el pensamiento situado, resalta la importancia de contextualizar la educación y
de adaptar las prácticas pedagógicas a las realidades específicas de los estudiantes.
La pedagogía del sur, entonces, no solo es una respuesta a la crisis, sino una llamada a cruzar fronteras
y tender puentes, como lo sugiere Meirieu (1996). Este enfoque reconoce que el conocimiento no es
universal, sino que debe ser situado y contextualizado, teniendo en cuenta las complejidades sociales,
culturales y económicas de cada contexto. Al hacerlo, se crea un espacio/tiempo donde las acciones
educativas están alineadas con los deseos de liberación y transformación social.
Pensado desde esta perspectiva, este apartado refuerza la importancia de una pedagogía decolonial que
no solo reconozca y valore la diversidad de saberes, sino que también fomente el diálogo intercultural
como un camino hacia la construcción de una educación más inclusiva, equitativa y transformadora. La
educación, entendida desde esta perspectiva, se convierte en un proceso de liberación que desafía las
estructuras opresivas y promueve la creación de nuevos conocimientos y prácticas que sean coherentes
con las realidades y necesidades de todos los estudiantes, especialmente aquellos en los márgenes.
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Convergencias pedagógicas decoloniales: revisión de Buen Vivir y la educación
Dentro de la consulta bibliográfica, se exploraron las concepciones históricas de la educación y
pedagogía para el Buen Vivir y, en especial, para el humanismo en la educación. Estas concepciones
son fundamentales para entender cómo los saberes ancestrales y la pedagogía decolonial pueden
integrarse para formar un modelo educativo más inclusivo y transformador. Se analizaron diversas
perspectivas y enfoques teóricos que abogan por una visión de la educación centrada en el desarrollo
integral de los individuos, su bienestar y su participación activa en la sociedad, conforme a los autores
y corrientes que promueven el Buen Vivir y el humanismo en la educación como pilares fundamentales
para la formación de ciudadanos comprometidos y éticos.
Para Comber (2018), el concepto de pedagogía ha sido objeto de estudio desde múltiples perspectivas.
Tradicionalmente, el uso de la palabra se ha referido a una de las actividades propias de la profesión
docente. Sin embargo, las nuevas dimensiones y significados que adquiere la reflexión sobre lo que es
la formación y la educación lo sitúan en un contexto que hace difusa y poco precisa su
conceptualización. El conocimiento pedagógico puede entenderse como esas grandes reflexiones sobre
los procesos formativos y educativos. Gee (2000), citado por Clavijo Olarte (2013), afirma que
reconocer fuentes valiosas disponibles en la comunidad ayuda a los alumnos a adquirir conocimientos
integrados en contextos sociales, culturales y materiales.
La inserción del Buen Vivir en la educación ha sido ampliamente debatida y estudiada en América
Latina, especialmente en países como Ecuador y Bolivia. Autores como Alberto Acosta (2005) y
Eduardo Gudynas (2014) han propuesto una reinterpretación del desarrollo y la educación desde una
perspectiva más holística y sostenible. En sus obras, resaltan la importancia de una educación que
fomente el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, promoviendo la diversidad cultural, la
participación comunitaria y la justicia social.
Para Acosta (2005), un enfoque pedagógico se basa en una visión crítica de la educación tradicional.
Este enfoque aboga por una pedagoa que trascienda la mera transmisión de conocimientos y que
promueva la formación de ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos con la construcción de
sociedades justas y sostenibles. En este sentido, las pedagogías basadas en la comunidad emergen como
un enfoque de enseñanza y aprendizaje utilizado por personas interesadas en realizar una labor
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educativa dentro de una perspectiva social en nuestro contexto (Clavijo Olarte, 2013). En esta misma
vía, Morin (1999) sostiene que el enfoque de la educación debe ser integral, promoviendo el desarrollo
de todas las dimensiones de la persona: cognitiva, emocional, social y ética. Además, destaca la
importancia de inculcar valores humanos, como la empatía, el respeto, la solidaridad y la
responsabilidad social en el contexto educativo.
Este enfoque pedagógico valora y promueve la diversidad cultural, la interculturalidad y el respeto por
las diferentes formas de saber y vivir, y fomenta una pedagogía que impulsa el diálogo intercultural, la
valoración de la identidad y la equidad educativa. De igual manera, las pedagogías humanísticas
enfatizan la educación integral de las personas, la formación ciudadana basada en valores humanos, la
crítica a la educación tradicional y la promoción de la diversidad cultural, aspirando a una educación
s inclusiva, ética y comprometida con el desarrollo de sociedades justas y sostenibles (Godín, 2015).
Desde la perspectiva humanista en educación, autores como Rogers (citado por Weibell, 2011) y
Maslow (1954) han resaltado la importancia de centrar el proceso educativo en el estudiante. Proponen
un enfoque centrado en la persona que valora la individualidad, la autenticidad y el desarrollo personal,
y subrayan la necesidad de crear ambientes educativos donde los estudiantes se sientan valorados,
respetados y capaces de desarrollar su potencial.
Noddings (2013) y Buber (2014) abogan por una pedagogía fundamentada en el amor y la compasión.
Argumentan que la educación debe basarse en relaciones humanas significativas, donde los educadores
se preocupen genuinamente por el bienestar emocional y moral de los estudiantes, promoviendo la
empatía, la solidaridad y la ética para formar individuos comprometidos con el bienestar colectivo y la
construcción de una sociedad más justa.
En la misma línea de evolución conceptual de la pedagogía humanística durante el último siglo, Freire
(2005) y Giroux (1999) han promovido la educación como una herramienta para la emancipación y
transformación social. Enfatizan la importancia de una pedagogía que incentive la reflexión crítica, la
conciencia social y la participación ciudadana, con el objetivo de empoderar a los estudiantes para que
sean agentes de cambio y contribuyan a una sociedad más equitativa.
Así mismo, Freire (2005) afirmaba que la pedagogía debe adoptar un enfoque crítico. Consciente de su
papel en la configuración de una transformación social, propugnó una educación liberadora que desafíe
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las estructuras de opresión y empodere a los estudiantes a ser agentes activos de cambio en sus vidas y
en la sociedad. La emancipación intelectual y política a través de la pedagogía humanista subraya que
todas las personas son capaces de adquirir conocimientos y participar en la producción de saberes, sin
depender de la autoridad de un maestro. Es aquí donde se propone la figura del maestro ignorante,
que, lejos de imponer conocimientos preestablecidos, facilita el descubrimiento y la autonomía de sus
estudiantes mediante prácticas realistas y humanizadas.
En ese sentido, Greene (citada por Vázquez Verdera, 2009) defendió una pedagogía que fomenta la
imaginación, la creatividad y la apreciación estética. Destacó la importancia de abordar temas sociales
y culturales en el aula, buscando la transformación y concienciación de los estudiantes. Desde esta
perspectiva, se cuestionó el papel de las instituciones educativas, argumentando que pueden perpetuar
estructuras de opresión y desigualdad. Greene defendió la idea de una educación autodirigida y la
creación de redes de aprendizaje comunitarias, donde las personas puedan compartir conocimientos y
experiencias de manera horizontal y liberadora (Narodowski, y Botta, 2017). Además, consideró el
cuidado y la empatía como fundamentales para el crecimiento humano, y promovió una pedagogía
centrada en la relación entre docentes y estudiantes, enfocada en el desarrollo moral y emocional de
estos últimos (Noddings, 2003). Asimismo, Rogers (1969) desarrolló la teoría del aprendizaje centrado
en el estudiante. Su enfoque resalta la importancia de la empatía, la autenticidad y la aceptación
incondicional en la relación de enseñanza-aprendizaje, generando un ambiente propicio para el
crecimiento personal y el desarrollo integral del estudiante.
En este mismo sentido, se ha demostrado un compromiso con la pedagogía crítica y la educación para
la ciudadanía. Giroux (1999) ha abordado temas como el poder y la cultura popular y cómo estos afectan
la formación de identidades y la participación cívica de los estudiantes. Esto involucra comprender la
realidad en su totalidad y conectar los diferentes aspectos del conocimiento. Giroux propugna una
educación que fomente el pensamiento crítico, la reflexión y la capacidad de abordar los desafíos
interconectados de nuestro tiempo (Vallejo-Gómez, 2017).
Otra modalidad de pedagogía relevante es la educación sensible, que se centra en la pedagogía moral
con el propósito de fortalecer comportamientos virtuosos y sensibles en contextos de colaboración
social. En este enfoque, se considera que los individuos interactúan de manera más efectiva con otros
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cuando han adquirido habilidades para el desarrollo del conocimiento (Alcántara Mego y Holguin
Alvarez, 2019). Montessori (2014) también desarrolló un enfoque pedagógico centrado en el
aprendizaje autónomo y activo de los niños, promoviendo un ambiente preparado, materiales educativos
adecuados y una guía respetuosa para fomentar el desarrollo integral de los estudiantes.
En el ámbito de la educación, diversos pensadores han aportado visiones que enfatizan la libertad, la
inclusión y el desarrollo integral del ser humano. José Martí resaltó la importancia de una educación
que promueva el pensamiento crítico y la solidaridad social (Martí, 1894), una visión compartida con
Darcy Ribeiro, quien abogó por una educación inclusiva que valore la diversidad cultural (Ribeiro,
1997). En esta sintonía, Boal (1974), a través del Teatro del Oprimido, exploró cómo el arte puede ser
una herramienta para la transformación social, un concepto que encuentra eco en la pedagogía basada
en la experiencia estética propuesta por Acaso (2013). Por su parte, Piaget (1952) y Maturana y Varela
(1980) enfocaron sus trabajos en el constructivismo y la autopoiesis, resaltando la interacción del
individuo con su entorno como eje central del aprendizaje. Esta interacción es también fundamental en
la teoría de la enacción (Varela, Thompson, y Rosch, 1991), que subraya la construcción colectiva del
conocimiento.
Meirieu (1996) y Gardner (1983), con sus contribuciones en la didáctica y las inteligencias múltiples,
respectivamente, promueven métodos de enseñanza adaptativos que reconocen las necesidades
individuales y potencian las habilidades diversas de los estudiantes en el contexto de la era digital.
Finalmente, Bandura (1977), con su teoría del aprendizaje social-cognitivo, enfatiza el rol de la
observación y la autorregulación en el aprendizaje. Estos educadores y pensadores, a través de sus
distintas disciplinas y enfoques, convergen en la necesidad de una educación que sea liberadora,
inclusiva y adaptativa, capaz de preparar a los individuos para un mundo en constante cambio (Mejía
Bricaire y Gutiérrez Ojeda , 2024).
En el mismo sentido, Aranda Parra, Bravo Palma y Rey Figueroa (2021) establecen que es esencial
abordar las necesidades y características del presente, especialmente aquellas que han surgido de la
juventud. Sin embargo, es toda la sociedad civil la que demanda una mayor afinidad con sus
requerimientos, y la educación, en particular, se ve desafiada por estos reclamos con mayor fuerza
debido a lo que ha sucedido hasta la actualidad.
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Al tener en cuenta las situaciones actuales vigentes, se puede contribuir con el desarrollo de una
pedagogía humanista.
Por lo anterior, en las últimas décadas se han adaptado competencias para la aplicación de competencias
ciudadanas en entornos educativos, lo que ha generado cambios significativos en los contextos de
enseñanza y aprendizaje. La inclusión de estas competencias en los sistemas educativos busca
proporcionar a los estudiantes un conjunto de conocimientos, habilidades y aptitudes que les permitan
abordar los desafíos que enfrentan en la vida y las realidades sociales vigentes (Arce Ramírez, 2019).
La importancia de la educación inclusiva en la humanización de la pedagoa solo se puede lograr
cuando se establecen garantías institucionales en al menos tres áreas fundamentales: la asistencia, el
aprendizaje y la participación. La asistencia se refiere a la posibilidad de asistir a las instituciones
educativas; el aprendizaje de alta calidad se relaciona con la manera en que los objetivos del plan de
estudios promueven el desarrollo completo de los estudiantes, y la participación está vinculada a la
calidad de la experiencia educativa en el entorno de enseñanza, en las interacciones con los demás y en
la percepción del proceso (Batista Sardain y Torralbas Oslé, 2018).
En Chile se ha intentado implementar una educación para el desarrollo sostenible del país. El objetivo
central es integrar la sostenibilidad en la educación, abarcando temas clave como recursos naturales,
derechos humanos, cambio climático, biodiversidad y pobreza. Se busca incorporar este enfoque en
todas las asignaturas y niveles educativos, promoviendo un enfoque interdisciplinario y sistémico para
comprender la interdependencia de factores sociales, económicos y ambientales en el desarrollo
sostenible para humanizar la pedagogía (Unesco, 2009, como se citó en Berríos Villarroel y González
Gamboa, 2020). En su ensayo, González Sánchez (2019) explica que la pedagogía y la didáctica a
menudo se usan solo como herramientas para enseñar y no se les permite desarrollarse como campos
de estudio independientes con su propia forma de conocimiento, lo cual podría traer consigo diversas
ventajas en torno a la humanización y desarrollo de la pedagogía.
Perines y Vega (2019) investigan sobre el valor que la comunidad estudiantil atribuye a la investigación
educativa. Los resultados de dicho artículo revelan que una de las principales críticas expresadas por
los estudiantes es que sus experiencias en investigación educativa hasta el momento han estado más
centradas en perspectivas teóricas, que a menudo están desconectadas de aspectos prácticos.
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En Colombia, a partir de los años noventa, se ha fomentado la educación cívica a través de la promoción
de principios democráticos y la participación ciudadana. Más recientemente, esta iniciativa se ha
reforzado mediante un énfasis en la educación en valores como una estrategia para abordar los conflictos
a nivel nacional.
Otro aspecto que debe considerarse al hablar de la humanización de la pedagogía en el contexto de las
realidades sociales actuales es el que señalan Suckel Gajardo y Chiang Salgado (2021). Según ellos, la
desigualdad en el acceso a la educación influye en la calidad de esta, dependiendo del nivel
socioeconómico en el que se encuentre el estudiante.
CONCLUSIONES
La educación y la pedagogía han sido campos dinámicos, constantemente enriquecidos por diversas
perspectivas y enfoques teóricos emergentes. En particular, enfoques como el constructivismo, el
aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje colaborativo y la integración de tecnologías educativas
han mostrado un impacto significativo en la promoción de un aprendizaje profundo y significativo.
Estos enfoques desafían los métodos tradicionales. Proponen un paradigma educativo donde el
estudiante se convierte en el centro del proceso, interactuando activamente con el conocimiento y
construyendo su propio entendimiento a través de experiencias contextualizadas y colaborativas.
Dentro de este marco, la educación y la pedagogía del Buen Vivir, surgen como propuestas que
trascienden la mera transmisión de conocimientos y buscan una educación que fomente el desarrollo
integral de los individuos y la construcción de sociedades más justas y solidarias. Esta visión educativa
desafía las estructuras educativas convencionales, al proponer un modelo que no solo se centra en la
formación cognitiva, sino que también aboga por el bienestar emocional, social y ético de los
estudiantes. Autores y corrientes que defienden el Buen Vivir, el humanismo, el amor y la emancipación
enfatizan la importancia de una educación que forme ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos
con su entorno.
La humanización de la educación se presenta, entonces, más que una opción, como una necesidad
imperiosa en el contexto actual. Las corrientes pedagógicas que promueven el humanismo, el cuidado,
la educación para la ciudadanía global y la pedagogía de la ternura subrayan la relevancia de cultivar
valores humanos fundamentales, como el respeto, la empatía y la solidaridad.
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Estas corrientes sostienen que, para enfrentar los desafíos globales del siglo XXI, es crucial que la
educación fomente una consciencia global, una actitud crítica y un compromiso activo con la
transformación social. La educación humanizada, en este sentido, no solo contribuye al desarrollo
integral de los estudiantes, sino que también sienta las bases para la construcción de una sociedad más
inclusiva, equitativa y sostenible.
Los resultados de la consulta bibliográfica realizada en este estudio revelan que la integración de los
principios del Buen Vivir y la pedagogía humanista en el diseño y la práctica educativa ofrece un marco
conceptual robusto para reimaginar la educación. Los documentos seleccionados proporcionan tanto
perspectivas teóricas como evidencias empíricas que destacan cómo estos conceptos pueden
interrelacionarse para construir una educación más humanizada. Este enfoque, que busca armonizar el
desarrollo individual con el bienestar colectivo y el respeto por la naturaleza, se perfila como una
alternativa viable y necesaria frente a las crisis educativas y sociales contemporáneas.
En términos metodológicos, la consulta bibliográfica se realizó con un enfoque cualitativo, que permitió
una exploración profunda de las interconexiones entre el Buen Vivir, la pedagogía y la humanización
de la educación. La selección cuidadosa de las fuentes, el proceso riguroso de análisis y la triangulación
de datos garantizan la validez y la relevancia de los hallazgos. Este enfoque metodológico no solo
fundamenta teóricamente la investigación, sino que también aporta claridad sobre cómo estos conceptos
pueden ser aplicados en contextos educativos diversos, con el fin de promover un modelo educativo
más inclusivo y equitativo.
Por un lado, la discusión epistemológica que surge de estos resultados tensiona las nociones
tradicionales de educación, al cuestionar la eficacia de los modelos hegemónicos y proponer una
pedagogía que se alinee con los principios del Buen Vivir. Esta pedagogía desafía la lógica del
rendimiento y la competitividad; en cambio, centra la educación en la reciprocidad, el equilibrio y la
justicia social. En resumen, este estudio no solo contribuye a la comprensión teórica de estos conceptos,
sino que también ofrece implicaciones prácticas para la transformación educativa, sugiriendo un cambio
de paradigma hacia una educación que realmente humanice y libere, tanto a nivel individual como
colectivo.
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Por otro lado, la decolonización de la educación propone un cuestionamiento profundo de las estructuras
educativas tradicionales, que históricamente han sido impuestas desde una perspectiva eurocéntrica.
Este enfoque desafía la hegemonía de los conocimientos y valores occidentales, abogando por la
recuperación y valorización de saberes ancestrales y locales. La decolonización busca liberar el
pensamiento educativo de las ataduras coloniales, lo que permite que florezcan perspectivas
pedagógicas que reconozcan y respeten la pluralidad cultural y las múltiples formas de conocimiento.
Así, se impulsa una educación que no solo forma ciudadanos críticos y conscientes, sino que también
reivindica la identidad y la dignidad de los pueblos históricamente marginados.
La convergencia de los enfoques del Buen Vivir y la decolonización ofrece una oportunidad única para
reimaginar la educación en contextos diversos, especialmente en aquellos donde las comunidades
indígenas y otras comunidades subalternas tienen un papel central. La integración de valores y
cosmovisiones propias de estas comunidades enriquece el proceso educativo y contribuye a la
preservación y valorización de su patrimonio cultural, lo que fortalece su autonomía y resistencia frente
a las influencias externas que buscan homogeneizar la educación. Al mismo tiempo, las herramientas
pedagógicas y didácticas derivadas de la decolonización brindan un marco para implementar estas ideas
en el aula; así, se permite que los estudiantes se beneficien de un entorno educativo más inclusivo y
adaptado a sus realidades culturales y sociales.
Es fundamental reconocer que la implementación de estos enfoques no está exenta de desafíos. La
transición desde un modelo educativo colonial y estrictamente curricular a uno que incorpore los
principios del Buen Vivir y la decolonización requiere un cambio profundo en las políticas educativas,
la formación docente y los métodos de evaluación del aprendizaje. Este proceso demanda un
compromiso firme de las instituciones educativas para adaptarse a una visión más inclusiva, equitativa
y culturalmente relevante, lo que implica repensar los objetivos y las prácticas pedagógicas tradicionales
desde una óptica que privilegie la diversidad y la justicia social.
Finalmente, la integración del Buen Vivir y la decolonización en la educación ofrece una vía
prometedora para enfrentar las complejidades del siglo XXI. En un mundo donde los desafíos globales
como el cambio climático, la desigualdad social y la pérdida de biodiversidad son cada vez más
apremiantes, estos enfoques ofrecen respuestas educativas que son tanto innovadoras como
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profundamente arraigadas en los contextos locales. La adopción de estas perspectivas puede contribuir
significativamente a la formación de individuos capaces de enfrentar estos desafíos con una conciencia
crítica, una sólida identidad cultural y un compromiso con la transformación social. Esta convergencia
redefine los fines de la educación, estableciendo un diálogo constante entre la tradición y la innovación,
entre lo local y lo global, y reconfigurando la educación como un espacio de resistencia y emancipación,
donde la diversidad cultural y el respeto por la naturaleza son pilares fundamentales para el desarrollo
de una ciudadanía global, consciente y activa.
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