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oímos diciéndolo” (p. 12), por lo que la articulación de ideas en un entorno colaborativo aclara los
pensamientos, y fomenta una comprensión. más profunda de los textos. Por su parte, Andruetto (2014),
sostiene que la lectura en voz alta “brinda la oportunidad de plantear preguntas, intercambiar
percepciones y construir juicios propios, lo cual enriquece significativamente el proceso de aprendizaje”
(p. 111). En consecuencia, fomenta el aprendizaje significativo, y la formación de lectores autónomos y
críticos, que son capaces de interactuar con los textos de manera activa y reflexiva.
Por otra parte, la teoría del andamiaje, propuesta por Bruner (1980, 1983), refuerza la idea de que el
aprendizaje requiere un apoyo estructurado y adaptable a las necesidades específicas de los estudiantes.
Este autor plantea que el docente debe ajustar su nivel de intervención para promover la independencia
progresiva de los estudiantes en la interpretación de textos complejos. Según Bruner (1983), “el proceso
de andamiaje implica proporcionar apoyo durante las etapas iniciales del aprendizaje y reducirlo
gradualmente a medida que el estudiante adquiera mayor autonomía” (p. 45). Es decir que la lectura en
voz alta pasa a ser un vehículo ideal para aplicar esta metodología, porque permite al docente seleccionar
aquellos textos que desafíen a los estudiantes y, al mismo tiempo, ofrecer orientación para facilitar su
comprensión.
Bajour (2014), resalta que los textos literarios potentes, caracterizados por su riqueza temática y
emocional, “producen preguntas, silencios, reflexiones y debates, elementos indispensables para el
desarrollo de competencias interpretativas y analíticas” (p. 7). De esta manera, el andamiaje en la lectura
en voz alta fomenta el aprendizaje autónomo, y por supuesto fortalece la capacidad de los estudiantes
para enfrentarse a desafíos intelectuales más complejos.
El marco teórico de esta investigación se construye a partir de las aportaciones de autores como Negrín
(2017), quien resalta que la lectura en voz alta contribuye al desarrollo de habilidades expresivas, como
la gestualidad y el uso de matices en la voz, elementos esenciales para la formación integral de los
estudiantes. Asimismo, Furman (2018) argumenta que esta práctica “crea espacios de alegría
compartida, donde los estudiantes pueden conectarse emocionalmente con los textos y explorar nuevos
horizontes de aprendizaje” (p. 11). Esto a su vez se complementa con las perspectivas de Díaz Rönner
(2011), quien afirma que son los docentes quienes deben definirse como lectores activos para así inspirar
a sus estudiantes y promover una cultura de lectura dentro y fuera del aula.