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El informe subraya la necesidad de transformar estas normas a través de programas de prevención
combinada y enfoques centrados en derechos sexuales y reproductivos. La falta de liderazgo en políticas
públicas ha impedido cerrar las brechas de atención entre niños y adultos con VIH. En 2021: 800,000
niños vivían con VIH sin recibir tratamiento, 60% de infantes de 5 a 14 años no accedieron a
tratamientos que salvan vidas. Estas cifras reflejan la necesidad de un diagnóstico temprano para
prevenir la progresión de la enfermedad y una cobertura de tratamiento pediátrico para aumentar las
tasas de supresión viral y mejorar los resultados a largo plazo. (ONUSIDA, 2022).
ONUSIDA a través del informe “Acciones aceleradas pongamos fin a la epidemia del 2030”, menciona
que para 2020 se pueda lograr el 90-90-90, es decir, que el 90% de las personas con VIH conozcan su
estado, que el 90% de estas reciban tratamiento, y que el 90% de quienes reciben tratamiento alcancen
la supresión viral. Asimismo, reducir a 500,000 las nuevas infecciones y garantizar cero
discriminaciones. Para 2030 ampliar estas cifras al 95-95-95, con menos de 200,000 nuevas infecciones,
estas metas reflejan un compromiso con la equidad, donde las herramientas de tratamiento y prevención
deben ser accesibles para todos, sin distinción de género, edad, orientación sexual o nivel
socioeconómico. (ONUSIDA, 2022).
Las personas de poblaciones clave (trabajadores sexuales, hombres que tienen sexo con hombres,
personas trans y usuarios de drogas inyectables) enfrentan altos riesgos de infección debido a la falta
de acceso a servicios adecuados y al estigma, según el informe de ONUSIDA, “La urgencia del ahora”,
además que solo el 36% de las mujeres jóvenes utilizan preservativos en relaciones sexuales con parejas
no habituales, las leyes discriminatorias limitan el acceso a tratamientos y fomentan la marginalización.
Las desigualdades estructurales perpetúan la epidemia al limitar el acceso equitativo a servicios de
salud. Esto vulnera los derechos fundamentales de estas poblaciones, reforzando la necesidad de
eliminar barreras legales y sociales. (ONUSIDA, 2024).
En 2023, el déficit financiero para programas de VIH alcanzó los $9,500 millones, limitando la
capacidad de los países para implementar estrategias efectivas, la financiación externa ha disminuido
en un 20% desde su punto más alto en 2013, poniendo en riesgo los programas de prevención y
tratamiento, el déficit de financiamiento representa una amenaza para la sostenibilidad de los avances