ESTUDIO PARA LA IDENTIFICACIÓN DE
COMPORTAMIENTOS GENERADORES DE
CONFLICTO Y VIOLENCIA EN UNA
INSTITUCIÓN EDUCATIVA
STUDY FOR THE IDENTIFICATION OF BEHAVIORS THAT
GENERATE CONFLICT AND VIOLENCE IN AN EDUCATIONAL
INSTITUTION
Camilo Giraldo Aguilar
Facultad de Educación.UMECIT

pág. 4210
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i1.16142
Estudio para la identificación de comportamientos generadores de conflicto y
violencia en una institución educativa
Camilo Giraldo Aguilar1
camilogiraldo.est@umecit.edu.pa
https://orcid.org/0000-0003-1139-8539
Facultad de Educación.UMECIT
Universidad Metropolitana de Educación, Ciencia y Tecnología
Medellín-Colombia
RESUMEN
Este estudio tuvo como objetivo identificar los comportamientos que conducen al conflicto y la violencia
en una institución educativa en Medellín, Colombia. No solo exploró el entorno escolar y las relaciones
estudiantiles, sino también la dinámica familiar y los problemas sociales que estaban afectando a los
estudiantes de educación secundaria. El objetivo era recomendar estrategias para que los administradores
escolares y los maestros aborden estos desafíos. Para recopilar datos, la investigación empleó entrevistas
semiestructuradas con estudiantes de secundaria, cuestionarios de análisis cualitativo, observación
participante, tablas sociodemográficas y un examen de documentos institucionales. Los hallazgos revelaron
que los estudiantes exhibieron varios comportamientos que contribuyen al conflicto y la violencia, como el
acoso relacionado con la apariencia física, el origen, los apodos, los chismes y el robo. Las causas
fundamentales de estos comportamientos eson complejos, ya que muchos estudiantes provienen de entornos
empobrecidos, carecen de orientación parental y enfrentan vidas familiares desestructuradas. Además, la
presencia de organizaciones criminales en el área influye significativamente en los estudiantes,
exponiéndolos a actividades criminales y abuso de sustancias.
Palabras clave: violencia, conflicto, educación, conductas, escolar
1 Autor principal
Correspondencia: camilogiraldo.est@umecit.edu.pa

pág. 4211
Study for the identification of behaviors that generate conflict and violence in
an educational institution
ABSTRACT
This study aimed to identify the behaviors that lead to conflict and violence in an educational institution in
Medellin, Colombia. It not only explored the school environment and student relationships, but also the
family dynamics and social issues that were affecting high school students. The goal was to recommend
strategies for school administrators and teachers to address these challenges. To collect data, the research
used semi-structured interviews with high school students, qualitative analysis questionnaires, participant
observation, sociodemographic tables, and an examination of institutional documents. Findings revealed
that students exhibited several behaviors that contribute to conflict and violence, such as bullying related
to physical appearance, origin, nicknames, gossip, and theft. The root causes of these behaviors were
complex, as many students came from impoverished backgrounds, lacked parental guidance, and faced
disrupted family lives. Additionally, the presence of criminal organizations in the area significantly
influenced students, exposing them to criminal activities and substance abuse.
Keywords: violence, conflict, education, conducts, school
Artículo recibido 09 enero 2025
Aceptado para publicación:11 febrero 2025

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INTRODUCCIÓN
Los educadores y administradores escolares se centran cada vez más en la aparición de conflictos y
violencia en entornos educativos, que involucran tanto interacciones entre estudiantes como interacciones
entre estudiantes y maestros. Estos incidentes, que incluyen peleas físicas y altercados verbales, han creado
una atmósfera hostil e insegura en las escuelas, lo que dificulta que los estudiantes se concentren en sus
estudios y que los maestros desempeñen sus funciones instructivas de manera efectiva. La escalada de
conflictos y violencia en las escuelas puede atribuirse a una combinación compleja de factores, como
dinámicas familiares disfuncionales, la influencia del crimen, los efectos de la pobreza en el desarrollo de
los estudiantes, la presión de los compañeros, el acoso escolar y los problemas de salud mental. Además,
la falta de sistemas de apoyo y recursos adecuados para los estudiantes que enfrentan estos desafíos
contribuye a aumentar las tensiones en las escuelas.
La investigación destacada en este artículo está motivada por las preocupaciones de maestros,
administradores y padres con respecto a estos problemas en la institución educativa en estudio. El estudio
tuvo como objetivo identificar comportamientos que conducen al conflicto y la agresión y explorar sus
posibles causas. Este análisis permite comprender los perfiles tanto de las víctimas como de los agresores
y poder desarrollar estrategias de intervención para abordar este problema acuciante. Para lograr estos
objetivos, se emplearon métodos cualitativos, incluidas entrevistas y observación no participante, para la
recopilación de datos. El artículo está organizado en cinco secciones: Introducción, Violencia escolar,
Metodología, Hallazgos y Conclusiones. La comprensión de los conflictos escolares requiere una amplia
consideración de varios escenarios y factores involucrados en las interacciones humanas, incluidos el
género, la nacionalidad, las ideologías, las culturas, las religiones, las costumbres, las opiniones políticas,
los estándares morales, el progreso académico y los intereses personales y colectivos.
METODOLOGÍA
La base de este estudio se sustentó en una metodología de investigación cualitativa, ya que tuvo como
objetivo profundizar, comprender y desarrollar tácticas que permitieran conocer los patrones de conducta
que generan conflicto y violencia entre los estudiantes de secundaria de una intitución educativa del Distrito
de Medellín en Colombia. Al emplear este enfoque, el investigador pretendió explorar a fondo los diversos
factores y circunstancias que contribuyen al problema en cuestión.

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El estudio implicó recopilar datos de campo, examinar documentos existentes y realizar entrevistas
semiestructuradas con estudiantes, profesores y padres de familia. Aunque algunos de los datos recopilados
fueron cuantitativos, es importante enfatizar que este no fue un análisis estadístico. Las entrevistas se
realizaron de manera flexible, sin apegarse a una estructura estricta. Más bien, el propósito era crear un
ambiente donde el entrevistado pudiera expresarse de manera espontánea y sin restricciones.
Para la organización de las entrevistas, se empleó un enfoque de análisis cualitativo exhaustivo y
organizado, que implicó la utilización de protocolos para documentar los datos recopilados de estas, los
cuestionarios sociodemográficos y las notas de observación no participante. Posteriormente, la información
fue sintetizada en una matriz, que permitió categorizar, triangular y ordenar las perspectivas planteadas para
el propósito de la investigación.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Violencia escolar
La violencia escolar es el acto deliberado de causar daño a cualquier miembro de una comunidad educativa,
incluidos estudiantes, maestros, administradores, personal o padres. Este comportamiento puede ocurrir
dentro de las instalaciones escolares o en otros espacios asociados con la escuela, como áreas o lugares
cercanos donde se desarrollan actividades extraescolares. (Abramovay Rúa, 2005).
Para entender de manera efectiva el problema de la confrontación escolar, es importante reconocer los
diversos factores complejos que conducen a su ocurrencia. Estos factores abarcan la calidad de las
relaciones dentro de la comunidad escolar, las interacciones entre los entornos escolar y familiar, y el
impacto de los medios de comunicación, la cultura y el entorno circundante. La investigación (Díaz-
Aguado, 2005) ha identificado varios factores de riesgo vinculados con el conflicto escolar, como la
marginación social, la ausencia de límites, la exposición a medios violentos, la participación en grupos de
pares hostiles, el fácil acceso a armas y la aceptación social de la conducta agresiva en determinadas
situaciones.
Los daños pueden clasificarse en dos tipos principales: "daños reductores y represores" (Henry y
Milovanovic, 1996, p. 103). Los daños negativos pueden disminuir el bienestar general y la humanidad de
una persona. Por ejemplo, el daño físico puede provocar dolor o lesiones, que se manifiestan como heridas
o moretones. Los daños materiales implican daños a las posesiones de un estudiante (como dinero o

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teléfonos celulares). Los daños psicológicos pueden tener efectos perjudiciales en la salud mental,
afectando el funcionamiento emocional. Los daños sociales y simbólicos pueden disminuir la posición
social de una persona entre sus pares, a menudo infringiendo sus derechos humanos, sexualidad e identidad
personal.
Los daños pueden clasificarse en dos tipos principales: "daños reductores y represores" (Henry y
Milovanovic, 1996, p. 103). Los daños negativos pueden disminuir el bienestar general y la humanidad de
una persona. Por ejemplo, el daño físico puede provocar dolor o lesiones. Los daños materiales implican
daños a las posesiones de un estudiante (como dinero o teléfonos celulares). Los daños psicológicos pueden
tener efectos perjudiciales en la salud mental, afectando el funcionamiento emocional. Los daños sociales
y simbólicos pueden disminuir la posición social de una persona entre sus pares, a menudo infringiendo sus
derechos humanos, sexualidad e identidad personal. Además, las violaciones morales y éticas que rebajan
los estándares pueden implicar conductas como promover el odio, presionar a las personas para que hagan
trampa o actuar en contra de su voluntad.
Características del estudiante agresor
Diversos investigadores (American Psychological Association, 2021; Zhang et al. 2021; Bosworth et al.
1999) han identificado características comunes en estudiantes que participan en conductas de acoso escolar.
Estos incluyen un ambiente social negativo a pesar de tener amigos que lo apoyan, una tendencia a usar la
fuerza física para intimidar a los demás, impulsividad, habilidades sociales deficientes, baja tolerancia a la
frustración, dificultad en seguir reglas, relaciones tensas con los adultos, rendimiento académico en declive
y débil autoestima.
Las investigaciones de Miller y Kraus (2008) destacan tres factores de riesgo interconectados durante la
adolescencia: vínculos débiles con compañeros no delincuentes, fuertes conexiones con individuos
antisociales y participación en actividades delictivas. En particular, la participación en pandillas se
considera como una forma de satisfacer necesidades psicológicas esenciales de aceptación, pertenencia y
estatus social, especialmente entre los jóvenes marginados y aquellos que buscan llamar la atención.
La capacidad de empatizar parece ser un desafío importante para los estudiantes acosadores, quienes
tienden a mostrar un razonamiento moral menos sofisticado que sus compañeros de clase. A menudo ven
la justicia como un medio de represalia, buscando venganza por las ofensas percibidas. En su marco social,

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etiquetan a las víctimas que denuncian su comportamiento como "soplonas", lo que ayuda a marginar a
estos individuos y perpetuar una cultura de silencio que apoya sus acciones disruptivas y dinámicas de
poder. (Mendoza-González, 2006).
Manifestaciones de violencia escolar
La violencia puede tomar diversas formas dentro de los entornos educativos, alterando la construcción de
relaciones y el proceso de aprendizaje. Las consecuencias a menudo incluyen mayor ansiedad,
insatisfacción, ausentismo y riesgos físicos, que pueden conducir a un desarrollo poco saludable de la
personalidad y obstaculizar el crecimiento y el bienestar general de los estudiantes. Según Martínez-
Fernández et al. (2006), los conflictos y la violencia son cada vez más prominentes en las escuelas,
manifestándose como ataques verbales o físicos, acoso escolar, comportamiento agresivo y conflictos
interpersonales que pueden dañar la integridad social, psicológica o personal. Estos incidentes surgen de
una mezcla de factores sociales externos y elementos internos relacionados con el ambiente.
Según Calderón y Chacón (2012), los signos de violencia escolar son "comportamientos que surgen de las
relaciones entre estudiantes y también de estos y profesores, y que muestran cómo se relacionan e
interactúan en su convivencia en la escuela". En otras palabras, son acciones que forman parte de un proceso
en el que una persona o grupo vulnera la integridad física, social y psicológica de otro individuo o colectivo
de alumnos.
Algunas de las señales de violencia más frecuentes en los ambientes escolares son:
Conflicto
El conflicto se define como un estado de desacuerdo o discordia que ocurre dentro de individuos o grupos
cuando las creencias o acciones de uno o más miembros son cuestionadas u opuestas por otros. Implica el
choque de ideas y comportamientos entre diferentes partes, lo que puede llevar a una relación hostil.
(Tschannen-Moran, 2001).
Bullying:
Garretón-Valdivia (2014) define el acoso escolar como una conducta nociva dirigida específicamente
contra los estudiantes en entornos educativos, caracterizada por el maltrato intencional y continuo de uno
o más individuos hacia otro, que no ejerce medios de defensa. Esta agresión puede tomar la forma de abuso
físico o psicológico y a menudo está dirigida a quienes se perciben como vulnerables o indefensos. El

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individuo que comete el acoso se conoce como el "agresor", mientras que el acosado se denomina "víctima".
Este tipo de enfrentamientos ocurren dentro de las escuelas, que están diseñadas idealmente para promover
interacciones justas y equitativas entre los estudiantes. (Dan Olweus, 1993).
La Agresión
En el contexto de la agresión escolar, Johnson (2009) destaca que la violencia es un factor de riesgo crítico
para niños y adolescentes, afectando significativamente el bienestar emocional y físico de estudiantes,
docentes y la comunidad educativa en su conjunto. Connor (2012) destaca que la agresión es un concepto
complejo que puede aparecer en diversas formas, incluida la agresión instrumental, que está impulsada por
un objetivo, y la agresión hostil, que tiene como objetivo infligir daño. La agresión hostil puede
manifestarse abiertamente a través de ataques físicos o verbales, o de forma encubierta a través de la
agresión social. La agresión social daña el estatus social o las amistades de un individuo, con ejemplos que
incluyen el silencio o la negligencia (Allen y Anderson, 2017).
Disrupción o indisciplina
La frase "estudiante disruptivo" describe a un estudiante cuyas acciones se apartan de las normas escolares
aceptadas, obstaculizando el proceso de aprendizaje, la enseñanza y las interacciones sociales en el entorno
educativo. El comportamiento disruptivo incluye cualquier acción que perturbe u obstruya la instrucción o
el trabajo académico. La definición de lo que constituye un comportamiento "disruptivo" puede variar según
las expectativas del docente y los efectos del comportamiento en los demás. Las distracciones pueden ir
desde distracciones menores hasta amenazas graves, violencia o situaciones peligrosas (Veiga, 2011).
Por otro lado, Charles (2014) define la indisciplina como cualquier comportamiento que se considere
inaceptable o inapropiado para el entorno escolar. Esto incluye acciones que incluyen la desobediencia, la
falta de respeto hacia las figuras de autoridad, la interrupción de las clases y la participación en actividades
que interrumpen el proceso de aprendizaje de uno mismo o de los demás.
El Vandalismo
El vandalismo escolar se refiere al acto intencional y dañino de dañar o destruir la propiedad escolar, así
como las pertenencias de los estudiantes o maestros. Este comportamiento puede surgir de diversas
motivaciones, como la venganza, el aburrimiento, la malicia, la frustración o creencias específicas. De Wet
(2004) señala que el vandalismo escolar puede adoptar diversas formas más allá del daño físico. Stahl y el

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Departamento de Justicia de los Estados Unidos (2000) definen el vandalismo como la destrucción o daño
intencional de la propiedad pública y privada, incluidos los bienes inmuebles y los artículos personales, sin
el permiso del propietario.
Conducta antisocial o delictiva
La conducta antisocial se refiere a acciones que van en contra de las normas sociales y violan los derechos
de los demás. Según Nasaescu y colegas (2020), estas conductas implican dañar a las personas e ignorar
las normas sociales. Por el contrario, la conducta delictiva consiste en acciones que violan las leyes. Esta
gama de conductas incluye acciones impulsivas, así como delitos graves como la violencia, el fraude, el
robo, las actividades relacionadas con las drogas, la conducta sexual inapropiada y otros actos perjudiciales.
La conducta delictiva se considera un problema complejo que se extiende más allá de los simples trastornos
psicológicos, incorporando una gama de acciones definidas como delictivas. (Núñez-Blanco, 2021).
Factores generadores de violencia escolar
La violencia escolar está influida por una variedad de factores, por lo que es esencial analizar los diferentes
entornos en los que se desenvuelven los estudiantes y comprender las causas profundas de este problema.
Investigaciones como la de Rodríguez y González (2010) indican que no existe una única causa o predictor
de la conducta agresiva en los individuos. En cambio, una serie de influencias, incluidos los medios de
comunicación, la dinámica familiar, los entornos sociales y las relaciones personales, interactúan para
moldear las conductas de los estudiantes. Esta compleja interacción puede dar lugar a situaciones en las
que los estudiantes pueden convertirse en agresores, víctimas o desarrollar relaciones saludables y no
violentas con los demás (Gázquez-Linares et al., 2010).
Los factores exógenos desempeñan un papel relevante en la influencia de la conducta violenta en las
escuelas, y están determinados por el entorno y las circunstancias inmediatas de cada individuo. Cuestiones
como la dinámica familiar disfuncional, la educación insuficiente, la influencia negativa de los compañeros
y el abuso de sustancias contribuyen de manera significativa a la violencia y la conducta disruptiva de los
adolescentes. Según Fernández (2010), también existen factores endógenos dentro de las escuelas que
conducen a los conflictos y la violencia, entre ellos un clima escolar hostil, relaciones tensas entre los
estudiantes y los rasgos personales de los implicados en las disputas.

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Género y nacionalidad de los participantes
La distribución equitativa por género de los estudiantes participantes permitió un análisis equilibrado del
impacto del sexo biológico en la generación de conflictos dentro del contexto institucional. La nacionalidad
en su mayoría fue de ciudadanos colombianos, con un total de 209, trece venezolanos y un ecuatoriano.
Perfil socioeconómico
El estrato socioeconómico de los estudiantes entrevistados varió, correspondiendo la mayoría al nivel 1
bajo-bajo (148 adolescentes). Además, hubo 53 escolares del estrato 2 bajo, 22 del nivel 3 medio-bajo y
ninguno de los estratos 4, 5 y 6. En conclusión, el grueso de los educandos pertenece a familias con
marcadas necesidades económicas y de vivienda. La mayor parte de los hogares dependen de los ingresos
aportados por el trabajo de las madres, ya que los padres se encuentran ausentes de las viviendas por
abandono del hogar mayoritariamente.
Vivienda y servicios públicos
El 33% de los estudiantes entrevistados tiene su vivienda en lugares declarados geológicamente en riesgo.
25 alumnos declaran vivir en casas de materiales distintos al adobe o cemento (latas, madera, zinc, etc.).
Esta misma cantidad no cuenta con conexión de servicio de agua de un proveedor y se abastecen de
yacimientos, quebradas o la compran.
Salud
El 100 % de los estudiantes manifiesta tener cubrimiento de salud por régimen subsidiado o contributivo.
Conformación familiar
El 64% de los hogares están conformados por la madre y un promedio de dos hermanos. Solo un 30% vive
con ambos padres. También se encuentran viviendas en donde conviven dos o más familias con tíos, abuelos
y no familiares.
Hallazgos
Tras la implementación del enfoque metodológico y la recopilación de datos relevantes, se crea un capítulo
dedicado a presentar los hallazgos y el análisis de manera estructurada. Este aparte tiene como objetivo
resaltar los resultados de la investigación y explorar varios conceptos abordados en la exploración.

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Hallazgos factores exógenos que originan violencia y conflicto escolar
Ambiente familiar
En su gran mayoría, los estudiantes consideran que son una familia feliz, no obstante, las circunstancias
adversas. El estudiante EM23 expresó: "Nosotros somos felices, vivimos contentos, nos queremos los unos
a los otros y le ayudamos a mi mamá, que es a la que le toca trabajar pa’ nosotros. Muchas veces hay falta
de plata (dinero) para lo necesario, pa’ la comida, pero de alguna manera nos la arreglamos". Cerca de un
22% creen que en su hogar no hay felicidad. EF86 dijo: "Mi casa vive muy dividida, mi papá nos dejó hace
tiempo y eso se volvió una pelea de todos contra todos y que se salve quien pueda".
También los hallazgos revelan un marcado contraste en la forma como viven los estudiantes y sus
consanguíneos: la mitad reporta vidas familiares estables, mientras que una parte significativa reconoce
problemas sustanciales o ambientes hogareños caóticos. El 27% de los alumnos reporta una problemática
relevante de convivencia dentro de sus familias, admitiendo que atraviesan una vida hogareña más
tumultuosa.
La inestabilidad de su entorno familiar puede generar sentimientos de inseguridad e impotencia, lo que a
menudo resulta en comportamientos externalizados como agresión y desafío. Estos estudiantes pueden
tener dificultades con la regulación emocional y la resolución de conflictos, lo que los hace más propensos
a participar o ser víctimas de violencia escolar.
El estudiante EF180 compartió que su situación familiar es caótica, con un padre alcohólico, hermanos con
adicciones, una hermana con trabajos cuestionables y una madre que trabaja en hogares para apoyar a la
familia. Este entorno puede afectar significativamente la salud emocional y psicológica de un joven. La
exposición continua al abuso de sustancias, la delincuencia y las dificultades económicas pueden resultar
en estrés crónico y trauma. En respuesta a estas condiciones abrumadoras, los estudiantes como EF180
pueden recurrir a la violencia o al conflicto como una forma de recuperar el control o expresar su angustia.
Antecedentes familiares como víctimas de violencia
Sorprendentemente, el 38 % de los estudiantes informaron que sus familias han sido víctimas de homicidios
debido a la violencia armada o han enfrentado desplazamientos forzados por parte de grupos armados. Esta
oscura realidad, agravada por casos de desapariciones de familiares, reclutamiento forzado, falsos positivos,

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agresión sexual y presencia de minas antipersonal, pinta un panorama sombrío del entorno en el que muchos
jóvenes se enfrentan a diario.
Experimentar violencia y trauma puede generar diversos problemas de salud mental, como ansiedad,
depresión, trastorno de estrés postraumático (TEPT) y enfermedades mentales crónicas. Estos problemas
suelen provocar cambios de conducta, como mayor agresividad, aislamiento social, mayor estado de alerta
y dificultades para concentrarse y aprender. La ansiedad y la desconfianza que fomentan estos entornos
pueden obstaculizar significativamente la capacidad de los estudiantes para construir relaciones saludables
con sus compañeros y maestros, lo que da lugar al aislamiento social y al empeoramiento de los problemas
psicológicos. Cuando el comportamiento violento se normaliza, los estudiantes pueden volverse insensibles
y considerar la violencia como una forma aceptable de resolver conflictos, lo que puede perpetuar un ciclo
de agresión dentro del entorno escolar.
Violencia intrafamiliar
El 1% de los estudiantes reconoce tener enfrentamientos verbales graves, principalmente con el padre, y la
misma cantidad dicen haber golpeado o amenazado preponderantemente al papá. El 10% admite agresiones
frecuentes, verbales y físicas con sus hermanos. El 1% dice sentirse maltratado a través de insultos o
físicamente por sus padres o uno de ellos. El 12 % manifiesta que entre sus papás (o padrastros) hay
violencia verbal y física. Quizás lo más revelador sea el hallazgo de que el 12% de los alumnos han sido
testigos de agresiones de palabra y a la integridad entre sus progenitores o que involucra a un padrastro.
Esta proporción significativa indica que un número sustancial de jóvenes están expuestos a la confrontación
doméstica, lo que puede llevar innumerables efectos negativos en su bienestar psicológico.
Control parental y relación de padres e hijos.
Las interacciones entre padres e hijos, junto con el comportamiento de los estudiantes, son relevantes para
comprender la violencia y los conflictos en las escuelas. Los datos obtenidos destacan cómo las acciones
de los jefes de familia influyen en estas cuestiones. Cabe destacar que el 21% de los estudiantes demuestran
desobediencia hacia sus padres, en particular hacia las figuras masculinas, lo que indica una disminución
de la autoridad y el respeto hacia estos. Esta desobediencia puede deberse a diversos factores, entre ellos,
una crianza inconsistente, una falta de comprensión mutua o habilidades de comunicación deficientes.

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La percepción de indiferencia de los padres, señalada por el 15% de los estudiantes, empeora los problemas
existentes. Cuando los padres parecen indiferentes a las dificultades o los logros académicos de sus hijos,
pueden fomentar sentimientos de abandono y baja autoestima en los jóvenes. Esta angustia emocional
puede impulsar a los estudiantes a buscar atención y validación a través de conductas dañinas, como la
violencia y el conflicto. Además, la ausencia de participación de los padres significa que los estudiantes
pierden la orientación y el apoyo esenciales para afrontar los desafíos, lo que puede conducir a una mala
toma de decisiones y una mayor vulnerabilidad a la presión de los compañeros y a las influencias negativas.
Hallazgos factores endógenos que originan violencia y conflicto escolar
Clima Escolar
Los resultados son particularmente preocupantes, ya que el 15% de los entrevistados cree que en la
Institución Educativa hay una atmósfera conflictiva que lleva a la confrontación, y el 9% admite haber
sentido miedo de asistir a clases al menos una vez durante el último año debido a la amenaza de un conflicto
potencial. Estas estadísticas subrayan un problema importante dentro del clima institucional, que puede
tener implicaciones de gran alcance para el bienestar psicológico de los alumnos y la experiencia académica
en general.
Desde la perspectiva de los estudiantes, la atmósfera conflictiva a menudo se atribuye a varios factores,
incluidas estrategias ineficaces de resolución de conflicto o supervisión inadecuada.
Relaciones interpersonales
El estudio de entrevistas reveló importantes conocimientos sobre estas dinámicas. Específicamente, el 8%
de los estudiantes percibe sus vínculos con profesores y administradores escolares como pobres e injustos,
mientras que el 12% lucha con las interrelaciones con sus compañeros debido a la existencia de grupos
cerrados. Estos hallazgos resaltan tensiones subyacentes que pueden convertirse en conflictos y violencia,
subrayando la necesidad de estrategias intencionales para fomentar una comunicación más inclusiva y
equitativa dentro de la comunidad institucional.
Rasgos personales
El análisis de las entrevistas que examina los comportamientos que generan conflictos y violencia escolar
proporciona una visión aleccionadora de los desafíos emocionales y de comportamiento que enfrentan los
estudiantes. Los hallazgos son indicativos de un problema multifacético que surge de varios factores

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subyacentes, cada uno de los cuales contribuye a un entorno donde el conflicto y la agresión pueden
florecer.
Además, el 14% de los estudiantes lucha por expresar sus emociones y el 4% tiene dificultades para
controlar sus sentimientos, lo que a menudo resulta en arrebatos agresivos. Esto indica una deficiencia en
la alfabetización emocional y las habilidades de regulación, ya que los sentimientos no expresados pueden
conducir a un aumento de la frustración y la agresión. Además, el 5% de los estudiantes reconoció tener
mal carácter, lo que puede indicar problemas emocionales o psicológicos subyacentes como la ansiedad o
la depresión. La inclinación a la violencia y a la participación en actividades delictivas o al consumo de
sustancias, que manifiesta el 3% de los estudiantes, pone de relieve la urgente necesidad de una intervención
temprana. Estas conductas suelen servir como estrategias de afrontamiento de un malestar psicológico más
profundo y pueden empeorar si no se abordan.
Hallazgos manifestaciones de conflicto y violencia
Violencia física
Se refiere a agresiones físicas manifiestas, incluidas acciones como golpear, empujar, patear, dar puñetazos
o cualquier otra conducta que resulte en daño corporal a otra persona.
Desde este punto de vista existe un panorama preocupante de la confrontación física desde la perspectiva
de los estudiantes. Los datos muestran que el 1% de ellos reportó haber sido golpeado diariamente, el 3%
casi diariamente y el 24% indicó haber sido acosado dos o más veces en el último año. Estas estadísticas
no solo determinan la prevalencia de la agresión, sino que subrayan la urgente necesidad de ahondar en las
causas subyacentes, el impacto psicosocial en los estudiantes y las implicaciones más amplias de las
políticas escolares y las estrategias de intervención. De los relatos de los estudiantes se desprende que estas
confrontaciones físicas no son hechos aislados, sino parte de sus experiencias cotidianas. El estudiante
EM46 expresó: “Me siguen, no hay un día en que no me golpeen, empujen o insulten. A veces prefiero no
ir a la escuela”.
Violencia verbal
Implica el uso de palabras ofensivas, insultos, burlas, amenazas o comentarios humillantes para dañar
emocionalmente a alguien.

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Si bien el 1% de los estudiantes reporta ser víctimas de burlas diarias, el 10% experimenta ese tipo de abuso
verbal casi a diario, y un marcado 17% soporta con frecuencia el ridículo de sus compañeros. Estas
estadísticas resaltan un problema generalizado que se extiende más allá de las simples bromas en el patio
de recreo y plantea implicaciones significativas para los alumnos afectados y el entorno escolar en general.
Los estudiantes que sufren burlas con frecuencia suelen verse excluidos de los grupos sociales, lo que les
genera sentimientos de soledad y aislamiento. Su miedo a ser objeto de burlas puede hacer que eviten las
interacciones sociales, lo que solo profundiza su aislamiento
Violencia Social o relacional
Consiste en excluir, ignorar, aislar o difamar a alguien.
Las consecuencias de estas acciones van más allá de las víctimas individuales y afectan al entorno y la
cultura escolar en general. Los resultados indican que el 40% de los estudiantes han experimentado
aislamiento social, y el 12% lo ha experimentado en múltiples ocasiones. Esta exclusión generalizada puede
conducir a varios resultados negativos. Un clima escolar lleno de aislamiento social y chismes crea una
atmósfera de miedo y desconfianza, que puede restar valor a la misión de la comunidad educativa y
obstaculizar el sentido de pertenencia, crucial para una experiencia académica positiva. Cuando los
estudiantes están preocupados por afrontar desafíos sociales, su participación en actividades académicas y
extracurriculares puede disminuir.
Violencia cibernética o ciberbullying
Tiene lugar en el mundo digital y se refiere al acoso o maltrato repetitivo a través de redes sociales, mensajes
de texto, correos electrónicos u otros medios online.
El 30% de los estudiantes informaron sufrir en el presente o en el pasado de acoso digital, mientras que el
21% admitió haberlo perpetrado. Las víctimas de ciberacoso sufren un malestar psicológico importante. La
exposición constante a rumores o amenazas perjudiciales puede provocar ansiedad, depresión y una
sensación generalizada de inseguridad. El anonimato y la naturaleza persistente del acosador en línea
exacerban estos efectos, dejando a los acosados sintiéndose impotentes y aisladas.
Violencia Psicológica
Abarca la manipulación emocional de la víctima, inculcando miedo, inseguridad o ansiedad. Esta forma de
violencia suele incluir elementos como el chantaje emocional, la difamación y la manipulación mental.

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El 6% de los estudiantes informaron que sus compañeros los obligaban a actuar en contra de su voluntad,
lo que les provocaba sentimientos de miedo e impotencia. Es alarmante que el 1% considere esta
manipulación como una parte normal de su vida escolar. Las consecuencias a largo plazo para las víctimas
de esta forma de abuso psicológico son significativas. La exposición continua a la manipulación puede
provocar ansiedad, depresión y una sensación generalizada de desconfianza.
Violencia de género
Se refiere a actos de agresión o acoso dirigidos a personas específicamente por su género o identidad de
género.
Los hallazgos revelan que el 13% de las estudiantes ha experimentado acoso en formas de insinuaciones,
comentarios, tocamientos o gestos sexuales no deseados, junto con el 27% de los alumnos que atribuyen
los celos en las relaciones románticas como el principal catalizador del acosamiento o el abuso de género
dentro de la institución.
La persistencia de la violencia de género en las escuelas puede atribuirse significativamente a normas
sociales y actitudes culturales arraigadas que perpetúan la desigualdad de género. Los roles de género
tradicionales a menudo valoran la dominación y el control masculinos y al mismo tiempo cosifican y
desempoderan a las mujeres. Estas dinámicas crean un ambiente donde el acoso y el abuso no sólo son
posibles, sino que están normalizados.
Violencia sexual o por discriminación
Se refiere a un ataque basado en el origen étnico, afiliación religiosa, identidad racial, origen nacional o
cualquier otra característica análoga de la víctima.
El 20% de los estudiantes extranjeros sufren acoso escolar por su nacionalidad, mientras que el 33% admite
acosar a sus compañeros inmigrantes. Esta animosidad hacia los jóvenes inmigrantes probablemente surge
de la xenofobia y la falta de conciencia cultural, lo que crea un entorno en el que la diversidad suele recibirse
con hostilidad en lugar de con acogida.
El acoso sexual sigue siendo una preocupación crítica: el 12 por ciento de las mujeres denuncian
experiencias de acoso sexual a través de proposiciones o tocamientos no deseados, y el 1% de los hombres
afirman que se les ha acosado a participar en actividades sexuales. El hecho de que no se denuncien los
casos de acoso entre los hombres pone de relieve un estigma que requiere atención.

pág. 4225
La discriminación racial es un problema importante: el 34 por ciento de los estudiantes denuncian
segregación basada en la raza o el color de la piel, y el 27 por ciento admite burlarse de sus compañeros de
piel más oscura. Este tipo de comportamiento negativo puede dañar la autoestima y perpetuar ciclos de
marginación, lo que provoca angustia emocional y una sensación de alienación para los jóvenes de color
en los entornos educativos. La orientación sexual y la identidad de género son fuentes importantes de
conflicto: el 21% de los estudiantes no aceptan a sus compañeros de clase homosexuales o lesbianas, y un
preocupante 71% de los jóvenes LGBTQ+ denuncian haber sufrido discriminación.
Conclusiones
El tapiz de violencia y conflicto al interior de las instituciones educativas se teje a partir de una compleja
interacción de factores que abarcan tanto los espacios externos por los que transitan los estudiantes, al igual
que sus mundos internos; los comportamientos que se manifiestan como confusión dentro de los contextos
educativos a menudo tienen raíces que se extienden mucho más allá de las puertas de la escuela, lo que
implica una amplia gama de influencias que incluyen dinámicas familiares, entornos comunitarios y estados
psicológicos individuales.
La dinámica familiar, como elementos fundamentales de la educación de un niño o joven, desempeña un
papel fundamental en la configuración del comportamiento. Un ambiente hogareño caracterizado por la
inestabilidad, el abandono o el abuso puede actuar a la manera de un terreno fértil para cultivar la agresión
y los desacuerdos. Los niños expuestos a violencia o confusión emocional en el hogar pueden replicar estos
patrones en la escuela, percibiendo la agresividad como una respuesta normativa al conflicto. Además, las
expectativas y presiones familiares podrían exacerbar el estrés y la frustración, alimentando aún más
comportamientos hostiles.
El entorno exógeno, que abarca las normas sociales, las influencias de los medios y las interacciones entre
pares, también contribuye significativamente a los comportamientos observados en las escuelas. Las
comunidades plagadas de agresividad o dificultades socioeconómicas pueden inculcar un sentimiento de
desesperación y agresión entre los jóvenes, quienes luego trasladan estas cargas a sus vidas académicas.
Además, la glorificación de la violencia en los medios puede desensibilizar a los estudiantes ante las
repercusiones de sus acciones, normalizando las respuestas agresivas a los conflictos.

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En el frente endógeno, los factores psicológicos individuales, como la baja autoestima, los problemas de
salud mental y los traumas pasados, pueden manifestarse como conductas disruptivas. Las luchas internas
de los estudiantes muchas veces pasan desapercibidas o no se abordan, dando lugar a arrebatos y conflictos
que podrían haberse mitigado con un apoyo psicológico y docente de forma oportuna.
Dentro de este marco multifacético, los docentes ocupan una posición de preponderante relevancia. Su
función va mucho más allá de impartir conocimientos académicos; son fundamentales para dar forma al
clima social y emocional del aula. Los profesores que reconocen y abordan los problemas subyacentes que
contribuyen al conflicto estudiantil pueden mitigar significativamente la violencia. A través del
compromiso proactivo, la escucha empática y la implementación de estrategias de resolución de conflictos,
los educadores podrían transformar el salón de clase en un refugio de apoyo y comprensión.
Por el contrario, la falta de intervención o, peor aún, un enfoque punitivo que no aborda las causas profundas
puede exacerbar las tensiones. Los docentes que pasan por alto las necesidades emocionales y psicológicas
de sus alumnos pierden oportunidades críticas para reducir los desacuerdos y fomentar una cultura de
respeto y empatía. Por lo tanto, el desarrollo profesional en resolución de conflictos e inteligencia
emocional es imperativo para que los educadores puedan navegar y disipar eficazmente los posibles puntos
álgidos.
En el cambiante panorama de la educación, no se puede subestimar el imperativo de desarrollar planes
sólidos de prevención y resolución de conflictos al interior de los contextos escolares. Como microcosmos
de la sociedad, las escuelas desempeñan un papel fundamental en la configuración de las actitudes,
comportamientos y valores de las generaciones futuras. Al fomentar entornos donde el respeto mutuo, la
comprensión y la colaboración no solo se fomentan, sino que se arraigan en la cultura, se sienten las bases
para comunidades más saludables y cohesivas, tanto dentro como fuera de las puertas de la escuela.
La implementación de planes de prevención y resolución de conflictos en las escuelas cumple múltiples
funciones. En primer lugar, mitiga las perturbaciones inmediatas causadas por las disputas, manteniendo
así un entorno propicio para el aprendizaje. Los centros académicos que priorizan la solución pacífica de
confrontaciones ven menos casos de acoso, violencia y problemas disciplinarios, lo que crea una atmósfera
más segura y acogedora para todos los estudiantes. Esto, a su vez, mejora el rendimiento académico y
reduce el ausentismo, ya que los alumnos se sienten más seguros y apoyados. Por estas razones es necesario

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intervenir y hacer que las Instituciones educativas cumplan sus propósitos fundamentales con una
comunidad en armonía.
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