pág. 7027
Estas desigualdades también se reflejan en el funcionamiento de los sistemas locales de salud. En las
áreas rurales, las instituciones enfrentan mayores retos relacionados con la escasez de personal
capacitado, infraestructura deficiente y tecnología médica limitada; generando una brecha significativa
no solo en la disponibilidad de servicios, sino también en su calidad. Por ejemplo, en América Latina,
mientras que solo el 3% de la población urbana carece de acceso a servicios básicos, esta cifra se eleva
al 20% en las zonas rurales (5,6). En Ecuador, las comunidades indígenas y afroecuatorianas enfrentan
una mayor prevalencia de enfermedades prevenibles, como infecciones respiratorias y desnutrición, en
comparación con las áreas urbanas (7). Aunque programas como el "Modelo de Atención Integral en
Salud" han intentado reducir estas disparidades, los resultados han sido limitados debido a problemas
logísticos y de financiamiento (8).
La disparidad en la disponibilidad y calidad de recursos médicos en las zonas rurales obliga a muchos
habitantes a trasladarse hacia las ciudades en busca de atención sanitaria adecuada; este fenómeno no
solo genera una sobrecarga en los sistemas de salud urbanos, sino que también provoca un progresivo
despoblamiento de las áreas rurales, impactando negativamente en su desarrollo económico y social
(4,9–11). La migración forzada por razones de salud perpetúa un círculo vicioso de desigualdad, ya que
las comunidades rurales quedan cada vez más desatendidas, lo que acentúa su vulnerabilidad (12).
Por su parte, las áreas urbanas enfrentan retos de una naturaleza diferente, pero igualmente compleja.
La rápida urbanización, especialmente en países en desarrollo, ha dado lugar a la proliferación de
asentamientos informales donde el hacinamiento y las condiciones sanitarias precarias son comunes.
Estas dinámicas urbanas facilitan la propagación de enfermedades transmisibles, como la tuberculosis,
mientras que los cambios en los estilos de vida asociados con la vida urbana —como el sedentarismo y
la dieta poco saludable— contribuyen al aumento de enfermedades no transmisibles, como la diabetes
y las enfermedades cardiovasculares (10,13,14). Aunque las problemáticas de las áreas urbanas y rurales
difieren en sus manifestaciones, ambas están profundamente interconectadas; por lo que es fundamental
el diseño de estrategias que no solo mejoren el acceso y la calidad de los servicios de salud en ambas
áreas, sino que también fomenten la equidad y reduzcan las desigualdades estructurales que subyacen
a estas disparidades (15).