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hábitos de salud de su comunidad estudiantil. En segundo lugar, contribuye al abordaje de un tema
frecuentemente subestimado dentro de los programas de promoción de la salud: la hidratación. Mientras
que aspectos como la alimentación, la actividad física o la salud mental reciben considerable atención,
el consumo de agua suele ser abordado de manera superficial, a pesar de sus profundas implicancias
fisiológicas y cognitivas (Jequier & Constant, 2010).
Asimismo, la evidencia muestra que una hidratación inadecuada, aunque sea leve o transitoria, puede
afectar negativamente la concentración, la memoria a corto plazo, el estado de ánimo y la capacidad de
resolución de problemas (Ganio et al., 2011). En un entorno académico exigente, como lo es el de las
ciencias biomédicas, estas alteraciones pueden tener un impacto directo en el rendimiento de los
estudiantes. Por tanto, garantizar que los estudiantes posean tanto el conocimiento como las prácticas
adecuadas respecto al consumo de agua es una cuestión de salud pública y de calidad educativa.
Finalmente, esta investigación se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS),
particularmente el ODS 3: Salud y Bienestar, al promover hábitos saludables y una mejor comprensión
de los determinantes del bienestar integral. También guarda relación con el ODS 4: Educación de
Calidad, al contribuir a la formación de profesionales de la salud con competencias integrales que
trascienden lo meramente técnico o científico.
Antecedentes y Revisión de Literatura
Numerosos estudios han explorado los efectos de la hidratación sobre la salud humana. La Autoridad
Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recomienda un consumo diario de 2 litros de agua para
mujeres y 2.5 litros para hombres adultos, aunque estas cantidades pueden variar según la actividad
física, la temperatura ambiental y otras condiciones individuales (EFSA, 2010). A pesar de estas
recomendaciones, se ha observado que una gran proporción de estudiantes universitarios no alcanza los
niveles de consumo recomendados, especialmente cuando no cuentan con acceso constante a fuentes de
agua o cuando no desarrollan el hábito de beber agua de forma regular (Muñoz et al., 2015).
En un estudio realizado en México, Salas-Salvadó et al. (2020) encontraron que menos del 40 % de los
estudiantes universitarios cumplía con las recomendaciones diarias de ingesta hídrica, y que muchos de
ellos presentaban síntomas de deshidratación leve, como fatiga, dolores de cabeza y disminución de la
concentración. Estos resultados fueron similares a los reportados en estudios realizados en Colombia,