ANÁLISIS TEÓRICO-CONCEPTUAL
DE LA HUELLA DE CARBONO
THEORETICAL-CONCEPTUAL ANALYSIS TOWARD
THE CARBON FOOTPRINT
Julio Cesar Brito Reyna
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México
Gabriela Hernández Luna
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México
Continente Elizalde Domínguez
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México
pág. 2570
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i2.17077
Análisis Teórico-Conceptual de la Huella de Carbono
Julio Cesar Brito Reyna1
juliocesarbritoreyna@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-6450-1507
Universidad Autónoma del Estado de Morelos
Morelos - México
Gabriela Hernández Luna
gabriela.hernandez@uaem.mx
https://orcid.org/0000-0003-3767-3965
Universidad Autónoma del Estado de Morelos
Morelos - México
Continente Elizalde Domínguez
https://orcid.org/0000-0002-2612-6571
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
Hidalgo - México
RESUMEN
El concepto de Huella de Carbono ha experimentado una evolución significativa, desde su origen en la
economía ecológica hasta su consolidación como métrica estandarizada en la gobernanza climática.
Este artículo analiza las transiciones teóricas y metodológicas que han llevado a su desarrollo, utilizando
la teoría fundamentada como enfoque metodológico. En lugar de partir de hipótesis preconcebidas, el
estudio construye una teoría emergente que explica cómo la estandarización a través de normas
internacionales ha facilitado su integración en políticas y estrategias empresariales. Asimismo, se
identifican conceptos emergentes como la neutralidad de carbono y las emisiones cero netas, que
reflejan la adaptación del concepto a las demandas contemporáneas. El análisis resalta las
transformaciones conceptuales y prácticas que han convertido a la Huella de Carbono en un indicador
clave para medir y gestionar los impactos ambientales en un contexto globalizado.
Palabras clave: huella de carbono, economía ecológica, teoría fundamentada
1
Autor principal.
Correspondencia: julio.brito@uaem.mx
pág. 2571
Theoretical-Conceptual Analysis Toward the Carbon Footprint
ABSTRACT
The concept of Carbon Footprint has undergone a significant evolution, from its origins in ecological
economy to its consolidation as a standardized metric in climate governance. This article analyses the
theoretical and methodological transitions that have led to its development, using grounded theory as a
methodological approach. Rather than starting from preconceived hypotheses, the study builds an
emerging theory that explains how standardization through international norms has facilitated its
integration into business policies and strategies. Emerging concepts such as carbon neutrality and net
zero emissions are also identified, which reflect the adaptation of the concept to contemporary demands.
The analysis highlights the conceptual and practical transformations that have turned the carbon
footprint into a key indicator for measuring and managing environmental impacts in a globalized
context.
Keywords: carbon footprint, ecological economy, grounded theory
Artículo recibido 15 febrero 2025
Aceptado para publicación: 18 marzo 2025
pág. 2572
INTRODUCCIÓN
El concepto de Huella de Carbono se ha consolidado como un eje central en las políticas climáticas y
las estrategias de sostenibilidad contemporáneas. Sin embargo, su evolución como métrica cuantitativa
y práctica para medir el impacto ambiental no ha sido lineal, sino el resultado de un complejo proceso
teórico y metodológico. Este proceso incluye la transición desde enfoques integradores como la
economía ecológica hacia indicadores más específicos, marcados por la necesidad de atender las
demandas de un mundo globalizado, tecnificado y cada vez más orientado hacia metas pragmáticas
(Daly, 1990; Wackernagel y Rees, 1998).
La economía ecológica, como disciplina interdisciplinaria, fue pionera en abordar la relación entre la
economía y los límites planetarios, destacando la importancia de una sostenibilidad profunda basada en
cambios estructurales (Daly, 1992; Costanza et al., 1997). Sin embargo, el debate político y académico
dio paso a la necesidad de herramientas concretas como la huella ecológica (Wackernagel y Rees, 1995)
y, posteriormente, la Huella de Carbono. Este último concepto se consolidó como clave métrica gracias
a procesos de estandarización, como las normas International Organization for Standardization (ISO
14067, 2013) y el Greenhouse Gas (GHG) Protocol (WBCSD y WRI, 2004), que facilitaron su
integración en marcos normativos y empresariales.
Este artículo analiza, desde un enfoque teórico-conceptual, una relación entre los orígenes de la idea de
la Huella de Carbono junto con su estado actual, explorando su evolución histórica y epistemológica,
adicionalmente este trabajo propone una reflexión crítica sobre el potencial de esta métrica con el
transcurso del tiempo. Para lograr este objetivo se utiliza la metodología de la teoría fundamentada
(Strauss y Corbin, 1994), se construye un modelo que explica las transformaciones conceptuales y
metodológicas que llevaron al desplazamiento del marco crítico de la economía ecológica hacia
métricas más tecnificadas y posteriormente internacionalizadas. Además, se examinan las implicaciones
de esta transición, destacando la introducción de conceptos emergentes como la neutralidad de carbono
y las metas de cero emisiones netas (IEA, 2021; Gates, 2021).
Justificación
Este trabajo contribuye a un análisis teórico-conceptual que permite comprender cómo se ha llegado al
concepto de Huella de Carbono, considerando las transiciones desde enfoques holísticos como la
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economía ecológica hacia métricas tecnificadas. En términos metodológicos, la aplicación de la teoría
fundamentada permite construir un modelo conceptual que vincula los desarrollos históricos y
epistemológicos (Arias, 2012) con las implicaciones contemporáneas de la Huella de Carbono como
indicador, ofreciendo una perspectiva innovadora y fundamentada en datos conceptuales y prácticos.
Objetivo
Analizar la evolución histórica y epistemológica del concepto de Huella de Carbono, resaltando sus
fundamentos teóricos y metodológicos, así como las transformaciones ocurridas en las últimas cuatro
décadas, para desarrollar una hipótesis que contribuya al pensamiento teórico-conceptual y sirva como
herramienta clave en la evaluación y gestión ambiental.
Planteamiento del problema
El cambio climático es uno de los desafíos más urgentes y complejos del siglo XXI, con impactos
globales que afectan ecosistemas, economías y sociedades, exigiendo respuestas inmediatas que
integran las dimensiones ambiental, social y económica de la sostenibilidad (Brundtland, 1987). Este
fenómeno plantea no solo retos técnicos y científicos, sino también éticos y políticos, al requerir
acciones coordinadas que reconozcan las desigualdades en la responsabilidad y capacidad de mitigación
entre pobladores y regiones (Amaya, 2022). El desafío radica en articular metas concretas y alcanzables
con marcos conceptuales que abordan la complejidad del problema climático.
METODOLOGÍA
La teoría fundamentada (TF) es un método de la investigación cualitativa reconocido por su enfoque
iterativo y su capacidad para construir teorías emergentes basadas en datos empíricos. Su fundamento
epistemológico reside en la interacción entre el investigador junto con los participantes, destacando "las
acciones y significaciones de estos últimos" como eje central del análisis (Bryant y Charmaz, 2019).
Este enfoque implica un proceso simultáneo de recolección, codificación y análisis de datos, evitando
la secuencialidad tradicional (Urquhart, 2022). Este abordaje garantiza una construcción teórica
emergente, en lugar de partir de hipótesis preconcebidas (Glaser y Strauss, 1967).
La TF contempla cinco pasos básicos, inicia con la recopilación de los datos, en el segundo paso se
procede a la codificación, el cual a su vez se divide en codificación abierta, axial y/o selectiva; es decir,
consiste en categorizar además de etiquetar fragmentos importantes de los datos recopilados, para
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finalizar en la etapa de visualización teórica y conceptual. En este caso la TF busca comprender el
fenómeno teórico-conceptual hacia el concepto de la Huella de Carbono, permitiendo flexibilidad y
adaptación en un proceso de comparación continua entre los datos nuevos y los conceptos emergentes
para refinar la teoría en desarrollo, ver Figura 1.
Figura 1. Pasos básicos de la Teoría Fundamentada. Basado en “The Discovery of Grounded Theory:
Strategies for Qualitative Research” 1967 de Glaser y Strauss.
En esta investigación, la teoría fundamentada fue empleada como marco metodológico para desarrollar
un análisis teórico-conceptual del concepto de Huella de Carbono, explorando su evolución durante las
últimas décadas, desde su conexión inicial con la economía ecológica hasta su consolidación en las
políticas climáticas actuales, ver figura 2.
Proceso metodológico
Enlace de la TF y el análisis teórico-conceptual del concepto de Huella de Carbono
Datos: Literatura revisada (conceptos históricos, epistemológicos y metodológicos sobre Huella de
Carbono, economía ecológica y políticas climáticas).
Categorización: Las secciones desarrolladas se encuentran estructuradas e identificadas en el proceso
analítico, como Concepción, Estandarización y Futuro-prospectivas. Este enfoque permitió construir
categorías conceptuales a partir de la literatura existente, siguiendo un proceso iterativo de análisis y
síntesis, ver Figura 2.
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Figura 2. Categorías básicas del análisis teórico-conceptual hacia el concepto de Huella de Carbono.
En la etapa de codificación inicial o abierta se identificaron conceptos clave en la literatura revisada,
como "economía ecológica", conceptos compuestos como "territorio y medioambiente" y "desarrollo
sostenible". Estos códigos reflejan los fundamentos históricos, epistemológicos y técnicos asociados a
cada etapa de desarrollo del concepto de Huella de Carbono.
En la codificación axial, los códigos iniciales se agruparon en categorías intermedias que conectan los
conceptos clave. Por ejemplo, se analizó cómo la instrumentalización de la sostenibilidad permitió el
paso de un marco conceptual amplio a métricas específicas como la Huella de Carbono.
Finalmente en la etapa de la codificación selectiva, se integraron las subcategorías de conceptos
emergentes en un modelo teórico que explica la transición conceptual. Este modelo articula cómo las
necesidades prácticas y políticas impulsaron el desplazamiento desde los principios de la economía
ecológica hacia métricas más específicas y estandarizadas, cómo lo es la Huella de Carbono, ver Figura3
Figura 3. Identificación de transición y ubicación de subcategorías de conceptos emergentes.
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A través de la matriz teórico-conceptual se muestra cómo a lo largo de las últimas cuatro décadas, el
debate sobre la sostenibilidad y el cambio climático ha mostrado una evolución en los enfoques además
de las prioridades. Si bien la economía ecológica propuso un replanteamiento radical del uso de recursos
junto con la crítica a la economía de crecimiento insostenible, los marcos teóricos actuales han
evolucionado hacia soluciones más específicas y pragmáticas, como la Huella de Carbono y la
neutralidad de carbono, ver Tabla 1.
Tabla 1. Matriz teórico-conceptual hacia el concepto de Huella de Carbono
Matriz teórico-
conceptual hacia el
concepto de huella de
carbono
Economía ecológica
Territorio y
medioambiente
Concepción
Crecimiento económico
y ecologista
“Economía ecológica”
(Rees, 1992); (Sterrer,
1993); (Costanza y
Daly, 1992)
“Concepto de huella
ecológica” en términos de
recursos relacionados con la
tierra y el agua
(Rees, 1992); Wackernagel y
Rees (1994, 1995); Rees
(1996)
“Ecología y cambio global”
Vitousek (1994)
Estandarización
Desarrollo sostenible e
innovación tecnológica
--
“Cuantificación de
emisiones”
GHG Protocol (WBCSD,
2004)
“Inventarios Nacionales de
GEI”
IPCC (2006)
Futuro, prospectivas
Cambio climático y ODS
--
“Cero emisiones”
Net Zero by 2050 (IEA,
2021)
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Construcción de teoría desde los datos
El concepto de Huella de Carbono surge como una respuesta pragmática a las limitaciones del enfoque
transformador de la economía ecológica, consolidándose como una métrica que equilibra demandas
políticas y económicas en la gobernanza climática global. Sin embargo, su implementación ha
desplazado el énfasis en la transformación estructural hacia soluciones tecnificadas, lo que plantea
desafíos para integrar justicia climática y sostenibilidad profunda en futuros marcos normativos.
Posteriormente se hacen disertaciones respecto de los hallazgos generados a través de la TF y el proceso
teórico- conceptual.
Concepción, crecimiento económico y ecologista
La Concepción de los conceptos que abordan la relación entre el crecimiento económico y los límites
ecológicos es fundamental para comprender la evolución del pensamiento ambiental a lo largo de las
últimas décadas. Esta etapa inicial, que abarca los años 90, estuvo marcada por un cuestionamiento
profundo del modelo económico tradicional y su relación con el entorno natural, lo que permitió el
surgimiento de conceptos clave como la huella ecológica y la economía ecológica. Ambos términos
reflejan un giro en el análisis económico, que se aleja de la visión antropocéntrica y lineal del
crecimiento hacia una comprensión más sistémica y holística de las interacciones entre la economía y
los ecosistemas.
El concepto de huella ecológica fue desarrollado a principios de la década de 1990 por Mathis
Wackernagel y William Rees en la Universidad de Columbia Británica. Este indicador se diseñó con el
propósito de medir el impacto de las actividades humanas sobre los recursos naturales y la capacidad
de regeneración de la Tierra. La huella ecológica se basa en dos dimensiones principales: la cantidad
de recursos naturales necesarios para sostener un determinado nivel de consumo y la cantidad de espacio
necesario para absorber los desechos generados por las actividades humanas (Rees; 1994, 1995). Este
enfoque propone una medición cuantitativa de los impactos ambientales en términos de hectáreas
globales por persona, permitiendo calcular la biocapacidad de un territorio y evaluar si las demandas
humanas están dentro de los límites ecológicos de la Tierra.
La huella ecológica surgió como una respuesta al creciente reconocimiento de que el modelo de
desarrollo basado en el crecimiento económico continuo estaba sobrepasando las capacidades
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regenerativas del planeta biocapacidad, Cuando la demanda supera la biocapacidad, se habla de un
déficit ecológico, lo que significa que se están utilizando recursos naturales más rápido de lo que la
Tierra puede regenerarlos. (Bazan, 1997). En este sentido, la huella ecológica no solo mide el consumo
de recursos, sino que también permite evaluar el desequilibrio entre el uso de los recursos naturales y
la capacidad del planeta para regenerarlos, un concepto crucial para entender las dinámicas de
sostenibilidad.
Simultáneamente, la economía ecológica emergió como una disciplina académica interdisciplinaria que
buscaba integrar la economía con los principios ecológicos. Esta corriente fue impulsada por pensadores
clave como Herman Daly y Robert Costanza, quienes abogaron por un replanteamiento profundo del
modelo económico convencional. La economía ecológica cuestionó la idea de crecimiento económico
ilimitado, argumentando que el bienestar humano no debe medirse solo en términos de producción y
consumo, sino también en relación con la salud ambiental y los límites planetarios. Según esta visión,
el crecimiento económico no podía ser sostenido sin tener en cuenta los límites del medio ambiente,
como la disponibilidad de recursos naturales y la capacidad de los ecosistemas para absorber las
emisiones de desechos.
Herman Daly, uno de los principales exponentes de la economía ecológica, planteó que la economía
debe estar subordinada a los principios ecológicos. Propuso que el objetivo no era aumentar
indefinidamente el Producto Interno Bruto (PIB) o el consumo de recursos, sino alcanzar un estado de
"Economía en Equilibrio" que se ajustara a las capacidades del planeta. Para Daly, la economía del
estado estacionario, un concepto central de la economía ecológica, implicaba un crecimiento cero o
limitado, en el que la producción y el consumo se alinearan con las capacidades regenerativas del
planeta. En su obra seminal “Steady-State Economics” en 1977, Daly presentó las bases para una
economía que priorizara la equidad social y el respeto a los límites naturales, sugiriendo que las
sociedades humanas debían ser diseñadas para vivir dentro de un equilibrio con la naturaleza.
La intersección de la huella ecológica y la economía ecológica también refleja un cambio en la manera
de pensar sobre el desarrollo sostenible, que, para ese momento el concepto mismo no estaba
popularizado. El Informe Brundtland de 1987, publicado por la Comisión Mundial sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo de las Naciones Unidas, fue clave en la consolidación del concepto de
pág. 2579
desarrollo sostenible Este informe definió al desarrollo sostenible como aquel que “satisface las
necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus
propias necesidades”, y subrayó la importancia de respetar los límites ecológicos para asegurar un futuro
viable (Brundtland, 1987).
El concepto de sostenibilidad fue ampliado por otros autores, como John Elkington, quien introdujo el
concepto del Triple Resultado en los años 90. Según Elkington, la sostenibilidad debía abordarse desde
tres dimensiones: económica, social y ambiental, lo que implicaba que las decisiones empresariales y
gubernamentales debían considerar no solo los aspectos económicos, sino también los impactos sociales
y ambientales (Elkington, 1999). Esta visión se consolidó en el ámbito empresarial y contribuyó a la
evolución del pensamiento sobre sostenibilidad, donde la medición del impacto ambiental, a través de
indicadores como la huella ecológica, adquirió un papel clave.
Durante esta etapa, se sentaron las bases para lo que se convertiría en una comprensión más amplia de
la relación entre el crecimiento económico y los límites ecológicos, abriendo la puerta a nuevas
herramientas y métricas, como la Huella de Carbono. Sin embargo, la economía ecológica, con su
enfoque más amplio y filosófico, fue rápidamente eclipsada por indicadores más específicos y medibles,
que ofrecían soluciones prácticas y cuantificables a los problemas climáticos emergentes.
El Protocolo de Kyoto (1997) fue otro hito en esta etapa, ya que introdujo el concepto de mercados de
carbono y mecanismos de compensación de emisiones, lo que permitió a las naciones y empresas
negociar el cumplimiento de sus metas de reducción de emisiones a través de créditos de carbono .
Aunque este protocolo se alineaba con algunos principios de la economía ecológica, su enfoque fue más
pragmático y centrado en soluciones técnicas, lo que marcó un giro hacia enfoques más concretos y
operativos, desplazando parcialmente las propuestas más radicales de la economía ecológica.
La publicación de David W. Pearce y Giles D. Atkinson en 1993, titulada Capital theory and the
measurement of sustainable development: an indicator of "Weak Sustainability”, juega un papel
importante en la evolución del concepto de sostenibilidad y la forma en que se ha medido a lo largo del
tiempo, especialmente en relación con la economía ecológica y los enfoques más recientes de
sostenibilidad.
pág. 2580
Pearce y Atkinson introducen el concepto de "Sostenibilidad Débil" (Weak Sustainability), que se
contrapone a la "Sostenibilidad Fuerte" (Strong Sustainability) defendida por economistas ecológicos
como Daly. La Sostenibilidad Débil es un enfoque que propone que el capital natural (los recursos
naturales y los servicios ecosistémicos) puede ser sustituido por otros tipos de capital, como el capital
humano y el capital manufacturado (Pearce et al., 1993; 2017). Es decir, según este enfoque, se puede
seguir consumiendo recursos naturales mientras se invierte en otras formas de capital que compensen
la pérdida de recursos ecológicos. Por otro lado, la sostenibilidad fuerte sostiene que ciertos activos
naturales no pueden ser reemplazados por capital humano o manufacturado, ya que son esenciales para
el funcionamiento de los sistemas ecológicos y la vida humana. Desde esta perspectiva, el crecimiento
económico y el consumo deben estar estrictamente limitados por los límites ecológicos, sin recurrir a
sustituciones que no respeten los principios fundamentales de la naturaleza.
La obra de Pearce y Atkinson se enmarca en una corriente más moderada, en la que se pone énfasis en
la medición de la sostenibilidad mediante indicadores, pero se permite cierta flexibilidad en cuanto a la
sustitución de recursos naturales. Este enfoque de sostenibilidad débil está en sintonía con los
desarrollos más pragmáticos de las políticas ambientales de la época, que comenzaron a centrarse en la
creación de métricas para evaluar el impacto humano sobre el medio ambiente, como la huella ecológica
y, posteriormente, la Huella de Carbono.
Al presentar un indicador de Sostenibilidad Débil, Pearce y Atkinson propusieron un sistema para medir
la sostenibilidad que no exigía necesariamente la conservación absoluta de los recursos naturales, sino
que permitía un enfoque más flexible, centrado en el mantenimiento del capital total (incluido el capital
natural, humano y manufacturado) a lo largo del tiempo.
Esto dio lugar a una forma de medir la sostenibilidad que se alejaba de la visión estricta de la economía
ecológica, favoreciendo una perspectiva más alineada con los enfoques económicos tradicionales y el
desarrollo sostenible.
El texto de Pearce y Atkinson tuvo una influencia significativa en el campo de los indicadores de
sostenibilidad, pues contribuyó a la creación de sistemas de medición que permitieran evaluar el
progreso hacia un desarrollo sostenible sin imponer límites estrictos a la actividad económica.
pág. 2581
Aunque esta visión de Sostenibilidad Débil ha sido criticada por algunos, como los economistas
ecológicos, por no abordar de manera adecuada los límites ecológicos del planeta, fue fundamental para
la adopción de medidas prácticas de sostenibilidad en políticas gubernamentales y en el ámbito
corporativo.
Este enfoque más flexible abrió las puertas a una integración de la sostenibilidad en las estrategias de
crecimiento económico, pero también contribuyó al desplazamiento del concepto de economía
ecológica en favor de métricas más manejables y aplicables en el corto y medio plazo, como la Huella
de Carbono. Al mediar la relación entre el capital natural y el crecimiento económico, el trabajo de
Pearce y Atkinson permitió la formulación de políticas basadas en indicadores cuantificables, que,
aunque más accesibles, a menudo pasaron por alto la complejidad de los sistemas ecológicos y la
necesidad de establecer límites más estrictos.
Estandarización, desarrollo sostenible e innovación tecnológica
Con el tiempo, han nacido indicadores más específicos como la Huella de Carbono, que permitió
cuantificar el impacto ambiental de las actividades humanas. Este tipo de métricas ofreció una
herramienta concreta y práctica para evaluar y contribuir a la reducción del impacto climático, lo que
resultó en un desplazamiento del concepto más general de economía ecológica.
Durante esta etapa, se consolidaron herramientas metodológicas y marcos normativos que han
permitido medir y reportar el impacto ambiental de manera precisa y estandarizada. Este proceso fue
impulsado por la necesidad de contar con indicadores claros que podrían facilitar la implementación de
políticas públicas y estrategias empresariales orientadas hacia la sostenibilidad.
Herramientas clave para la cuantificación de emisiones
En la primera década del siglo XXI, la cuantificación de las emisiones de gases de efecto invernadero
(GEI) se convirtió en una prioridad global. Herramientas como el GHG Protocol (WBCSD, 2004)
ofrecieron estándares para que organizaciones y empresas midieran y reportaran sus emisiones,
estructurándolas en tres alcances:
Alcance 1: Emisiones directas provenientes de fuentes controladas por la organización.
Alcance 2: Emisiones indirectas asociadas al consumo de electricidad y energía adquirida.
Alcance 3: Emisiones indirectas a lo largo de la cadena de valor.
pág. 2582
Este marco fue complementado por el desarrollo de los Inventarios Nacionales de GEI, coordinados por
el Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) en 2006, los cuales permitieron a los países
establecer líneas base para sus emisiones y definir compromisos claros en el contexto de acuerdos
internacionales como el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París.
Normas internacionales y metodologías
La estandarización avanzó con la introducción de normas internacionales que definieron
procedimientos específicos para medir impactos ambientales. Entre las más destacadas están:
ISO 14040 e ISO 14044 (2000): Relacionadas con el análisis de ciclo de vida, que evalúan el impacto
ambiental de un producto desde su producción hasta su disposición final.
ISO 14064 (2006): Establece directrices para la cuantificación, reporte y verificación de emisiones de
GEI.
ISO 14067 (2013): Introduce especificaciones para la cuantificación de la Huella de Carbono de
productos, haciendo énfasis en la transparencia y consistencia de los métodos utilizados.
Vinculación con el desarrollo tecnológico
La innovación tecnológica desempeñó un papel crucial en la estandarización. Herramientas como los
softwares de modelado de carbono, las bases de datos de inventarios de ciclo de vida (por ejemplo,
Ecoinvent) y las tecnologías para la captura y almacenamiento de carbono facilitaron la implementación
de medidas más precisas y efectivas. Además, las inversiones en energías renovables y eficiencia
energética surgieron como pilares para reducir las emisiones dentro de las métricas estandarizadas.
Impactos en las políticas y la gobernanza climática
La estandarización del concepto de Huella de Carbono permitió una mayor integración en las políticas
internacionales y nacionales. A medida que los países adoptaron metas vinculadas al Acuerdo de París,
el enfoque en métricas como las "emisiones cero netas" se consolidó como un objetivo político clave.
Mercados de carbono:
Los sistemas de comercio de derechos de emisión y las compensaciones de carbono surgieron como
estrategias clave para alcanzar metas de reducción, respaldadas por estándares confiables. El informe
del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) Emissions Gap Report 2021,
destaca que el uso de este tipo de mecanismos puede generar ahorros de costos significativos entre un
pág. 2583
40 y 60% al 2030 en el cumplimiento de las metas adoptadas de reducción de emisiones (PNUMA,
2021).
Responsabilidad corporativa: La adopción de estándares como el GHG Protocol impulsó a las empresas
a incorporar la Huella de Carbono en sus informes de sostenibilidad, promoviendo una mayor
transparencia y competitividad en los mercados globales. Estas normativas brindaron un marco sólido
y confiable para calcular y comparar impactos, lo que permitió integrar el concepto de Huella de
Carbono en políticas públicas y estrategias empresariales a nivel global (Kolk, 2005).
A medida que los gobiernos, las empresas y las organizaciones comenzaron a comprometerse a la
neutralidad de carbono, este concepto se vinculó cada vez más con las estrategias de sostenibilidad
corporativa y las políticas internacionales. En 2006, la película y libro de Al Gore, "Una verdad
incómoda", ayudaron a popularizar el término "neutralidad de carbono" en el debate público, llevando
el tema del cambio climático a una audiencia más amplia (Gore, 2006).
Futuro; prospectivas, cambio climático y ODS
La transición hacia un modelo de cero emisiones netas se encuentra en el centro de las estrategias
climáticas internacionales y nacionales, particularmente en el marco de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS). Estos objetivos, sucederon a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM),
amplían la agenda global hacia un enfoque más integral y sostenible, incluyendo metas ambientales,
sociales y económicas. La incorporación de conceptos como "neutralidad de carbono" y "cero neto" ha
transformado la manera en que las naciones y las organizaciones planifican su respuesta al cambio
climático, estableciendo metas claras para mitigar sus impactos.
El Acuerdo de París como punto de inflexión
El Acuerdo de París (2015) representa uno de los hitos más significativos en la gobernanza climática
global. Con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 2 °C por encima de los niveles
preindustriales, y preferiblemente mantenerlo en 1.5 °C, los países firmantes se comprometieron a
reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Este acuerdo introdujo el concepto de neutralidad
de carbono, que requiere que las emisiones residuales sean compensadas mediante la captura de carbono
o actividades equivalentes (UNFCCC, 2015).
pág. 2584
Además, el Acuerdo de París dio paso a las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (CDN), donde
cada nación define sus estrategias para alcanzar estas metas. Este enfoque permitió una mayor
flexibilidad para que los países adapten sus compromisos a sus contextos económicos y tecnológicos,
consolidando al mismo tiempo la Huella de Carbono como una métrica clave para evaluar el progreso.
Cero neto: un objetivo global para 2050
El concepto de "cero neto" ha ganado relevancia en los últimos años, siendo adoptado como un objetivo
central por organizaciones internacionales como la Agencia Internacional de Energía (IEA) y las
Naciones Unidas (IEA, 2021). El informe de la IEA, "Net Zero by 2050" (2021), proporciona una hoja
de ruta detallada que incluye:
Descarbonización del sector energético: Incrementar significativamente la participación de las
energías renovables, reduciendo progresivamente el uso de combustibles fósiles.
Electrificación de sectores clave: Promover tecnologías como vehículos eléctricos y sistemas de
calefacción basados en electricidad.
Eficiencia energética: Mejorar los estándares tecnológicos para reducir la demanda de energía en
edificios, transporte e industria.
Impacto de los ODS en la sostenibilidad climática
En el contexto de los ODS, la Huella de Carbono y la neutralidad de carbono están directamente
relacionadas con el ODS 13: Acción por el Clima, pero también con otros objetivos como el ODS 7:
Energía asequible y no contaminante y el ODS 12: Producción y consumo responsables. Esta
interconexión resalta la necesidad de adoptar un enfoque sistémico que considere el impacto climático
en todas las dimensiones del desarrollo sostenible.
Por ejemplo, el impulso hacia una economía de cero emisiones netas debe ser equilibrado con la justicia
climática, asegurando que las estrategias no exacerben desigualdades preexistentes, particularmente en
países en desarrollo. Esto requiere una gobernanza climática inclusiva y financiamiento internacional
para facilitar la transición en economías vulnerables.
Críticas y desafíos futuros
Aunque el concepto de cero neto ofrece un camino claro hacia la mitigación del cambio climático,
también enfrenta críticas. Algunos señalan que las metas de compensación de carbono pueden
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convertirse en una estrategia para evitar reducciones reales de emisiones, perpetuando un modelo de
consumo intensivo en recursos.
Dependencia de tecnologías no probadas: Las estrategias de captura de carbono, aunque
prometedoras, aún enfrentan desafíos tecnológicos, económicos y de escalabilidad.
Riesgos de greenwashing: Las empresas y gobiernos podrían usar metas de cero neto como
herramientas de marketing sin comprometerse genuinamente con reducciones significativas.
Perspectivas para el futuro
Para que los objetivos de neutralidad de carbono y cero neto sean efectivos, será esencial:
Fortalecer los mecanismos de monitoreo y verificación de emisiones.
Garantizar que las estrategias incluyan enfoques integrales, como la economía regenerativa, que
aborden las causas fundamentales del cambio climático.
Alinear las políticas climáticas con principios de economía ecológica para asegurar una transición
sostenible y justa.
CONCLUSIONES
El análisis teórico-conceptual de la evolución de la Huella de Carbono revela una trayectoria marcada
por una transición desde los enfoques holísticos de la economía ecológica hacia soluciones más
pragmáticas y tecnificadas. Este cambio refleja las tensiones entre los ideales transformadores
propuestos por la economía ecológica y las demandas contemporáneas de políticas globales más
específicas y medibles. A través del proceso metodológico de la teoría fundamentada, se ha podido
evidenciar cómo el concepto de Huella de Carbono ha pasado de ser una propuesta crítica para el cambio
estructural en la relación entre la economía y los límites planetarios a una métrica internacionalmente
estandarizada, orientada hacia objetivos como la neutralidad de carbono.
Transición desde el concepto de “economía ecológica” al concepto de “Huella de Carbono”
La economía ecológica, en su búsqueda profunda, destacó la necesidad de un replanteamiento radical
del uso de recursos y el crecimiento económico (Daly, 1992; Costanza et al., 1997). Sin embargo, el
concepto de Huella de Carbono, tal como se observa en la literatura, surge como respuesta a la necesidad
de herramientas prácticas y cuantificables para abordar el cambio climático en un mundo globalizado y
tecnificado (Wackernagel y Rees, 1998). La estandarización a través de normas como ISO 14067 (2013)
pág. 2586
y el GHG Protocol (2004) facilitó la integración de esta métrica en los marcos normativos y
empresariales, impulsando su adopción como un indicador clave en la evaluación de impactos
ambientales.
Impacto de la estandarización y la medición de emisiones
A lo largo de las últimas cuatro décadas, el paso de la economía ecológica hacia una medición concreta
y tecnificada ha sido fundamental en la creación de inventarios de gases de efecto invernadero (GEI) y
metodologías específicas, como las asociadas al Análisis de Ciclo de Vida (ACV) (ISO 14040 e ISO
14044, 2000). La Huella de Carbono se consolidó como un instrumento que no solo facilita la medición
de las emisiones, sino que también refleja las crecientes demandas por un control más riguroso y
verificable de los impactos ambientales. Sin embargo, esta transición plantea preguntas sobre si la
cuantificación puede reemplazar la necesidad de una transformación más amplia y profunda de los
sistemas socioeconómicos hacia una verdadera sostenibilidad.
Conceptos emergentes
Los conceptos emergentes como la neutralidad de carbono y las metas de cero emisiones netas reflejan
una adaptación pragmática a los retos del cambio climático, pero también evidencian la tensión entre
las soluciones técnicas y las transformaciones estructurales necesarias. Aunque estas métricas permiten
avances significativos en la reducción de emisiones, la integración de principios de justicia climática y
sostenibilidad profunda sigue siendo un desafío. A medida que la Huella de Carbono se institucionaliza,
es crucial que su aplicación no se limite a meras mediciones, sino que se considera parte de una
estrategia más amplia que también apoya a las transformaciones sociales y económicas necesarias para
lograr una sostenibilidad genuina.
Desafíos
Uno de los hallazgos más importantes de este análisis es que, aunque la Huella de Carbono ha sido un
paso crucial en la gobernanza climática global, su enfoque tecnificado puede diluir los objetivos de
justicia social y ambiental que fueron planteados originalmente. por la economía ecológica. Al centrarse
en soluciones prácticas y estandarizadas, el concepto ha sido absorbido en las políticas climáticas
dominantes, a menudo desvinculadas de una crítica estructural más profunda hacia los modelos de
desarrollo y crecimiento económico que perpetúan la desigualdad.
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En este sentido, futuras investigaciones deben explorar cómo las métricas de Huella de Carbono pueden
ir acompañadas de una mayor integración de principios éticos y de justicia social para abordar las
desigualdades globales en la responsabilidad y capacidad de mitigación climática.
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