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INTRODUCCIÓN
Los laboratorios, como entidades partícipes en la investigación, el diagnóstico y el control de calidad,
están sujetos a una amplia gama de regulaciones tanto nacionales como internacionales (León Ramírez,
2002). Estas normativas buscan garantizar que los procesos y resultados generados en estos espacios
sean confiables, precisos y seguros (World Health Organization [WHO], 2011). Sin embargo, el
cumplimiento de estas regulaciones no es suficiente por sí solo; es necesario ir más allá y adoptar
enfoques sistemáticos que permitan una gestión integral de la calidad. En este sentido, las normas
internacionales, como la ISO 9001 e ISO/IEC 17025, se han posicionado como herramientas esenciales
para asegurar la excelencia en los laboratorios (International Organization for Standardization [ISO],
2017).
En contextos donde los laboratorios manejan temas críticos, como el diagnóstico de enfermedades, el
análisis de sustancias químicas o la investigación en parasitología, es imperativo que exista un cuidado
meticuloso en cada etapa de sus procesos. Esto implica no solo la aplicación de técnicas científicas
rigurosas, sino también una administración precisa y enfocada en los objetivos de calidad (Oakland,
2014). La sistematización de estos procesos, junto con la alineación a la normatividad y las leyes
vigentes, conduce a la implementación de sistemas de gestión de la calidad (SGC), los cuales se han
convertido en un pilar indispensable para la operación eficiente y confiable de los laboratorios.
Dentro de este marco, la administración juega un papel crucial, ya que proporciona las herramientas
necesarias para planificar, organizar, dirigir y controlar los recursos y procesos de manera efectiva.
Según Chiavenato (2021), el proceso administrativo es un conjunto de funciones interrelacionadas que
permiten a las organizaciones alcanzar sus objetivos de manera sistemática y eficiente. En el contexto
de los laboratorios, la aplicación de este proceso asegura que los recursos humanos, materiales y
financieros se utilicen de manera óptima, lo que contribuye a la mejora continua y al cumplimiento de
los estándares de calidad.
Además, la administración no solo se limita a la gestión de recursos, sino que también fomenta una
cultura organizacional orientada a la calidad y la innovación. Chiavenato (2021) destaca que la dirección
y el control son etapas clave del proceso administrativo, ya que permiten supervisar el cumplimiento de
los objetivos y corregir desviaciones en tiempo real. En los laboratorios, esto se traduce en la capacidad