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naturaleza. De acuerdo a Martinez (2016), partir del criterio de los daños o afectaciones sufridas por las
víctimas de la violencia, se puede hacer la siguiente tipología: a) patrimonial o económica, que afecta
la integridad patrimonial de las personas o colectivos; b) sexual, que afecta la integridad sexual de las
personas, como en el acoso y la violación; c) psicológica, que afecta su integridad psicológica
produciendo trastornos de comportamiento y percepción; d) física, que daña la integridad corporal de
las personas, produciendo golpes, fracturas y hasta la muerte. O bien se puede tomar como criterio de
clasificación al contexto de actividades donde se desarrolla la violencia, con lo que se podría pensar en
la siguiente clasificación: a) escolar, b) en el hogar, c) en el trabajo, d) callejera, e) deportiva, etcétera.
Retomando la definición de violencia de la OMS, se revisa que el modelo ecológico de Bronfenbrener,
sustenta su propuesta de tipología de violencia, por lo que categoriza a este fenómeno, de acuerdo a la
autoría del acto, como violencia dirigida contra uno mismo, la cual se subdivide en suicidio,
autolesiones, automutilación; violencia interpersonal cometida por otra persona o grupo pequeño, esta
se subdivide en violencia familiar y de pareja (niñez, adultos mayores, pareja); así como violencia
comunitaria, en donde se cometen actos contra personas que no tienen relación familiar o incluso no se
conocen entre sí (amistades, extraños). La violencia colectiva puede ser de tipo social, política y/o
económica (Estados, grupos políticos, militares y paramilitares, terrorismo, entre otros). Por su
naturaleza se puede clasificar en física, sexual, psicológica, privaciones o desatención. Estos tipos de
violencias se sobreponen y pueden instalarse en los diversos niveles de los sistemas interactuantes de
las colectividades humanas (OPS, 2002).
Tal vez el elemento de mayor relevancia de la clasificación propuesta de Galtun sea el que nos permite
entrever los mecanismos que operan para la normalización de la violencia que podemos experimentar
en la cotidianeidad, es decir su legitimización, por lo que cabe recuperar el Manifiesto de Sevilla de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1992,
que declara que es científicamente incorrecto:
• Afirmar que el ser humano haya heredado de sus ancestros los animales la propensión de hacer
la guerra, puesto que es un fenómeno específicamente humano, producto de la cultura.
• Pretender que hemos heredado genéticamente la propensión de hacer la guerra, puesto que la
personalidad está determinada también por el entorno social y ecológico.