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COMPLICACIONES PSIQUIÁTRICAS DE
ANTIEPILÉPTICOS
PSYCHIATRIC COMPLICATIONS OF ANTIEPILEPTIC
DRUGS
Aura Cecilia Hernández Acuña
Médico General de la Universidad del Sinú, seccional Cartagena
Esther Cecilia Solano
Médico General de la Universidad San Martín de Barranquilla, Colombia
Carmen Alicia Nastar Guacales
Especialista en Auditoría y Garantía de Calidad en Salud con énfasis en epidemiología.
Universidad del Cauca, EAN
Lina Marcela Ortiz Roncallo
Médico Pediatra de la Universidad de la Sabana /FUCS
María Yurany Barrera Torres
Médico Cirujano de la Universidad de Caldas, Colombia
María José Ortega Meza
Médico General de la Universidad de Sucre, Colombia
María Angélica Anaya Gutiérrez
Médico General de la Universidad del Sinú

pág. 1289
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i3.17728
Complicaciones Psiquiátricas de Antiepilépticos
Aura Cecilia Hernández Acuña1
auceheac@gmail.com
https://orcid.org/0009-0001-6236-8332
Médico General de la
Universidad del Sinú, seccional Cartagena
Esther Cecilia Solano
esthersolanob@hotmail.com
https://orcid.org/0009-0005-1926-1141
Médico General de la Universidad San Martín
de Barranquilla, Colombia
Carmen Alicia Nastar Guacales
ca2nas@hotmail.com
https://orcid.org/0009-0006-6403-0614
Médica y Cirujana
Especialista en Auditoría y Garantía de Calidad
en Salud con énfasis en epidemiología.
Universidad del Cauca, EAN
Lina Marcela Ortiz Roncallo
linamarcela091@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-6963-4410
Médico Pediatra de la Universidad de la Sabana
/FUCS
María Yurany Barrera Torres
myurany1990@gmail.com
Médico Cirujano de la Universidad de Caldas,
Colombia
María Angélica Anaya Gutiérrez
Mariaanaya04@hotmail.com
https://orcid.org/0009-0002-5598-4759
Medico General de la
Universidad del Sinú, Colombia.
María José Ortega Meza
Majoortega1411@hotmail.com
https://orcid.org/0009-0003-8838-7288
Médico General de la
Universidad de Sucre, Colombia
RESUMEN
Antecedentes: La epilepsia puede presentarse a cualquier edad. Algunas personas sufren su primera convulsión en
la infancia, mientras que otras la sufren en la vejez. Los medicamentos pueden ayudar a prevenir las convulsiones
y a mantener una buena calidad de vida. Desafortunadamente, no siempre son eficaces: aproximadamente 3 de
cada 10 personas aún sufren convulsiones con regularidad. Diversos estudios han demostrado que algunos
antiepilépticos pueden inducir o exacerbar síntomas como depresión, ansiedad, irritabilidad, cambios de
personalidad, trastornos afectivos e incluso comportamientos suicidas. Metodología: Se llevó a cabo una revisión
sistemática, en la que se realizaron búsquedas en las bases de datos de PubMed, Scielo y ScienceDirect, entre
otras. Teniendo en cuenta los siguientes criterios de inclusión: Pacientes diagnosticados con epilepsia que reciben
tratamiento con antiepilépticos, complicaciones psiquiátricas documentadas, tales como depresión, ansiedad,
psicosis, irritabilidad, ideación suicida, entre otras y Artículos en inglés o español. Resultados: El uso de
antiepilépticos (FAEs) ha transformado radicalmente el manejo de la epilepsia, permitiendo un control efectivo de
las crisis en la mayoría de los pacientes. Sin embargo, como ha quedado evidenciado, esta eficacia terapéutica no
está exenta de consecuencias, especialmente en el ámbito de la salud mental. La presencia de complicaciones
psiquiátricas, que van desde síntomas afectivos leves hasta psicosis severas o conducta suicida, representa un
desafío clínico mayor, no solo por su impacto sobre la calidad de vida, sino también porque muchas veces son
subestimadas o atribuidas exclusivamente a la enfermedad de base. Conclusiones: Se enfatiza la urgente necesidad
de un monitoreo psiquiátrico sistemático durante el tratamiento con FAEs, incluso en pacientes sin antecedentes
psiquiátricos. Este monitoreo debe incluir herramientas validadas de tamizaje, entrevistas clínicas periódicas y la
incorporación activa de familiares o cuidadores en la observación de cambios emocionales o conductuales. Se
destaca la importancia del enfoque multidisciplinario en el tratamiento de la epilepsia. La interacción entre
neurólogos, psiquiatras, psicólogos clínicos, trabajadores sociales y personal de enfermería permite abordar de
manera más efectiva la complejidad del paciente epiléptico, promoviendo un abordaje biopsicosocial real y no
fragmentado.
Palabras claves: complicaciones, antiepilépticos, fármacos, depresión, adversos
1 Autor principal
Correspondencia: auceheac@gmail.com

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Psychiatric Complications of Antiepileptic Drugs
ABSTRACT
Background: Epilepsy can occur at any age. Some people experience their first seizure in childhood,
while others experience it in later life. Medications can help prevent seizures and maintain a good quality
of life. Unfortunately, they are not always effective: approximately 3 in 10 people still experience
seizures regularly. Several studies have shown that some antiepileptic drugs can induce or exacerbate
symptoms such as depression, anxiety, irritability, personality changes, affective disorders, and even
suicidal behavior. Methodology: A systematic review was conducted, searching the databases PubMed,
Scielo, and ScienceDirect, among others. The following inclusion criteria were considered: Patients
diagnosed with epilepsy receiving treatment with antiepileptic drugs, documented psychiatric
complications, such as depression, anxiety, psychosis, irritability, suicidal ideation, among others, and
articles in English or Spanish. Results: The use of antiepileptic drugs (AEDs) has radically transformed
the management of epilepsy, allowing effective seizure control in most patients. However, as has been
demonstrated, this therapeutic efficacy is not without consequences, especially in the field of mental
health. The presence of psychiatric complications, ranging from mild affective symptoms to severe
psychosis or suicidal behavior, represents a major clinical challenge, not only because of their impact
on quality of life, but also because they are often underestimated or attributed exclusively to the
underlying disease. Conclusions: The urgent need for systematic psychiatric monitoring during
treatment with AEDs is emphasized, even in patients without a psychiatric history. This monitoring
should include validated screening tools, periodic clinical interviews, and the active involvement of
family members or caregivers in observing emotional or behavioral changes. The importance of a
multidisciplinary approach in the treatment of epilepsy is highlighted. The interaction between
neurologists, psychiatrists, clinical psychologists, social workers, and nursing staff allows for a more
effective approach to the complexity of epilepsy patients, promoting a real, non-fragmented
biopsychosocial approach.
Keywords: complications, antiepileptic drugs, depression, adverse events
Artículo recibido 15 abril 2025
Aceptado para publicación: 23 mayo 2025

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INTRODUCCIÓN
En la epilepsia, el cerebro o algunas partes del mismo se vuelven hiperactivos y envían demasiadas
señales. Esto provoca convulsiones, también conocidas como ataques epilépticos. Las convulsiones a
veces solo provocan espasmos musculares, pero también pueden provocar convulsiones (sacudidas
incontrolables) en todo el cuerpo y provocar pérdida del conocimiento. (1)
La epilepsia puede presentarse a cualquier edad. Algunas personas sufren su primera convulsión en la
infancia, mientras que otras la sufren en la vejez. Generalmente no hay síntomas físicos entre
convulsiones. Sin embargo, a muchas personas les preocupa sufrir otra convulsión. (1)
Los medicamentos pueden ayudar a prevenir las convulsiones y a mantener una buena calidad de vida.
Desafortunadamente, no siempre son eficaces: aproximadamente 3 de cada 10 personas aún sufren
convulsiones con regularidad. Esto les dificulta especialmente vivir con epilepsia. (1, 2)
Una convulsión representa la actividad eléctrica anormal e incontrolada del cerebro que puede causar
cambios en el nivel de consciencia, comportamiento, memoria o sentimientos. La conmoción cerebral
convulsiva, el síncope convulsivo, los trastornos del movimiento, los escalofríos, los eventos
relacionados con el sueño o los episodios psicógenos no epilépticos se encuentran en el diagnóstico
diferencial de un evento. Las convulsiones pueden clasificarse como parciales o generalizadas. (2)
En una convulsión parcial, el tipo de convulsión más común en adultos, un área de la corteza se activa
primero y puede manifestarse a través de síntomas simples como un fenómeno motor o sensorial. Las
convulsiones generalizadas resultan de la activación cortical difusa al inicio de la convulsión o la
generalización de la actividad convulsiva parcial. (2)
Los síndromes epilépticos sirven para condensar la información clínica en una nomenclatura útil. En
esta terminología, se utiliza el término «relacionado con la localización» para indicar convulsiones que
surgen de una patología en un área cerebral localizable. La epilepsia idiopática no presenta otros
síntomas aparte de las convulsiones. (1) En la epilepsia sintomática, las convulsiones reflejan una
enfermedad cerebral subyacente identificable. El término «criptogénico» se refiere a trastornos
convulsivos que se sospecha que son sintomáticos de una enfermedad cerebral subyacente, pero sin una
prueba definitiva de la causa subyacente. Los especialistas suelen diagnosticar un síndrome epiléptico.
(2)

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El estado epiléptico se define como una condición epiléptica persistente. Existen tantos tipos de estado
epiléptico como tipos de convulsiones. El estado epiléptico convulsivo generalizado es una emergencia
médica. Las definiciones actuales definen el estado epiléptico como una única convulsión generalizada
que dura más de cinco minutos o una serie de convulsiones generalizadas sin recuperación completa de
la consciencia. (2, 3)
Los pacientes con causas reversibles de convulsiones, como la hipoglucemia, pueden recibir el alta tras
las intervenciones adecuadas y considerando un entorno familiar seguro. En el caso de pacientes con
antecedentes de epilepsia que hayan recuperado su estado mental normal, podría ser necesario ajustar la
pauta de medicación y realizar un seguimiento con otros profesionales. Puede ser adecuado realizar
pruebas para determinar los niveles de medicación si están disponibles para el fármaco antiepiléptico en
particular. Si el paciente no ha cumplido con la pauta de medicación antiepiléptica, se debe reanudar la
medicación. (3)
Los pacientes con convulsiones por abstinencia alcohólica representan otro grupo de pacientes que
pueden recibir el alta tras un tratamiento adecuado y un período de observación. El tratamiento de las
convulsiones por abstinencia alcohólica merece especial atención, ya que el tratamiento episódico con
lorazepam ha demostrado disminuir el riesgo de recurrencia. (3)
Al iniciar una terapia farmacológica, muchos medicamentos son opciones para tratar un trastorno
convulsivo crónico o la epilepsia como medicación de primera línea o medicación complementaria. La
selección puede guiarse por los efectos secundarios y en consulta con un neurólogo. (3) Pueden
agruparse según su mecanismo de acción e incluyen bloqueadores de los canales de sodio
(carbamazepina, oxcarbazepina, eslicarbazepina, fenitoína, fosfenitoína, lamotrigina, lacosamida y
zonisamida) y agonistas del receptor GABA (benzodiazepinas y barbitúricos). Otros fármacos con
mecanismos asociados incluyen inhibidores de la recaptación de GABA (tiagabina), inhibidores de la
GABA-transaminasa (vigabatrina), antagonistas del glutamato (topiramato, felbamato, perampanel),
medicamentos con unión a la proteína de la vesícula sináptica 2A (levetiracetam, brivaracetam) y
fármacos con múltiples mecanismos (gabapentina, pregabalina, ácido valproico). (4)
En pacientes con estado epiléptico convulsivo generalizado, se debe iniciar el tratamiento inmediato de
las convulsiones mientras se realizan la estabilización y otros procedimientos diagnósticos. Es

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fundamental brindar atención de soporte a las vías respiratorias, la respiración y la circulación. Las
benzodiazepinas, como el diazepam, el midazolam o el lorazepam, son aceptables como medicamentos
de primera línea para las convulsiones persistentes. (5)
El tratamiento farmacológico de la epilepsia ha avanzado significativamente en las últimas décadas,
permitiendo un mejor control de las crisis convulsivas y una mejor calidad de vida en los pacientes. Sin
embargo, el uso de fármacos antiepilépticos (FAEs) no está exento de efectos secundarios, entre los
cuales destacan las complicaciones psiquiátricas, que pueden tener un impacto tan significativo como
las manifestaciones neurológicas de la enfermedad misma. (6)
Diversos estudios han demostrado que algunos antiepilépticos pueden inducir o exacerbar síntomas
como depresión, ansiedad, irritabilidad, cambios de personalidad, trastornos afectivos e incluso
comportamientos suicidas. Estos efectos adversos, a menudo subestimados en la práctica clínica, pueden
deteriorar la adherencia al tratamiento, aumentar el riesgo de hospitalizaciones y empeorar la calidad de
vida del paciente. Además, muchas personas con epilepsia tienen antecedentes o comorbilidades
psiquiátricas, lo que incrementa su vulnerabilidad a este tipo de complicaciones. (6, 7)
El abordaje de estas manifestaciones requiere una visión integradora que combine conocimientos de
neurología y psiquiatría, permitiendo una detección temprana y un manejo adecuado. Justamente por
esta razón, estudiar las complicaciones psiquiátricas de los FAEs resulta esencial para optimizar la
seguridad del tratamiento, personalizar la terapia y reducir riesgos potenciales.
La relevancia clínica, social y emocional de este problema justifica una revisión sistemática del tema,
orientada a reconocer los mecanismos implicados, identificar los fármacos con mayor riesgo y establecer
recomendaciones prácticas para su prevención y abordaje.
MATERIALES Y MÉTODOS
Se llevó a cabo una revisión sistemática, en la que se realizaron búsquedas en las bases de datos de
PubMed, Scielo y ScienceDirect, entre otras. La recopilación y selección de artículos fue llevada a cabo
en revistas indexadas en idioma ingles. Como palabras clave, se emplearon en las bases de datos según
la metodología DeCS y MeSH los términos: complications; antiepileptic; drugs; depression; adverse.
Teniendo en cuenta los siguientes criterios:
Inclusión:

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• Pacientes diagnosticados con epilepsia que reciben tratamiento con antiepilépticos.
• Complicaciones psiquiátricas documentadas, tales como depresión, ansiedad, psicosis,
irritabilidad, ideación suicida, entre otras.
• Artículos en inglés o español.
• Estudio de fármacos antiepilépticos en general (por ejemplo, ácido valproico, carbamazepina,
lamotrigina, levetiracetam, etc.).
Exclusión:
• Estudios que no se centren en los efectos psiquiátricos de los antiepilépticos.
• Artículos que no incluyan una población específica de pacientes con epilepsia.
• Revisiones no sistemáticas o artículos de opinión.
• Estudio de efectos psiquiátricos en pacientes no tratados con antiepilépticos.
RESULTADOS
Mecanismos de acción de los antiepilépticos y su relación con el sistema nervioso central
Los fármacos antiepilépticos (FAEs) actúan modulando la excitabilidad neuronal para prevenir la
aparición de crisis convulsivas. Su mecanismo de acción se basa principalmente en la modificación de
la actividad de neurotransmisores y canales iónicos en el sistema nervioso central (SNC). Aunque estos
mecanismos resultan terapéuticos en el contexto epiléptico, también pueden alterar procesos
neuroquímicos relacionados con la regulación emocional, el comportamiento y la cognición, lo que
puede desencadenar efectos adversos psiquiátricos. (8)
Uno de los mecanismos más relevantes es la potenciación del ácido gamma-aminobutírico (GABA), el
principal neurotransmisor inhibidor del SNC. Fármacos como el ácido valproico, tiagabina y vigabatrina
aumentan los niveles de GABA al inhibir su degradación o facilitar su acción en los receptores GABA-
A. Si bien este efecto tiene un claro beneficio antiepiléptico, en algunos pacientes puede asociarse con
síntomas depresivos, sedación excesiva o alteraciones del ánimo, probablemente por la inhibición
generalizada de la actividad cortical. (9)
Por otro lado, muchos FAEs también actúan bloqueando la transmisión excitatoria mediada por el
glutamato, principal neurotransmisor excitador del cerebro. Medicamentos como el topiramato y la

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felbamato inhiben receptores del tipo NMDA o AMPA, disminuyendo la hiperexcitabilidad neuronal.
No obstante, el glutamato también participa en funciones cognitivas superiores como el aprendizaje y
la memoria, por lo que su supresión puede ocasionar disfunción cognitiva, apatía, anhedonia o síntomas
depresivos. (8, 9)
Además, varios FAEs ejercen su acción bloqueando canales de sodio o calcio, estabilizando las
membranas neuronales y reduciendo la liberación de neurotransmisores. Este es el caso de la
carbamazepina, lamotrigina y oxcarbazepina. Aunque generalmente tienen un perfil más equilibrado, en
algunos casos se han relacionado con irritabilidad, cambios de humor o reacciones maníacas,
especialmente en pacientes con antecedentes psiquiátricos. (9)
Las alteraciones que estos fármacos inducen en la neurotransmisión no solo afectan la excitabilidad
neuronal, sino que también impactan en redes cerebrales implicadas en la regulación emocional, como
el sistema límbico, la amígdala y la corteza prefrontal. Así, dependiendo del perfil neuroquímico del
paciente y de su vulnerabilidad individual, los FAEs pueden desencadenar efectos adversos que se
manifiestan como trastornos afectivos, ansiedad, psicosis o síntomas suicidas. (9)
Por lo tanto, si bien los mecanismos de acción de los FAEs son fundamentales para el control de la
epilepsia, también deben ser comprendidos desde una perspectiva neuropsiquiátrica, ya que su impacto
en la homeostasis cerebral puede generar efectos no deseados que afectan la salud mental del paciente.
(9)
Clasificación de los antiepilépticos y perfil psiquiátrico asociado
1. Antiepilépticos clásicos
Fenitoína, carbamazepina y ácido valproico han sido pilares del tratamiento de la epilepsia desde
mediados del siglo XX. Si bien son eficaces, presentan una mayor incidencia de efectos adversos
neurológicos y psiquiátricos, en parte debido a su escasa selectividad y a la necesidad de niveles
plasmáticos elevados para lograr su efecto. (10)
• Fenitoína: Su mecanismo principal es el bloqueo de canales de sodio. Los efectos psiquiátricos
asociados incluyen irritabilidad, ansiedad, insomnio, y en casos más raros, síntomas psicóticos. La
fenitoína puede causar alteraciones del ánimo, sobre todo cuando se produce intoxicación o niveles
supra-terapéuticos, y en pacientes con antecedentes de trastornos afectivos. (10)

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• Carbamazepina: Aunque se utiliza también como estabilizador del ánimo en trastornos
bipolares, su uso en epilepsia puede provocar reacciones paradójicas como agitación, disforia o síntomas
maniformes. También se han reportado episodios de confusión, sedación y deterioro cognitivo,
especialmente en ancianos. Tiene un conocido perfil inductivo hepático que puede interferir con otros
psicofármacos, lo que complica su uso en pacientes con comorbilidad psiquiátrica. (11)
• Ácido valproico (valproato de sodio): Este fármaco es uno de los más utilizados en epilepsia
generalizada. Aumenta la actividad del GABA, lo cual puede ser beneficioso en pacientes con trastornos
afectivos. Sin embargo, también se ha vinculado a síntomas depresivos, aumento de peso asociado a
disforia, somnolencia y, en algunos casos, pensamientos suicidas. El riesgo de toxicidad hepática y la
afectación cognitiva en adolescentes también son motivos de consideración. (10)
En conjunto, los antiepilépticos clásicos tienden a presentar un perfil de efectos adversos más “difuso”,
con complicaciones tanto cognitivas como emocionales. En pacientes con antecedentes de depresión o
trastorno bipolar, deben usarse con precaución y bajo estrecha vigilancia. (11)
2. Antiepilépticos de nueva generación
El desarrollo de antiepilépticos de segunda generación ha buscado mejorar el perfil de tolerabilidad,
reducir interacciones y minimizar efectos adversos. Sin embargo, varios de estos fármacos han mostrado
una fuerte asociación con efectos psiquiátricos, algunos incluso más marcados que en los fármacos
clásicos. (11, 12)
• Lamotrigina: Es uno de los antiepilépticos con mejor perfil en cuanto a salud mental. Se utiliza
también como estabilizador del ánimo, especialmente en la fase depresiva del trastorno bipolar. No
obstante, puede provocar insomnio, agitación y, raramente, síntomas psicóticos. Su inicio debe ser
gradual para evitar reacciones dermatológicas graves como el síndrome de Stevens-Johnson. (11)
• Levetiracetam: Es conocido por su alto riesgo de producir efectos psiquiátricos, a pesar de su
buena eficacia anticonvulsiva y baja interacción con otros medicamentos. Hasta el 15-30% de los
pacientes pueden experimentar irritabilidad, depresión, ansiedad, insomnio o incluso síntomas
psicóticos, especialmente durante las primeras semanas de tratamiento. El riesgo aumenta en pacientes
jóvenes y con antecedentes psiquiátricos. (12)

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• Topiramato: Se asocia frecuentemente con deterioro cognitivo (afasia, lentitud mental),
trastornos del ánimo, ansiedad, irritabilidad y, en algunos casos, ideación suicida. Su efecto inhibidor
del receptor AMPA y antagonista de la anhidrasa carbónica parece estar implicado en estos efectos.
También se ha asociado con pérdida de peso y disforia. (12)
En el siguiente cuadro se resalta y se compara cómo algunos fármacos de nueva generación, como
levetiracetam y topiramato, pueden tener un impacto psiquiátrico significativo, pese a sus ventajas
farmacocinéticas. Por el contrario, lamotrigina destaca por su efecto neutro o incluso positivo sobre el
estado de ánimo, siendo preferida en pacientes con comorbilidad afectiva. (11, 12, 14, 15)
Tabla 1. Comparación de perfiles psiquiátricos adversos
Fármaco Trastornos
del ánimo
Psicosis Ansiedad/Irritabilida
d
Riesgo
suicida
Deterior
o
cognitivo
Fenitoína Moderado Bajo Moderado Bajo Moderad
o
Carbamazepin
a
Bajo/Moderad
o
Bajo Bajo Bajo Moderad
o
Ácido
valproico
Moderado/Alt
o
Bajo Bajo Moderado Moderad
o
Lamotrigina Bajo Raro Bajo Raro Bajo
Levetiracetam Alto Moderad
o
Alto Alto Bajo
Topiramato Alto Bajo Alto Moderado/Alt
o
Alto

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Complicaciones psiquiátricas más frecuentes asociadas al uso de antiepilépticos
Los efectos adversos psiquiátricos de los fármacos antiepilépticos (FAEs) constituyen una preocupación
creciente tanto en neurología como en psiquiatría, especialmente porque pueden manifestarse de forma
insidiosa, confundirse con síntomas de la epilepsia o atribuirse erróneamente al entorno psicosocial del
paciente. A continuación se describen las complicaciones más frecuentes reportadas en la literatura. (13,
15)
Depresión y trastornos del ánimo
La depresión es uno de los efectos psiquiátricos más frecuentes en pacientes tratados con FAEs, con una
prevalencia estimada entre el 10% y el 30%, dependiendo del fármaco y las características individuales
del paciente. Este riesgo se ve incrementado por la propia epilepsia, que ya predispone a alteraciones
afectivas debido a factores neurobiológicos, sociales y emocionales. (16)
Algunos fármacos como el levetiracetam, topiramato y ácido valproico se han asociado
significativamente con síntomas depresivos. El levetiracetam, en particular, puede inducir cambios
emocionales desde las primeras semanas de tratamiento, incluso en pacientes sin antecedentes
psiquiátricos. (13, 16)
Por otro lado, la lamotrigina ha mostrado un perfil favorable, con efectos antidepresivos incluso en
pacientes con epilepsia y trastorno bipolar, gracias a su acción sobre la liberación de glutamato y
serotonina. (17)
La depresión inducida por FAEs puede manifestarse con tristeza persistente, anhedonia, fatiga,
hipersomnia, disminución de la concentración y retraimiento social. Estos síntomas pueden ser
subestimados, por lo que es esencial implementar herramientas de tamizaje como el PHQ-9 o el HADS
durante el seguimiento clínico. (17)
Psicosis inducida por fármacos
La psicosis inducida por antiepilépticos es poco frecuente pero clínicamente relevante. Se ha descrito
especialmente con levetiracetam, vigabatrina, y en menor grado con topiramato y zonisamida. Estos
episodios suelen ocurrir en las primeras semanas o meses de tratamiento y se caracterizan por delusiones
paranoides, alucinaciones auditivas o visuales, desorganización del pensamiento y, ocasionalmente,
agitación. (15)

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El fenómeno conocido como "psicosis alternativa", también llamado forced normalization, puede ocurrir
cuando el control de las crisis epilépticas se logra de forma abrupta, acompañado de la aparición de
síntomas psicóticos. Este fenómeno sugiere que la supresión intensa de la actividad epileptiforme puede
alterar la homeostasis neuroquímica de forma paradójica. (17)
El tratamiento incluye la suspensión o sustitución del FAE sospechoso y, en algunos casos, el uso
temporal de antipsicóticos atípicos. Se recomienda precaución en pacientes con antecedentes familiares
o personales de psicosis. (17)
Ansiedad, irritabilidad y agitación
Estos síntomas son especialmente frecuentes con levetiracetam, topiramato, zonisamida y, en menor
medida, con lamotrigina en dosis altas. Se estima que hasta el 20-30% de los pacientes tratados con
levetiracetam presentan irritabilidad significativa o síntomas de ansiedad, incluyendo inquietud, tensión
muscular, insomnio, y ataques de pánico. (15)
En algunos casos, los pacientes presentan lo que se ha denominado como síndrome de disforia inducida
por antiepilépticos, caracterizado por ansiedad persistente, baja tolerancia a la frustración, cambios
bruscos del estado de ánimo y agresividad verbal o física. Estos efectos suelen ser más intensos en
adolescentes y adultos jóvenes. (14)
El monitoreo cercano durante las primeras semanas de tratamiento es esencial para detectar estos efectos
tempranamente. En algunos casos, una reducción de la dosis o el cambio de medicamento puede ser
suficiente para resolver los síntomas. (16)
Ideas suicidas y comportamiento suicida
En 2008, la FDA emitió una advertencia sobre el aumento del riesgo de ideación suicida y suicidio en
pacientes tratados con FAEs, basándose en un metaanálisis de ensayos clínicos. Aunque la magnitud del
riesgo es discutida, se estima que este podría duplicarse en comparación con placebo, especialmente en
pacientes con historia previa de depresión o trastornos del ánimo. (13)
Fármacos como levetiracetam, topiramato, lamotrigina y zonisamida han sido implicados con mayor
frecuencia en reportes de conducta suicida. Los síntomas suelen incluir pensamientos intrusivos de
muerte, desesperanza, verbalizaciones de suicidio o comportamientos autolesivos. (16)

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Es fundamental implementar estrategias de evaluación sistemática del riesgo suicida antes de iniciar y
durante el tratamiento con FAEs. Herramientas como el Columbia Suicide Severity Rating Scale (C-
SSRS) pueden ser útiles para el cribado. La intervención precoz con apoyo psicoterapéutico o ajuste
farmacológico puede reducir el riesgo significativamente. (16, 17)
Cambios de personalidad y alteraciones cognitivas
Algunos FAEs pueden inducir modificaciones sutiles o evidentes en la personalidad del paciente, como
desinhibición, apatía, pérdida de empatía o conductas impulsivas. Estas alteraciones son más reportadas
en tratamientos con topiramato, zonisamida y, en menor medida, ácido valproico. (17)
Además, alteraciones cognitivas como lentitud en el procesamiento, dificultades de concentración,
problemas de memoria y disfunción ejecutiva son frecuentes, sobre todo en tratamientos prolongados o
en politerapia. El topiramato, por ejemplo, es bien conocido por producir "síndrome del pensamiento
lento", y su uso en personas con alta demanda cognitiva debe evaluarse con cuidado. (13)
Estas complicaciones afectan el rendimiento académico, laboral y social del paciente, y muchas veces
motivan la discontinuación del tratamiento, incluso cuando el control de las crisis es adecuado. (17)
Factores de riesgo y mecanismos predisponentes
La aparición de complicaciones psiquiátricas en pacientes tratados con antiepilépticos no depende
exclusivamente del tipo de fármaco utilizado. Existen múltiples factores individuales y clínicos que
aumentan la vulnerabilidad del paciente a desarrollar efectos adversos sobre su salud mental. La
identificación de estos factores es fundamental para personalizar el tratamiento, anticipar
complicaciones y mejorar la seguridad terapéutica. (18)
Historia psiquiátrica previa
La presencia de antecedentes psiquiátricos, ya sea personales o familiares, constituye uno de los factores
de riesgo más importantes. Pacientes con diagnóstico previo de depresión, trastorno bipolar, trastornos
de ansiedad o psicosis tienen mayor probabilidad de experimentar recurrencia o exacerbación de
síntomas al iniciar ciertos antiepilépticos, especialmente aquellos con perfiles depresógenos o irritantes
como levetiracetam, topiramato y ácido valproico. (19)

pág. 1301
Además, quienes han tenido intentos previos de suicidio o presentan ideación suicida activa deben ser
monitorizados estrechamente, dado que la introducción de algunos FAEs puede actuar como
desencadenante de comportamientos autolesivos. (15, 18)
Dosis y duración del tratamiento
Las altas dosis de ciertos antiepilépticos, como el topiramato, se han asociado con un mayor riesgo de
deterioro cognitivo, disforia y síntomas afectivos. De forma similar, la rápida titulación del
medicamento o cambios bruscos en la pauta pueden aumentar la incidencia de efectos psiquiátricos, en
especial en pacientes sensibles. (19)
Por otro lado, tratamientos prolongados con fármacos que afectan la neurotransmisión glutamatérgica o
GABAérgica pueden alterar circuitos emocionales de forma persistente. En particular, el uso crónico de
valproato se ha relacionado con síntomas depresivos subclínicos de evolución lenta. (15)
Edad, sexo y comorbilidades
Edad: Los adolescentes y adultos jóvenes presentan un riesgo más elevado de desarrollar irritabilidad,
impulsividad o comportamiento suicida. En adultos mayores, los efectos adversos tienden a ser más
cognitivos (confusión, apatía, lentitud) y están agravados por la disminución fisiológica de la función
renal y hepática. (17)
Sexo: Las mujeres parecen tener una mayor incidencia de síntomas depresivos y ansiedad asociados a
antiepilépticos, posiblemente debido a factores hormonales, mayor prevalencia de trastornos afectivos
y diferencias en la farmacocinética de algunos FAEs. (17)
Comorbilidades: La presencia de enfermedades neurológicas concomitantes (como traumatismos
craneoencefálicos, enfermedades neurodegenerativas o lesiones estructurales cerebrales) también se ha
vinculado a mayor sensibilidad a efectos adversos psiquiátricos. Asimismo, trastornos endocrinos como
hipotiroidismo pueden potenciar la aparición de síntomas depresivos durante el tratamiento
antiepiléptico. (18)

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Evaluación clínica y manejo de las complicaciones psiquiátricas asociadas a antiepilépticos
El manejo adecuado de las complicaciones psiquiátricas inducidas por antiepilépticos exige un enfoque
integral que combine la evaluación clínica especializada, el monitoreo continuo y la implementación de
intervenciones tanto farmacológicas como no farmacológicas. (16)
Evaluación neuropsiquiátrica del paciente epiléptico
Antes de iniciar tratamiento con antiepilépticos, es fundamental realizar una valoración
neuropsiquiátrica completa, que incluya antecedentes personales y familiares de trastornos mentales,
evaluación del estado emocional basal, nivel cognitivo y factores de riesgo como uso de sustancias,
intentos suicidas previos o enfermedades neurológicas concomitantes. (17)
Durante el seguimiento, deben aplicarse herramientas estandarizadas como: (15, 17, 18)
PHQ-9 para síntomas depresivos
GAD-7 para ansiedad
C-SSRS para riesgo suicida
MoCA o MMSE para función cognitiva
Además, la observación clínica y los reportes del entorno familiar son claves para detectar cambios
sutiles de personalidad, irritabilidad o disforia.
Monitoreo y ajuste del tratamiento
El monitoreo regular del estado mental es tan importante como el control de las crisis epilépticas. Debe
evaluarse la relación temporal entre el inicio del fármaco y la aparición de síntomas psiquiátricos. Si se
identifica un patrón consistente, es aconsejable: (19)
• Reducir la dosis del fármaco implicado si es posible.
• Considerar el cambio a un antiepiléptico con mejor perfil psiquiátrico (como lamotrigina).
• Evitar la politerapia innecesaria, que incrementa el riesgo de interacciones adversas.
El manejo debe ser personalizado, valorando siempre la estabilidad convulsiva frente al bienestar
mental.
Intervenciones farmacológicas y no farmacológicas
Cuando los síntomas psiquiátricos son persistentes o clínicamente significativos, pueden ser necesarias
intervenciones adicionales: (20, 21)

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Farmacológicas:
• Antidepresivos ISRS (sertralina, escitalopram) para depresión y ansiedad.
• Antipsicóticos atípicos (quetiapina, risperidona) en casos de psicosis o agitación severa.
• Estabilizadores del ánimo (como la misma lamotrigina) en pacientes con trastorno bipolar.
Estos deben usarse con cautela, considerando las interacciones con FAEs y el umbral convulsivo.
No farmacológicas:
• Psicoterapia (especialmente cognitivo-conductual) para manejo de ansiedad, depresión y
adaptación a la enfermedad crónica.
• Educación al paciente y su familia sobre posibles efectos secundarios, signos de alarma y cuándo
consultar.
• Intervenciones psicosociales: acompañamiento escolar, laboral o comunitario según el impacto
funcional.
DISCUSIÓN
El uso de antiepilépticos (FAEs) ha transformado radicalmente el manejo de la epilepsia, permitiendo
un control efectivo de las crisis en la mayoría de los pacientes. Sin embargo, como ha quedado
evidenciado, esta eficacia terapéutica no está exenta de consecuencias, especialmente en el ámbito de la
salud mental. (21, 22) La presencia de complicaciones psiquiátricas, que van desde síntomas afectivos
leves hasta psicosis severas o conducta suicida, representa un desafío clínico mayor, no solo por su
impacto sobre la calidad de vida, sino también porque muchas veces son subestimadas o atribuidas
exclusivamente a la enfermedad de base. (22)
Uno de los hallazgos más relevantes es la clara asociación entre ciertos FAEs y síntomas depresivos,
ansiosos, irritabilidad o ideación suicida, especialmente en pacientes con antecedentes psiquiátricos.
Esta relación obliga a replantear el proceso de selección de fármacos, priorizando no solo la eficacia
anticonvulsiva sino también el perfil neuropsiquiátrico de cada medicamento. (23) En este contexto, la
lamotrigina, con su efecto antidepresivo, se posiciona como una opción particularmente valiosa para
pacientes vulnerables en el eje afectivo, mientras que fármacos como levetiracetam o topiramato deben
utilizarse con mayor precaución y bajo estrecha supervisión. (23)

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El análisis de factores de riesgo permite avanzar hacia una medicina más personalizada, considerando
no solo las características neurológicas del paciente, sino también su contexto psicosocial, antecedentes
emocionales, comorbilidades y vulnerabilidad cognitiva. Esta perspectiva es fundamental para anticipar
complicaciones y diseñar estrategias de prevención efectivas. De igual forma, se reconoce la importancia
de la edad y el género, así como de los mecanismos neurobiológicos que podrían explicar por qué ciertos
pacientes desarrollan efectos adversos graves ante fármacos aparentemente seguros. (24)
En este sentido, se enfatiza la urgente necesidad de un monitoreo psiquiátrico sistemático durante el
tratamiento con FAEs, incluso en pacientes sin antecedentes psiquiátricos. Este monitoreo debe incluir
herramientas validadas de tamizaje, entrevistas clínicas periódicas y la incorporación activa de
familiares o cuidadores en la observación de cambios emocionales o conductuales. El seguimiento del
estado mental debe ser tan riguroso como el control de las crisis epilépticas, y su omisión representa una
falla de la atención integral. (24)
Por otra parte, se destaca la importancia del enfoque multidisciplinario en el tratamiento de la epilepsia.
La interacción entre neurólogos, psiquiatras, psicólogos clínicos, trabajadores sociales y personal de
enfermería permite abordar de manera más efectiva la complejidad del paciente epiléptico, promoviendo
un abordaje biopsicosocial real y no fragmentado. El acceso a psicoterapia, intervención familiar y
rehabilitación cognitiva debería formar parte del arsenal terapéutico habitual en los centros de atención
especializada. (25)
Desde el punto de vista de la investigación, aún existen importantes vacíos. Por ejemplo, es necesario
desarrollar estudios longitudinales que evalúen el impacto neuropsiquiátrico a largo plazo del
tratamiento con FAEs, así como estudios comparativos entre fármacos en términos de salud mental. (15)
También se requieren ensayos clínicos con criterios psiquiátricos predefinidos, que permitan evaluar la
seguridad emocional del paciente de forma más robusta, y no solo como efecto secundario reportado.
Asimismo, se necesitan investigaciones sobre biomarcadores o predictores genéticos que permitan
anticipar qué pacientes tienen mayor riesgo de presentar reacciones adversas psiquiátricas. (26)
Finalmente, es fundamental educar tanto a profesionales de la salud como a pacientes y cuidadores sobre
la posibilidad de que los FAEs afecten el estado mental. Esto contribuiría a la detección precoz y a una
mejor adherencia terapéutica, reduciendo el estigma y promoviendo la toma de decisiones compartida.

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En conclusión, las complicaciones psiquiátricas de los antiepilépticos no deben ser vistas como un efecto
secundario aislado, sino como una dimensión central del tratamiento que merece ser evaluada, prevenida
y tratada con el mismo rigor que las crisis epilépticas mismas.
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