pág. 1942
CAMBIO CLIMÁTICO Y ENFERMEDADES
INFECCIOSAS EMERGENTES: RIESGOS,
VECTORES Y ADAPTACIÓN SANITARIA
CLIMATE CHANGE AND INFECTIOUS DISEASES: A
CRITICAL NEXUS FOR GLOBAL HEALTH SECURITY
José Sánchez Vega
Universidad Nacional Autónoma de México, México
José Hernán Sánchez Aguilar
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Arnulfo Eduardo Morales Galicia
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Eduardo Perez Campos
Instituto Tecnológico de Oaxaca, México
Hector Cabrera Fuentes
Instituto Tecnológico de Oaxaca, México
Efrén Emmanuel Jarquín González
Secretaria de Salud, Servicios de Salud de Oaxaca, México
pág. 1943
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i3.17819
Cambio Climático y Enfermedades Infecciosas Emergentes: Riesgos,
Vectores y Adaptación Sanitaria
José Sánchez Vega1
pptrini@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0003-0644-3315
Universidad Nacional Autónoma de México,
México
José Hernán Sánchez Aguilar
hernansanchez422@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-5334-8527
Universidad Nacional Autónoma de México,
Universidad Westhill
México
Arnulfo Eduardo Morales Galicia
moralesgaliciaarnulfoeduardo@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2458-3573
Universidad Nacional Autónoma de México,
México
Eduardo Perez Campos
perezcampos@prodigy.net.mx
https://orcid.org/0000-0001-6720-7952
Instituto Tecnológico de Oaxaca
México
Hector Cabrera Fuentes
hector.cf@oaxaca.tecnm.mx
https://orcid.org/0000-0002-8502-7098
Instituto Tecnológico de Oaxaca
Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca
México
Efrén Emmanuel Jarquín González
drefrenjg@icloud.com
https://orcid.org/0009-0009-4203-5555
Secretaria de Salud, Servicios de Salud de
Oaxaca
México
1
Autor principal
Correspondencia: jguillermov@unemi.edu.ec
pág. 1944
RESUMEN
El cambio climático se ha consolidado como un determinante crítico en la dinámica epidemiológica
global, afectando directamente la incidencia, distribución y severidad de las enfermedades infecciosas.
Este fenómeno, impulsado por actividades antropogénicas, modifica patrones climáticos, altera
ecosistemas y favorece la emergencia de zoonosis al incrementar el contacto entre humanos y
reservorios animales. Asimismo, eventos extremos como inundaciones, sequías y huracanes deterioran
infraestructuras sanitarias y crean condiciones propicias para la proliferación de vectores como
mosquitos, garrapatas y roedores. Estos cambios ambientales, junto con procesos como la deforestación,
urbanización no planificada y desplazamientos poblacionales, facilitan la reemergencia de enfermedades
transmisibles y su expansión geográfica. Este artículo analiza de forma integral la evidencia científica
que vincula el cambio climático con enfermedades como el dengue, el cólera y las infecciones
respiratorias, destacando los riesgos crecientes para la salud pública. Se plantea la necesidad urgente de
fortalecer sistemas de vigilancia epidemiológica, promover estrategias de mitigación ambiental y
fomentar políticas intersectoriales que integren salud, clima y biodiversidad. Concluimos que abordar
el cambio climático no solo es una prioridad ambiental, sino también una estrategia esencial para
prevenir crisis sanitarias futuras en un contexto de creciente vulnerabilidad global.
Palabras Clave: cambio climático, enfermedades infecciosas, educación ambiental, salud pública,
zoonosis
pág. 1945
Climate Change and Infectious Diseases: A Critical Nexus for Global
Health Security
ABSTRACT
Climate change has become a critical determinant in the global epidemiological dynamics, directly
influencing the incidence, distribution, and severity of infectious diseases. This phenomenon, driven by
anthropogenic activities, alters weather patterns, disrupts ecosystems, and increases the emergence of
zoonoses by intensifying contact between humans and animal reservoirs. Moreover, extreme events such
as floods, droughts, and hurricanes degrade health infrastructure and create favorable conditions for the
proliferation of vectors such as mosquitoes, ticks, and rodents. These environmental changes, combined
with deforestation, unplanned urbanization, and population displacement, facilitate the reemergence and
geographic expansion of transmissible diseases. This article comprehensively analyzes the scientific
evidence linking climate change to diseases such as dengue, cholera, and respiratory infections,
emphasizing the growing risks to public health. It underscores the urgent need to strengthen
epidemiological surveillance systems, promote environmental mitigation strategies, and foster
intersectoral policies that integrate health, climate, and biodiversity. We conclude that addressing
climate change is not only an environmental priority but also an essential strategy to prevent future
health crises in a context of increasing global vulnerability.
Keywords: climate change, infectious diseases, environmental education, public health, zoonoses
pág. 1946
INTRODUCCIÓN
En los últimos años, el planeta ha exhibido patrones climáticos cada vez más extremos: inviernos más
breves, veranos intensamente calurosos e inundaciones repentinas que afectan vastas regiones. Estos
fenómenos no son producto del azar. La evidencia científica señala que el calentamiento global —si
bien influido por ciclos naturaleses principalmente consecuencia de las actividades humanas, como
la quema de combustibles fósiles, la deforestación y el uso intensivo del suelo. Actualmente, los
impactos de este desequilibrio ambiental no solo se reflejan en el clima, sino que ya están
comprometiendo seriamente la salud pública. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió
en 2023 que “el cambio climático es la mayor amenaza para la salud mundial del siglo XXI”. Frente a
este escenario, surge una pregunta clave: ¿cómo se relaciona el clima cambiante con la aparición de
nuevas enfermedades infecciosas y la reemergencia de otras previamente controladas? Explorar este
vínculo es esencial para comprender los riesgos sanitarios emergentes y plantear respuestas integradas
desde la ciencia, la política y la acción colectiva. En este contexto, es urgente fortalecer la capacidad
científica y de traducción del conocimiento. xico enfrenta importantes brechas estructurales en la
conexión entre ciencia básica y aplicación clínica, situación que exige una articulación efectiva entre la
investigación biomédica y las políticas públicas para enfrentar amenazas como las que impone el cambio
climático sobre la salud (Perez-Campos, Del Rio, & Cabrera-Fuentes, 2025). Este trabajo tiene como
propósito analizar de manera crítica y actualizada la relación entre el cambio climático y el incremento
en la incidencia y distribución de enfermedades infecciosas a nivel global. Los objetivos específicos de
esta revisión son:
Examinar la evidencia científica reciente que vincula variables climáticas como temperatura,
humedad, precipitaciones y eventos extremos con la emergencia, reemergencia y propagación
de agentes patógenos.
Explorar los mecanismos ecológicos, biológicos y sociales mediante los cuales el cambio
climático influye en la dinámica de transmisión de enfermedades infecciosas, incluyendo
zoonosis, arbovirosis y enfermedades transmitidas por vectores.
pág. 1947
Identificar regiones y poblaciones particularmente vulnerables, con énfasis en países en
desarrollo y zonas afectadas por desigualdad estructural, pobreza o limitada capacidad de
respuesta sanitaria.
Proponer líneas de acción y enfoques interdisciplinarios para la vigilancia epidemiológica, la
prevención y la adaptación del sistema de salud frente a riesgos sanitarios emergentes
relacionados con el clima.
Esta revisión busca contribuir al entendimiento integral del impacto del cambio climático sobre la salud
pública y destacar la urgencia de políticas basadas en evidencia científica.
METODOLOGÍA
La presente revisión se llevó a cabo con base en criterios metodológicos rigurosos que aseguran la
validez, actualidad y relevancia de las fuentes analizadas. Se seleccionaron artículos científicos
revisados por pares publicados entre 2020 y 2025 en revistas indexadas, priorizando estudios con
evidencia empírica o análisis sistemáticos sobre la relación entre cambio climático y enfermedades
infecciosas. Se incluyeron publicaciones en inglés y español para incorporar tanto perspectivas globales
como enfoques regionales, particularmente en América Latina.
Las bases de datos consultadas fueron PubMed, Scopus, Web of Science y Google Scholar, utilizando
combinaciones de términos clave como: “climate change”, “infectious diseases”, “vector-borne
diseases”, “zoonoses”, “arboviruses”, “public health”, así como sus equivalentes en español. La
estrategia de búsqueda integró operadores booleanos y filtros para restringir la revisión a estudios con
relevancia directa para el campo de la salud pública y el cambio climático.
La selección final de los artículos se realizó mediante un proceso de revisión doble ciega e
independiente, considerando criterios de calidad metodológica, pertinencia temática y cobertura
geográfica. Esta metodología permitió construir un análisis integral de los vínculos entre el entorno
climático y el comportamiento epidemiológico de enfermedades infecciosas.
Los ritmos naturales del clima
Nuestro planeta siempre ha vivido a merced de la naturaleza: grandes volcanes, variaciones del Sol y
ciclos ecológicos modulan el clima. Por ejemplo, la NASA señala que las grandes erupciones volcánicas
lanzan gases y partículas que a veces enfrían la Tierra durante 1 o 2 años, al bloquear la luz solar (Kaiho,
pág. 1948
2025; Romanello et al., 2024). Sin embargo, estos efectos son temporales. En comparación, cada año
los seres humanos emiten cien veces más CO₂ que todos los volcanes juntos (Berger, Ehlers, & Nitsche,
2025; Pang et al., 2025). Eso significa que, aunque las erupciones puedan refrescar brevemente el aire,
esto es insuficiente frente a la contaminación que emitimos como especie.
Algo similar ocurre con el Sol. Aunque todos los años sube y baja ligeramente su actividad (en ciclos
de 11 años), no está aumentando su energía de forma sostenida. La NASA aclara que, si el Sol calentara
más, veríamos que todas las capas de la atmósfera se calientan (Frazier, 2024). Sin embargo, desde las
últimas décadas notamos calentamiento en la superficie terrestre y enfriamiento en las capas altas de la
atmósfera (Santer et al., 2023), una señal típica de gases de efecto invernadero, no de variaciones
solares(Neale et al., 2025). En otras palabras, la tendencia actual de alza de temperaturas no es por causa
del sol o cambios en la órbita terrestre(Holzknecht et al., 2025), sino por el comportamiento humano.
Aun así, fenómenos naturales como las oscilaciones oceánicas (que modifican lluvias y corrientes
marinas) influyen en años específicos, pero quedan lejos de explicar el fuerte calentamiento global
que observamos en décadas recientes(Little et al., 2025).
La huella humana y la globalización
Desde la Revolución Industrial, al quemar carbón, petróleo y gas hemos llenado la atmósfera de dióxido
de carbono y otros gases de efecto invernadero (Zhu & Jin, 2025). Instituciones como la Agencia de
Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos subrayan que los cambios de temperatura más
pronunciados del último siglo solo se explican por la acción humana (Cudjoe, Wang, & Zhu, 2022). Esto
incluye el uso de automóviles, fábricas, ganadería intensiva y deforestación masiva. En México, por
ejemplo, cada año se pierden millones de hectáreas de bosques, lo que, además de afectar directamente
a la flora y la fauna, provoca la liberación de grandes cantidades de CO₂ y altera la humedad y las lluvias
en las regiones afectadas (Adeleye, Soylu, Ergul, & Balsalobre-Lorente, 2025; Unar-Munguia et al.,
2024).
Pero más allá del carbono, la globalización multiplica el riesgo de enfermedades. En un mundo
interconectado, un virus en África puede estar en cualquier ciudad del mundo en horas (F. M. Shaikh et
al., 2025; Shutt et al., 2025). La pandemia de COVID-19 lo demostró dramáticamente: el virus SARS-
CoV-2 se propagó por los vuelos internacionales y el comercio global en cuestión de semanas (Acute &
pág. 1949
Chronic Care, 2025). Naciones Unidas alerta que las mismas actividades que impulsan el cambio
climático (cambio de uso de suelo, agroindustria, comercio y consumo insostenible) son las que también
“generan riesgos de pandemia” (Yamaji et al., 2025). Así, cuando talamos selvas para cultivar o
desechamos nuestros residuos en el campo, alteramos el equilibrio natural y al mismo tiempo abrimos
rutas nuevas (vía comercio o turismo) para que patógenos viajen más lejos.
Los movimientos migratorios también juegan un papel importante. Los cambios bruscos de clima
(sequías, inundaciones, huracanes) obligan a personas a desplazarse, a menudo sin servicios de salud
adecuados. Los investigadores indican que el cambio climático aumentará la migración humana, lo cual
a su vez modificará los patrones de enfermedades infecciosas (Engelman & Izquierdo, 2025). Por
ejemplo, una familia afectada por sequías puede mudarse a una ciudad ya densamente poblada, donde
comparten alojamiento, agua y comida con otros migrantes. En esos lugares hacinados, cualquier brote
(como gripe, diarrea o dengue) se propaga rápidamente. Según Celia McMichael, “el cambio climático
antropogénico tendrá un impacto significativo tanto en la migración humana como en la salud de la
población, incluidas las enfermedades infecciosas” (Engelman & Izquierdo, 2025; McMichael, 2015).
En México, hay comunidades rurales donde la inseguridad hídrica (sequías prolongadas) ha empujado
a familias a migrar a las grandes ciudades del país o inclusive al extranjero (Nawrotzki, DeWaard,
Bakhtsiyarava, & Ha, 2017; Thalheimer, Choquette-Levy, & Garip, 2022). Este flujo poblacional,
acentuado por el cambio climático, no solo transforma la dinámica demográfica, sino que
también modifica los patrones de exposición a enfermedades transmitidas por vectores (ETVs). La
llegada de personas a regiones previamente no endémicas puede coincidir con la expansión geográfica
de vectores como Aedes aegypti y Aedes albopictus, facilitando así la aparición de virus tropicales como
el dengue en zonas donde antes no existían condiciones ecológicas favorables para su transmisión
sostenida (Zavaleta-Monestel et al., 2025). Una revisión más exhaustiva podría incluir estudios de
modelado ecológico, vigilancia entomológica y cambios en la fenología vectorial para sustentar con
mayor precisión el fenómeno descrito.
Hábitats destruidos y salto de virus
Imagine que destruyen un bosque lleno de murciélagos y roedores. Esos animales saldrán a buscar
comida cerca de pueblos y ciudades. El desplazamiento animal es una puerta directa a nuevas zoonosis
pág. 1950
(enfermedades transmitidas de animales a humanos) (Pei et al., 2025). La Fundación Aquae (fundación
que contribuye a dar respuesta al desafío de optimizar los recursos naturales) destaca que deforestar
obliga a miles de especies a desplazarse a asentamientos humanos, elevando el riesgo de contagio
(Aquae). Esto ya ocurrió con múltiples virus graves, por ejemplo, el Virus de la Inmunodeficiencia
Humana (VIH) es considerado una derivación del Virus de la Inmunodeficiencia Simia (VIS), presente
en varias especies de primates de África. La teoría predominante sobre el origen del VIH-1 sostiene que
el VIS se transmitió de los chimpancés (en particular, de la subespecie Pan troglodytes troglodytes de
África central) a los seres humanos. Se estima que esta transmisión entre especies sucedió, con mayor
probabilidad, por el contacto con sangre infectada durante la caza de estos primates para consumo (carne
de monte o "bushmeat") o al manipular y procesar dicha carne. El virus de Lassa avanzó de roedores a
personas tras la destrucción de sus hábitats; el mortal virus Nipah brotó en 1998 en Malasia por granjas
de cerdos cercanas a selvas convertidas en cultivos (Haba et al., 2025).
La historia reciente es preocupante: Ébola, SARS, MERS y el mismo SARS-CoV-2 (causante de
COVID-19) provienen de murciélagos cuyos entornos fueron invadidos (Diaz-Salazar & Sun, 2020;
Sharmin, Islam, Haque, & Islam, 2025). Según Aquae, estos virus surgieron “fruto de la pérdida de sus
hábitats a causa de la deforestación y la expansión agrícola(Aquae). En simple: al talar bosques y
reducir las áreas silvestres, forzamos a animales portadores de virus y otros microorganismos a convivir
con animales de granja o con nosotros. El contacto cercado de especies exóticas con humanos permite
que nuevos microorganismos prueben infectar nuestro cuerpo (Jimenez-Clavero, 2012). De hecho, la
ONU calcula que alrededor del 60 % de las enfermedades infecciosas humanas y el 75 % de las
emergentes son zoonóticas (OPS/OMS, 2023).
Esto explica por qué proteger los ecosistemas es también una “vacuna” contra futuras pandemias (May
et al., 2024). Mientras menos pérdida de hábitat, menos empujones forzados de la fauna hacia la gente.
Y cuando se talan bosques, no solo liberamos CO₂ (cambio climático), sino que cortamos barreras que
antes prevenían contagios. Es un círculo vicioso: destruimos la naturaleza y pagamos con más
enfermedades.
pág. 1951
Desastres climáticos y nuevos brotes
El cambio climático no se queda en el aire: desencadena lluvias extremas, huracanes violentos, olas de
calor y sequías prolongadas (Ebi et al., 2021). Esos desastres naturales influyen directamente en la salud
humana. Pensemos en una inundación: al derrumbar represas o desbordarse ríos, el agua mezcla residuos
y materia fecal. Ciudades cercanas pueden quedarse sin agua potable, propiciando diarreas, cólera y
leptospirosis. Las precipitaciones intensas también crean charcos donde se reproducen millones de
mosquitos de especies peligrosas. Tras tormentas y huracanes suele dispararse el dengue, el Zika y la
malaria (Nichols, Lake, & Heaviside, 2018). Un ejemplo claro: en 2024 la temporada de lluvias y
huracanes en México coincidió con una explosión de dengue. En las primeras 24 semanas del año hubo
17,016 casos confirmados (en 2023 fueron solo 3 505), un aumento del 385 % (Aranda-Coello et al.,
2025; Mendoza-Cano et al., 2025). Las autoridades advirtieron que las tormentas (como “Alberto” en
el Atlántico) estaban sembrando más criaderos de mosquitos.
De igual manera, las olas de calor extremo modifican las enfermedades. Temperaturas inusualmente
altas debilitan las defensas de la gente, aumentan la desnutrición (por pérdida de cosechas) y agravan
condiciones respiratorias (Rio, Caldarelli, Gasbarrini, Gambassi, & Cianci, 2024). En zonas áridas, las
sequías prolongadas fuerzan a beber agua de pozos contaminados (Petersen-Perlman, Aguilar-Barajas,
& Megdal, 2022).
La Organización Mundial de la Salud (WHO, 2022) señala que fenómenos como olas de calor,
incendios, inundaciones y tormentas (todos intensificados por el cambio climático) aumentan la
aparición y propagación de enfermedades infecciosas (EEA, 2023). En resumen, cada desastre climático
es una “llamada de atención” sanitaria, un ejemplo de ello ocurrió con los más recientes huracanes,
vimos brotes de cólera y dengue en Asia y América (Petersen-Perlman et al., 2022). Cuando no solo se
rompe una carretera sino también el acceso al agua limpia y a servicios médicos, las enfermedades
encuentran terreno fértil para propagarse.
Ejemplo global: Tras el huracán Katrina (2005) se documentó un aumento de infecciones
gastrointestinales en Nueva Orleans (Furey, Fredrickson, Foote, & Richmond, 2007). Más
recientemente, tras graves inundaciones en Pakistán (2022) se registró un gran brote de dengue inédito,
ya que el mosquito transmisor se expandió a áreas donde antes no vivía (O. A. Shaikh, Baig, Tahir,
pág. 1952
Parekh, & Nashwan, 2023). Como muestra la Tabla 1, eventos como huracanes e inundaciones han
multiplicado brotes de dengue y cólera en la última década.
El futuro que estamos gestando
Si seguimos ignorando estas señales, el futuro es preocupante. Los científicos del clima advierten que,
sin una drástica reducción de emisiones, el planeta seguirá calentándose aceleradamente (IPCC, 2023).
Esto traducirá en más desastres meteorológicos cada año, ampliación de zonas tropicales y aparición de
enfermedades donde hoy son extrañas. La OPS estima que solamente los impactos climáticos sobre
salud podrían sumar 250 000 muertes adicionales al año en las próximas décadas (por malnutrición,
malaria, diarrea y golpes de calor) (OPS/OMS, 2023).
En términos sencillos: sin conciencia, ni educación ambiental, ni nimo conocimiento de las
infecciones, estaremos abriendo la puerta a pandemias aún peores (IPBES, 2020). De hecho, un reporte
mundial señala que las futuras pandemias “surgirán con más frecuencia, se propagarán más rápidamente
y podrían matar a más personas que la COVID-19”. En México (como en muchas regiones), esto implica
reforzar la cultura del cuidado ambiental: proteger bosques, reciclar, usar transporte limpio, divulgar
buenas prácticas sanitarias. Sin ello, nuestra vida cotidiana será cada vez más vulnerable ante
enfermedades infecciosas.
A nivel global, cada grado extra de temperatura mueve fronteras de mosquitos y garrapatas más al norte
o al sur, pone en riesgo cosechas esenciales y obliga a millones a abandonar sus hogares. Sin educación
ambiental, la gente seguirá viendo estos fenómenos como algo “normal” o “natural” y no actuará a
tiempo (Ryan, Carlson, Mordecai, & Johnson, 2019). En cambio, un mayor conocimiento colectivo
puede revertir la tendencia ascendente de las enfermedades transmitidas por vectores, especialmente en
contextos de vulnerabilidad exacerbados por el cambio climático. La combinación de estrategias basadas
en evidencia permite mitigar significativamente los brotes tras eventos climáticos extremos como
inundaciones. Entre estas estrategias se incluyen el manejo ambiental (eliminación de criaderos y
gestión del agua), el control químico mediante insecticidas selectivos, y enfoques biológicos
innovadores como la introducción de bacterias Wolbachia en poblaciones de Aedes aegypti para
bloquear la transmisión de virus. Además, el control genético, como la liberación de machos estériles,
ha mostrado potencial en la reducción poblacional de vectores (Zavaleta-Monestel et al., 2025). Estas
pág. 1953
acciones, junto con campañas de fumigación comunitaria, sistemas de alerta temprana ante inundaciones
y programas educativos de salud pública, forman parte de una respuesta integral que puede reducir
sustancialmente la carga de enfermedades como dengue, chikungunya, Zika y malaria.
Aunque las recomendaciones suelen centrarse en acciones generales de salud pública, una gestión eficaz
de enfermedades infecciosas en el contexto del cambio climático requiere enfoques más estructurados
y multisectoriales. El marco propuesto por Worsley-Tonks et al. (2025) para comunidades rurales en
países de ingresos bajos y medios ofrece una guía práctica con seis pasos interrelacionados:
(1) Comprender el contexto, identificando factores locales de vulnerabilidad, como la inseguridad
hídrica o la migración inducida por sequías; (2) Evaluar el riesgo, analizando peligros específicos
(como vectores del dengue o malaria), niveles de exposición y vulnerabilidad comunitaria; (3) Reducir
el riesgo, mediante intervenciones integradas como el manejo ambiental, control químico, biológico
(ej. Wolbachia), genético (liberación de machos estériles), campañas de fumigación comunitaria y
sistemas de alerta por inundaciones; (4) Prepararse para la respuesta, desarrollando sistemas de
vigilancia epidemiológica sensibles al clima y protocolos comunitarios para brotes; (5) Responder
eficazmente, activando redes intersectoriales para una atención rápida y focalizada; y (6) Recuperar y
aprender, documentando lecciones después de los brotes para fortalecer la resiliencia sanitaria. Aplicar
estos pasos de manera contextualizada no solo mejora la preparación ante enfermedades transmitidas
por vectores (ETVs) como dengue, malaria, Zika o chikungunya, sino que también permite
construir sistemas de salud adaptativos y sostenibles frente a la crisis climática (Worsley-Tonks et al.,
2025).
Sin embargo, ningún marco técnico será suficiente sin una transformación profunda en la relación entre
las personas y su entorno. La gestión del riesgo debe complementarse con una conciencia colectiva sobre
las causas profundas del cambio climático y su vínculo directo con la emergencia de enfermedades
infecciosas.
En definitiva, estamos escribiendo juntos el relato del clima y la salud. Son nuestras decisiones -como
el uso de combustibles fósiles en autos e industrias - las que han calentado el planeta en apenas unos
siglos, pero también somos capaces de revertir el daño. Si reconocemos que talar bosques no solo acelera
el cambio climático o eleva el nivel del mar, sino que también aumenta la probabilidad de que virus
pág. 1954
zoonóticos desconocidos - como los transmitidos por murciélagos - salten hacia los humanos, quizá
adoptemos un estilo de vida distinto (Carlson et al., 2022; Rudroff, 2025). Enfrentamos un reto global:
sólo con conciencia ambiental y educación (informando a la población, enseñando a proteger
ecosistemas y fomentando hábitos sostenibles) podremos evitar un futuro en el que los brotes infecciosos
sean la nueva “normalidad”.
CONCLUSIONES
El cambio climático antropogénico, resultado principalmente de la quema de combustibles fósiles y la
deforestación, está provocando alteraciones significativas en los patrones climáticos globales y
regionales, lo que a su vez genera fenómenos extremos como huracanes, sequías y olas de calor, que
impactan directamente en la incidencia y distribución de enfermedades infecciosas. Estas alteraciones,
junto con la pérdida acelerada de ecosistemas naturales, facilitan el desplazamiento de especies
portadoras de patógenos hacia zonas urbanas y rurales habitadas por humanos, favoreciendo el
surgimiento y propagación de enfermedades zoonóticas, que constituyen cerca del 75% de las
enfermedades emergentes en la actualidad (Taylor, Latham, & Woolhouse, 2001). La globalización y la
creciente movilidad humana intensifican la dispersión de estos patógenos, lo que, sumado a las
condiciones adversas derivadas de desastres naturales y migraciones climáticas, agrava la vulnerabilidad
sanitaria de las poblaciones. Además, la limitada conciencia ambiental y sanitaria dificulta la adopción
de medidas preventivas eficaces, evidenciando la necesidad de fortalecer la educación en estos ámbitos
para promover hábitos sostenibles y prevenir enfermedades transmitidas por vectores y animales. Sin
embargo, más allá de la educación y el cambio conductual, es crucial incorporar herramientas
tecnológicas avanzadas para fortalecer la vigilancia epidemiológica. Las tecnologías como la vigilancia
genómica, la geoinformática, el uso de imágenes satelitales y la teledetección pueden mejorar
sustancialmente la capacidad de los sistemas de salud para anticipar, detectar y contener brotes de
enfermedades emergentes asociadas al cambio climático (Liao, Lyon, Ying, & Hu, 2024). Estas
herramientas permiten identificar zonas de riesgo, monitorear cambios ambientales que favorecen la
proliferación de vectores, y modelar escenarios futuros con apoyo de inteligencia artificial, fortaleciendo
así una respuesta integral basada en ciencia y tecnología.
pág. 1955
Ante este escenario, resulta indispensable que las políticas públicas integren sistemas de monitoreo y
alerta temprana, colaboraciones multidisciplinarias para desarrollar plataformas de vigilancia y
modelado intercontinentales que empleen IA para mitigar los efectos del cambio climático en los brotes
de enfermedades infecciosas emergentes. Para ello se necesitan respuestas coordinadas y apoyo
financiero. La vigilancia epidemiológica, se puede mejorar con vigilancia genómica y geoinformática,
para garantizar respuestas rápidas y coordinadas frente a brotes asociados a eventos climáticos adversos
(WMO, 2016). Asimismo, es prioritario fomentar la investigación continua y focalizada en la
identificación y caracterización de patógenos emergentes en zonas vulnerables, particularmente aquellas
afectadas por la deforestación y el cambio en el uso de suelo (Allen et al., 2017; Beyer, Manica, & Mora,
2021). Finalmente, se hace necesario implementar programas educativos y de sensibilización
comunitaria que promuevan la conservación de ecosistemas, el manejo adecuado de recursos hídricos y
prácticas seguras para evitar el contacto con vectores y animales silvestres, contribuyendo así a la
prevención de zoonosis y mejorando la resiliencia sanitaria de las comunidades.
Agradecimientos
HACF and EEJG are members of the Comité Científico de Salud de los Servicios de Salud de Oaxaca
(SSO), México.
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ANEXOS
Tabla 1: Enfermedades infecciosas asociadas a eventos climáticos (20002024)
Enfermedad
Evento
Climático
Desencadenante
Mecanismo de
Propagación
Impacto
Epidemiológico
Periodo
Dengue
(SSM, 2024)
Lluvias extremas
/ Huracanes
Criaderos de
mosquitos Aedes
aegypti en aguas
estancadas
+385% casos
(17,016 vs.
3,505 en 2023)
2024
Cólera
(WHO, 2023)
Inundaciones
Contaminación de
agua potable
con Vibrio
cholerae
500,000 casos;
150 muertes
2022
Malaria
(ALMA,
2023)
Aumento de
temperatura /
Humedad
Expansión
geográfica
de Anopheles spp.
+20% incidencia
en zonas altas
(>1,500 msnm)
2020
2023
Leptospirosis
(NHS, 2017)
Inundaciones
Contacto con agua
contaminada por
orina de roedores
76 casos
confirmados
post-desastre
2017
Ébola (CDC,
2022)
Sequías /
Deforestación
Contacto
humano-fauna
silvestre
(murciélagos)
11,325 muertes
2014
2016
Virus del
Nilo
Occidental
(ECDC,
2018)
Olas de calor
Proliferación de
mosquitos Culex
+30% casos en
veranos
extremos
2018
2022
Enfermedad
de Lyme
(PHAC,
2023)
Inviernos suaves
Expansión de
garrapatas (Ixodes
scapularis)
Doble de casos
desde 2010
2000
2024