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transformación, con la capacidad de diseñar productos turísticos que generen valor económico, cultural
y social. Esto implica un compromiso con el respeto por la identidad local, la participación comunitaria,
la conservación del patrimonio y la búsqueda del equilibrio entre los intereses del mercado y el bienestar
colectivo.
Innovación curricular y enfoque constructivista en la formación turística
La transformación del sector turístico requiere una transformación equivalente en los programas
formativos. En este sentido, el currículo universitario debe evolucionar hacia modelos más flexibles,
integradores e innovadores que respondan a las necesidades reales del entorno. Un enfoque
constructivista se presenta como una alternativa pedagógica adecuada, al privilegiar el aprendizaje
activo, situado y significativo, donde el estudiante construye conocimiento a partir de la interacción con
su contexto (Vygotsky, 1978; Piaget, 1973).
En el marco del constructivismo, el proceso formativo debe promover no solo la adquisición de
conocimientos técnicos, sino también el desarrollo de habilidades como la toma de decisiones, la
resolución de problemas, la creatividad, la empatía y la capacidad de trabajo colaborativo. Esto se puede
lograr mediante metodologías activas como el aprendizaje basado en problemas, el aprendizaje por
proyectos, el aprendizaje-servicio y la simulación de escenarios reales, que fortalecen la conexión entre
la teoría y la práctica (Biggs & Tang, 2011).
La inclusión de una perspectiva interdisciplinaria permite articular distintas dimensiones en la formación
turística: social, cultural, económica, ambiental y política. Así, es posible integrar al currículo
contenidos como el análisis del patrimonio histórico y cultural, la gastronomía como símbolo de
identidad, el desarrollo territorial, la planificación estratégica, la gobernanza turística, la sostenibilidad
ambiental y la justicia social. Esta perspectiva favorece una formación más crítica y holística, alineada
con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (United Nations, 2015).
Asimismo, es fundamental que los programas formativos fomenten el pensamiento reflexivo y la
conciencia ética. La formación turística no debe enfocarse únicamente en maximizar beneficios
económicos, sino también en garantizar prácticas responsables que favorezcan la equidad, la inclusión
y la conservación de los recursos. En este sentido, el profesional del turismo debe ser capaz de diseñar,
implementar y evaluar estrategias turísticas que respeten los límites de carga, protejan la diversidad