LA CORRESPONSABILIDAD COMO CAMINO
HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE DIGNIDAD
HUMANO-PLANETARIA. UNA REFLEXIÓN DESDE
LA BIOÉTICA GLOBAL
JOINT RESPONSIBILITY AS A PATH TOWARD BUILDING
HUMAN-PLANETARY DIGNITY. A REFLECTION FROM THE
PERSPECTIVE OF GLOBAL BIOETHICS
Hernando Antonio Urrego Gallego
Universidad Militar Nueva Granada, Colombia
pág. 5581
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i3.18200
La Corresponsabilidad como Camino hacia la Construcción de Dignidad
Humano-Planetaria. Una Reflexión desde la Bioética Global
Hernando Antonio Urrego Gallego1
est.hernando.urrego@unimilitar.edu.co
https://orcid.org/0000-0002-6772-7664
Universidad Militar Nueva Granada
Colombia
RESUMEN
En este artículo se aborda la noción de corresponsabilidad como un camino para construir la dignidad
humano-planetaria, desde la perspectiva de la bioética global. Se plantea que la dignidad implica
reconocer la estrecha interdependencia e interrelación con la naturaleza y los ecosistemas, asumiendo
una responsabilidad compartida y un deber de protección y cuidado. La necesidad de superar una visión
antropocéntrica que fragmenta la relación intrínseca con la naturaleza, para asumir una perspectiva
integrada y holística. La responsabilidad ética de considerar a todas las especies en un plano de igual
valoración, reconociendo su dignidad inherente. La importancia de cultivar una perspectiva integral que
valore tanto los aspectos científicos como éticos en la relación con la naturaleza. La necesidad de
impulsar iniciativas prácticas para promover la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas bajo
una perspectiva transversal y transdisciplinaria.
Palabras clave: dignidad humano-planetaria, corresponsabilidad, bioética global, interdependencia,
biósfera
1
Autor principal
Correspondencia: hernandou@gmail.com; est.hernando.urrego@unimilitar.edu.co
pág. 5582
Joint Responsibility as a Path toward Building Human-Planetary Dignity.
A Reflection from the Perspective of Global Bioethics
ABSTRACT
This article addresses the notion of shared responsibility as a path toward building human-planetary
dignity from the perspective of global bioethics. It argues that dignity implies recognizing the close
interdependence and interrelationship with nature and ecosystems, assuming shared responsibility and
a duty of protection and care. The need to overcome an anthropocentric view that fragments the intrinsic
relationship with nature, in order to assume an integrated and holistic perspective. The ethical
responsibility to consider all species on an equal footing, recognizing their inherent dignity. The
importance of cultivating a comprehensive perspective that values both scientific and ethical aspects in
our relationship with nature. The need to promote practical initiatives to foster the conservation of
biodiversity and ecosystems from a cross-cutting and transdisciplinary perspective.
Keywords: human-planetary dignity, shared responsibility, global bioethics, interdependence, biosphere
Artículo recibido 22 abril 2025
Aceptado para publicación: 26 mayo 2025
pág. 5583
INTRODUCCN
En un mundo cada vez más interconectado y con enormes desafíos ecológicos, la necesidad de asumir
una corresponsabilidad humana frente al cuidado y preservación del planeta se ha vuelto un imperativo
urgente. Desde la perspectiva de la bioética global, este artículo explora cómo construir un camino hacia
una auténtica dignidad humano-planetaria, reconociendo nuestra interdependencia intrínseca con los
sistemas naturales que sustentan la vida.
Se plantea que la dignidad humana no puede desvincularse de la dignidad de la naturaleza y los
ecosistemas de los cuales formamos parte y dependemos radicalmente. Por tanto, se vuelve
indispensable trascender visiones antropocéntricas estrechas y asumir una ética de reverencia, cuidado
y corresponsabilidad con la trama de la vida en su conjunto.
A través de un diálogo con diversas tradiciones filosóficas, éticas ambientales y cosmovisiones
ancestrales, se examinan los fundamentos teóricos y dimensiones prácticas para cimentar una nueva
alianza de respeto y solidaridad con la biosfera. Finalmente, se esbozan perspectivas y propuestas para
impulsar este tránsito civilizatorio hacia una cultura de dignidad humano-planetaria integral.
DESARROLLO
La corresponsabilidad entre bosques y acantilados
La corresponsabilidad humana es un concepto clave para abordar los desafíos éticos y ecológicos que
enfrenta nuestro planeta en la actualidad. Desde la perspectiva de la bioética global, esta noción implica
reconocer que todos los seres humanos somos partícipes y corresponsables en la construcción de un
mundo más justo y equitativo.
La idea de corresponsabilidad nos invita a tomar conciencia de que nuestras acciones individuales y
colectivas tienen un impacto directo en el entorno natural y en la calidad de vida de todos los seres vivos
que habitan el planeta. "Somos la tierra misma con sus aguas rodantes y vegetales y bestias, y no los
únicos dueños de la tierra mortal." (Paz, 1957. p. 54). Esta imagen, nos recuerda que estamos
interconectados y que nuestro bienestar depende del cuidado y respeto hacia la naturaleza y hacia los
demás. Somos lo que ha quedado del mito, un tejido enredado en la memoria de los pueblos, en los
ojos, en los ojos, en los ojos.
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Si entendemos que la dignidad humano-planetaria supera conceptualmente la globalización
tecnocientífica como paradigma antropocéntrico y propone una pauta de acción bioética que se apoya
en la planetarización como un nuevo paradigma biocéntrico, comprenderíamos que toda acción humana
individual o colectiva es responsable de la supervivencia humana y del planeta.
En ese sentido la dignidad humano-planetaria se entiende como un acto de conciencia planetaria,
voluntad y aprehensión de la humanidad para reconocer el estado de interconexión e interdependencia
que tenemos con el planeta, y las acciones que realizamos para mantener el equilibrio natural.
Desde esta perspectiva, la construcción de una dignidad humano-planetaria implica asumir nuestro papel
como guardianes y administradores responsables de los recursos naturales, promoviendo un equilibrio
sostenible que garantice la “supervivencia aceptable” (Potter, 1988) para las generaciones presentes y
futuras. Cuidar el planeta es cuidar a los demás. Es cuidar el futuro de nuestros hijos y de los hijos de
nuestros hijos... también es reconocer la igualdad de todos los seres humanos, independientemente de
su origen, cultura o condición socioeconómica. Como afirma Sergio Osorio: “… no es posible la
supervivencia de la especie humana si no se tiene en cuenta el alcance a largo plazo de las consecuencias
indirectas no buscadas en los programas de investigación, pero al mismo tiempo extrañas a la
responsabilidad científica” (Osorio, 2005, p. 19).
La bioética global nos invita a cruzar las fronteras nacionales y a adoptar una visión holística e
integradora, donde los problemas ambientales, sociales y éticos se aborden de manera interdisciplinaria
y transdisciplinaria con un enfoque de cooperación y solidaridad planetaria. Nos conlleva a fomentar
acciones de compasión, empatía y respeto a la diversidad cultural y biológica.
En este sentido, la corresponsabilidad humana se convierte en un imperativo bioético que nos obliga a
replantearnos nuestros patrones de consumo, nuestros modelos de producción, y nuestras relaciones con
la biosfera y la noosfera, los ecosistemas bióticos y abióticos, para generar estilos de vida más
sostenibles, fomentar la educación ambiental y promover políticas públicas que protejan la naturaleza y
el planeta.
La corresponsabilidad humana es un camino hacia la construcción de una dignidad humano-planetaria,
donde todos los seres humanos asumimos nuestro papel como protectores de la vida y del bienestar
común. Es un llamado a la acción colectiva, a la cooperación planetaria y al compromiso humano de
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proteger y salvar de la depredación nuestro hogar sagrado: el planeta tierra. Una vez más el sol atraviesa
los cristales que despiden la tarde y el cantar de los vientos tiñe de trinos la noche que ya llega y que
mañana esperamos sentir.
Algunos aspectos teóricos y filosóficos para la construcción de una corresponsabilidad humana y una
dignidad planetaria se nutren de diversas corrientes de pensamiento y marcos conceptuales:
Topos teóricos y filosóficos
"La ética de la responsabilidad comprende la idea de que los seres humanos deben responder ante los
efectos previsibles de sus acciones, como consecuencia de la noción dualista de lo “natural en oposición
a lo cultural… Así que la naturaleza y la cultura no son contrarias entre sí, y los humanos y otros animales
pueden participar de actividades naturales como culturales” (Gruen, 2011, p. 47). Esto sienta las bases
filosóficas de la corresponsabilidad humana, en cuanto que evidencia la necesidad de reconocernos
como naturaleza, no como parte de ella, sino en una relación ontológica de interdependencia.
La ética ambiental ha sido importante para cuestionar el antropocentrismo tradicional y reconocer el
valor intrínseco de la naturaleza. Desde esta perspectiva, Leopold (1949), señala que: “La ética de la
tierra simplemente amplía los límites de la comunidad para incluir suelos, aguas, plantas y animales, o
colectivamente: la tierra”. (p. 204). Esta ética involucra una responsabilidad moral hacia los ecosistemas
y la noosfera en su conjunto.
El "pensamiento de la Tierra" de Arne Naess (1973) propone una "ecología profunda" que más allá de
concebir el planeta como una fuente de utilidad para los seres humanos debe reconocer la
interdependencia por todos los seres vivos y su valor inherente: "La ecología profunda no separa a los
humanos, ni con deficiencias concretas, del medio ambiente natural" (p. 99). Hay una praxis moral de
los seres que refleja la condición única de permanente flujo de materia, energía e información en las
interrelaciones con el planeta.
La ética del cuidado, desarrollada por Carol Gilligan, enfatiza la importancia de las relaciones, la
responsabilidad y la atención hacia los demás, incluyendo al mundo natural: "La ética del cuidado se
basa en la premisa de que, como seres humanos, nos encontramos inmersos en una red de relaciones de
las que somos responsables." (Gilligan, 1982, p.63). Esta perspectiva ética trasciende el individualismo
y nos recuerda que estamos intrínsecamente vinculados a otras personas, pero también al mundo natural
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que nos rodea y sustenta. Somos otra gota de rocío en el desierto cuando llueve, que al medio día es
parte del universo.
Por lo tanto, la ética del cuidado enriquece la visión de la corresponsabilidad al situar a los seres humanos
como gradientes dentro de una vasta red de relaciones e interdependencias, llamándonos a asumir un rol
activo de cuidado atento y oportuno hacia la comunidad biótica y abiótica en su conjunto.
Los planteamientos de Baruch Spinoza y Friedrich Schelling sobre la filosofía de la naturaleza,
constituyen aportes muy valiosos para superar el dualismo cartesiano y fundamentar una visión de
unidad e interdependencia entre lo humano y lo natural, base para una relación de respeto y reciprocidad
hacia la naturaleza en tanto somos parte indisoluble de ella. Es decir, somos el topos ontológico que
dinamiza la dignidad humano-planetaria.
Spinoza nos recuerda nuestra ineludible pertenencia a la trama unitaria de lo real, invitándonos a una
relación de respeto reverencial hacia la "faz de la Naturaleza entera": "El conocimiento de la unión que
la mente tiene con la Naturaleza entera es lo que nos hace formar ideas verdaderas" (Ética IV,
Proposición LXII, Escolio).
En definitiva, el monismo naturalista radical de Spinoza disuelve los dualismos y jerarquías,
revelándonos nuestra condición de modos finitos inmersos en los procesos infinitos de la divina
Naturaleza, de la cual somos a un tiempo expresión y dependientes. Una visión que puede inspirar un
ethos de humildad respetuosa y corresponsabilidad planetaria.
En palabras de Schelling (1809) "la naturaleza no es un mero producto inerte, sino que es al mismo
tiempo productivo y producto" (p. 25), lo que sugiere una relación de reciprocidad y respeto. La
naturaleza posee una actividad y fuerza productiva inmanente y autopoiética. El filósofo concibe a la
naturaleza como "un organismo vivo" con un "impulso originario" y un "devenir inacabable de infinitas
formaciones y transformaciones" Somos parte de esa naturaleza dinámica, no meros espectadores:
Nosotros mismos somos naturaleza, a la vez que estamos envueltos por ella.
Esta concepción orgánica y vitalista de la naturaleza implica que el ser humano está indisolublemente
entretejido en sus ciclos y procesos: "El hombre no es sólo parte de la naturaleza, sino que se halla
además comprendido en ella, y lo que somos en nuestra raíz, depende de cómo está constituida esta
esencia universal" (p.48). La filosofía schellingiana de la naturaleza viva, activa y autoorganizativa, nos
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invita a reconocernos como parte integrante de ella, en una relación de empatía, respeto y convivencia
recíproca con este gran "organismo" del que formamos parte y dependemos. Una visión que puede
evidenciar un ethos ecocéntrico y una dignidad humano-planetaria.
El concepto de "Pachamama" (Madre Tierra) en las cosmovisiones indígenas andinas también ofrece
una perspectiva holística que considera a la Tierra como un ser vivo y sagrado, con el cual los seres
humanos tienen un vínculo espiritual y una responsabilidad de cuidado.
En conjunto, estos enfoques éticos y filosóficos nos invitan a trascender el antropocentrismo y reconocer
nuestra profunda interconexión con la naturaleza, lo que implica una corresponsabilidad con las
personas, los animales, las plantas y la biósfera que conforman la vida en nuestro planeta.
El jefe Noah Sealth, dice en su carta:
Somos parte de la tierra a sí mismo ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras
hermanas, el venado, el caballo, la gran águila; estos son nuestros hermanos. Las escarpadas
peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a
la misma familia." (1854)
Esta visión indígena resalta nuestras pertenencias e interdependencia con la naturaleza, fundamento de
la dignidad humano-planetaria.
Dimensiones de la corresponsabilidad:
" La naturaleza, en cuanto responsabilidad humana, es sin duda un novum sobre el cual la teoría ética
tiene que reflexionar". (Jonas, 1995, p. 32). Esta afirmación de Jonas subraya que el inmenso poder
tecnológico adquirido por el ser humano para intervenir y transformar la naturaleza a escala global,
implica asumir una inédita responsabilidad ética. Ambas dimensiones deben abordarse conjuntamente.
"La promesa de la técnica moderna se ha transformado en una amenaza..." (p.19). Frente a esto, Jonas
propone un "nuevo imperativo ético": "Actúa de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles
con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra" (p. 39). Jonas fundamenta esta ética en
una "nueva clase de humildad" (p. 53), al reconocer nuestra ignorancia sobre la complejidad de los
sistemas vivos y los impactos de nuestras intervenciones, lo que demanda una "heurística del temor" o
precaución ante las amenazas al futuro de la vida y “los nuevos deberes del nuevo poder” (p.19)
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De acuerdo a esta responsabilidad que tenemos, frente a la fragilidad de la naturaleza Jonas (1995) señala
que:
La naturaleza de la acción humana ha cambiado de facto que se ha agregado un objeto de orden
totalmente nuevo, nada menos que la entera biosfera del planeta, de la que hemos de responder,
ya que tenemos poder sobre ella. (p. 32) Un replanteamiento de nuestra relación con la biosfera
que supere el dominio desenfrenado. Jonas sienta las bases para una ética de la responsabilidad
que finalmente reconoce nuestra condición de protectores que garanticen el futuro de la vida en
el planeta, exigiéndonos una nueva alianza de respeto y cuidado hacia la naturaleza.
La corresponsabilidad implica que todos los seres humanos tenemos un rol y un compromiso ético con
el cuidado y la preservación de la vida en todas sus formas en este planeta que compartimos. Vamos más
allá del antropocentrismo reduccionista para reconocer el valor intrínseco de toda la biosfera y nuestra
interdependencia con los sistemas naturales que sustentan la vida.
Desde la bioética global, tenemos la obligación moral no solo con los humanos, sino también con los
animales no humanos, las plantas, los ecosistemas e incluso con el planeta como un todo. Enfrentamos
desafíos planetarios como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y el
agotamiento de recursos que amenazan la dignidad humano-planetaria y el avance de todas las formas
de vida.
Para construir una verdadera dignidad humano-planetaria, necesitamos un cambio de paradigma hacia
una bioética de la reverencia y el respeto por la vida, el cuidado mutuo y la solidaridad biosférica. Esto
implica replantear nuestros sistemas económicos, tecnológicos y de desarrollo para que estén en armonía
con los ciclos naturales y los límites eco-bio-antropolíticos del planeta.
Estamos obligados ontológicamente a promover una conciencia de que todos somos parte de la gran
trama de la vida, una comunidad de seres interdependientes. Nuestras acciones locales tienen
repercusiones planetarias, cósmicas, por lo que la corresponsabilidad nos llama a tomar decisiones éticas
que benefician no solo a los humanos, sino a toda la comunidad biótica y abiótica presente y futura.
La corresponsabilidad humana desde una visión bioética global nos reclama un rol activo y
comprometido en la protección de la dignidad de todos los seres vivos y de la tierra misma, co-creando
un futuro sostenible, justo y respetuoso con la vida.
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La corresponsabilidad humana tiene múltiples dimensiones interconectadas tales como la
responsabilidad individual, la responsabilidad colectiva, la responsabilidad intergeneracional, la
responsabilidad hacia otras especies y ecosistemas que podríamos tener en cuenta:
Responsabilidad individual: la responsabilidad individual es una dimensión clave de la
corresponsabilidad humana con el planeta. A pesar de los fenómenos globales, cada persona a través de
sus acciones cotidianas ejerce un impacto ambiental concreto. Como señalan Hens y Nath (2003): "Cada
individuo tiene una responsabilidad ética respecto al impacto ambiental de sus acciones y decisiones
personales" (p. 37)
En esta perspectiva micro de la corresponsabilidad, Nicolescu, (1996) plantea que una actitud
transdisciplinar permite construir los puentes necesarios para unir la naturaleza y las personas en una
fuerza que pueda desafiar la “autodestrucción material y espiritual de nuestra especie” (p. 100). Esto
implica encarnar diariamente esta conciencia de pertenencia al tejido biosférico y noosferico
Por su parte, Simondon en su "filosofía de la naturaleza" sostiene que los individuos humanos somos el
resultado de un proceso de individuación permanente que nos co-constituye junto al medio natural. Esto
nos confiere una "responsabilidad ontológica" inseparable de nuestras acciones concretas en el mundo
(2009, p. 268). Cada acción es una muestra de nuestro proceso de individuación continua.
En esta perspectiva, dicho con palabras de Capra "cada acto nuestro forma parte de un proceso cíclico
interdependiente con todos los otros ciclos de la trama de la vida" (1998, p. 367). Por esto, nuestras
decisiones personales como consumidores, son muy importantes en los procesos de corresponsabilidad
con el planeta.
También afirma que:
Al observar las interconexiones que se dan entre el micro y el macrocosmos, nos damos cuenta
de que la especie humana no está deambulando entre el caos y la arbitrariedad, sino que se
encuentra en medio de una red de interdependencias, complementaciones y reciprocidades que
constituyen la trama de la vida (Capra, 2009)
En definitiva, la responsabilidad ambiental debe encarnarse a nivel macro y micro individual y cotidiano,
mediante hábitos y decisiones conscientes e informadas que minimicen nuestra huella ecológica y
materialicen día a día el respeto a la trama de la vida y la construcción de dignidad humano-planetaria.
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Responsabilidad colectiva: Entendida como "La responsabilidad por los grandes problemas ecológicos
globales es indefectiblemente compartida por la humanidad en su conjunto" (Hayward, 2008, p. 96).
Enfrentar desafíos ambientales globales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, entre
otras catástrofes de la misma naturaleza, exigen asumir una responsabilidad colectiva de toda la
humanidad para enfrentarlos. Varios pensadores han profundizado en esta idea de una ética y
responsabilidad compartida:
Van Rensselaer Potter, planteó la necesidad de una "ética de la biosfera" que una a toda la humanidad
en un mismo propósito de preservar el entramado de la vida en el planeta:
Las decisiones acerca de la supervivencia deben ser el producto de la filosofía reconstruida de
la sabiduría biológica que reevalúa los valores humanos contemporáneos a la luz del
conocimiento científico de cómo la vida en la Tierra permanece acoplada al ambiente en el que
se desarrolló (Potter, 1971, p. 2)
Esta "sabiduría biológica" debe guiar una ética ecológica planetaria, basada en el respeto por la
naturaleza y la unidad de la especie humana.
Por su parte, Hans Jonas en "El Principio de Responsabilidad" enfatizó que el enorme poder tecnológico
adquirido por la humanidad la convierte en una "fuerza biosférica" cuyas acciones tienen un impacto
causal a escala planetaria: "La naturaleza globalizada exige una responsabilidad globalizada (...) Toda
la biosfera de la Tierra ha ingresado en la esfera de influencia del obrar humano" (Jonas, 1995, p. 33)
Jonas convoca a una responsabilidad colectiva anticipatoria por las consecuencias remotas de nuestra
acción técnica sobre la vida futura.
Edgar Morin en "Tierra Patria" destaca la intersolidaridad de todos los seres humanos ante los riesgos
ecológicos globales: "Las amenazas mortales que pesan sobre la humanidad son al mismo tiempo únicas
y diversas (...) Estas nos obligan a un mismo destino ineluctable: el de asumir nuestra comunidad de
origen y una comunidad de metas terrestres" (Morin, 1993, p. 131). Para Morin, reconocer nuestra
"patria terrestre" común nos conducirá a una ética de la responsabilidad y solidaridad colectivas para
salvar nuestro planeta.
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En síntesis, estos pensadores convergen en plantear que las crisis ecológicas globales exigen trascender
intereses particulares y asumir un compromiso ético corresponsable de toda la humanidad para
garantizar las condiciones de vida en la Tierra.
Responsabilidad intergeneracional: "Tenemos obligaciones no sólo con nuestros contemporáneos sino
también con las generaciones futuras" (Attfield, 2003, p. 98). Heredamos el planeta y sus recursos de
las generaciones pasadas, y somos sus protectores para las venideras. La noción de responsabilidad
intergeneracional es clave para abordar la crisis ecológica desde una perspectiva ética a largo plazo.
Significa que nuestra generación tiene obligaciones no solo con los seres humanos actuales, sino también
con las generaciones futuras que heredarán el planeta y sus recursos.
Hans Jonas en "El Principio de Responsabilidad" plantea que el poder tecnológico adquirido por la
humanidad exige una nueva ética de la responsabilidad prospectiva hacia el futuro lejano: "La ética
antigua se utiliza esencialmente del obrar aquí y ahora...Hoy, la naturaleza ha sido ingresada al reino de
la responsabilidad humana que, por la fuerza de sus efectos remotos, adquiere una nueva dimensión"
(Jonas, 1995, p. 33) El filósofo señala que debemos preservar las condiciones fundamentales para una
vida humana futura y auténtica en la Tierra.
Por su parte, Edith Brown Weiss quien desarrolló los principios de "equidad intergeneracional" en el
derecho ambiental expresa que "Cada generación recibe un legado o patrimonio de recursos naturales y
culturales en fideicomiso de generaciones pasadas y tiene la obligación de proteger y transmitir ese
patrimonio a las generaciones futuras" (Brown Weiss, 1989, p. 38) Este principio ético-jurídico
considera a cada generación como beneficiaria de los recursos planetarios, con la obligación de
preservarlos y mejorarlos para el futuro. Además, el filósofo Avner de-Shalit sostiene que las
generaciones futuras son la "última minoría desprotegida" y tenemos un imperativo moral de representar
sus intereses: "Las personas aún no nacidas no pueden actuar ni protestar para defender sus derechos
más básicos. Por ello, tenemos una obligación moral especial de actuar como sus representantes" (De-
Shalit, 1995, p. 13)
En síntesis, la noción de responsabilidad intergeneracional nos convoca a ampliar nuestras
consideraciones éticas más allá del presente, para resguardar los recursos y condiciones de vida para los
seres humanos de las generaciones futuras, que no tienen voz, pero merecen igual consideración moral.
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Responsabilidad hacia otras especies: "Los humanos tenemos responsabilidades éticas hacia otros seres
vivos sintientes" (Singer, 1975, p. 15). Como especie dominante capaz de afectar gravemente otras
formas de vida, tenemos la obligación bioética corresponsable de considerarlas moralmente. La
responsabilidad ética humana no se limita solo a nuestros congéneres y las generaciones futuras, sino
que se extiende también hacia otras especies y formas de vida con las que cohabitamos el planeta.
Peter Singer, en su obra "Liberación Animal", cuestionó el "especismo" que otorga mayor consideración
moral a los humanos por sobre otras especies sintientes capaces de experimentar sufrimiento: "Si un ser
sufre, no puede haber ninguna justificación moral para rehusar tener en cuenta ese sufrimiento... La
capacidad de sufrir y disfrutar constituye el límite por el cual se debe trazar la nea de la igual
consideración" (Singer, 1975, p. 57) Singer hace un llamado a ampliar el círculo de la ética para incluir
los intereses de otros animales sintientes, sobre la base de la consideración igualitaria del sufrimiento.
Por su parte, Tom Regan en "Los Derechos de los Animales" argumenta que ciertos animales son
"sujetos-de-una-vida" con valor inherente, más allá del utilitarismo: "Los animales tienen una variedad
de oportunidades de vida, percepciones, memorias, un sentido del futuro... una psicología fenoménica
unificada... y una experiencia valorativa de su propia vida" (Regan, 1983, p.243) Regan propone
reconocer derechos inviolables a los animales como "pacientes morales" merecedores de respeto y trato
digno.
Además, el movimiento de la Ecología Profunda liderado por Arne Naess se extiende aún más en el
campo de la responsabilidad ética: "Todos los seres vivos tienen el mismo derecho a vivir y desarrollarse.
Las especies vegetales y animales contribuyen con sus capacidades específicas al desarrollo y
enriquecimiento del mundo" (Naess, 1973, p.95). Esta visión biocéntrica exige asumir responsabilidades
no sólo hacia los animales, sino hacia todos los seres vivos y sus ecosistemas.
Estos enfoques nos recuerdan nuestra corresponsabilidad ética de consideración y cuidado hacia otras
formas de vida sintientes, más allá de esa mirada antropocéntrica reduccionista.
Responsabilidad hacia los ecosistemas: "Nuestra conducta debe evaluarse no sólo por sus consecuencias
sobre criaturas individuales, sino también sobre la salud e integridad de los sistemas naturales en su
totalidad" (Taylor, 1986, p. 73). Somos guardianes y gestores corresponsables del sostenimiento de los
ecosistemas. Además de las responsabilidades hacia los individuos de otras especies, los seres humanos
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tenemos un deber ético de protectores y preservar los ecosistemas y la integridad de los sistemas
naturales en su conjunto. Varios autores han ahondado en esta dimensión: Van Rensselaer Potter, pionero
de la bioética, planteó la necesidad de una "sabiduría ecológica" que guía una nueva ética ambiental:
"Debemos aprender a relacionarnos con todos los elementos de la comunidad de la vida, ya sean
organismos microscópicos, formas superiores de vida o ecosistemas enteros" (Potter, 1971, p. 187).
También las piedras del camino donde nuestros abuelos una vez se detuvieron a contemplar el atardecer.
Filósofos como Gilbert Simondon, Basarab Nicolescu y teóricos de la complejidad como Fritjof Capra
han exaltado la visión de los sistemas vivos y ecosistemas como totalidades organizadas e
interdependientes que requieren un abordaje holístico, lo cual tiene implicaciones importantes para
nuestra responsabilidad ética hacia ellos.
Gilbert Simondon, en su obra "La individuación a la luz de las nociones de forma e información", plantea
que los individuos deben ser comprendidos como parte de un proceso continuo de individuación inmerso
en un medio rico en potenciales:
El individuo es ser en relación; es centro de actividad, pero esta actividad es transductiva; se
ejerce a través y por un campo de fuerzas que modifica todo el sistema en función del individuo
y al individuo en función de todo sistema (Simondon, 2009, p. 210).
Al aplicar esta filosofía a la bioética global, reconocemos que la dignidad humano-planetaria no puede
desvincularse de los sistemas naturales de los cuales somos parte indisoluble. Nuestra
corresponsabilidad emerge del hecho de que somos nodos temporales de un inmenso proceso de
individuación cósmico del cual dependemos radicalmente.
Por su parte, Basarab Nicolescu, principal teórico del "Pensamiento Complejo", subraya la importancia
de articular diferentes niveles de realidad en el abordaje transdisciplinario: "Un ecosistema es a la vez
una realidad biológica, una realidad económica, una realidad social y una realidad cultural que
constituye diferentes niveles de realidad y diferentes niveles de percepción" (Nicolescu, 1996, p.49) Es
la palabra que aun no ha sido escrita pero su tono y su frecuencia nos hace esperar en el sueño otra
noche para olvidarlo. Esta mirada multinivel y transdisciplinar es clave para captar la riqueza y
complejidad organizadas de los ecosistemas.
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Finalmente, Fritjof Capra en "La Trama de la Vida" sostiene que los ecosistemas son verdaderas redes
autopoiésicas: “La principal característica de un sistema autopoiésico es que experimenta cambios
estructurales continuos, mientras que preserva su patrón de organización en forma de red " (Capra, 1998,
p. 216). Esta perspectiva sistémica resalta la necesidad de preservar las tramas interconectadas de los
ecosistemas para que sigan auto-generándose.
Desde la ética ambiental, Aldo Leopold en su escrito "Ética de la Tierra" expandiendo las fronteras de
la comunidad moral a los ecosistemas como un todo, señala que: "Una cosa es correcta cuando tiende a
preservar la integridad, estabilidad y belleza de la comunidad biológica. Es incorrecto cuando tiende a
lo contrario" (Leopold, 1949, p.262).
Leopold critica la ética convencional por estar "centrada en un pequeño mundo" y plantea la necesidad
de una "ética de la tierra" que reconozca que "la tierra no es meramente suelo" y afirma:
La tierra es una fuente de energía impulsada por una circunvolución de la energía solar, aire,
agua y minerales... La ceguera de la filosofía ha sido instruirnos a tratarla [la tierra] como si
fuera un bien de consumo sujeto a las leyes de uso no renovable." (Leopold, 1949, p. 258).
El pensamiento del filósofo y sociólogo francés Edgar Morin aporta una visión integradora y visionaria
en torno a la necesidad de forjar una nueva conciencia y ética planetarias para asumir nuestra
corresponsabilidad como "ciudadanos biosféricos". En su obra "Tierra-Patria" (1993), Morin plantea
que el ser humano debe trascender la estrecha identificación con la patria-nación para asumir una
identidad más amplia con la Tierra-Patria que habitamos:
La toma de conciencia de nuestra identidad terrestre es una de las tareas mayores del
pensamiento planetario...Debemos reconocernos en la Tierra a la vez como raza biológica y más
aún como raza de conciencia, conciencia de y conciencia de la conciencia (Morin, 1993,
p.137).
Esta "conciencia de la conciencia terrestre" nos permite reconocer nuestras pertenencias a un sistema
vivo e interconectado, la biosfera de la cual dependemos radicalmente y con la cual mantenemos
complejas redes de relaciones e interdependencias. "La Tierra no es sólo nuestro hábitat, es nuestro
nicho; nosotros existimos en ella porque existimos con y a través de sus constituyentes físico-químicos,
geológicos y vivos." (Morin, 2011, p.116)
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Para Morin, asumir una "ciudadanía biosférica" conlleva comprender que somos co-gestores y copilotos
inscritos dentro de las dinámicas autoeco-organizadoras de las redes de vida planetarias. Nuestra
responsabilidad ética radica en actuar en sinergia y no en disyunción con estas redes: "Se trata de tomar
conciencia de nuestra co-ciudadanía biosférica y asumir al mismo tiempo nuestra co-responsabilidad en
la gestión del planeta Tierra." (Morin, 2011, p.119)
Esta ética y ciudadanía biosféricas propuestas por Morin recogen los aportes de la ecología profunda, el
pensamiento complejo y la visión de Gaia para re-situarnos como especies conscientes e
interdependientes dentro de las tramas de la vida planetaria. Así fundamenta una corresponsabilidad
humana como agentes y pacientes del devenir del mundo natural que nos sostiene.
En suma, estos pensadores complejos enfatizan la necesidad de trascender las miradas reduccionistas y
abordar holísticamente a los sistemas vivos y ecosistemas como totalidades organizadoras dinámicas,
interdependientes y habitadas en Múltiples niveles, lo cual extiende nuestras responsabilidades éticas.
Pensadores como Lynn Margulis, James Lovelock y Henry Thoreau han contribuido enormemente a
resaltar la profunda interconexión e interdependencia de todos los sistemas y organismos terrestres como
expresiones de una vasta trama de vida planetaria que podemos concebir como "Gaia".
Lynn Margulis, bióloga pionera en la teoría de la endosimbiosis, ha enfatizado la visión simbiótica e
integradora de la vida: "La vida no conquistó el planeta en forma de criaturas aisladas, sino como
consorcio ambulante de criaturas mejores vistas como ecosistemas metabólicos complejos y
cooperativos" (Margulis, 1998, p.125). Esta mirada simbiótica rompe la idea de organismos
autosuficientes y los concibe más bien como consorcios de especies interdependientes.
Por su parte, James Lovelock desarrolló la hipótesis de "Gaia" que concibe al planeta Tierra como un
"superorganismo autorregulado" donde todos los componentes bióticos y abióticos se autoorganizan
sinérgicamente: "La hipótesis de Gaia contempla la biosfera como un sistema cibernético o mecanismo
de control homeostático que comprende todos los organismos vivos formando parte de una sola gran
entidad biológica que regula las condiciones físicas y químicas óptimas para su supervivencia"
(Lovelock, 1979, p. 10).
Esta visión holística e integradora resalta las profundas interconexiones de la trama de la vida terrestre.
Incluso antes, Henry Thoreau ya vislumbraba esta sinergia viva en su célebre obra "Walden":
pág. 5596
El espliego y la fresa de campo simbolizan excelentemente la unida y densa trama de la
naturaleza. El ojo es capaz de distinguirlos perfectamente, y esta individuación nos lleva a
menospreciar la delicada y enmarañada tejedura de la que forman parte (Thoreau, 1854, p. 287).
Estos pioneros del pensamiento ambiental holístico contribuyeron a desarrollar la vasta red de
interdependencias e imbricaciones entre todos los organismos y sistemas terrestres, visión que
fundamenta nuestra corresponsabilidad de salvaguardar la integridad y equilibrio de esta trama vital
planetaria o "Gaia", hacia la construcción de dignidad humano-planetaria.
Estas dimensiones están interconectadas, pues los problemas ambientales globales impactan a otras
especies, ecosistemas y generaciones futuras. Por ello, “la corresponsabilidad humana integral debe
abarcar el multilateralismo, la justicia intergeneracional y los derechos de la naturaleza” (Viotti y
Kauppi, 2012, p.287).
Forjar una auténtica corresponsabilidad humana implica cultivar un sentido de responsabilidad ética en
todos estos niveles, trascendiendo el individualismo para asumir nuestro rol colectivo como especie
codependiente de los sistemas naturales y de todas las formas de vida que conforman la riqueza del
planeta.
Desafíos globales y locales
"Los problemas ambientales no conocen fronteras y tampoco podrán ser resueltos únicamente mediante
políticas nacionales" (Sachs, 2008, p. 201). Esta afirmación de Jeffrey Sachs resalta la naturaleza
intrínsecamente global de las cuestiones ecológicas actuales.
Como bien señala el Informe Brundtland (1987): "La biosfera es un sistema único; la contaminación del
aire, las tierras o los océanos no puede ser confinada dentro de fronteras nacionales. La solución tiene
que ser considerada en un contexto mundial" (p. 216).
La crisis climática es quizás el ejemplo más patente de este carácter transfronterizo, pues "las emisiones
de gases de efecto invernadero en un punto cualquiera del planeta afectarán al conjunto del sistema
climático mundial" (IPCC, 2007, p. 36).
Asimismo, la pérdida de biodiversidad se acelera a ritmos alarmantes, ya que "las causas son mundiales:
degradación de hábitats, cambio climático, contaminación, sobreexplotación, entre otros. Estos procesos
ponen en riesgo el Bien Común global de la riqueza biológica" (PNUMA, 2020).
pág. 5597
Desde una perspectiva de justicia ambiental, Klaus Bosselmann (2016) advierte que "los daños
ecológicos globales recaen desproporcionadamente sobre las comunidades más vulnerables y las
generaciones futuras, lo cual es profundamente injusto" (p. 68).
Por todo ello, coincidimos con las palabras de Ban Ki-moon: "Ningún país tiene las soluciones para los
desafíos globales del siglo XXI...todos formamos parte de un sistema interdependiente en el que
debemos unirnos para construir un futuro sostenible". (ONU, 2016).
Esta visión de interconexión e interdependencia global nos convoca imperativamente a desarrollar una
corresponsabilidad a la misma escala, mediante acciones colectivas, acuerdos vinculantes, estrategias
de cooperación y una nueva gobernanza ambiental verdaderamente planetaria que garantice la
protección y sostenibilidad de nuestro planeta.
Prácticas y experiencias
Estudios de caso de comunidades indígenas y sus prácticas sostenibles de manejo de recursos (p.ej.
Berkes, 2008), movimientos ambientalistas, ecoaldeas, entre otros, que están poniendo en práctica los
principios de corresponsabilidad y dignidad planetaria, analizan sus logros, desafíos y lecciones
aprendidas.
Sí, resulta muy valioso estudiar casos concretos que están poniendo en práctica principios de
corresponsabilidad y dignidad planetaria, para analizar sus aportes, retos y aprendizajes.
Existen diversas comunidades e iniciativas que pueden servirnos de referencia empírica al respecto. Por
ejemplo, Mathez-Stiefel et al. (2017) analizan el enfoque del "Buen Vivir" de comunidades indígenas
andinas, que "concibe al ser humano como parte inseparable de la comunidad de seres vivos y entes de
la naturaleza, en una convivencia armónica y corresponsable" (p. 138).
Estas cosmovisiones indígenas nos recuerdan la relación intrínseca entre dignidad humana y dignidad
de la naturaleza. Como resalta Cuellar (2015), "reconocen la profunda interconexión e interdependencia
entre la humanidad y la tierra en el sostenimiento de la vida misma" (p. 92). Otro ejemplo son las
ecoaldeas y comunidades de vida sustentable que buscan poner en práctica valores de corresponsabilidad
socio-ecológica. Según Lockyer (2010), "las ecoaldeas modelan formas de vida con una huella ecológica
reducida, mayores niveles de corresponsabilidad comunitaria y conexión con los ciclos naturales" (p.
435). A escala urbana, también encontramos experiencias como las "ciudades en transición" que cultivan
pág. 5598
resiliencia comunitaria y conciencia ecológica entre sus habitantes. Según Hopkins (2008), "fomentan
procesos colectivos de corresponsabilidad ecológico-ética ante los desafíos como el pico del petróleo y
el cambio climático" (p. 183). En el plano institucional, ciertos movimientos como la "Justicia
Ambiental" se inspiran en el principio de responsabilidades comunes pero diferenciados, exigiendo a
corporaciones y países ricos asumir su mayor corresponsabilidad histórica en los daños ambientales
(Sikor y Newell, 2014).
Finalmente, la labor de organizaciones de la sociedad civil como Greenpeace, WWF, etc. al denunciar
atropellos y acciones promover a favor de la conservación de los ecosistemas, también constituye un
ejercicio de corresponsabilidad ciudadana global.
Analizar estas diversas experiencias, sus logros y limitaciones, nos permite extraer lecciones valiosas
sobre cómo plasmar en la práctica principios de dignidad humano-planetaria y corresponsabilidad
ecológica, social y ética en los distintos niveles.
Educación y participación ciudadana
"La educación ambiental debe ser un proceso permanente en el que los individuos y las comunidades
tomen conciencia de su realidad" (Tbilisi, 1977). Promover una ciudadanía ambiental activa, es un
ejercicio que tienen que hacer los nuevos docentes. Debemos darle la importancia crucial de la educación
ambiental y la participación ciudadana activa para forjar una cultura de corresponsabilidad y dignidad
humano-planetaria: "La educación ambiental debe ser un proceso permanente en el que los individuos
y las comunidades tomen conciencia de su realidad" (Tbilisi, 1977). Esta premisa de la histórica
Conferencia de Tbilisi sigue vigente, pues sólo a través de una conciencia profunda podremos asumir
nuestra corresponsabilidad con el planeta.
Como expresa Sauvé (2010), "la educación ambiental debe contribuir a la reconstrucción de un sentido
de pertenencia a la comunidad de vida en la Tierra, forjando una ciudadanía ambiental responsable" (p.
31). Reconectarnos con la trama biosférica es indispensable para que se puedan fomentar desde la
noosfera nuevas formas de relaciones ontológicas con el planeta
En esta línea, Wals y Benavot (2017) abogan por "una educación transformadora basada en el
pensamiento crítico y la participación ciudadana, que empodera a las personas para ser agentes de
cambio hacia sociedades y modos de vida más sostenibles" (p. 407).
pág. 5599
Esto implica desarrollar competencias clave como el pensamiento sistémico, la capacidad prospectiva,
la toma de decisiones participativas y la acción colectiva. Tal como señala Tilbury (2011), "se trata de
facilitar el aprendizaje para la dignidad ecológica y la corresponsabilidad biosférica" (p. 28). Y
acercarnos así a hacer de la dignidad humano-planetaria una praxis cotidiana. Cultivar esta ciudadanía
ambiental activa y corresponsable debe iniciarse desde la educación formal en todos los niveles,
incorporando la dimensión ambiental de manera transversal. Pero también requiere un enfoque de
educación comunitaria permanente, tal como propugnan los movimientos de "aprendizaje social"
(Wildemeersch, 2017). En este sentido, las iniciativas como las eco-aldeas, huertos urbanos, grupos de
consumo responsable, entre otras agremiaciones. son espacios idóneos de "aprendizaje vivencial" donde
las personas asumen de manera práctica una corresponsabilidad con su entorno y comunidad.
En definitiva, una educación y participación ciudadana ambiental consciente es condición sine qua non
para transitar hacia una cultura de corresponsabilidad y dignidad humano-planetaria, permitiéndonos re-
entramarnos en las redes de interdependencia que sostienen la vida y tomar las riendas de nuestro papel
como especie.
Políticas públicas y gobernanza
"Los principios de prevención y precaución deben guiar la gestión de los riesgos ambientales"
(Principios de Río, 1992). Estos principios consagrados en la Declaración de Río reconocen nuestra
responsabilidad ética de anticipar y prevenir daños ambientales, aun cuando haya incertidumbre
científica.
El principio preventivo implica "tomar decisiones para evitar o minimizar los daños ambientales antes
de que ocurran", mientras que el principio precautorio establece que "la falta de certeza científica no
debe utilizarse como excusa para posponer medidas costo-efectivas para prevenir la degradación
ambiental" (Cooney, 2005, p. 279).
Estos principios reconocen nuestra condición de "corresponsables por el cuidado, la protección y la
preservación del medio ambiente" como señala la Corte Internacional de Justicia en su Opinión
Consultiva de 1996 sobre la legalidad de las armas nucleares.
En consecuencia, cómo sostienen Bohne y Dietrich (2004) "los principios de prevención y precaución
deben estar consagrados en el núcleo duro de las políticas y legislaciones ambientales de manera
pág. 5600
vinculante para obligar a los Estados y actores privados a adoptarlos en la toma de decisiones" (pág. 4).
Un buen ejemplo es el Principio de Precaución incorporado en el Tratado de Funcionamiento de la Unión
Europea, que "obliga a la Comisión a tomar medidas de gestión de riesgo sin esperar a que se demuestre
plenamente la realidad y gravedad de las amenazas" (COM, 2000).
Otra muestra es la Corte Constitucional de Colombia mediante la sentencia T- 622 2016 reconoce al río
Atrato, su cuenca y sus afluentes como una entidad sujeta de derechos con miras a garantizar la
protección, conservación, mantenimiento y restauración a cargo del estado y las comunidades étnicas.
Incorporar vinculantemente estos principios preventivos en las políticas, con sus respectivos
mecanismos e instrumentos (evaluaciones, permisos, sanciones, etc.) es condición indispensable para
institucionalizar una verdadera corresponsabilidad colectiva en la gestión de riesgos ecológicos y
dignidad planetaria.
Diálogo intercultural e interdisciplinario
"La ética ambiental debe reconocer la diversidad de visiones culturales y buscar un diálogo respetuoso"
(Callicott, 1994, p. 137). Promover este diálogo enriquecedor. (Potter 1988) Sí, el diálogo intercultural
e interdisciplinario es fundamental para construir una bioética y ética ambiental que reconozca la
pluralidad de perspectivas y permita forjar una visión integradora de la dignidad humano-planetaria.
"La ética ambiental debe reconocer la diversidad de visiones culturales y buscar un diálogo respetuoso"
(Callicott, 1994, p. 137). Esta premisa del filósofo ambiental J. Baird Callicott es clave, pues las
nociones de dignidad, derechos de la naturaleza, entre otros, tienen diversas concepciones en distintas
culturas.
Como señala Rodríguez (2019): "Un auténtico diálogo intercultural bioético puede enriquecer nuestra
comprensión de las relaciones ser humano-naturaleza y aportar miradas no antropocéntricas valiosas"
(p. 95). Por su parte, Potter (1988) enfatizaba que la bioética debe constituirse en un "puente hacia el
futuro" mediante la integración de conocimientos científicos y valores humanísticos en un diálogo
fructífero. En esta línea, Borrero (2011) aboga por "un enfoque transdisciplinario de la bioética que
trascienda las fronteras disciplinares y reintegre los diversos niveles de realidad (físico, biológico,
psicológico, social, ambiental, etc.)" (p. 23).
pág. 5601
Dicho diálogo permite aprender, por ejemplo, de la cosmovisión del "Buen Vivir" indígena y su
concepción integradora del ser humano en la comunidad de vida. Como expresa Caudillo (2012):
"Aporta una crítica al antropocentrismo y una reivindicación de la dignidad no sólo humana, sino de la
Pachamama y todos sus componentes" (p. 67).
Asimismo, enfoques como la bioética de intervención de Garrafa (2005) "proponen un diálogo Norte-
Sur, incluyendo a grupos vulnerables y saberes tradicionales, para una bioética comprometida con la
dignidad humana y ambiental" (p. 128).
Estos ejemplos muestran cómo un auténtico diálogo intercultural e interdisciplinario, respetuoso y
simétrico, puede enriquecer nuestra visión colectiva sobre cómo construir una corresponsabilidad y una
ética de la vida que integre todas las dimensiones de la dignidad humano-planetaria.
Propuestas y perspectivas futuras
Desarrollar escenarios prospectivos y hoja de ruta hacia una mayor corresponsabilidad y dignidad
planetaria (p.ej. Informes del PNUMA, Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, etc.)
A continuación, enuncio algunas propuestas concretas y vías de acción para promover la
corresponsabilidad humana en diversos ámbitos, tomando en cuenta los aportes de autores clave como
Edgar Morin, Basarab Nicolescu, Gilbert Simondon, Fritjof Capra y Van Rensselaer Potter, entre otros:
Educación: "Es necesaria una reforma profunda del pensamiento para enseñar la condición humana en
el mundo y afrontar los desafíos de la era planetaria mediante una educación transdisciplinaria" (Morin,
1999, p. 39). Incorporar desde la base educativa el pensamiento complejo, sistémico y una visión de
nuestra co-pertenencia terrestre.
"La educación ha de preparar las mentes para asumir el reto de repensar y reconstruir el mundo de
manera corresponsable con la Tierra-Patria" (Morin y Kern, 2005, p. 127). Es fundamental cultivar la
conciencia planetaria y el sentido de responsabilidad biosférica.
Economía: "Necesitamos un nuevo paradigma económico ecocéntrico y biocéntrico que reconozca los
límites de la biosfera y asuma nuestra condición de especie inseparable de los procesos naturales" (Capra
y Henderson, 2009, p.1 88). Una economía que internaliza costos ambientales y sociales, que permita
una dinámica circular de intercambios vitales
pág. 5602
"La bioeconomía debe ir más allá de la visión utilitarista y antropocéntrica, incluyendo los valores
intrínsecos de la vida y las funciones ecológicas vitales" (Massard y Hié, 2017, p. 53). Una económica
corresponsable con la integridad de los ecosistemas.
Política: "Debemos instaurar una democracia transnacional y una ciudadanía planetaria que nos permita
ejercer nuestra responsabilidad ante los problemas globales" (Morin, 2011, p. 92). Forjar una nueva
gobernanza ambiental global corresponsable, que nos permita alcanzar una “supervivencia aceptable”
(Potter, 1988)
"Es imperativo crear nuevos derechos políticos centrados en la corresponsabilidad biosférica, como el
derecho a un ambiente sano o los derechos de la naturaleza" (Borrero, 2016, p.135). Plasmar jurídica y
políticamente nuestro rol de garantías planetarias. Darle sentido filosófico a la relación eco-bio-
antropolitica que se establece en la dignidad humano-planetaria.
Ciencia y Tecnología
"La ciencia debe abrirse a un diálogo con la filosofía, el arte y la tradición para nutrir una nueva sabiduría
de vida corresponsable" (Nicolescu, 2008, p. 67). Promover la transdisciplinariedad y una bioética
global. Dicho con palabras de Jonas, "Las posibilidades apocalípticas que hay en la tecnología moderna
nos han enseñado que el exclusivismo antropocéntrico podría ser un prejuicio y que, al menos, precisaría
una revisión." (Jonas, 1995, p. 83). Reflexionar mínimamente en torno al desarrollo de tecnologías y
procesos industriales sostenibles y corresponsables.
Visualizar y construir escenarios deseables de dignidad humano-planetaria requerirá transformaciones
profundas en nuestros sistemas de conocimiento, valores y acciones colectivas.
De lo que se trata es de asumir una responsabilidad colectiva desde un enfoque bioético, como vía para
construir un mundo con dignidad, donde los seres humanos y la naturaleza sean respetados y valorados
de manera integral.
La dignidad humano-planetaria o de la impermanencia. Una reflexión más allá de los ojos
Esta noción de "dignidad humano-planetaria de la impermanencia" nos invita a trascender una visión
estática y antropontrica de la dignidad, para aprehender su carácter dinámico y eco-interdependiente.
La cosmovisión budista de la impermanencia (anicca) cuestiona la ilusión de un yo separado y
perdurable, recordándonos que todo fenómeno, incluidos los seres humanos, está sujeto a una constante
pág. 5603
transformación y disolución eventual. Como expresa Thich Nhat Hanh: "Nacemos, existimos y morimos
con cada respiración. Sólo cuando contemplamos la realidad de la impermanencia, podemos trascender
el temor y apreciar la maravilla de estar vivos" (2016, p. 37).
Desde esta mirada, la dignidad humano-planetaria no puede concebirse como una propiedad inmutable
e individualista, sino como una cualidad relacional, contingente y codependiente con todos los procesos
vitales del planeta. El filósofo budista Daisaku Ikeda (2013) propone que "en lugar de buscar una
dignidad abstracta fija, debemos cultivar un sentido dinámico de dignidad de vida consciente de nuestro
vínculo impermanente, pero profundo con el gran río de la existencia terrenal" (p. 103).
Esta perspectiva supera el dualismo mente/materia y sujeto/objeto al reconocer lo que Capra (1998)
llama el "patrón de vida" o proceso autoorganizativo común: "Tú y yo, animales y plantas, atmósfera y
roca, todos bailamos una misteriosa danza de energía y forma impermanentes" (p. 186).
Desde el budismo de la tierra de Joanna Macy, asumir esta "danza de lo real" implica una praxis de
"reconocer el dolor del mundo, amarlo en su impermanencia y expandir nuestra identidad para abarcar
a toda la trama viva" (Macy, 2021, p. 64). Una dignidad humilde, compasiva y responsable.
En síntesis, reconocer la impermanencia que nos constituye puede abrirnos a una renovada dignidad
humano-planetaria: una celebración gozosa de nuestra interdependencia ineludible con los ciclos
terrestres; un respeto reverente por el milagro del fluir de la vida misma; y un compromiso amoroso con
la danza de la existencia, por efímera que sea, aquí y ahora.
Unas metáforas que viajan en la espalda de la ciencia y que hacen referencia a la dignidad humano-
planetaria como cuando nos detenemos a pensar en el sonido del viento:
"La flor ya no espera todo el verano para desintegrarse.
En cada momento hay desintegración y renacimiento...
No mereces ser una nube desconsolada.
Tienes que aprender a renovarte en cada momento."
Poema "Desintegración" de Thich Nhat Hanh
"Miré al infinito, y el infinito me traspasó e inseminó en ese mismo instante...El águila me devoró y me
expulsó al infinito...Mi dignidad consistía en mantener viva la conciencia; prolongar la voluntad de
pág. 5604
existir en el supremo misterio del ser, más allá de la vida y de la muerte." (Pasaje de "Las Enseñanzas
de Don Juan" de Carlos Castaneda)
"Para amar hay que abrazar y dejarlo ir, pues nada es nuestra posesión para siempre.
Cada halcón, cada semilla arrugada se inclina ante la claridad de la impermanencia..." (Poema "Amar
lo que es impermanente" de Danna Faulds, 2002).
"La escarcha congelada sobre campos y bosques le infundía dignidad presente... ¿De dónde ese apego
al estado presente de las cosas y ese miedo a la ruina? La ruina es la vida misma...La renovación perpetua
de los bosques es éste mismo fenómeno." (Pasaje de "Walden" de Henry David Thoreau)
"Confundiéndome con la uniforme cadencia celestial de estrellas y rosas, retornando, sin detenerse, a la
única paz perfecta de naturaleza inmortal." (Poema "Caído de una Nube de Nube" de John Muir, 1938).
Y yo vengo de lo que quedó de la flor que ayer recorrió los bosques del mundo.
Ahora solo está la huella de una voz que visitó la fuente y se despidió porque ya era hora de regresar al
recuerdo.
Y esta es otra forma de sentir la conciencia de la impermanencia, más allá del dualismo, como parte
intrínseca de la dignidad humano-planetaria (personas, animales, plantas, biósfera y noosfera) de nuestra
armonía e interdependencia con los ciclos naturales de nacimiento, muerte y renovación constante.
Apreciando ese fluir incesante, de materia energía e información, podemos encontrar una paz reverencial
ante el misterio de las múltiples realidades que constituyen nuestros deseos, esperanzas y pesadillas.
Más allá del dualismo
El dualismo abstracto hombre/naturaleza (Kant) ha sido ampliamente cuestionado desde diversos
frentes, y transitar hacia una visión de continuidad e interrelación es fundamental para construir una
dignidad humano-planetaria auténtica:
Haciendo un recorrido más allá del dualismo abstracto hombre/naturaleza (Espinosa & Chapman, 2014),
la dignidad integral reconoce la continuidad y valor inherente compartido entre humanos y no humanos
(Gudynas, 2018). Esta perspectiva no-dualista implica superar la separación ficticia entre lo humano y
lo natural, para asumirnos como partes co-constitutivas e interdependientes de los procesos biosféricos
(Descola, 2005). Reconocer esta continuidad en una ética superadora del dualismo es condición
necesaria para una dignidad humano-planetaria.
pág. 5605
La filósofa ambientalista Carolyn Merchant (2005) plantea que "la dicotomía cultura/naturaleza ya no
puede ser sostenida, porque cultura y naturaleza se han co-producido a lo largo de miles de millones de
años" (p.102). Asumir esta co-producción como especie es clave para forjar una co-responsabilidad
humano-planetaria.
Por su parte, el físico y pensador Fritjof Capra (1996) enfatiza que "la percepción de los seres humanos
como especie separada es una peligrosa ilusión, todos somos miembros de la trama de la vida" (p. 286).
Trascender esta ilusión dualista es un imperativo ético y existencial.
En palabras de Eduardo Gudynas (2015), "mientras se conserve la separación tajante entre naturaleza y
cultura, seguirá siendo muy difícil construir una ética ambiental que rebase los cálculos utilitarios
antropocéntricos" (p.67). Una dignidad humano-planetaria auténtica debe emanar de una relacionalidad
profunda entre lo humano y lo no-humano.
Estas ideas permiten profundizar en la importancia de superar el dualismo hombre/naturaleza desde
diversos enfoques (ético, filosófico, físico) para transitar hacia una noción de dignidad que reconozca la
continuidad e interrelación intrínseca entre lo humano y lo no-humano, como base para forjar una
auténtica corresponsabilidad bioética planetaria.
DISCUSIÓN
La noción de corresponsabilidad humano-planetaria no puede entenderse como un principio ético
accesorio, sino como un fundamento ineludible para una nueva civilización consciente de su inserción
en la trama de la vida. El enfoque adoptado, que articula perspectivas filosóficas, cosmovisiones
ancestrales y marcos científicos, permite trascender visiones fragmentadas y antropocéntricas,
proponiendo una ética de la interdependencia, del cuidado y de la humildad ontológica.
El diálogo entre el pensamiento moderno (Spinoza, Schelling, Jonas, Capra) y saberes indígenas y
budistas revela un punto de encuentro: la conciencia de pertenencia a un todo mayor, dinámico,
impermanente y profundamente interconectado. Desde allí, la dignidad no es una propiedad exclusiva
de lo humano, sino un atributo relacional que emana de la vinculación respetuosa con la biosfera.
Además, la discusión sobre las dimensiones de la corresponsabilidad —individual, colectiva,
intergeneracional, inter-específica y ecosistémica— subraya la necesidad de superar tanto el
individualismo moral como las fronteras nacionales, en favor de una ética compartida que reconozca las
pág. 5606
asimetrías históricas y promueva una justicia planetaria. La corresponsabilidad se convierte así en
principio generador de prácticas concretas, políticas públicas transformadoras, procesos educativos
emancipadores y formas alternativas de vida más armonizadas con la sostenibilidad de la vida.
La visión de la impermanencia, introducida desde la filosofía budista y la poética, da una profundidad
adicional a la noción de dignidad humano-planetaria: nos recuerda la vulnerabilidad esencial de todo lo
existente y nos invita a cultivar una ética de la compasión, la reverencia y la co-creación consciente.
CONCLUSIONES
La corresponsabilidad humano-planetaria, entendida desde una bioética global, se presenta como un
horizonte ético imprescindible para enfrentar los desafíos ecológicos, sociales y culturales de nuestro
tiempo. Este principio no solo redefine nuestra relación con la naturaleza, sino que nos sitúa como
cohabitantes y coautores de un destino compartido, en el que la dignidad ya no puede restringirse a la
condición humana.
Reconocer nuestra interdependencia con los ecosistemas, otras especies y las generaciones futuras, exige
un tránsito civilizatorio que supere el paradigma tecnocientífico reduccionista, hacia un ethos de
cuidado, respeto y humildad ante la complejidad viva del planeta.
Solo a través de una transformación profunda de nuestros sistemas educativos, económicos, políticos y
culturales, será posible encarnar esta dignidad en lo cotidiano. La dignidad humano-planetaria no es una
utopía distante, sino una urgencia ética que se construye día a día en nuestras decisiones, vínculos y
prácticas colectivas.
La corresponsabilidad no es solo un llamado a proteger la vida, sino a co-participar activamente en su
regeneración. En esa danza impermanente que nos constituye, habitar el mundo con dignidad es también
aprender a amar su fragilidad.
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